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411 pages, Paperback
First published January 1, 2004







«Y comprendió —en ese momento por fin, porque dos días antes era un suposición— que estaba enamorada de él. Era una sensación maravillosa y sorprendente, y se había convertido, de forma espectacular, en parte de ella. Quienquiera que hubiera sido antes, en ese momento era otra persona distinta. No existía por él y tampoco existía porque él lo hacía, pero de alguna manera Peter se había convertido en un trocito de su alma, y sabía que nunca volvería a ser la misma.»
«Lo peor de todo era que la persona con la que no podía relacionarse de ninguna de las maneras era Tillie. Se la conocía como la heredera más rica de la temporada social, y su belleza y su chispeante personalidad la convertían en objeto de deseo. Era difícil que alguien la cortejase sin que lo tacharan de cazafortunas, y si lo veían con ella, jamás se libraría de esa mancha en su honor.»
«Aunque tenía una imaginación portentosa, sabía, por supuesto, que su príncipe azul no aparecería de repente a lo largo de las dos próximas semanas. Al fin y al cabo, había tenido treinta años para encontrarla y no lo había hecho.
Claro que a lo mejor podría encontrar a alguien que, por lo menos, la besara.»
«¡Qué bonito! Un beso lo había cambiado para siempre y a la mujer que había inspirado dicho cambio le había importado un bledo.»
«El conde era guapísimo, y lo más que podría acercarse a él era si lo miraba embobada por la ventana y sé cruzaba con él de camino a un mesa de refrigerios en una fiesta. Los héroes de guerra solteros y guapos no tenían cabida en el hogar de los Birling. ¡No quisiera Dios que alguno le guiñara un ojo y provocara un escándalo!»
«¡Qué barbaridad, si hasta pensaban igual! Mientras luchaba contra la oleada de pánico, Charlotte se obligo a sonreír y se apresuró a entrar por la puerta de la tienda más cercana. Era tan aburrida como lord Herbert. ¿Sus amigas, que siempre tenían historias emocionantes que contar aunque ya no acaba de creérselas, la creían tan insípida como ella veía su pretendiente?»
«Eso era, se dio cuenta de repente mientras el asombro lo inundaba. Eso era lo que lo había atraído de Sophia desde la primera vez que se vieron: su pasión. Y no solo por él, sino por todo lo que ella consideraba que era lo correcto, por todo lo que valoraba. Su alma tenía color; un color y unas texturas que hacían que su corazón vibrara en respuesta. Lo más irónico de todo era que lo que lo había atraído de Sophía, lo que lo había hechizado por completo, fue precisamente lo que acabo conduciendo a su separación. Su apasionada lealtad la llevo apoyara su hermana Richard a expensas de su propio marido»
«No sabía porque era tan importante demostrar su certeza; tal vez fuera para pagar una deuda que había vencido hacía mucho. Sí, de eso se trataba: un intento de compensar a Max por la indecisión que demostró tantos años antes. Y estaba decidida a tener éxito»
«Deseaba amarlo tal y como lo amó otro tiempo: abiertamente, sin medida, sin que las dudas y el temor estuvieran al acecho. Pero ¿cómo hacerlo? Con independencia de lo que sintiera por Max, esos sentimientos eran peligrosos para su paz mental. Estar con él la desnudaba, la hacía vulnerable de un modo que nos había permitido desde que... En fin, desde que lo amo la primera vez»
«Sophia cerro los ojos. ¿Arreglar su matrimonio? ¿Como si fuera la red de un rota de un carruaje? ¿El volante roto de uno de sus vestidos? No, no lo creía posible. Podrían mitigar su rabia y amargura hablando, y tal vez aprender a aceptar los defectos del otro. Pero ¿arreglar su corazón? Mucho se temía que jamás podría recuperarse. Incluso allí, en ese preciso instante, el sabor de la tristeza hacía que se contuviera; la mantenía separada de él.»