Η Χιλιανή συγγραφέας (1893-1921) ξεχασμένη για σχεδόν έναν αιώνα, αναγεννήθηκε τα τελευταία χρόνια από τις στάχτες της, με φανατικούς αναγνώστες και μεγάλη αναγνώριση του έργου της. Συστήνεται πρώτη φορά στα ελληνικά με τη συλλογή Όσα δεν ειπώθηκαν που περιέχει πεζά ποιήματα και σελίδες του ημερολογίου της. Τα αυτοβιογραφικά αυτά κείμενα, σαγηνευτικά, παθιασμένα, μυστηριώδη, σταλάζουν τον πόνο, την καλοσύνη, την ομορφιά αυτής της αντισυμβατικής γυναίκας με την εκστατική ομορφιά και την τραγική ζωή.
Μια υπερβολική δόση Βερονάλ ήταν ο επίλογος τής παρορμητικής και βαθιά θλιβερής ύπαρξης της Τερέσα Γουίλμς, που πέθανε στο άνθος της νιότης και της ομορφιάς της. Ήταν 28 χρονών.
Τίποτα δεν έχω, τίποτα δεν αφήνω, τίποτα δεν ζητώ. Γυμνή όπως γεννήθηκα φεύγω, ανήξερη για όσα στον κόσμο υπήρχαν.
Είμαι εγώ αναστατωτικά γυμνή, επαναστατημένη ενάντια στο κατεστημένο, μεγάλη ανάμεσα στο μικρό, μικρή ενώπιον του απείρου... Είμαι εγώ...
Εισαγωγή Therese de la ~ Σελίδες ημερολογίου ~ Με τα χέρια ενωμένα ~ Τρία άσματα ~ Από το ημερολόγιο της Σύλβιας ~ Στην αταραξία του μαρμάρου
Teresa de las Mercedes Wilms Montt, nació el 8 de septiembre de 1893 en la ciudad de Viña del Mar, en el seno de una acomodada familia compuesta por Federico Guillermo Wilms Montt y Brieba, y su señora Luz Victoria Montt y Montt. Dado el contexto social de la época, su instrucción estuvo a cargo de institutrices y profesores particulares. Cuando Teresa tenía 17 años, contrajo matrimonio con Gustavo Balmaceda Valdés. En los años siguientes (1911 y 1913) nacieron sus dos únicas hijas, Elisa y Silvia Luz.
A poco andar el matrimonio, comenzaron las desavenencias entre Gustavo y Teresa, principalmente debido a las molestias del primero ante la personalidad de su mujer, quien había comenzado a frecuentar tertulias y ateneos y se había adscrito a los ideales anarquistas y a la masonería. Gustavo reaccionó resguardándose en el alcohol y el juego; Teresa, por su parte, en su amigo y primo de Gustavo, Vicente Balmaceda Zañartu, El Vicho (al que se referirá más tarde en su diario como Jean). Tras numerosos conflictos conyugales, traslados y cartas de Vicente Balmaceda dirigidas a Teresa, Gustavo Balmaceda convocó a un tribunal familiar, el que decretó su enclaustramiento en el Convento de la Preciosa Sangre, al que ingresó el 18 de octubre de 1915 y del que escapó en junio de 1916 con rumbo a Buenos Aires, ayudada por Vicente Huidobro. Durante su estada en el convento, comenzó a escribir su diario, en el cual consignó sus sentimientos respecto a la pérdida de sus hijas, a su separación de Vicente Balmaceda y las motivaciones de su primer intento de suicidio el 29 de marzo de 1916.
En Buenos Aires, colaboró en la revista Nosotros, en la que también lo hicieron en su oportunidad Gabriela Mistral y Ángel Cruchaga Santa María, entre otros. También, publicó su primera obra Inquietudes sentimentales, un conjunto de cincuenta poemas con rasgos surrealistas que gozó de un éxito arrollador en los círculos intelectuales de la sociedad bonaerense. Lo mismo ocurrió con Los tres cantos, obra en la que exploró el erotismo y la espiritualidad. Dos años después de esta obra, tras viajes a Barcelona y Nueva York, volvió a Buenos Aires y publicó Cuentos para hombres que todavía son niños. En él, evocó su infancia y algunas experiencias vitales, en narraciones de gran originalidad y fantasía.
En la inquietud del mármol se publicó en Barcelona y constituyó una elegía de tono lírico, compuesta por 35 fragmentos, cuyo motivo central fue la muerte. Escrita en primera persona, enfocó su interés en el rol mediatizador del amor de la vida y la muerte. También publicó Anuarí, obra inspirada en un romance que mantuvo con un joven bonaerense que se suicidó. Además, en 1922 apareció Lo que no se ha dicho, en él, se incluyen "Páginas de mi diario", "Con las manos juntas", "Los tres cantos", "Del diario de Sylvia" y "Anuarí".
Luego continuó viaje por Europa, visitando Londres y París, pero manteniendo siempre residencia en Madrid. En el año 1920 se reencontró con sus hijas en París; pero tras la partida de ellas, enfermó gravemente. En esta crisis, consumió una gran dosis de Veronal y falleció el 24 de diciembre de 1921. En las últimas páginas de su diario, escribió: "Morir, después de haber sentido todo y no ser nada...".
Primer libro que leo de Teresa Wilms Montt y me deja con una sensación extrañísima, entre un agotamiento emocional dada la intensidad y pasión plasmada en cada página, pero a la vez con unas ganas irrefrenables de leer toda su obra. Eso sí, con un descanso de por medio antes de enfrentarme a otro libro de su autoría. Este libro es un diario donde Teresa Wilms Montt habla sobre la muerte de su madre, la separación de sus hijas y al final dedica casi un tercio del libro a Anuarí, un amante que se suicidó por ella. Todo esto expuesto bajo un velo de tristeza, melancolía infinita y dolor, mucho dolor. Todo el mundo debería saber de la existencia de esta poeta Chilena y cada Chileno debería conocer su historia, leerla es una forma de mantenerla viva o al menos así lo sentí yo, cada palabra retumbó en mi alma, como si una amiga muy cercana me estuviera contando sobre su mal de amor. Totalmente recomendado.
Tengo que confesar que este es mi primer acercamiento a Teresa y me voló la cabeza, literalmente. Su intensidad me dolió y me sigue doliendo hasta el tuétano.
Solo sé que quiero más de ella. Aunque muera en el intento.
Intensamente Teresa
Bella de toda belleza, pura de alma porque supo sentir lo que otras mujeres no han sentido, anduvo sola por los anchos caminos del mundo, buscando lo que su corazón no iba a encontrar nunca.
Libre de prejuicios, desnuda en su altiva sinceridad, rebelde a todos los convencionalismos, grande entre los pequeños, y solo pequeña ante lo infinito –esas son sus palabras- anduvo aislada en su silencio y en su soledad.
Yo no tengo camino, mis pies están heridos de vagar, no conozco la verdad y he sufrido, nadie me ama y vivo.
Vacía está mi mente y ¡he pensado tanto! Hueco mi corazón y ¡he querido tanto! Errante y siempre errante mi espíritu que ha vagado tanto. ¡Soy genio de la nada!
Soñó con amor tanto y tuvo el amor siempre distante.
Frágil y extraña, inquieta y caprichosa, se fue a medir los caminos del mundo, mordida de temprana melancolía, huyendo de los implacables enemigos de su corazón.
Soy yo desconcertantemente desnuda, rebelde contra todo lo establecido, grande entre lo pequeño, pequeña ante lo infinito…
No puedo ser mala, no; la bondad me sale al encuentro. Paréceme que el mismo mal se hubiese vestido de gala para desgarrarme el corazón. Quiero que en mi sabia esencia, la Paz descienda sobre mí y anegue generosa en frescura mi interior carcomido.
Ella es eterna y yo triste y triste somos aquellos que no hemos nacido de los dioses.
Morir después de haber sentido todo y no ser nada. Me dan ganas de reír y río con la frialdad de los polos. ¡Ah vida, no ser, no ser…!
Magdalena de este siglo, enjuro tus aromados pies con la ropa de mis pecados empapadas de champaña.
No deseo el amor, ni el oro. Mi alcoba pequeña es cofre de soledad.
Lo que nunca deseo, desea; lo que jamás extraño, extraña.
De noble, santa y estulta se ha vuelto fiera, histérica y grave ¡Oh sangre mía que fuiste azul y hoy roja luces! Roja de infierno, de pecado, de revolución.
Por eso los artistas adoramos la noche, porque en ella olvidamos los brazos negros que nos señalan la ruta del mundo y nos dicen: “vives”.
Nunca he tributado a mi cuerpo el honor de tomar su vida en serio, por consiguiente no he de lamentar el que ella me abandone.
Nada tengo, nada dejo, nada pido. Desnuda como nací me voy, tan ignorante de lo que en el mundo había. Sufrí y es el único bagaje que admite la barca que lleva al olvido.
Te fuiste y dejaste bendita la tierra que has pisado. Ahora, tu huella será mi rumbo.
¡Canta, canta con la vida, con las pasiones de fuego con los deleites sanos; canta con la suprema gloria de los espasmos compartidos, y con las languideces que ponen en los ojos tonos de atardecer!
¡Reza con los corazones desgarrados que aúllan de dolor a las sombras y tienen que reír con la luz del sol!
Soy buena, soy buena. ¡Benditos vosotros, que habéis hecho que yo me encontrara!
Era su refugio en los momentos que, sintiéndose extraña entre los hombres, le venía morboso deseo de soledad, de gustar la charla tranquila de la naturaleza, y evocar los muertos.
¡Oh naturaleza! A veces siento que de mi pecho nacen alas pujantes, capaces de penetrar tu placidez; pero la vista de ese mundo, donde hombres o sombras se agitan, imprecan, lloran, ríen, limitan el pensamiento y hacen que esas alas se plieguen doloridas.
Aunque llevo la frente alta, mirando hacia arriba, valgo menos que una brizna, que una hoja crecida en el charco; porque ellas dan su vida en ofrenda a ti, y yo solo sé desafiarte con mis ojos humanos, henchida de orgullo, creyendo que te domino; y solo te veo como la hormiga a la luz del sol por el estrecho agujero de su morada subterránea.
Embriagada de placer entregaré la juventud de mi cuerpo al amor de tus aguas, me dejaré llevar por ellas cual gaviota confiada, y mi cabeza, como la de un caracol sonoro, estará llena de tu rugido amado.
Vivir en eterna espera de un amado que no vendrá.
Cuánta más intensidad hay en todo esto que en el cerebro del hombre, siempre limitado y miserable.
Ser bueno y sufrir, porque así lo manda la vida. Pasar como un pájaro dejando solo el recuerdo de su vuelo.
Amor que es vida que triunfa, que pide, que exige; amor, felicidad, sueño, gloria…
Morir como tú mueres, en mis brazos, es nacer al placer, es nacer a la verdadera vida…
Amor es el perfume que anestesia y hace olvidar la rutina dolorosa.
Lo que tú me has dado, son los espasmos sublimes, son las languideces exquisitas del que agoniza inconsciente.
Eugenio no llegaría, bien lo sabía ella; pero sin embargo, lo esperaba con el secreto anhelo de que su abnegación pudiera devolverle su amor.
¿Cómo podía ella quejarse, ella que dejó todo por seguirlo en su vida inquieta y azarosa?
En pos de locos sueños, para olvidar la realidad descarnada, he tropezado con el lobo que bajaba de la montaña y me ha comido el corazón.
Estoy sola, y si no hubiera encontrado en su regazo un asilo para mi cabeza dolorida, me habría muerto recostada en el borde de cualquier camino que llevase al infierno.
Hace mucho tiempo que todo lo di por perdido, ya que habían fracasado espantosamente mis ilusiones.
Estoy abandonada –se dijo-; pero yo me basto. ¡Sylvia, a vivir la vida, a escuchar por primera vez, lo que te dice de ti tu propio corazón!
Miro al infinito, y mi alma sondea el misterio. ¡Qué soledad dentro de mí! Y en mi exterior, ¡qué frío es todo lo que me rodea!
¡Silencio, silencio!, necesito de ti para gustar de las bellezas; ¡cuán frívolas son las demostraciones en palabras, y cuánto vulgarizan y ahuyentan la inspiración!
Mi alma en un palacio de piedra, donde habitan los ausentes, trayéndome la sombra de sus cuerpos para alivio y compañía de mi vida. Mi alma es una huérfana loca, que anda de tumba en tumba buscando el amor de los muertos.
Dos meses, y ya no sufro de tanto sufrir.
Te extraje de la sangre más noble de mi corazón y te uní mi destino para siempre.
Mi boca está sedienta de lujuria. Sí, Anaurí. En contorsiones de poseída, escápanse de mí los aullidos desgarradores de mi carne y de mi corazón heridos; en los espasmos de placer y de pena, surge, entre los suspiros, tu nombre.
Estoy enferma. Mi mano, ardiente, resbala en triste desmayo sobre los libros donde me refugio, para aturdirme y olvidar.
Estoy tan triste, como una paloma a quien sorprende la tormenta sola y fuera del nido.
Despavorida, temblorosa, no encontrando salida al laberinto de mi alma, quise sucumbir. En ese momento hirió mi recuerdo una belleza de mi infancia, y, como entonces, caí de rodillas.
Dormí, y me sentí dichosa. Soñé que estaba muerta y que era como tú, una sombra ideal y buena.
Soy una niña vieja, Anuarí; mis veinticuatro años me llevan a la rastra…
Me rebelo de la vida; insulto al miserable destino, que me ha arrancado todos mis amores en capullo, cuando no había saboreado todavía su fragancia, ni me había embriagado su narcótico sublime.
¡Y cómo perdono a los hombres todas sus caídas y debilidades!
Prefiero siempre el eterno caos de la verdad a la ilusión rosa de la vida. Uno me lleva a ti, el otro me aparta con sus infernales seducciones, para enfangarme enseguida en despreciables placeres.
Comprendo el vicio del amor, que en un espasmo de placer nos hace creer en la nobleza; comprendo que en el beso y en la entrega de los cuerpos se busque el veneno el olvido.
Anuarí, estoy toda en ti; como tú todo en mí.
¿Para qué me diste a beber en tus labios el licor de vida, si habías de abandonarme todavía sedienta?
Sola, entre mis papeles y mis libros, me visita todo vestido de blanco, tu recuerdo amado.
No; ya no vendrás para arrancar de mi cuerpo la nota lírica y vibrante del espasmo, el sollozo entrecortado del placer.
Amé el amor con la pasión de una frenética, y me aferré a él, porque hacia largo tiempo que corría desolada en su busca.
Ya no sé vivir, y vivo; y tampoco puedo morir, porque me faltan fuerzas para cerrar los ojos.
Me voy huyendo de mí, de mi cobardía y de mis inquietudes.
Solo existe una verdad tan grande como el sol: la muerte.
Teresa Wilms Montt, no apta para señoritas, fue una poeta y anarquista chilena que vivió entre 1893 y 1921. Quizás su poema más conocido sea ese, No apta para señoritas (Destilé mujer/Trataron de reprimirme pero no pudieron conmigo/(...)fui crucificada, muerta y sepultada por mi familia y la sociedad), fruto de la pluma de alguien que se negó a adaptarse a los moldes. Lo que no se ha dicho es su obra póstuma, enviada a la editorial por ella misma antes de suicidarse en París y recoge liricamente el ansia de abrazar a sus hijas, el deseo de recibir el perdón de su madre y su apasionado romance con Anuarí. En su escritura potente y llena de imágenes, encontré ecos del Occiso de Maria Virginia Estenssoro y también de Alejandra Pizarnik.
«Mi sangre diez veces noble, santa y estulta por los alambiques que ha cruzado, sufre ahora la transformación en un crisol sidéreo. Lo que nunca deseo, desea; lo que jamás extraño extraña. De noble, santa y estulta se ha vuelto fiera, histérica y grave. ¡Oh sangre mía que fuiste azul y hoy roja luces! Roja de infierno, de pecado, de revolución. Este siglo está caduco, sangre mía. ¿Quieres que te vacíe sobre el seno de la tierra?» Madrid
El sabor que produce la poesía se posa en el acto de dispersar el cuerpo mientras se empapa de arena y sal marina a lo largo de las orillas que bañan el Pacífico. Deleitarse con aguas agrias, limpias y fríos o reverdecidas por las algas que reposan bajo los pies al andar. En las orillas se teje la vida. Lo que no se ha dicho de Teresa Wilms Montt es que su sufrimiento fue tan bárbaro que buscaba en todo el mundo eso que jamás halló en ninguna parte: la ansiedad de correr las piernas por calles extranjeras, extranjeras en tu propia tierra. «No quiero caminar hoy». La poesía de Teresa renace desde el dolor y se transforma más que en papeles dispersados y diarios escritos posados en el olvido, es así como es rescatada esta parte de su vida póstuma.
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*Lectura en fisico Leí otra edición más completa, con algunos extractos de su diario y poemas a Anuarí.*
Primera lectura del año 2022, totalmente desgarradora, es increíble como se puede vivir tan intensamente y con tanto dolor. Senti como el estar viva la torturaba día a día. Una mujer con una incríble fuerza para superar su tristeza, dolor, depresión, entre otros sentimientos muy fuertes en ella. Un excelente comienzo de lecturas, pero que si dudas deja un pesar en el corazón.
Una frase a destacar: "Si a los diez y seis años hubiera yo tenido la conciencia del bien y del mal; si yo hubiera presentido cuanto veneno encierra la vida, habría huido del mundo refugíandome en mis sueños como en un claustro". Teresa Wilms Montt Cuantas emociones despertó en mi estas palabras, que sin duda marcan una vida llena de tristeza.
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«Mi alma quedará en ti, será una barca en camino al infinito, será una flor enamorada de luz. Mi clamor se unirá al tuyo y será eterno».
Mi alma es un palacio de piedra, donde habitan los ausentes, trayéndome la sombra de sus cuerpos para alivio y compañía de mi vida. Mi alma es un campo devastado donde el rayo quemó hasta las raíces, y donde no puede florecer ni el cardo. Mi alma es una huérfana loca, que anda de tumba en tumba buscando el amor de los muertos. Mi alma es una flecha de oro perdida en un charco de fango. Mi alma, mi pobre alma, es una ciega que marcha a tientas sin apoyo y sin guía. Mi alma es una muerta errante; es el fantasma de la pena.
"Anuarí; ¿es que la infamia del mundo no tiene límites? ¿es el dolor tan insoportable que a los buenos los hace malos y a los malos perversos? El dolor santifica a las almas sublimes y arrastra a las inferiores... no hay duda, Anuarí."
"Mi alma es una flecha de oro perdida en un charco de fango. Mi alma, mi pobre alma, es una ciega que marcha a tientas sin apoyo y sin guía. Mi alma es una muerta errante; es el fantasma de la pena."
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El día que la comencé a leer era primera vez que escuchaba su nombre. Tomé un taller de literatura que me dio como tarea leer este libro para la primera clase. Es una escritora chilena de finales del 1800 e inicios del 1900. Se suicidó a los 28 años y no fue reconocida en Chile (vaya novedad). Este libro es una antología que trae escritos y relatos con una prosa poética en el cual se refiere al amor, a la muerte y a la naturaleza. No quiero spoliar el libro porque es maravilloso, yo lo leí desde la base de memoria histórica de la Biblioteca Nacional así que está disponible a todo público. Quizás como anécdota es que lloré mucho con libro, en general me emociono con los libros, pero éste me hizo estar triste y desolada al igual que la hablante. Es increíble como un libro se vuelve atemporal y decepcionante como el sufrimiento de mujeres a principios del S. XX sigue siendo discusión en nuestras mesas y whatsapp.
"Amo lo que nunca fue creado, aquello que dejó Dios tras los telones del mundo."
"Cada muerto es un bloque de nieve inmaculada que esparce su blanca serenidad como una hostia excelsa de perdón y olvido. Cada muerto es una bondad honda, inmutable. Cada muerto es un ejemplo de muda abnegación. Allá, entre los muertos, encuentro mi espíritu, y es con ellos que él comparte sus graves ternuras."