Este ensayo analiza los riesgos y encrucijadas a que se enfrentan los distintos discursos feministas de un tiempo a esta parte. Es difícil sustraerse tanto a la tentación del victimismo como a la de una historia monumentalista de grandes heroínas, y también resulta complicado evitar pensar en una esencia femenina constituida y atravesada por unos «patrones de dominación», en palabras de Simone de Beauvoir. Más allá de códigos, prejuicios y dogmas, el libro de Laura Llevadot establece un ilustrador mapa del feminismo contemporáneo, se enfrenta a las trampas de un lenguaje heredado que nos impide pensar por cuenta propia y, finalmente, nos impulsa a «desnaturalizar» cuanto de artificial y construido hay en la diferencia sexual.
Si has vivido recientemente una relación de maltrato, te diría que cogieras aire antes de comenzar su lectura, o quizás mejor, la dejaras aparcada durante un tiempo hasta que la culpa, la inseguridad, el miedo, la vergüenza, (...) esos clavos que deja tras sí todo abusador como una sombra con la que consigue seguir desplegando su régimen de terror, consigas por fin arrancarlos, o al menos, aflojarlos, reconocer su verdadera autoría.
Hay que sumergirse en el contexto filosófico desde el que nos habla Llevadot para no echarnos las manos a la cabeza y arder por dentro al leer que somos las víctimas las que mediadas por el deseo perpetuamos la violencia que se ejerce sobre nosotras. Hay que tener paciencia, curiosidad, voluntad de saber, porque bajo estas palabras late una verdad que creo que solo puede reconocerse una vez el trabajo sobre nosotras mismas, sobre nuestra herida, esté considerablemente avanzado.
Lo único que no puedo evitar matizar, dejándome tantísimas ideas y reflexiones interesantes destacadas a los márgenes de la obra, es algo que suelo contemplar en mi entorno, y que ha salido a relucir también entre las páginas de esta obra, y que es ese miedo a sentirnos víctimas, a "ser víctimas de más" que es un miedo peligroso puesto que, en este caso, tratando de evitar la inacción, lo único que puede conseguir en muchos casos es inhibirnos, empequeñecernos, acallarnos. Creo que sentirnos víctimas es parte del proceso terapéutico. Sentirnos víctimas es ya contraefectuar. Porque verdaderamente hemos sido víctimas de una estafa, de una mentira, y esto no debe llenarnos de vergenza: siempre antes de ser capaces de salir de ese pozo oscuro, las vejaciones, no son vejaciones, el aislamiento es "soledad merecida", los golpes son "consecuencias inevitables de mi comportamiento o de mi forma de ser". Y el simple hecho de reconocer que yo fui la víctima, que yo no fui la causante de su comportamiento, que yo no soy la loca, la inestable, la celosa, la inmadura, la egoísta, la cruel que él me hizo creer que era, es ya un paso tan tan complejo de dar, que solo aquellas que eligiendo entre vivir o no vivir nos hemos visto obligadas a escoger la vida, nos sentimos si no orgullosas al menos tranquilas al poder reconocernos como tal. En todo caso: creo que el foco debe colocarse en los mecanismos fuertes y truculentos que despliega el maltratador, y no en ese hipotético deseo que mantiene en esa relación abusiva y humillante.
Y por eso, supongo que el "escuchad a las putas" al que nos insta después la autora, debería ampliarse a un general "escuchad a las maltratadas". Escuchad, porque la soledad y la incomprensión es brutal. Preguntémonos por qué performamos, por qué mentimos, por qué nos vemos con la necesidad de complacer al otro, por qué no somos capaces de reconocer la violencia que se está ejerciendo sobre nosotras, o por qué reconociendo que algo no está del todo bien, el error lo vemos en nosotras. Tomémonos en serio que la víctima no es imbécil ni masoca, sino que la víctima puede ser cualquiera, independientemente de sus capacidades. Y ahora, desde el respeto y la sensibilidad que se requiere, veamos qué pasa.
No creo que la autora se olvide de esto puesto que ella misma aboga por el silencio ante las experiencias no vividas en primera persona, y por el pensar y el escribir desde el cuerpo, desde la herida. Pero aquellas que con las manos aún manchadas de nuestra propia sangre compramos el libro podemos salir de él confudidas, enfadadas. Como he dicho, creo que es preciso acercarse primero a otras obras (incluso de la magnifica bibliografía que la propia autora despliega).
Aun así, yo, que hasta ahora no he leído apenas sobre feminismo, me siento con ganas de lanzarme a nuevas lecturas. Las reflexiones de corte foucaultiano del dispositivo sexo/género son bastante interesantes, y puede servirnos para rastrear causas, explicaciones, culpables, y dirigir la rabia normal y necesaria. También las críticas al Estado moderno y a la ley, o a la historia de la filosofía, de la literatura, de la ciencia, a la pretendida universalidad y neutralidad; la fuerza del amor romántico y el deseo para subyugar a los cuerpos, esa "enfermedad moral" que es la masculinidad. En fin, ¡escuchad a la autora! Si sois de las que trabajan los libros, estoy segura que como yo llenareis sus márgenes
Termino hoy el libro que más he subrayado y anotado hasta la fecha, y sé que voy a volver a él a menudo. Es la primera vez que leo a Laura Llevadot y me ha fascinado su estilo ensayístico lleno de humor, su flexibilidad a la hora de saltar de una autora a otra y su capacidad para sintetizar grandes ideas del pasado y el futuro desde un enfoque contemporáneo. Es una filósofa muy perspicaz e inteligente y esto se refleja en sus líneas, que dibujan una gran constelación acerca de los dispositivos capitalistas, mercantiles y afectivos adyacentes a la diferencia sexual. Me gustaría tomarme un café con ella para agradecerle su obra y esclarecer algunos grandes interrogantes que me han surgido. La duda confirma que nos encontramos ante profundas reflexiones.
«Quizás haya que empezar a reivindicar la no identidad, la monstruosidad, la duda, la herida, la falta, el no saber, frente a un mercado, un derecho y un discurso médico que nos quiere íntegros, unívocos y acabados.»
Sin duda, una de las mejores autoras feministas (posiblemente, la mejor que he leído) en el ámbito español, cuyo punto fuerte está también en la furia literaria que rezuma.
Su posicionamiento, crítico con los identarismos y sectarismos trans y queer (aunque acogiéndolos en su reflexión universalista) dadas las batallas vergonzosas que nos ofrecen, así como su crítica a los esencialismos, biologismos y tendencias superfluas, es de aplaudir. Es de agradecer tanto su clarividente crítica al feminismo de la igualdad y de la diferencia, así como el modo en que extrae afiladas enseñanzas al escuchar a las putas.
Además, su epistemología y uso de fuentes filosóficas es rico y bien meditado. Freud, Lacan, Foucault, Quignard, Irigaray, Butler, Zizek, Misse...y siempre sin hacer mero copia/pega, sino saboreando y refutando lo que no le encaja de ellos.
Y es que se trata de un ensayo muy personal, escrito desde el malestar propio, lo que se hace muy evidente en diversos fragmentos: hay algo de confesión psicoanalítica, pero también de papel de víctima (y no dudo de su honestidad). Eso tiene una cara positiva y otra negativa, dado que uno no puede sino echar en falta mayor dialéctica entre la mutua influencia de los géneros binomiales generatrices masculino -femenino. ¿De verdad es sostenible un determinismo unilateral? ¿Siempre la culpabilidad máxima recae en la actuación y acción de un "hombre X" hacia "una mujer Y"?
Esto último es interesante, dado que Llovadet sabe matizar, lo que la distingue de feministas que todo lo ven como una guerra entre el bien (la mujer) y el mal (el hombre). Dice que la matria es tan terrible como la patria, reconoce la responsabilidad de las féminas (alienadas, como los hombres, a un discurso de género de dominación/sumisión así como a arquetipos dañinos para todos los seres humanos), pero para ella es axial la tesis de un patriarcado que despunta en cada hombre en particular. Y creo que hay que darle algunas vueltas al episteme patriarcal, del mismo modo que la autora lo hace con la "mujer" y el "hombre". Buscar la piedra filosofal de los males humanos y creer haberla encontrado acaba desatando fantasmas, moralismos y culpabilizaciones indeseadas... De ahí que, en las últimas líneas del texto, Llevadot esté muy acertada al afirmar que el problema es la diferencia sexual.
La unilateralidad del-hombre-a-la-mujer, aunque sea cierta a nivel macroestructural, desfallece en los casos individuales, donde las responsabilidades son compartidas cuando ellas también piden un determinado tipo de hombre y lo alimentan (" vuelve con el escudo o sobre él", que decían las espartanas). El hombre de a pie y la mujer de a pie son victimas por igual de una historia de sufrimiento y alienación, aunque a niveles políticos y jerárquicos hayan sido "grandes patriarcas" los capos.El psicoanálisis tiene mucho que decir ahí, más de lo que Llevadet supone o recoje; los textos de Antigona y Medea permiten muchas lecturas, mostrando que los deseos espureos se hallan en los héroes y heroínas míticos, alimentándose unos a otros en su fatalidad.
Como digo, Llevadet matiza, censurando tantos comportamientos de supuestas ”mujeres" empoderadas, y propone que la mujer genere un nuevo género liberado de estereotipos, subvirtiendo toda identificación con modelos de feminidad. Pero, con todo, a través de sus páginas, la sombra de lo horrible continuamente recae sobre el hombre particular, y eso limita su grandioso diagnóstico acerca de los males sistémicos de la condición humana. Quizás, empero, el último capítulo, donde recurre a Zizek, Copjec y Zupancik, pueda ofrecer una solución al entuerto, posibilitando una otredad nueva en cada individuo.
Quizás esa voz masculina que sufre las demandas tanto del "macho alfa" como de la feminidad alienada deba ser recogida en otro sitio, pero creo firmemente que todos deben sumar fuerzas en este empeño, porque como Llevadet exhibe, machos y hembras acaban dañados por las estrategias terribles que diseñan para relacionarse entre sí.
En suma, un ensayo potente que invita a reflexionar y a ser honestos. Si no es la intención del lector, mejor no aventurarse, pues la autora no busca ser delicada.
Fuera de que me cueste coincidir con ella en algunos puntos, es el mejor ensayo que he leído en mucho tiempo. La palabra es, sin duda, lúcido.
A veces me cuesta leer sobre feminismo por dos motivos: porque me atiborré en la adolescencia y porque muchas veces me topo con un tufo anglosajón que no creo que explique bien otros contextos. Con este texto no sucede: la argumentación es muy fresca.
Y qué voy a decir, Llevadot ha estudiado mucho a Zambrano, así que creo que compartir ciertos lugares de partida ha hecho que me encante. He leído el capítulo "María ya no" un número ya incontable de veces: no podía hacer filosofía, sólo podía escribir. PF 🩷
Ara mateix li he posat 3* però estic segura que pujaria a 4 si me'l torno a llegir. Textos densos i que remouen sobre la identitat de gènere, el dispositiu de divisió sexual i totes les conseqüències que té sobre els nostres cossos. Per mi ha anat in crescendo, passant per capítols durs i recargolats reflexionant sobre què és i què no és ser home o dona, però també capítols que t'omplen d'energia per prendre partit en trencar aquests esquemes.
Libro revelador con un lenguaje bastante accesible. Súper chulo para iniciarse en el postestructuralismo feminista, da muchas claves para seguir leyendo y reflexionando por tu cuenta.
Se lo he dejado a todas mis amigas y ahora no se conforman con hombres mediocres😘