Jump to ratings and reviews
Rate this book

Testimonio y Recuerdos

Rate this book
Spanish

419 pages, Hardcover

Published January 1, 1978

6 people want to read

About the author

Pedro Sáinz Rodríguez

39 books1 follower

Ratings & Reviews

What do you think?
Rate this book

Friends & Following

Create a free account to discover what your friends think of this book!

Community Reviews

5 stars
0 (0%)
4 stars
2 (66%)
3 stars
0 (0%)
2 stars
1 (33%)
1 star
0 (0%)
Displaying 1 of 1 review
Profile Image for Malakh.
52 reviews21 followers
March 7, 2022
Como ha señalado Julio Escribano Hernández en sus investigaciones sobre este conspicuo personaje, Pedro Sáinz Rodríguez fue un hombre de Renovación Española, es decir, que se definía como «católico en lo religioso, monárquico en lo político, constitucional en lo jurídico y demócrata en lo social». Miembro de la Asamblea Nacional Consultiva durante la dictadura de Primo de Rivera y posteriormente diputado monárquico en las Cortes republicanas, su actividad política e intelectual fue frenética mientras vivió, por lo que su testimonio no carece en absoluto de interés ni se limita a lo anecdótico, pese a que no escatime en la narración de pequeñas historias que amenizan sensiblemente el relato. Este erudito, académico y bibliófilo, católico practicante y fervientemente monárquico, se decidió en el ocaso de su vida a publicar estas memorias personales, dictadas al magnetófono y presentadas por su amigo José María de Areilza en el año 1978.

El libro posee una estructura diversa, ya que alterna el orden cronológico con el temático, anticipando acontecimientos o volviendo a sucesos pasados, y asimismo deteniéndose en semblanzas de personajes históricos con los que coincidió en su dilatada existencia. Aclara que sus memorias constituyen una recopilación de hechos de los cuales fue testigo y protagonista, pero que en ningún caso se trata de un trabajo científico con la pretensión de examinar analíticamente la historia de España de la que fue contemporáneo. Es de agradecer, ya que el aliciente para la lectura de este tipo de obras no es otro que su propia subjetividad, al mostrarnos la visión de un personaje de sus propias experiencias y su forma de enjuiciar los acontecimientos que rodearon su vida. Aunque ello nos proporcione una fuente primaria que habrá que utilizar con cautela a la hora de reconstruir científicamente el pasado, también nos entrega un relato parcial valioso por ser único e insustituible.

Como habitual lector de biografías y libros de memorias, he de decir que este tipo de obras logran con frecuencia que me identifique con los más variados personajes, pues tienden a provocar una cierta solidaridad en la que uno termina por introducirse en el marco de pensamiento del protagonista, volviendo propios sus deseos y preocupaciones en un vínculo empático que se forma de manera involuntaria. Pues bien, en este caso no ha sido así. Sáinz Rodríguez resulta desagradable en sus apreciaciones, en las que refleja unos desmedidos aires de superioridad que se manifiestan en sus intentos de elevarse sobre el resto en toda ocasión, dejando entrever un resentimiento que en ocasiones roza la crueldad. Creo que este extracto del libro refleja adecuadamente esta consideración:

Mi convivencia con Maeztu fue constante. Dos o tres días antes del Alzamiento Nacional, algunos amigos nos fuimos a Burgos; siempre tendremos el remordimiento de no haber llevado con nosotros a Maeztu. Ya el entonces Marqués de las Marismas, y hoy Marqués de Valdeiglesias, en su último libro – Así empezó, Madrid, 1974 –, ha relatado esa partida de un grupito para Burgos: el general Vigón, Eugenio Vegas, Marismas y yo.

Pregunté por Maeztu:

- ¿Y Maeztu? ¿Por qué no le avisamos?

Ya sea porque no cabíamos bien en el coche, o porque no les seducía a los demás la compañía de Maeztu pues, aunque era hombre de gran mérito, en su conversación particular resultaba un poco reiterativo y pesado, y quizá por huir de eso durante el viaje, cometimos la ligereza de no avisarle.


Esta frívola narración de lo que sería la condena a muerte de un hombre de la talla de Maeztu ha sido señalada en la biografía realizada por Pedro Carlos González Cuevas (Maeztu: Biografía de un nacionalista español) como un reflejo de la altura moral de Sáinz Rodríguez. Sin embargo, la desnuda honradez que muestra en estas líneas es aplicada con la misma intensidad en el resto de valoraciones que realiza a lo largo de la obra, algo que le honra, ya que ciertas apreciaciones y juicios que plantea no debían ser especialmente populares en el contexto de la Transición.

Es particularmente sustanciosa su semblanza del general Franco. El autor condena el régimen, cuya única razón de ser considera que fue su propia supervivencia como «dictadura personal apoyada en el Ejército y en la aceptación de la gran masa social traumatizada por la guerra y que quería la paz»; no obstante, no hace lo mismo con el Caudillo, con el que mantuvo durante un tiempo una estrecha relación y del que realiza un retrato psicológico elaborado y sincero. Es conocida la anécdota narrada por Pedro Sáinz por la cual Franco despachaba las condenas a muerte mientras desayunaba chocolate con picatostes. Ahora bien, los historiadores que citan este suceso tienden a olvidar que sólo un párrafo más arriba, el mismo autor describe las lágrimas que brotaban de los ojos del ferrolano ante las informaciones sobre los horrores de las checas madrileñas. Tampoco describe al dictador como un hombre ambicioso de poder, sino que traza la imagen de un africanista indocumentado en muchos temas y problemas que, en principio, no deseaba cargos de índole política. Sería en gran medida el azar histórico el que tuviera buena parte de la responsabilidad en el desarrollo de los acontecimientos.

Desconozco hasta qué punto algunos de los sucesos descritos en el libro constituyeron en su momento auténticas revelaciones desconocidas hasta entonces. El mensaje que Alfonso XIII envió al general Berenguer, y cuyo portador fue Sáinz Rodríguez, así como la entrevista que los generales Franco y Sanjurjo mantuvieron antes del 10 de agosto de 1932 deben ser parte de los eventos que el autor sacó a la luz, ya que él fue el único testigo directo de los mismos. De la misma forma, menciona tímidamente que se encontraba en Roma en plena Guerra Civil «realizando la gestión de organizar el transporte de todo el material bélico que Italia nos daba». Sin embargo, no alude directamente los famosos «contratos romanos» en los que estampó su firma el 1 de julio de 1936, documentos que fueron publicados por Ángel Viñas hace una década y que atestiguan la compra de más de cuarenta aviones a la Italia de Mussolini. Estos contratos entre los monárquicos alfonsinos y el fascismo italiano aún se sitúan en el centro del debate sobre los orígenes del golpe de estado.

La obra, en general, está plagada de anécdotas de interés, en especial sobre Alfonso XIII y su hijo, el conde de Barcelona. Curiosa por inesperada es la narración del encuentro fortuito entre Sáinz Rodríguez y León Trotsky en el Ateneo de Madrid. También me han resultado cautivadoras sus reflexiones sobre el mundo académico y los párrafos que dedica a su área de experticia, la historia espiritual española y la literatura mística. Verdaderamente, el autor fue portador de una cultura vastísima, proveniente de los más diversos campos del conocimiento. Entre sus méritos se encuentra el diseño del sistema preuniversitario que estuvo en vigor hasta la década de los cincuenta, promulgado durante la etapa en que ocupó la cartera de Educación del primer gobierno franquista. Por ello, estas memorias permiten conocer a una notable figura intelectual y política española, además de constituir un documento histórico de primer orden para el estudio de nuestro siglo XX.
Displaying 1 of 1 review

Can't find what you're looking for?

Get help and learn more about the design.