DESDE que en 1989 publicara su primer libro, De círculo y ceniza, la obra de Piedad Bonnett (Amalfi, Colombia, 1951) ha ido conquistando a críticos y lectores con una poesía intimista de corte emocional, vital e intelectual que la postulan hoy como una de las poetas contemporáneas más reconocidas dentro y fuera de Latinoamérica. La poesía de Piedad Bonnett es una forma de resistencia, de rebelión ante el sinsentido de la vida y su irremediable final; ante el derrumbe íntimo y la deshumanización del mundo, que con su «estruendo de trenes que abandonan los rieles» camina «hacia el silencio». Poesía que nace en el borde del abismo, y lo hace temblando. En el borde, Bonnett siente el temblor del vértigo ante la incertidumbre no solo vital, sino también creativa. No obstante, en esa misma duda, de signo metafísico, se gesta la oportunidad. En el borde nace lo ilimitado y la reflexión ante el caos, que en el poema adquiere un orden y revela una verdad.
Poeta, novelista, dramaturga y traductora colombiana nacida en Amalfi, Antioquia, en 1951. Es licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de los Andes, donde ocupa la cátedra de Literatura desde 1981. Tiene una maestría en Teoría del Arte, la Arquitectura y el Diseño por la Universidad Nacional de Colombia.
Adoro su sensibilidad, la sencillez y brutalidad de sus imágenes. Bonnett te abre una herida en cada verso y te enseña tanto su dolor supurante como la belleza que allí también habita. Su poesía escuece, pero al mismo tiempo cura.
Una antología suele ocultar un misterio que pasa, normalmente, por el criterio seguido por el antologador o antologadora, según sea el caso.
Esta antología de la obra poética de Piedad Bonnett supuso para mí no solo un acercamiento más orgánico a su obra —que conocía a través de dossiers y poemas sueltos—, sino el convencimiento de que esta autora es una y varias voces a la vez. En sus páginas encontrarán poemas de corte sentimental, cercanos a lo cotidiano, concreto, muy “de la experiencia”; así como poemas de corte surrealista, de metáforas audaces, de símiles descabellados y musicalidad colorida, pasando por composiciones de corte social, humanos, comprometidos, y no pocos abiertamente pacifistas. Poemas que responden, a todos los niveles, a los dramas nacionales (e interiores) por los que atravesaban Colombia y la autora.
No se me malinterprete, por favor. Nada de lo anterior no es queja; al contrario, es testimonio de un agradable descubrimiento. Piedad Bonnet posee uno de los espíritus más juveniles en la poesía latinoamericana y se aleja, con marcado entusiasmo, de aquellos autores que han encontrado su “voz” y se dedican a celebrarla y a cebarse en ella. Bonnett, por el contrario, aborda cada nuevo poemario con maestría, frescura y ganas de innovar.
Este libro es una joya. Espero efectuar su relectura pronto.
De un tiempo a esta parte algo nos abandona día a día, secretamente y en puntillas para que no haya sobresaltos inútiles, vanos anuncios de imprevisibles afectos. De esta manera, al desayuno, de golpe, comprendemos que algo ha cambiado en la noche, que irremediablemente hemos olvidado ese verso, que el lustre de la piel se ha quedado prendido de las sábanas, y en nuestros huesos crece ahora un murmullo, un germinar de números, y si callamos podemos oír las pequeñas catástrofes del alma, un ruido como de pedazos que caen irremediablemente y sin estruendo. De un tiempo a esta parte hay un eco de adioses y derrumbes, pero tal vez somos nosotros lo que estamos partiendo, pisando los rosales que cultivamos un día.
( "De un tiempo a esta parte", Nadie en casa, 1994)
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Para mis días pido, Señor de los naufragios, no agua para la sed, sino la sed, no sueños sino las ganas de soñar. Para las noches, toda la oscuridad que sea necesaria para ahogar mi propia oscuridad.
(“Oración”Tretas de Débil, 2004)
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Reflejos de cotidianidad ante el paso a una marcada madurez plagada de preocupaciones maternales que luchan frente al tiempo y las propias vivencias de la carne. Aquellas que han hecho despreocupado hasta al antiguo sentimiento de incertidumbre por un presente preñado y aquejado de agudas dolencias. ¿Hacia dónde caminar si el dolor termina por acostumbrarse a nuestra carne, una que se ha convertido en su perfecta ánfora cobijadora a fin de no desmemoriarse, a fin de impedir la pérdida conclusa de aquellos que moran entre recuerdos?
Esta antología es la comprensión doliente de una permanente herida: la de la pérdida. La pérdida del sentimiento de juventud, la pérdida del encanto por la vida, la pérdida ante el sufrimiento y el dolor por el vacío que provoca el paso de la muerte. Es el ejercicio doliente que conlleva el “asumir” de la existencia. Una resignación que se transforma en bálsamo reparador gracias a unos versos que alumbran las tinieblas de la experiencia vital tras nacer de las entrañas de su terrible borde.
Esta magnífica Antología incluye:
De círculo y ceniza (1989) Nadie en casa (1994) El hilo de los días (1995) Ese animal triste (1996) Todos los amantes son guerreros (1998) Tretas de débil (2004) Lección de anatomía (2006) Las herencias (2008) Explicaciones no pedidas (2011) Los habitados (2017) Inéditos
Tuve la oportunidad de conocer a la autora en un coloquio conmovedor que tuvo lugar junto a Gonzalo Escarpa y desde ese momento su sensibilidad me llamó la atención. Este es el primer acercamiento que hago a su poesía y me ha parecido maravillosa. Los temas que recoge, descarnados, directos e impactantes por la forma que les da Bonnet no dejan indiferente al lector.
Esta edición es, además, una manera de conocer la pluma poética de la autora (que también es narradora) desde sus inicios hasta la actualidad, por lo que se aprecia su evolución, un primer cuestionamiento de los temas que le obsesionan —el dolor, la crítica social, la importancia del cuerpo (de la carne) o la muerte—, el análisis de cada uno desde una perspectiva que roza casi el miedo primitivo y el posterior distanciamiento que le lleva hasta la aceptación y comprensión de dichos temas. Sin duda merece varias lecturas, pero tras la primera que he hecho me ha parecido una autora magnífica, con imágenes muy potentes, un ritmo propio casi inexistente y una poesía que tiene sus propias reglas, su propio sentir.
Página 30. Casa vacía fue el primer poema que me removió algo ya que habla sobre los fantasmas que hay y como ella está en búsqueda, ya no me siento así pero por mucho tiempo sí.
Página 46. Tiempo. Me pegó recordar a Ale chiquita y ver cómo ha pasado el tiempo.
Página 57. Habla de la familia, sopa de letras y como ahora se está en la interperie sufriendo viento y lluvia.
Fueron 12 poemas los que de una u otra forma me impactaron, mayoritariamente sobre la pérdida. Esa que dice que el dolor es lo que te recuerda que todo aquello vivido fue real, lo que queda.
Leyendo esto me doy cuenta de que hoy mi vida se encuentra un poco más en calma, un poco más feliz, yo sí quiero transformar la tristeza de mi brujita y de mi abuelita en pensar en ellas y sonreír, aún no estoy ahí pero la herida que no me permitía moverme está siendo cada vez un poco más amable.
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Uno de los mejores poemarios que he tenido el placer de leer. Piedad tiene temáticas muy predominantes en sus poemas, y en esta antología podemos observar cómo desarrolla estos temas de manera más profunda y como se desenvuelve cada vez mejor en ellos. Un infaltable en cualquier librería de quien disfrute de la poesía
Escribe como algo inevitable, como si no tuviera alternativa, como si si fuera una necesidad vital. Así mismo la leo. Y sí, lo terrible es el borde, no el abismo. Nunca estamos más solos. Nunca somos más huérfanos.