Desplazada del centro de atención del público por la actual avalancha de estímulos audiovisuales, la imagen cinematográfica puede erigirse todavía como espacio fronterizo privilegiado, una grieta, más que una ventana, cesura fértil a través de la que vislumbrar el misterio fundacional de la imagen en movimiento: su carácter fantasmagórico. Pues el cine se nutre de nuestra sombra y captura como ningún otro arte nuestra condición de mortales. Ni mentira analgésica ni retrato fidedigno de un supuesto mundo exterior, el cine que nos interesa y del que trata este ensayo se acerca más a un sueño lúcido, aquel lo suficientemente autoconsciente como para no desactivar nuestro espíritu crítico, pero también lo bastante evocador como para seguir fascinándonos. El cine (el buen cine) solo persistirá si se mantiene más fiel que nunca a esta esencia.
Juan Vico (Badalona, 1975) es licenciado en Comunicación Audiovisual y máster en Teoría de la Literatura. Ha colaborado con diversos medios de comunicación y ha sido redactor jefe de la revista Quimera. Es autor del libro de relatos El Claustro Rojo (Sloper, 2014), con el que obtuvo el Premio Café 1916, y de las novelas Hobo (La Isla de Siltolá, 2012), El teatro de la luz (Gadir, 2013; Premio Fundación MonteLeón) y Los bosques imantados (Seix Barral, 2016). Ha publicado también tres libros de poesía: Víspera de ayer (Pre-Textos, 2005), Still Life (UAB, 2011) y La balada de Molly Sinclair (Origami, 2014). Actualmente es profesor en la Escuela de Escritura del Ateneo Barcelonés.
Como tenemos la colección de Cahiers de Wunderkammer al lado de la caja en la librería, he ido leyéndome este librito a saltos, pero la lectura ha sido agradable. El título alude a cómo se veía el cine en sus inicios, como una fábrica de espectros, como una máquina que creaba ilusiones a través de luces y sombras. Lo verdaderamente preocupante en su origen fue el absoluto parecido que guardaban las imágenes con la realidad. Porque el cine no es realista, sino la realidad misma hecha imágenes.
En su Historia del cine, Roman Gubern ponía el ejemplo de una de las primeras proyecciones que hubo, en la que se veía un tren salir de un túnel. Todos pensaron que el tren les iba a arrollar. O una película (cuyo título no recuerdo) en la que un personaje apuntaba con su revólver a cámara y todos se asustaron con el sonido del disparo, escondiéndose detrás de los asientos, por si acaso. El tipo de anécdotas de Vico y su modo de contarlas me recuerda bastante al de Gubern.
Planteaba en los primeros capítulos una duda seria: ¿la primera cinta que grabaron los Lumiere, en la que unos obreros salían de una fábrica, fue planeada o improvisada? Siempre se ha opuesto el cine de los Lumiere al de Meliès, entendiendo al primero como un cine realista o naturalista y al segundo como un cine imaginativo o fantástico, pero quizá la división no sea tan clara. Vico habla de que se repitió la escena de la fábrica, por lo que quizá no fue tan espontáneo como pensamos y sí que había unas indicaciones que funcionaran como una especie de guión.