Para comprender es indispensable mirar también de noche. Pero la noche es algo que se hace, que se construye, como Penélope y Scheherazade, quienes inventaron una temporalidad nocturna hecha de paciencia y de esperanza, y en sus esperas salvaron algo para sí mismas y para el mundo.
Cuando vuelven los viejos terrores nocturnos recordamos que dormir es una proeza cotidiana. Es un trabajo que requiere una distancia, alejarse del mundo para resistir la invasión de la contingencia, la dureza de las palabras y la presencia de los demás. Necesitamos una soledad distinta, positiva, necesaria para ver la singularidad de las cosas. Una distancia psicológica,
una soledad que nos falta, porque nos lleva a una nueva forma de habitar el tiempo, que no tritura el sentido y el deseo.
Increíble. Es un lujo tremendo leer a Constanza Michelson. Una lectura del Chile actual desde el psicoanálisis podría ser un acercamiento para decir de qué se trata el libro, pero es mucho más que eso.
Luego de la excelente serie de ensayos Hasta que Valga La Pena Vivir (2019), Constanza Michelson regresa con otro libro donde, fiel a su estilo, desmenuza de forma sensitiva, rigurosa y a ratos descarnada nuestros padecimientos modernos, tanto a nivel social como íntimo. Su anterior obra se situaba en un punto de crisis y paradojas a nivel global, una época donde convivían inmigrantes muriendo en el mar y la preocupación de ocupar lenguaje inclusivo en Twitter, donde se pretendía deconstruir el amor romántico pero se seguía sufriendo por él, donde se politizaba el descontento ciudadano (partiendo por el estallido social de Chile que inspiró su título) pero se idealizaba lo digital como forma de zurcir nuestras carencias. Luego de aquella extraña coyuntura de desborde a nivel mundial, Hacer la Noche fue escrito en la penumbra de otro desafío para la humanidad, la pandemia, aunque no es la única obra nacida de ese contexto; en 2020, Michelson publicó un libro de correspondencia junto a la filósofa francesa Aicha Liviana Messina bajo el título ''Una Falla en la Lógica del Universo'', dando con quizá uno de los textos más profundos que he leído en mi vida.
Hacer la Noche toma algunos de los hilos de aquella serie de cartas, inspirándose en el insomnio sufrido por la propia autora para indagar en la pérdida del mundo (en el insomnio no se espera un mañana ni tampoco un hoy), y lo que ella llama una ''catástrofe psíquica''. Según Michelson, la ansiedad, la depresión, en el insomnio son más que fallas del ánimo o la esperanza, son crisis de la subjetividad, en que quedamos o flotando o aplastados, incapaces de darle sentido a nuestro malestar o transmutarlo hacia la creación o la paciencia. Es más, se podría decir que la crisis de la subjetividad es la mayor preocupación de Michelson como psicóloga y ensayista, el tema que atraviesa toda su obra más reciente.
Como es de esperar, para la autora dicha crisis está lejos de tener sólo una causa individual. Entre otros, Michelson adjudica nuestra pérdida actual de la sensibilidad y sentido a lo impersonal del rubro de salud mental (incluso por aquellos colegas suyos de buenas intenciones y que no siguen intereses corporativos), a la obsesión por los discursos científicos y tecnocráticos, al materialismo (notable al respecto una cáustica observación que hace sobre el famoso Templo Ba'Hai ubicado en Santiago).
¿Que habría que reivindicar entonces? ¿Como hacer la noche para que esta nos aloje y podamos dormir? Aunque más que reivindicar, Constanza alumbra, con el recogimiento que requiere adentrarse en la intemperie de nuestra psiquis, una serie de virtudes para hacer menos pesada la contingencia y no dejarse revolcar por los ritmos de vida y discursos públicos implacables: la creación, la imaginación, el duelo, el lenguaje, la apertura, el amor (no la posesión).
No fue de extrañar que encontrara este libro en la sección de filosofía de la librería donde lo compré. Mientras Hasta que Valga la Pena Vivir pertenecía al estante de las ciencias sociales, el tono más abstracto, inquieto, a veces incluso místico, de esta colección invita a pensar el mundo como algo externo, pero que al mismo tiempo nos convoca y que hasta se podría pensar como una esfera más de nuestra intimidad. La prosa de Michelson es escurridiza y dinámica desde un punto de vista intelectual, en cuánto no escatima en citas de diversos intelectuales modernos y pasados, alusiones casuales a su propia experiencia y biografía (amo que mencione a sus amigos), así como guiños al cine, la literatura y la cultura pop. Lo que queda es un libro cuyo misterio no se logra absorber de forma contundente, pero que sí invita as ser visitado y subrayado una y otra vez.
«Lo relevante es el modo en que habitamos el lenguaje: estamos en él, pensamos, elaboramos conflictos, cuestión que modela un tipo de sufrimiento; o bien, si la relación con el lenguaje es utilitaria, luego no hay garantía ni de afectación de las palabras en las cosas, ni de sostener una relación sensible con el mundo.
Considero imprescindible recordar que no hay cultura sin malestar. Incluso hay cosas que se proponen como solución y como un progreso, pero se transforman en un nuevo problema. Quizá lo más importante es que a veces se puede estar bien estando mal: hay momentos en que el malestar es el último aliento del deseo antes de claudicar. Sobre esto, la literatura expresa muy bien esas extrañas cosas que puede un cuerpo.»
«Dormir y despertar en un mundo que se pierde». Jamás me había comprado un libro tan pronto como fue publicado. Y digo «me» porque todos los libros físicos son un regalo del esfuerzo hacia y para mí misma. Quizá se trató de un flechazo; quizá fue sentido común. Ahora mismo, estoy dividendo el tiempo entre las plantas que cuido –celosamente–, los ejercicios que deben realizar mis ojos por la sobreexigencia y los libros que debo leer. Todo eso acompasa mi salud mental. La salud mental incluye practicas que son inversión; no sucedáneas del capital. Es el objeto. Lo segundo, nunca lo primero.
Traer a colación la pandemia, efecto cuarentena: «La noche es inubicable, pues nunca se sabe bien al hablar de ella a qué día corresponde, ¿es la noche del domingo o ya es lunes?». (...) Cada vez que culmino el libro, me doy un tiempo. Procesamiento. Ahondar mis ideas (juntarlas). Enumerarlas. Realizar el acto del profundizar individualmente.
__ Para mayor información sobre esta lectura sobre la autora, o sobre otras lecturas visita @lecturasdelabruja, donde hablo más allá de libros y poesía y libertad. O en www.ladonnabohemien.wordpress.com hago más hincapié de estas apreciaciones literarias. 🔮
This entire review has been hidden because of spoilers.
“El lector no encontrará aquí un pensamiento definitivo, sino el flujo de un pensamiento en tránsito” -Catalina Mena.
Me gustó bastante, abre espacios a darle vuelta a ciertos temas, pensamientos e ideas. Lo que si, son tantas ideas sin fin, que es difícil enfocarse. Habla de todo un poco.
Buenísima me acompañó en un momento muy difícil este año… Gracias Constanza por esa mirada q descriminaliza tantas cosas , es tan noble tu forma . Me encanta , libro bello.