Este libro recoge una amplia selección de los cuadernos que Claudio Bertoni ha escrito durante 2020 y 2021, en los que se mezclan versos, textos aforísticos, anotaciones cotidianas, extractos de lecturas, voces oídas al pasar o en la tele: desde el recurrente «miedo a protagonizar una dolorosa enfermedad incurable» a las reflexiones que pueden surgir viendo un partido de tenis o al terminar de comer un ave palta. El humor, el amor y la música son alivios existenciales que aparecen en medio de una constante lucidez ante la fragilidad y la finitud: «Prefiero / el ruido al / silencio // el / ruido / está vivo».
Estudió en el Liceo Alemán y luego ingresó en la facultad de Filosofía de la Universidad de Chile,1 que abandonó pronto, después de conocer a la poetisa y artista Cecilia Vicuña, que se convertiría en su pareja por varios años. También realizó estudios de Música en el Conservatorio Nacional. A principios de los años setenta, se dedicó a la música (fue percusionista de Fusión, primer grupo de jazz-rock chileno), la fotografía y a la escritura.
Pasó algunas temporadas becado en Estados Unidos (1964, American Field Service en Denver; 1993, Beca Guggenheim). Vivió asimismo en Europa (adonde viajó con Vicuña en 1972), principalmente en Londres y París (1972-76). Precisamente en Gran Bretaña, en 1973, publicó su primer libro, El cansador intrabajable.1
Ha realizado importantes exposiciones fotográficas en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago (1995 Peligro a medio metro; 1998 Desnudos en el Museo) y participado en muestras colectivas en Alemania, Colombia, Ecuador, España, Estados Unidos, Gran Bretaña, Holanda, México, Portugal y Suiza.
Es uno de los primeros chilenos que tradujo a Charles Bukowski.2
Vive en Concón desde que regresó a Chile, en 1976.3 Hoy graba sus creaciones, y continúa escribiendo en su diario.
El fino límite entre hipocondria y reflexión sobre la finitud que ya se dejaba ver en Cero queda aquí profundizado. La anotación cotidiana, el diario de vejez y el aislamiento (el interior y el relativo a los años del covid) se mezclan y arman un ritmo bastante seguible. Entiendo exactamente cómo y por qué la poesía de Bertoni no gusta a algunos. Diría, incluso, que opino parecido. Que no es mi poeta favorito. Que, en realidad, es uno de mis diaristas nacionales favoritos que, de casualidad, escribe hacia abajo. Bien poco me importa si eso es o no poesía. Los párrafos sin comas no respirados así todo de corrido que abundaban en Rápido antes de llorar aquí escasean y se entiende: es un signo de la respiración misma -o peor aún: de la conciencia de la respiración- de su autor. Sobre cómo vive actualmente Claudio Bertoni y la relación que tiene aquello con su obra me dan ganas de decir muchas cosas que, en tanto extraliterarias, me reservo.
Tan "personal" como la mayoría de su obra anterior, pero tan distinto por estar todas sus expresiones basadas en su avanzada edad. Si ya en CERO leyeron atisbos de sus sensaciones respecto a ser más viejo, MIERCALE es completamente esto. Genial como siempre, pero mucho menos jovial y gozador que antes, hay que leerlo de a poco para no experimentar de golpe todo lo que anota Claudio.