«Yo no vi las casas ni las ruinas. Yo solo vi las llagas de los hombres»
Antaño conocido como la rosa de los Llanos por su belleza y prosperidad, Ortiz es ahora un pueblo en ruinas, asolado por la guerra y la enfermedad. Entre sus escombros y los ecos de una gloria pasada vive Carmen Rosa, una joven que sueña con un futuro lejos del recuerdo y la muerte, allá en el desierto, donde dicen que la prosperidad brota de la tierra y de la noche a la mañana nacen flamantes pueblos en los que la vida bulle con ardor.
Casas muertas y Oficina N.º1 forman un díptico que marcó un hito en la literatura venezolana y fue admirado por escritores como Gabriel García Márquez y Pablo Neruda. Con un lirismo extraordinario, Miguel Otero Silva nos muestra la lenta agonía de un pueblo herido de muerte, y el nacimiento apresurado de los primeros asentamientos petroleros del país.
Miguel Otero Silva (October 26, 1908 - August 28, 1985), was a Venezuelan writer, journalist, humorist and politician. Remaining a figure of great reference in Venezuelan literature, his literary and journalistic works were strictly related to the social and political history of Venezuela. Before the establishment of democracy in 1958, he was repeatedly forced into exile; afterwards, he was elected to the Venezuelan Senate.
Born in Barcelona, Anzoátegui State, moved to Caracas at very young age, to study in the Liceo Caracas. He applied to the Universidad Central de Venezuela for studies in civil engineering. During this time, takes place his early literary activity, writing for magazines and newspapers, such as Élite and Fantoches, and other university publications, besides entering journalism.
During the Student’s Week of the year 1928, Otero Silva formed part of a series of protests against the rule of then-president Juan Vicente Gómez (see Generation of 1928); in addition to this, he also became involved in a military plot to overthrow the government. Due to this, Otero Silva was forced to get into exile, in Curaçao. There, along with Gustavo Machado, Rafael Urbina López and other Venezuelan expatriates, began preparing an invasion of the mainland across Falcón State, an operation that was unsuccessfully carried out in June 1929. During this time, Otero Silva worked on his first novel, Fiebre (Fever), later published in 1939. By 1930 he had become affiliated to the Comintern, having plenty of interest for Marxist thinking.
He was able to return to Venezuela following the death of the dictator Juan Vicente Gómez in 1935. Taking advantage of the freedom of speech allowed by Gómez's successor in office, Eleazar López Contreras, Otero Silva began writing humorous poetry in newspapers, with a certain political content. Tagged soon as a communist, the government expelled him once again from the country in 1937. In these years, he went on traveling through Mexico, United States and Colombia.
Otero was permitted to return after three years of exile. Then, in 1941, he co-founded the humoristic weekly newspaper El Morrocoy Azul (The Blue Tortoise), along with Francisco José Delgado and Claudio Cedeño, besides a leftist weekly, Aquí Está (Here It Is).
With the 1943 founding of the newspaper El Nacional by Henrique Otero Vizcarrondo (his father), Otero Silva is appointed as the head of writing, coinciding with his decision for applying at the Universidad Central de Venezuela, to study journalism. In 1946, he married María Teresa Castillo, a fellow journalist, and graduated from university in 1949. Two years later, Otero left the Communist Party of Venezuela, claiming that he wasn't ready for political discipline, and to dedicate himself to writing. He spent a year in Guárico, investigating the history of the village of Ortiz, since its growth to its abandonment due to a malaria breakout. The city served as inspiration for his next novel, Casas Muertas, which was published in 1955. The novel was awarded with the Premio Nacional de Literatura, and the Premio de Novela Arístides Rojas that same year.
His newspaper, El Nacional, was suspended twice during the military rule of Marcos Pérez Jiménez. Towards the end of the dictatorship, he was arrested for editing and publishing the Manifiesto de los Intelectuales (Intellectuals Manifesto), a text attacking the Pérez Jiménez administration.
After Marcos Pérez Jiménez was overthrown in 1958, Otero was awarded with the National Prize of Journalism, and also elected to the Venezuelan Senate, representing Aragua. However, the newspaper was again the object of much pressure by the new government of Rómulo Betancourt, for the leftist ideas of Otero and its suspected support of communism. The discontent of the government was the cause for Otero to resign from the newspaper's body of writing.
His works from the period include Oficina N° 1, in 1961, and La Muerte de Honorio in
Las poblaciones de Ortiz y El Tigre (referentes de los microcosmos de “Casas muertas” y “Oficina nº 1” respectivamente) ilustran la historia de las comunidades latinoamericanas, sometidas a intereses externos, víctimas de un falso progreso y de una modernización desigual y desintegradora. El viaje épico que realiza el personaje de Carmen Rosa Villena del mundo rural (Ortiz) al Oriente venezolano (donde se enmarca el poblado que dará origen a El Tigre) pone en comunicación dos formas distintas de «barbarie»: de un lado, el llano, hostil, infinito, de formas anacrónicas; de otro, sólo un espejismo.
En "Casas Muertas", se relata la triste decadencia del pueblo de Ortiz, un lugar donde enfermedades persistentes azotan a los habitantes, obligando a muchos a migrar y a otros a fallecer. En la mente de Carmen Rosa, se entrelazan imágenes melancólicas de un pueblo que en otro tiempo prosperó, el amargo presente de desolación y casas en ruinas, así como la tenue esperanza de un futuro prometedor junto a su novio Sebastián. Junto a ella, entre los supervivientes de la comunidad, representan la última resistencia de la fortaleza de carácter en las desiertas calles del lugar. Sin embargo, al final, las circunstancias demuestran ser más poderosas que los esfuerzos de estos protagonistas, llevando a Carmen Rosa a despedirse definitivamente de Ortiz y dirigirse hacia el Oriente, donde el petróleo inaugura su primera oficina en el futuro de Venezuela.
Uno de los aspectos que más me llamó la atención mientras avanzaba la lectura en “Casas muertas” fue que, al menos a mí, me transmitió la idea de que el pueblo más que una localidad era un personaje, un personaje golpeado por las circunstancias y de quien podremos conocer cómo llegó a su estado de salud actual, un personaje moribundo sobre cuya vida nos encontramos viajando constantemente entre el antes y después, a quienes vio morir y quienes se aferran con todas sus fuerzas a él.
"Casas muertas" nos dejó con las Villena (Carmen Rosa y su madre) emprendiendo un viaje en busca de una vida mejor, dejando atrás el pueblo cuya sombra de su antigua gloria apenas persistía. Guiadas por lo que se mencionó en la novela previa, seguían los lugares donde los trabajadores se establecían, con la esperanza de encontrar yacimientos petroleros que representaran oportunidad y progreso. Así, su camino las llevó a la Oficina nº 1, un rincón modesto donde el arduo trabajo se enfocaba en la búsqueda del preciado petróleo.
En esta segunda novela, a pesar de que continúa presentándonos a Carmen Rosa, su vida se desenvuelve en un escenario donde la trama se desarrolla inmersa en un contexto marcado por la explotación petrolera, una carga ideológica y un avance económico-social construido sobre la agotación de los recursos naturales.
“Oficina nº 1” cierra magistralmente un ciclo que comienza en oposición al orden establecido, tal como solo un hábil escritor como Miguel Otero Silva podría lograrlo. Si "Casas Muertas" trata sobre un pueblo que gradualmente declina, "Oficina nº 1" retrata el nacimiento de una comunidad en constante prosperidad debido a la explotación petrolera. Es un cierre excepcional para lo que se inició con "Casas Muertas", indudablemente uno de los puntos culminantes de la literatura venezolana.
De este volumen sólo he leído Casas muertas y no su secuela Oficina Nº 1
Casas muertas (1955) es quizás la obra más conocida del escritor venezolano Miguel Otero Silva. • Es una novela que cuenta en entretenida progresión lineal, y en un lenguaje a menudo deliberadamente elevado -a veces un poco afectado- una historia no carente de interés sobre una chica que logra transitar casi indemne por la desolación que la rodea en un pueblo moribundo de la Venezuela profunda; una novela que no es, sin embargo, una obra maestra, porque no logra superar a su referente literario más próximo, que es Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos, y, a su vez se vió superada con creces nada más nacer por una obra inmensa publicada también en 1955: Pedro Páramo, de Juan Rulfo, que también transcurre en un pueblo muerto y desolado. • No quiero dar la impresión de que no me ha gustado Casas muertas. De hecho tiene escenas extraordinarias, como la de la pelea de gallos del capítulo V o la del diluvio y el surgimiento del monstruo del paludismo del capítulo X, que no ceden en nada a Cien años de soledad. Pero estos enormes logros quedan, en mi opinión, algo opacados por la construcción endeble de los personajes. Carmen Rosa, la protagonista es una chica perfecta, a la que no salpican las enfermedades que castigan a los demás, que se empareja con el únicho chico guapo y sano del lugar, Sebastián, y que cuando éste muere en un logrado episodio climático que tendría que haber sido el último, no sólo se sobrepone sino que en una especie de “trailer” de lo que será la “nueva temporada de la serie” la vemos dando órdenes y disponiéndolo todo para emigrar a mejores prados. • Hay también escenas muy impactantes y excelentemente construídas, como la de la caravana de estudiantes presos hacia el ominoso y siniestro lugar llamado Palenque, que defraudan la promesa de ocupar un papel importante en el desenlace narrativo. Sólo parece servir para que el novio de la heroina tenga una breve e inconsecuente epifanía revolucionaria. • Dicho lo anterior, aconsejo darle una oportunidad. Yo no me arrepiento de habérsela dado.
Esto escribí nada más terminar la lectura:
-Me ha gustado con reservas menores; -Tiene episodios de gran valor narrativo y pasajes de gran belleza; -Pero ocasionalmente el lenguaje se vuelve algo redicho; -Las referencias literarias que me han venido a la mente durante la lectura son: “Pedro Páramo” (1955), con su ciudad de fantasmas, y “Cien años de soledad” (1967), que quizás haya encontrado inspiración en algunos elementos narrativos de “Casas Muertas”, como el patio-jardín de la casona, donde reside la fuerza de Carmen Rosa, y la lluvia incesante; -El capitulo final, que sigue al climax, solo se justifica como 1er capítulo de una secuela, que de hecho es lo que es; -Seguramente el lector español agradecería un diccionario de palabras y expresiones venezolanas.
Comentarios adicionales
Un amigo cuyas opiniones literarias normalmente tengo en estima, me ha dicho recientemente que Doña Bárbara (1929) de Rómulo Gallegos y Casas Muertas (1959) de Miguel Otero Silva son novelas que comparten los mismos defectos y virtudes. No es que no esté de acuerdo, sino que me parece que es casi como decir que un buen café de especialidad y un café requemado de bar comparten la virtud de la cafeina y el problema de causar insomnio. • Hay desde luego paralelismos entre ambas novelas, quizás porque Miguel Otero Silva se inspiró para Casas Muertas en no pocos aspectos de la considerada por la mayor parte de la crítica la mejor novela venezolana de todos los tiempos. • Supongo que entre las virtudes que según mi amigo comparten ambas obras está la belleza del lenguaje con que se describe la desolada naturaleza venezolana; pero lo que en Gallegos es arte supremo que deja al lector con la boca abierta, en Otero Silva es un remedo que a veces le sale bien, pero que a menudo roza la afectación. • Luego están los personajes, que según mi amigo en ambas obras pecan de poca profundidad. De nuevo debo matizar la afirmación. En Casas Muertas TODOS los personajes son de cartón piedra, empezando por la aburridisima heroina Carmen Rosa, mientras que del amplio elenco de personajes de Doña Bárbara, solo a dos puede achacárseles ese problema: a la pareja romántica formada por Santos Luzardo y Marisela, auténticos personajes de culebrón. • Sin embargo, no hay en Casas Muertas ningún personaje construido con la sutileza y complejidad de la propia cacica del Arauca que da nombre a la obra de Gallegos. Un personaje que además pertenece al reducido círculo de aquellos que han trascendido las fronteras de la literatura para alimentar la imaginación popular. • Pero además en Doña Bárbara encontramos personajes secundarios verdaderamente fascinantes: el siniestro Melquíades, el bachiller Mujiquita, el inocente Juan Primita, y sus fantásticas aves, los “rebullones”, que prefiguran el muy posterior realismo mágico, entre otros. • Por último, mi amigo me ha recordado que ambas novelas son ejemplos de esa literatura latinoamericana anterior al boom de los 60 y los 70 llena de simbolismo sobre las realidades sociales de los pueblos latinoamericanos y la esperanza de progreso. Pero no es lo mismo que una novela como Doña Bárbara, publicada en 1929, sea portadora de esos valores extraliterarios tan característicos de su época, que que lo haga una obra publicada en 1959 como Casas Muertas cuando ya esa corriente estaba desfasada y superada en el panorama literario latinoamericano. Quizás ello contribuya a explicar por qué Casas Muertas fue completamente ensombrecida por una obra contemporánea como Pedro Páramo de Juan Rulfo, que a pesar de mostrar analogías temáticas (pueblo abandonado y habitado por sombras), emplea una técnica narrativa completamente rompedora con la literatura regionalista del pasado.
Venezuela es, quizás, el mayor misterio literario de Latinoamérica. No es necesariamente su obra escrita la más desconocida, pero sí que es la más inexplicable, dada la importancia económica, política y cultural de este bello país. Y, pese a ello, fuera de sus fronteras con dificultad alguien podrá citar algo más que a Rómulo Gallegos y su “Doña Bárbara”. Si eso.
Este desconocimiento injustificable se agrava más al descubrir obras como la de Miguel Otero Silva, que nada tiene que envidiar a la de Gallegos y que debería ser estudiado como uno más de los grandes en nuestra lengua.
“Casas muertas” y “Oficina Nº1” son en realidad una misma historia. Pese a haber seis años entre la publicación de ambas, es perfectamente comprensible que Trotalibros haya decidido sacarlas como un único volumen, pues en realidad hablamos de una única novela escrita con una pausa entre ambas partes.
La historia que se nos narra es, por una parte, la propia historia de Venezuela es los años de transición entre el antiguo modelo económico y social, en clara decadencia e incapaz de escapar de su extinta grandeza, que ahora la ancla en un inmovilismo pernicioso, y la nueva Venezuela petrolera y proletaria, que está por construir, con lo que eso supone de ilusiones, promesas, esperanzas… y decepciones. Otero Silva no pretende con esta obra plantear una visión maniquea del progreso, del avance desde la barbarie a la civilización, sino que nos presenta una realidad cruel e imperfecta, en la que todos luchan por sobrevivir en un medio hostil. La prosperidad irá llegando, pero no de forma lineal ni predecible, y no falta de esfuerzos y desencantos.
Carmen Rosa es la depositaria del protagonismo nominal de ambas novelas, aunque me ha parecido que más por ser ella el punto de unión entre las dos que por ser el personaje más importante o el que tiene una mejor evolución o interés. En realidad, “Casas muertas/Oficina Nª1” son historias corales, narradas de forma fragmentaria y a saltos, fijándose acá y allá en los personajes que más útiles fueran para la trama en determinado momento, o que mejor trasmitiesen el mensaje que pretendía el autor. Eso hace de ellas novelas tremendamente dinámicas, haciéndote saltar de capítulo en capítulo y de idea en idea sin que tengas tiempo de aburrirte, arrastrado por la historia de Ortiz y de Oficina Nº1, o incluso de Venezuela y el mundo.
En general, una obra genial que debe ser leída e incorporada a los ingratos cánones literarios. ¿Algún defecto a señalar? Pocos, la verdad. A nivel técnico no creo que pueda señalar alguno relevante, y tampoco a nivel narrativo. Tiene imágenes potentes, sabe ser delicado cuando procede y tiene algunos despliegues técnicos que resultan asombrosos (recomiendo el capítulo 42, que apenas tiene cuatro páginas pero me parece una genialidad). Sin embargo, es cierto que el aura de Mary Sue de Carmen Rosa hace que me resulte un personaje anodino (incluso imperfecto) en una obra repleta de personajes ricos, desarrollados y mutables. También la historia de amor que ella protagoniza en la segunda novela (no destripo más), me resulto innecesaria, cursi y que rompía con el estilo de la narrativa y el objetivo de la novela. Pero nada nuevo en libros clásicos. En general, muy recomendable.
“Casas Muertas” y “Oficina nº1” son dos libros que indudablemente van de la mano. Es todo un acierto que Trotalibros Editorial los publicase en un mismo volumen. En “Casas Muertas” asistimos a una denuncia por la decadencia que vive el pueblo de Ortiz y la situación social y política que vivía el país en general a principios del siglo XX. Con “Oficina nº1” vemos el resurgimiento de un pueblo en un lugar inhóspito gracias a los yacimientos de petróleo.
Debo confesar que estaba un poco recelosa de empezar con este libro porque no sabía si me iba a terminar de convencer, pero dada la confianza que tengo depositada en esta editorial decidí, a pesar de las dudas, lanzarme a su lectura. Una vez más, debo dar las gracias a Jan por su apuesta con este libro porque es probable que si no, no lo hubiese leído nunca.
Me ha terminado gustando mucho. Al principio me costó un poco acostumbrarme a la forma de escribir del autor y su forma de narrar en general, pero una vez que me acostumbré y me metí en la lectura no pude soltar el libro. Me ha gustado mucho como retrata la decadencia y el resurgimiento. Cuando parece que no hay esperanza se acaba saliendo de todo.
Estas dos novelas son una denuncia social. Vemos reflejada la realidad de dos pueblos con destinos totalmente diferentes. No tengo mucho conocimiento sobre la historia de Venezuela, más allá de lo básico, pero gracias a esta lectura y según salía algún nombre o concepto que desconocía he podido aprender más.
Hice un pequeño parón entre ambas novelas para respirar y coger impulso y encararme con el desenlace de la historia. Recomiendo 100% la lectura de ambas novelas.
Una amiga se ha leído Casas Muertas a la misma vez que yo y me contaba mientras comentábamos la lectura que le recordaba en cierta forma a “Cien Años de Soledad”. Nunca he leído ese libro, ¿será la señal de que ha llegado el momento)
El libro que os traigo hoy es un diptico, dos libros maravillosos con un mismo hilo conductor (Carmen Rosa) y con un estilo breve, conciso, sin adornos superfluos, directo, elegante y fluido que retrata el dolor, la miseria, la naturaleza, el amor, la vida y los nuevos inicios de una manera brillante.
🌸Casas muertas cuenta la historia de Ortiz que es la historia de muchos pueblos abandonados
Ortiz era un pueblo alegre, bello y próspero y así nos lo recuerdan los pocos testigos que quedan hasta que llega la dictadura, el trabajo escasea hasta desaparecer , las enfermedades aparecen... El declive de un pueblo contado de manera suave y sosegada, de la misma manera que llega el abandono y la decadencia, poco a poco, sin darte cuenta pero llega... y te abate.
Carmen Rosa es una joven que no quiere vivir de recuerdos y solo ve la devastación y la desolación que existen en Ortiz. Y a pesar de todo se enamora de Sebastián porque ella es joven y quiere vivir. Cuando este fallece (lo sabemos en la primera línea), Carmen Rosa no se resigna a vivir en un pueblo en ruinas y con su madre abandona ese pueblo de casas muertas atravesando el llano deseando escapar de la desidia, de la enfermedad y de la muerte buscando allá donde se ha descubierto petróleo una nueva vida y prosperidad.
🌸Y así llega a Oficina nº 1 un asentamiento petrolero dirigido por estadounidenses. Aquí Carmen Rosa comienza una nueva vida en paralelo a la nueva vida del asentamiento que prosperará gracias al petróleo que allí encuentran. Y llegarán nuevos habitantes de los puntos más dispares del país que nos explicarán capítulo a capítulo, no sólo sus vidas sino como han formado parte de la evolución y progreso de ese nuevo pueblo.
🌸Me ha encantado el contraste entre la muerte de un pueblo y el nacimiento de otro, me ha encantado el dolor de la pérdida y la esperanza en el futuro, me ha encantado asomarme a un trocito de historia de Venezuela en la que se ve el abandono, los desaparecidos y también los sueños por progresar y me ha encantado leer el primer libro latinoamericano de la editorial.
Hace 10 años cuando leí Casas muertas por primera vez, me gustó, lo entendí y vi su importancia dentro de la literatura venezolana. Este año que hice una primera relectura, me puse a llorar como si esta gente fuera amiga mía. O sea, Carmen Rosa, querida, ¿por qué tienes que sufrir tanto?
A pesar de los finales "abiertos" de ambas novelas, creo que Casas muertas es más redonda. Podría existir perfectamente sin una continuación. No te deja tantas preguntas (que sí desasosiego). En cambio, Oficina n°1 lo deja a uno en ascuas. Por ejemplo, después de tantos años en Oficina (posteriormente El Tigre), ¿qué pasó con Panchito, Marta y su hijo? ¿Qué pasó con el señor Cartaya y la señorita Berenice? ¿Más nunca se vieron? Difícil de creer. No tomaré en cuenta a Matías Carvajal porque la verdad me cae malísimo.
Por una parte, es indudable el mérito literario de estas dos novelas. Se nota que fueron escritas en su época, por su lenguaje preciosista. Hay pasajes muy hermosos. Y además, Carmen Rosa. Carmen Rosa es un gran personaje femenino. Lo tiene todo: ternura, determinación, inteligencia, sensibilidad. Es un personaje con el que haces clic de inmediato.
Por otra parte y finalmente, sí, la historia de Venezuela es cíclica. No hay forma de que un venezolano lea Casas muertas a día de hoy y no sienta que lo que pasó en Ortiz pasó/pasa/pasará en la actualidad. Oficina n°1, a pesar de su desbordante progreso, dinamismo y vista al futuro, solo es un pasado, un capítulo de esta historia que nunca volverá a ocurrir. Al menos no de forma colectiva.
CASAS MUERTAS Ortíz, un pueblo apartado y marginado por el boom económico del petróleo muere lentamente y figurada como cada uno de los personajes. En una atmósfera de tristeza y de felicidad aparente e inconsciente es la novela es narrada con maestría por Otero de la mano de Carmen Rosa y su ciclo de vida en el pueblo.
Ortíz, adornado por la procesión de Santa Rosa es personificado en los recuerdos y en la memoria colectiva, tejida esta por la precaridad y el otoño del desarraigo y la opresión.
'Cuando Carmen Rosa nació ya Ortiz había comenzado a desplomarse. Entre ruinas dio sus primeros pasos y ante sus ojos infantiles fueron surgiendo nuevas ruinas.'
¡Qué hermosas fueron vivas aquellas casas muertas!
Ortiz es un pueblo fantasma, un lugar donde las casas se derrumban y los mosquitos se comen a los habitantes. Aquí crece Carmen Rosa, una joven a la que le queda chiquito ese pueblo y que sueña con un futuro muy diferente a lo que está a su alcance. Eventualmente tendrá que decidir entre un futuro lejos de Ortiz, incierto pero fulgurante, o quedarse dentro de lo conocido, entre las casas muertas.
Es una historia sobre Venezuela, sobre el abandono de lo rural por el progreso (en este caso los campos petroleros) pero también sobre la corrupción y los estragos que causan sobre la población. Ortiz se cae a pedazos por falta de recursos y de atención del gobierno. La que fuera la joya del llano es ahora donde los sueños de sus habitantes mueren.
Oficina N° 1 es la secuela de Casas Muertas, donde nos encontramos una vez más a Carmen Rosa, y a su madre, quienes se han trasladado al oriente del país siguiendo noticias de un nuevo pozo petrolero. Han cambiado la incertidumbre de los restos de Ortiz por la aventura y ganancia monetaria de los campos petroleros. En esta novela pasamos de el pasado que se derrumba a la frenética construcción del futuro. Al mismo tiempo, es una crítica al imperialismo y las prácticas de las empresas petroleras extranjeras, que en aquel entonces tenían rienda suelta en el país.
En general, me han gustado los dos y me parece excelente que exista esta edición que los recopila juntos. Disfruté más de Casas Muertas porque me sentí más cercana a los habitantes de Ortiz y sus pesares, mientras que en Oficina N°1 nunca pude forjar esa conexión. Como venezolana, leer esta obra me hizo sentir como en casa. Las expresiones de los personajes, el lenguaje utilizado en la prosa, las descripciones del paisaje, los rastros de la historia del país, etc. me hicieron sentir mucha nostalgia por mi patria. También fue rudo leer esto en el siglo XXI, porque cuanto más tiempo pasa menos parecen cambiar las cosas. Me atormenta pensar que la historia de mi país es cíclica y que estamos atrapados en un bucle eterno, lo mismo una y otra vez.
⭐ ×10 a la 3. Mi libro favorito desde 1999 cuando dije: "wow! Qué es esto? ". En 2024 lo releo y mi impresión es mejor a la prinera vez! Drama y momentos cómicos de muchas situaciones venezolanas, y buen ejemplo que en Venezuela la mezcla de razas ha sido desde siempre y nos miramos sin prejuicios etnicos🎆❤️
Otro libro más leído en el club tu y yo con Abi, este fue una recomendación de Jan de la editorial trotalibros en la feria del libro de Madrid, queríamos algo de realismo mágico latinoamericano y nos recomendó este díptico, un clásico de la literatura venezolana. No había oído de este libro antes y leerlo fue una experiencia muy grata. Esta edición trae dos libros y Jan nos dijo que se publicó así porque para el era una misma obra. Y es verdad, no solo es una secuela directa porque comienza Justo donde se quedó el primero, pero también porque temáticamente cierran un círculo: casa muerta habla sobre el deterioro y abandono de un pueblo en el desierto venezolano, las enfermedades han matado a sus habitantes y conocemos a los últimos a través de los ojos de una joven, Carmen Rosa, y con su particular perspectiva conocemos las historias de ese pueblo. En cambio oficina número uno habla sobre el surgimiento, el nacimiento de un pueblo nuevo en la selva venezolana tras encontrar un yacimiento de petróleo, algo que sabemos que impulso mucho el desarrollo en venezolana pero también jugo un papel importante en su caída. Los personajes son entrañables, la prosa del autor es filosa y mágica y el libro tiene el encanto de un pueblo pero te estruja el corazón con las tragedias que les suceden. Fue un libro que de cierta manera me transportó a México de vuelta. Una lectura adecuada para el verano y para los que añoramos casa. Muy recomendado.
Hoy terminé de leer este hermoso libro, aunque se describe una realidad venezolana, tiene que ver mucho con la historia de américa latina. Se ven los políticos ladrones, los militares que se entregan a la obediencia ciega y sin principios, a las clases pobres y las clases dominantes extranjeras.
La literatura latinoamericana para mi es la más bella. Me ha transmitido tanto sobre todo la primera parte de casas muertas. Una pena que no sea más conocido.