In this nostalgic journey to the Mexico of the mid-nineteen hundreds, we are called together to pay a new type of homage to an idol of the people. A man who captivated many a generation and is sure to continue captivating generations to come, a man whose tragic death is engraved on the heart and mind of many Mexicans. Carlos Monsiváis, renowned for his thorough essays and cutting critiques, for his versatility as an author and actor, brings us an in-depth analysis of the golden age of Mexican cinema and an intimate portrayal of the man behind the celebrity. Description in Spanish: En este libro, que nos transporta con nostalgia al Mexico de mediados del siglo XX, le rinde un nuevo homenaje al idolo del pueblo, quien ha cautivado a varias generaciones y continua vigente, y cuya tragica muerte se ha incrustado en la memoria y el corazon de muchos mexicanos. Carlos Monsivais, ensayista riguroso, autor polifacetico, critico acido y reconocido actor de la vida actual de nuestro pais, hace un analisis exhaustivo del personaje y de la epoca de oro del cine mexicano para proporcionarnos un libro entranable.
Escritor y periodista mexicano, cronista de la Ciudad de México.
Desde muy joven colaboró en suplementos culturales y medios periodísticos mexicanos. Estudió en la Facultad de Economía y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y teología en el Seminario Teológico Presbiteriano de México. Gran parte de su trabajo lo publicó en periódicos, revistas, suplementos, semanarios y otro tipo de fuentes hemerográficas. Colaboró en diarios mexicanos como Novedades, El Día, Excélsior, Uno Más Uno, La Jornada, El Universal, Proceso, la revista Siempre!, Eros, Personas, Nexos, Letras Libres, Este País, entre otros. Fue editorialista de varios medios de comunicación.
La crónica y el ensayo forman la mayor parte de su obra literaria. También escribió cuentos, fábulas y aforismos entre otros géneros literarios. En su Autobiografía (escrita a los 28 años de edad), escribió: «acepté esta suerte de autobiografía con el mezquino fin de hacerme ver como una mezcla de Albert Camus y Ringo Starr». Una de las principales características de su obra es el humor ácido, la ironía y la sátira política. En su columna «Por mi madre, bohemios» (que se editó por décadas en diversas publicaciones del país) compiló declaraciones de políticos, empresarios, representantes de la Iglesia y otros personajes de la vida pública, satirizando su ignorancia o de su visión limitada del mundo y exhibiendo la demagogia de la clase gobernante en México.
De entre sus libros destacan Días de guardar (1971), Amor perdido (1977), Nuevo catecismo para indios remisos (1982), Escenas de pudor y liviandad (1988), Los rituales del caos (1995), Salvador Novo. Lo marginal en el centro (2000) y Aires de familia. Cultura y sociedad en América Latina (2000), entre otros. Entre los múltiples galardones que recibió se encuentran el Premio Nacional de Periodismo, el Premio Mazatlán, el Premio Xavier Villaurrutia, el Premio Lya Kostakowsky, el Premio Anagrama de Ensayo y el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo).
Carlos Monsiváis dejó numerosos documentos para entender la realidad mexicana. Me temo que a partir de ahora, necesitemos los documentos mencionados para tratar de entenderlo a él. Mirar una realidad desvanecida hace mucho para acceder a un intelectual cuyos procesos mentales son tan complejos, que se valía de enumeraciones caóticas para construir. Que evitaba mostrar el proceso de sus razonamientos y se limitaba a usar aforismos con notable efectismo. Pedro Infante, en este volumen, se encuentra desmontado, de tal manera que el fenómeno del ídolo se pueda comprender en partes. Lo que va convenciendo al lector que el ídolo es más que la suma de sus partes, siempre algo más, una lectura que le agregamos desde la posteridad. Porque al situar al ídolo en su contexto, pierde aquello que gana al entramarse con su tiempo. Se disuelve en su momento, le dice algo muy preciso a sus contemporáneos. Ante nosotros pierde complejidad histórica, se ahueca, sirve para otros fines. Una vez que Monsiváis desmonta a Pedro Infante y lo volvió a armar, lo hace de forma que al hablar no es el mismo, al cantar no dice las mismas cosas. Por sus parlamentos habla una época, por sus versos se expresa otro discurso. No es el hijo llorando a su madre, es el mecanismo del melodrama que está impedido de ver el mundo con sinceridad y novedad. Hay momentos realmente notables, como aquel pasaje en el que Monsiváis disecciona el tono del habla de las películas de Pedro: el cantadito, el tono retador, con lo cual se comprende la intención de un estrato y su incapacidad para la movilidad social representada por el determinismo de la entonación. La Vecindad se convierte en un país (de ahí las mayúsculas), una nacionalidad a la que no se puede renunciar, en donde se desarrolla el Destino, que como ya dijimos tiene aquí el nombre vernáculo del Determinismo Social. Hay algo en los ensayos de Monsiváis dedicados a grandes personajes que me llama la atención: esa sensación de ausencia, pues parece que buscamos Pedro Infante y se mira como si acabara de pasar por aquí, se presiente incluso su voz, casi se ve su silueta. Y sin embargo, no está, es como la búsqueda de un rastro. Nunca Monsiváis interpela al ídolo ni se dirige a él. El ensayista, en este sentido, es el que reconstruye al personaje a partir de sus obras. Si eso ocurre con las leyendas artísticas, con mayor razón con los personajes de reparto. Su existencia se resume en unas cuantas frases que vagan como ánimas en pena entre la página 1 y la 280. “Sí, vecino, resignación y rezos; sí, vecina, Dios no quiere que maldigamos nuestra suerte”. Puede que ni siquiera lo haya dicho nadie. Son frases sin cuerpo, fantasmas rulfianos cuyos ecos como quiera nos estremecen, pero por razones melodramáticas. No olvidemos que detrás de todos esos personajes históricos de sus libros, aquellos que alguna vez fueron, habla la voz de Carlos Monsiváis, el ventrílocuo, quien los hace revelar todo lo que con su discurso ocultaban.
Carlos Monsiváis. Pedro Infante. Las leyes del querer. México, Aguilar-Raya en el agua, 2008.
Con su siempre ameno y sutilmente humorístico estilo, Monsivais le da un vistazo al llamado cine de oro mexicano, anclado en la figura de Pedro Infante, pero no descuida la mención de otras figuras, como la de Jorge Negrete. En mi opinión, el gran acierto de este libro es que no se escribe como recuerdo nostálgico de un México que ya se fue, por lo que no ignora las deficiencias de nuestro cine y sus desaciertos, ni las connotaciones hetero patriarcales, machistas y misóginas del culto al "ídolo del pueblo". En resumen, un ensayo que se lee bien y que sirve como buena referencia a la hora de re visitar el cine que formó en gran medida la educación sentimental de nuestros padres y/o abuelos.
"PEDRITO ES LA FORMA Y PEDRITO ES EL CONTENIDO" Obra de uno de los grandes cronistas del México contemporáneo, toma como eje la figura de Pedro Infante para dar un panorama de lo que fue en su tiempo y de lo que sigue siendo esa época llamada "de oro" del cine mexicano. Comienza con el nacimiento del mito de Pedro Infante, es decir, con su muerte, con ese fenómeno de movilización y lamento a nivel nacional. Procede el autor a hacer crónica y al análisis de una de las grandes películas de Infante, una de las que lo encumbró: "Nosotros los pobres", y su respectiva secuela "Ustedes los ricos"; donde se hace una gran pregunta: "¿quién sabe cómo hablaban los pobres antes de cine sonoro?", y es que, según planteaba Monsiváis allá por 1998 cuando hacía la presentación del texto en la FIL de Guadalajara, no era tanto que el mexicano se reflejará en el cine, sino que fue el cine el que moldeó la idiosincracia del mexicano: el anhelo se transforma en verdad a través de una suerte de "espejeo". Establece que ante la lentitud de la urbanización, la música popular y sus letras sirvieron de ideología y como difusoras de una "filosofía de vida", y volvieron "difícil averiguar qué fue primero: el cine o la realidad". Monsiváis define al cine mexicano como "involuntariamente satírico, voluntariamente chistoso y sentimental, ocasionalmente épico, inesperadamente trágico", y en el cual Pedro Infante destacaría en los subgéneros del bandolerismo social, la comedia y la tragicomedia, para llegar a convertirse él mismo, como representación del hombre común, en un género fílmico. Aunque en la gran emergencia del pueblo en el cine fue primero Cantinflas con su "aspecto de paria urbano", y Pedro Armendáriz y Dolores del Río como la pareja fundadora de la apariencia nacional, iba a ser en la vecindad de "Nosotros los pobres" y "Ustedes los ricos" donde realmente encontraron su rostro las muchedumbres: "si no hay pueblo en la pantalla, no hay público en las salas". A partir del segundo tercio del libro, se comienza a hablar de Infante a través de los testimonios del director Ismael Rodríguez y María Luisa León (su primera esposa), y a través de las vivencias con Lupita Torrentera y con Irma Dorantes (pareja y segunda esposa, respectivamente). Aquí conocemos al Infante mujeriego y machista, producto una cultura patriarcal y misógina que va permear la pantalla grande. En los capítulos posteriores Monsiváis hace análisis de las películas "Tizoc", "La oveja negra" y su secuela "No desearás la mujer de tu hijo", como parte de ese componente rural de la filmografía de Infante. En ellas, cuestiona la vigencia (incluso en su época) de esas realidades (tengo mis dudas al respecto); luego, hace lo propio con los dramas urbanos a través de las múltiples películas en las que se expone la pobreza como fatalidad con todo el tono emotivo posible. Monsiváis no "romantiza" esta "época dorada" del cine mexicano, por el contrario, exhibe todas su carencias técnicas e ideológicas, siendo duro pero también justo en sus críticas. Su conclusión es que la industria fílmica adelantó algunas de las grandes transformaciones de la sociedad y esa mutación de los arquetipos fue de la mano de la carrera de Pedro Infante, que casi 70 años de su muerte sigue siendo la mayor de presencias del cine mexicano.