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El olvido de sí
El olvido de sí narra la atribulada y sobrecogedora historia de Charles de Foucauld (1858-1916), un aristócrata francés convertido al cristianismo gracias a la fe y devoción que vio en el Islam. Pocas biografías tan conmovedoras y emblemáticas como la de este extraño misionero, que tuvo que pasar por ser explorador del Sahara, novicio trapense, recadero de monjas y hasta autor del primer diccionario francés-tuareg -entre otros tantos oficios-, antes de descubrir la amistad como el más hermoso regalo de una vida entregada al silencio. Las razones de esta accidentada peripecia vital se encuentran en lo muchísimo que este hombre se escuchó de sí mismo, así como en su fiel e implacable obediencia a su conciencia. Herido por la pasión del Absoluto, quien más tarde fue conocido como 'el hermano universal' buscó siempre ser una existencia más escondida, una entrega más anónima, una humildad más profunda... Fascinado por este deseo de abajamiento, Pablo d'Ors se mete en la cabeza y en el corazón de este extravagante personaje. El resultado es una de las novelas más intensas y portentosas de las últimas décadas en lengua española. Un texto en el que resuena la sabiduría mística y que narra, con tanta plasticidad como hondura, los peligrosos y maravillosos extremos a los que conduce el amor. Un auténtico compendio de espiritualidad para el siglo XXI. Una parábola de cómo el fracaso humano conduce paradójicamente a la plenitud.
400 pages, Paperback
First published July 1, 2013
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About the author
Pablo d'Ors
44 books213 followersPablo d’Ors (Madrid, 1963) es sacerdote, escritor y fundador de la red de meditadores Amigos del desierto, así como de Tabor, un proyecto de monacato secular. Su obra literaria, agrupada en trilogías y en proceso de reedición por parte de Galaxia Gutenberg, ha sido traducida al italiano, alemán, portugués, inglés, francés, polaco y catalán. Ha publicado once títulos: una colección de relatos, dos ensayos y ocho novelas. Su aclamada Biografía del silencio ha superado los 150.000 ejemplares, convirtiéndose en un auténtico hito del ensayo contemporáneo. Su última novela, Entusiasmo, ha consolidado su trayectoria en el panorama de las narrativas hispánicas. El estupor y la maravilla, editado originalmente en el 2007, es su novela más contemplativa. En la actualidad, Pablo d’Ors, dedicado exclusivamente al ministerio del silencio y de la palabra, imparte por todo el mundo conferencias y retiros de meditación.
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Community Reviews
Displaying 1 - 29 of 29 reviews
November 15, 2014
Después de leer “Biografía del silencio” de Pablo D’Ors, ese magnífico e íntimo ensayo acerca de la meditación publicado por Siruela, quería conocer algo de su obra de ficción y, tras mucho dudar, me decidí por “El olvido de sí”, aunque al final no sé si fue la mejor elección porque esta novela debe de ser casi seguro la menos novelística de sus novelas, ya que se trata más bien de una biografía novelada, o mejor aún, de una biografía espiritual novelada. El protagonista es Charles de Foucauld (Estrasburgo, 1858- Tamanrasset, 1916), vizconde, militar, explorador, trapense y finalmente sacerdote eremita en Marruecos. Pablo D’Ors nos muestra el tránsito de esta persona, que efectivamente existió, desde su ateísmo juvenil hasta su conversión o, más bien, reencuentro con la Iglesia Católica y su paulatina inmersión en el misticismo ascético en medio del desierto, en el Norte de África. Así contado, reconozco que el argumento puede espantar un poco al lector actual. Sin embargo, la narración tiene verdadero interés, se podría decir incluso que resulta fascinante, y no sólo para los lectores religiosos, sino también para aquellos de entre los agnósticos o ateos que sean curiosos e inteligentes porque no hay muchas ocasiones como ésta para poder seguir tan de cerca la experiencia mística de un ser humano, esa forma de vida siempre en equilibrio entre la locura y la santidad; entre la marginalidad y la ejemplaridad; entre la pobreza externa y la riqueza interior.
La novela está narrada en primera persona, como si fuera una autobiografía del propio Foucauld. Ahí Pablo D’Ors podría haber corrido el peligro de haberse inventado al personaje, de haber hablado a través de él y haberse alejado por tanto de la persona real que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX. Sin embargo, ese riesgo queda en este caso muy reducido ya que Foucauld dejó escrita una enorme obra espiritual así como una ingente correspondencia con sus familiares, antiguos compañeros de colegio y guías espirituales, por lo que es muy probable que casi todo lo que pone D’Ors en su boca haya salido por lo menos de su pluma. Sólo hay un momento en la octava parte, “Iluminación”, en la que me parece ver algo de “atención plena” o “mindfulness” en el pensamiento de Foucauld y, la verdad, se me hace raro en un sacerdote de comienzos del siglo XX por muy eremita o místico que fuera, pero como no conozco su obra no puedo asegurar que no esté ya en ella.
Un párrafo de esa misma octava parte me parece que puede resumir muy bien la forma de pensar y vivir de Charles de Foucauld y además podría servir de guía vital para todo el mundo. Es el siguiente:
“Todavía hoy, sin embargo, sigo ignorando por qué hay que viajar tanto para saber quiénes somos. Todo es profundamente elemental; la vida es mucho más sencilla de lo que creemos cuando somos jóvenes. La vida es levantarse por la mañana y rezar; trabajar; comer; acostarse por las noches; saludar a los vecinos; pasear… La vida es cantar una melodía que recordamos; sorprenderse de que salga el sol o de que se ponga; dormir; soñar… Todo está bien. No hay que luchar, sólo vivir. Vivir: esa es la cuestión. Y dejarnos envejecer. Y luego, finalmente, apagar la luz.”
Por supuesto, seguiré adentrándome en la obra de Pablo D’Ors porque me parece que es uno de los autores más interesantes del panorama literario español actual, un escritor de gran calidad y con un universo literario muy original. Como suele ocurrir en estos casos, el nivel de reconocimiento público está muy por debajo de lo que se merecería. Quizás se vaya corrigiendo, quién sabe, acaba de pasar con Patrick Modiano.
La novela está narrada en primera persona, como si fuera una autobiografía del propio Foucauld. Ahí Pablo D’Ors podría haber corrido el peligro de haberse inventado al personaje, de haber hablado a través de él y haberse alejado por tanto de la persona real que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX. Sin embargo, ese riesgo queda en este caso muy reducido ya que Foucauld dejó escrita una enorme obra espiritual así como una ingente correspondencia con sus familiares, antiguos compañeros de colegio y guías espirituales, por lo que es muy probable que casi todo lo que pone D’Ors en su boca haya salido por lo menos de su pluma. Sólo hay un momento en la octava parte, “Iluminación”, en la que me parece ver algo de “atención plena” o “mindfulness” en el pensamiento de Foucauld y, la verdad, se me hace raro en un sacerdote de comienzos del siglo XX por muy eremita o místico que fuera, pero como no conozco su obra no puedo asegurar que no esté ya en ella.
Un párrafo de esa misma octava parte me parece que puede resumir muy bien la forma de pensar y vivir de Charles de Foucauld y además podría servir de guía vital para todo el mundo. Es el siguiente:
“Todavía hoy, sin embargo, sigo ignorando por qué hay que viajar tanto para saber quiénes somos. Todo es profundamente elemental; la vida es mucho más sencilla de lo que creemos cuando somos jóvenes. La vida es levantarse por la mañana y rezar; trabajar; comer; acostarse por las noches; saludar a los vecinos; pasear… La vida es cantar una melodía que recordamos; sorprenderse de que salga el sol o de que se ponga; dormir; soñar… Todo está bien. No hay que luchar, sólo vivir. Vivir: esa es la cuestión. Y dejarnos envejecer. Y luego, finalmente, apagar la luz.”
Por supuesto, seguiré adentrándome en la obra de Pablo D’Ors porque me parece que es uno de los autores más interesantes del panorama literario español actual, un escritor de gran calidad y con un universo literario muy original. Como suele ocurrir en estos casos, el nivel de reconocimiento público está muy por debajo de lo que se merecería. Quizás se vaya corrigiendo, quién sabe, acaba de pasar con Patrick Modiano.
August 30, 2017
Este libro deja huella en el alma. Por una parte, la biografía de Charles de Foucauld está muy bien documentada. Por otro lado, el libro está lleno de reflexiones profundas y sabias. La combinación entre la singular vida de este santo del desierto y la pluma de Pablo d'Ors da como resultado un libro vivo y que habla al corazón. Recomiendo este libro a los que buscan comprender al ser humano. Creo que es imposible quedar indiferente ante este libro.
September 1, 2025
Bueno, pues la verdad que ha sido una aventura bastante espiritual. Por ser un libro menos conocido, explico un poco el argumento.
Es sobre un vizconde que se da cuenta de que el desprendimiento es el camino para llegar a Dios, y a partir de ahí decide dejar de lado su título nobiliario (se hace religioso), su familia y su país, en busca de Dios.
A destacar, diré que se lee bastante sencillo, además que está basado en hechos reales, y se nota el estudio que hizo Pablo sobre la biografía de este siervo, dado el alto rigor con el que está desarrollada la novela.
Tiene eso de que cada 4-5 páginas suelta una frase que te explota la mente, es una novela bastante íntima y psicológica.
Me ha gustado saberme arropado por ella. Recomiendo :)
Es sobre un vizconde que se da cuenta de que el desprendimiento es el camino para llegar a Dios, y a partir de ahí decide dejar de lado su título nobiliario (se hace religioso), su familia y su país, en busca de Dios.
A destacar, diré que se lee bastante sencillo, además que está basado en hechos reales, y se nota el estudio que hizo Pablo sobre la biografía de este siervo, dado el alto rigor con el que está desarrollada la novela.
Tiene eso de que cada 4-5 páginas suelta una frase que te explota la mente, es una novela bastante íntima y psicológica.
Me ha gustado saberme arropado por ella. Recomiendo :)
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October 13, 2019El comentario de LaViejaPiragüa es una reseña prácticamente perfecta de este libro, por lo que no repetiré lo ya dicho por ese lector y me centraré en cuestiones más personales. No podría decir que este libro me disgustara, pero tampoco que me apasionara. Sin duda, su lectura me ha enriquecido espiritualmente, pero mientras lo leía me pareció que el ritmo era lento, que pasaban muy pocas cosas, y que giraba alrededor de cuatro ideas todo el tiempo. A pesar de que es el favorito del propio autor, me sigo quedando con Biografía del silencio, sin dejar de reconocer que este libro me ha acercado a la figura de Carlos de Foucauld, una persona sin duda extraordinaria que, como empiezo a intuir que ocurre con todos los santos, exalta tanto un aspecto de la Verdad, esto es, de la doctrina de la Iglesia Católica, en su propia vida, que es difícil determinar si su actitud vital es propia de un santo o de un hereje. Algo parecido sucede con el autor de este libro, Pablo D'ors, al que no me atrevo a calificar como santo ni tampoco a descalificarlo como tal, pues después de leer este libro (y Biografía del silencio) veo clara su heterodoxia (que algunos se han atrevido a llamar directamente "herejía"), debido principalmente a dos motivos: su coqueteo con el panteísmo y el reconocimiento como verdaderas de otras religiones (en este caso, del Islam o mahometanismo). No obstante, estas actitudes, dentro de ciertos límites, no tienen por qué resultar anticatólicas, ya que la Iglesia también afirma que Dios está presente en la vida cotidiana (hasta en los pucheros, en palabras de Santa Teresa de Jesús) y en la naturaleza, que es expresión del amor de Dios; así como contempla la posibilidad de salvación de personas no bautizadas (bajo ciertas condiciones). En defensa de Pablo D'ors, sólo puedo decir que sus libros (y sus vídeos) me han ayudado, y que lo considero un amigo espiritual. En cuanto a su catolicismo, no sé cuán puro será, pero sí que le he escuchado hablar sobre su amor a Jesucristo y a María (no simplemente al Dios abstracto que puede ser el yo, la naturaleza, el Universo, etc). Para terminar, quiero dejar aquí unos fragmentos de El olvido de sí, para que aquellos que lean esta reseña juzguen por ellos mismos si quieren leerlo o no.
"Ser testigo del Evangelio no significa simplemente testimoniarlo ante el mundo, sino ser capaz de captar los testimonios que hay de Él por todas partes. El Evangelio está de pie, y vivo, pendiente sólo de que venga alguien que lo vea y se asombre.
Lo increíble es que Dios está mucho más cerca de lo que imaginamos. Basta abrir una puerta o una ventana y podemos encontrarlo; basta abrir los ojos o hacer silencio durante unos minutos. Nunca nos acostumbraremos a la proximidad de Dios: a su impregnarlo todo, todo... a su no imponerse nunca, nunca... Me asusta pensar que Dios está aquí, en el papel sobre el que ahora escribo, ¡y hasta en la tinta! Que está en mi mano mientras la muevo en este instante, en mis ojos que miran lo que he escrito, en el viento que sopla esta noche y cuyo sonido se parece tanto al de hace dos noches." pág. 298
"¡Así no es posible ser un ermitaño!", exclamaba algunos días, harto de que, por encima de la urgencia de mis proyectos personales, terminase viviendo siempre al ritmo de mis vecinos y de sus necesidades. Ahora pienso que ser un ermitaño consiste en querer ser ermitaño, al igual que ser creyente no es en el fondo otra cosa que querer creer. No hay acción que no encuentre dificultades, y ello porque para vivir un oficio, cualquiera -también el de creer-, hay que atravesar su imposibilidad.
Cuanto más ermitaño quería ser, mayor era el número de visitas de curiosos y viajeros que recibía. Era como si Dios se riera de mi intención, a la que Él mismo, sin embargo, me impedía renunciar. Ahora sé que todo solitario ejerce un poderoso magnetismo sobre la comunidad. ¿Qué por qué? Porque la soledad no es, después de todo, más que pura receptividad.
(...) La verdadera soledad sólo sirve para una cosa, para profundizar en la propia indigencia y, una vez en su fondo más último, amarla. Cuando esto sucede, entendemos también la indigencia ajena y, entendida, amamos a los otros sin resistencia." pág. 302
"Debo a mi estancia en la Trapa mi afición a seguir un horario y a vivir según una disciplina determinada, cosas ambas que encajan muy bien en mi alma de soldado. Sin un orden externo, es difícil que podamos vivir internamente ordenados; así que en Tamarrasset me esforcé por llevar a la práctica esta sabiduría doméstica, que es en el fondo la única que cuenta.
La experiencia fue paradójica: cuanto más planificaba mis días -y hasta las etapas de mi biografía, como hice en alguna ocasión, más me los desbarataba Dios. Pero no porque Él quisiera que viviera desordenado, sino porque parecía agradarle que tuviera que confeccionarme otros horarios y nuevas disciplinas.
Las necesidades de mis huéspedes me obligaban a romper mis pobres planes, que rehacía cuando ellos se marchaban, para luego, cuando venían otros, tener que romperlos y rehacerlos nuevamente. Ahora pienso que ser cristiano significa estar dispuesto a dejarse interrumpir; y que tan cierto es que no podemos llegar a Dios sin los demás como que no podemos hacerlo más que en soledad.
(...) La vida espiritual es, en último término, la confección y puesta en marcha de una disciplina, la verificación de su imposibilidad, la necesidad de construir otra, su nuevo derrumbamiento y, en fin, una nueva construcción, nunca definitiva. No hay camino a Dios sin esfuerzo humano, aunque el esfuerzo, ciertamente, no sea el camino para llegar a Dios. Dios nos pide esfuerzo para que veamos su inutilidad y nos abramos a la Gracia." Pág. 305
"Cuanto más rezaba por mis semejantes más los amaba. Hoy puedo afirmar que mi manera de querer es, fundamentalmente, orando o, lo que es lo mismo, que orar para mí es el mejor sinónimo de amar. Todavía más: no concibo un amor que no derive en oración. Lo mejor que puede hacerse por alguien que se ama es, sin duda, ponerle ante Dios; y lo mejor que puede hacerse por alguien a quien no se ama es, de igual modo, ponerlo ante Dios, pues así es como se aprende a amarlo. En realidad, no hay nada mejor que ponerlo todo ante Dios, puesto que sólo entonces aparece en su verdadero y auténtico valor. Sin ocasión las cosas no son claras y pueden engañarnos; con ella, en cambio, todo adquiere la luz exacta.
Esta misma página, por ejemplo, si dice algo de Dios es, seguramente, porque la he rezado antes de escribirla. Porque la he escrito mientras rezaba y porque rezaré con esa intención -o ése es mi propósito-una vez que haya puesto el punto final que ahora pongo precisamente para orarla y agradecerla." pag. 308-309
"Todo cambió para mí cuando dejé de preocuparme tanto por mi propia santificación y puse el acento, por contrapartida, en la salvación de los demás. Descubrí entonces que no tenía que inventarme medios ascéticos de clase alguna, pues la ascesis me la imponían quienes llamaban a mi puerta con sus necesidades y reclamos. La verdadera ascesis es respuesta al clamor del pueblo. Toda ascesis debe venir dictada siempre y sólo por la indigencia ajena. Para que un alma pueda considerarse realmente abandonada debe dejar atrás toda pretensión, también la de su propia perfección, que es una de las más difíciles de abandonar." pág. 316
"Durante mis horas de trabajo lingüístico -que ejercí a razón de casi once horas al día- era constantemente interrumpido por los pobres que querían ser escuchados, por los enfermos, que querían que los tocase, o por los niños, que querían que jugase con ellos. ¡Pero como se puede trabajar así!, me lamentaba a cada rato; y me parecía que no había erudición posible en las condiciones que había elegido vivir. Observé, sin embargo, que cuanto más me distraían las visitas, mayor era paradójicamente el rendimiento intelectual de mi jornada. Y que los escasísimos días en que apenas era interrumpido, en cambio, ¡sólo conseguía avanzar unas pocas páginas! Un trabajo científico, como uno artístico o literario, hay que realizarlo en condiciones adversas; así es mejor. La mayoría de los artistas y escritores no lo sabe, y de ahí que tantas de sus vidas sean estériles o baldías." pág. 325
"Comencé entones, a raíz de la escritura de estas memorias, a agradecer mis pecados y defectos, pues entendí que Dios los había permitido para mi bien." pág. 336
"Ahora sé que escribo para contar al mundo que he sido amado con un Amor incomprensible y sobrehumano". pág. 338
"En estas montañas veo con toda claridad que la meta de mi vida, que no es otra sino Dios, ha dejado de preocuparme por la sencilla razón de que a Dios me lo encuentro a diario en el camino mismo". pág. 339
"Cuanto más he mirado mi vida -lo que es tanto como decir cuánto más he orado-, más evidente me ha resultado que nada ha sido realmente insignificante. Creo que ser creyente significa descubrir que nada es casual y que nada va a perderse. Sé que ninguno de mis esfuerzos por imitar a Jesús ha caído en saco roto: que todo lo ha aprovechado el Señor; que en el Cielo hay una especie de banco donde se amontonan los afanes de los creyentes en su intento por acercarse a Dios, y que Él, como un banquero solícito, no nos los devuelve como nosotros se lo pedimos, sino multiplicados y cuando lo estima m��s oportuno. Me consuela mucho pensar que ninguno de mis esfuerzos se ha perdido; y todavía más me consuela esta fe que tengo en que Dios, como todo enamorado, colecciona y acaricia todos nuestros gestos de amor. Nunca se piensa lo suficiente en lo extraordinario que es ser amados por Dios. A veces he pensado que nunca ha habido en el mundo alguien tan acompañado como yo; si la gente supiera lo acompañado que me siento, me envidiarían como envidia a quienes se aman alguien que ha perdido un amor." pág. 337
"Ningún trabajo -por penoso que pueda parecer- debería cansar; cansa más bien el modo en que lo realizamos. Vivir no tiene por qué ser fatigoso; vivir mal: eso sí que resulta fatigoso". pág 357
"Ser testigo del Evangelio no significa simplemente testimoniarlo ante el mundo, sino ser capaz de captar los testimonios que hay de Él por todas partes. El Evangelio está de pie, y vivo, pendiente sólo de que venga alguien que lo vea y se asombre.
Lo increíble es que Dios está mucho más cerca de lo que imaginamos. Basta abrir una puerta o una ventana y podemos encontrarlo; basta abrir los ojos o hacer silencio durante unos minutos. Nunca nos acostumbraremos a la proximidad de Dios: a su impregnarlo todo, todo... a su no imponerse nunca, nunca... Me asusta pensar que Dios está aquí, en el papel sobre el que ahora escribo, ¡y hasta en la tinta! Que está en mi mano mientras la muevo en este instante, en mis ojos que miran lo que he escrito, en el viento que sopla esta noche y cuyo sonido se parece tanto al de hace dos noches." pág. 298
"¡Así no es posible ser un ermitaño!", exclamaba algunos días, harto de que, por encima de la urgencia de mis proyectos personales, terminase viviendo siempre al ritmo de mis vecinos y de sus necesidades. Ahora pienso que ser un ermitaño consiste en querer ser ermitaño, al igual que ser creyente no es en el fondo otra cosa que querer creer. No hay acción que no encuentre dificultades, y ello porque para vivir un oficio, cualquiera -también el de creer-, hay que atravesar su imposibilidad.
Cuanto más ermitaño quería ser, mayor era el número de visitas de curiosos y viajeros que recibía. Era como si Dios se riera de mi intención, a la que Él mismo, sin embargo, me impedía renunciar. Ahora sé que todo solitario ejerce un poderoso magnetismo sobre la comunidad. ¿Qué por qué? Porque la soledad no es, después de todo, más que pura receptividad.
(...) La verdadera soledad sólo sirve para una cosa, para profundizar en la propia indigencia y, una vez en su fondo más último, amarla. Cuando esto sucede, entendemos también la indigencia ajena y, entendida, amamos a los otros sin resistencia." pág. 302
"Debo a mi estancia en la Trapa mi afición a seguir un horario y a vivir según una disciplina determinada, cosas ambas que encajan muy bien en mi alma de soldado. Sin un orden externo, es difícil que podamos vivir internamente ordenados; así que en Tamarrasset me esforcé por llevar a la práctica esta sabiduría doméstica, que es en el fondo la única que cuenta.
La experiencia fue paradójica: cuanto más planificaba mis días -y hasta las etapas de mi biografía, como hice en alguna ocasión, más me los desbarataba Dios. Pero no porque Él quisiera que viviera desordenado, sino porque parecía agradarle que tuviera que confeccionarme otros horarios y nuevas disciplinas.
Las necesidades de mis huéspedes me obligaban a romper mis pobres planes, que rehacía cuando ellos se marchaban, para luego, cuando venían otros, tener que romperlos y rehacerlos nuevamente. Ahora pienso que ser cristiano significa estar dispuesto a dejarse interrumpir; y que tan cierto es que no podemos llegar a Dios sin los demás como que no podemos hacerlo más que en soledad.
(...) La vida espiritual es, en último término, la confección y puesta en marcha de una disciplina, la verificación de su imposibilidad, la necesidad de construir otra, su nuevo derrumbamiento y, en fin, una nueva construcción, nunca definitiva. No hay camino a Dios sin esfuerzo humano, aunque el esfuerzo, ciertamente, no sea el camino para llegar a Dios. Dios nos pide esfuerzo para que veamos su inutilidad y nos abramos a la Gracia." Pág. 305
"Cuanto más rezaba por mis semejantes más los amaba. Hoy puedo afirmar que mi manera de querer es, fundamentalmente, orando o, lo que es lo mismo, que orar para mí es el mejor sinónimo de amar. Todavía más: no concibo un amor que no derive en oración. Lo mejor que puede hacerse por alguien que se ama es, sin duda, ponerle ante Dios; y lo mejor que puede hacerse por alguien a quien no se ama es, de igual modo, ponerlo ante Dios, pues así es como se aprende a amarlo. En realidad, no hay nada mejor que ponerlo todo ante Dios, puesto que sólo entonces aparece en su verdadero y auténtico valor. Sin ocasión las cosas no son claras y pueden engañarnos; con ella, en cambio, todo adquiere la luz exacta.
Esta misma página, por ejemplo, si dice algo de Dios es, seguramente, porque la he rezado antes de escribirla. Porque la he escrito mientras rezaba y porque rezaré con esa intención -o ése es mi propósito-una vez que haya puesto el punto final que ahora pongo precisamente para orarla y agradecerla." pag. 308-309
"Todo cambió para mí cuando dejé de preocuparme tanto por mi propia santificación y puse el acento, por contrapartida, en la salvación de los demás. Descubrí entonces que no tenía que inventarme medios ascéticos de clase alguna, pues la ascesis me la imponían quienes llamaban a mi puerta con sus necesidades y reclamos. La verdadera ascesis es respuesta al clamor del pueblo. Toda ascesis debe venir dictada siempre y sólo por la indigencia ajena. Para que un alma pueda considerarse realmente abandonada debe dejar atrás toda pretensión, también la de su propia perfección, que es una de las más difíciles de abandonar." pág. 316
"Durante mis horas de trabajo lingüístico -que ejercí a razón de casi once horas al día- era constantemente interrumpido por los pobres que querían ser escuchados, por los enfermos, que querían que los tocase, o por los niños, que querían que jugase con ellos. ¡Pero como se puede trabajar así!, me lamentaba a cada rato; y me parecía que no había erudición posible en las condiciones que había elegido vivir. Observé, sin embargo, que cuanto más me distraían las visitas, mayor era paradójicamente el rendimiento intelectual de mi jornada. Y que los escasísimos días en que apenas era interrumpido, en cambio, ¡sólo conseguía avanzar unas pocas páginas! Un trabajo científico, como uno artístico o literario, hay que realizarlo en condiciones adversas; así es mejor. La mayoría de los artistas y escritores no lo sabe, y de ahí que tantas de sus vidas sean estériles o baldías." pág. 325
"Comencé entones, a raíz de la escritura de estas memorias, a agradecer mis pecados y defectos, pues entendí que Dios los había permitido para mi bien." pág. 336
"Ahora sé que escribo para contar al mundo que he sido amado con un Amor incomprensible y sobrehumano". pág. 338
"En estas montañas veo con toda claridad que la meta de mi vida, que no es otra sino Dios, ha dejado de preocuparme por la sencilla razón de que a Dios me lo encuentro a diario en el camino mismo". pág. 339
"Cuanto más he mirado mi vida -lo que es tanto como decir cuánto más he orado-, más evidente me ha resultado que nada ha sido realmente insignificante. Creo que ser creyente significa descubrir que nada es casual y que nada va a perderse. Sé que ninguno de mis esfuerzos por imitar a Jesús ha caído en saco roto: que todo lo ha aprovechado el Señor; que en el Cielo hay una especie de banco donde se amontonan los afanes de los creyentes en su intento por acercarse a Dios, y que Él, como un banquero solícito, no nos los devuelve como nosotros se lo pedimos, sino multiplicados y cuando lo estima m��s oportuno. Me consuela mucho pensar que ninguno de mis esfuerzos se ha perdido; y todavía más me consuela esta fe que tengo en que Dios, como todo enamorado, colecciona y acaricia todos nuestros gestos de amor. Nunca se piensa lo suficiente en lo extraordinario que es ser amados por Dios. A veces he pensado que nunca ha habido en el mundo alguien tan acompañado como yo; si la gente supiera lo acompañado que me siento, me envidiarían como envidia a quienes se aman alguien que ha perdido un amor." pág. 337
"Ningún trabajo -por penoso que pueda parecer- debería cansar; cansa más bien el modo en que lo realizamos. Vivir no tiene por qué ser fatigoso; vivir mal: eso sí que resulta fatigoso". pág 357
January 16, 2025
Magnífica biografía en forma de novela (con trazos de tratado espiritual) de Charles de Foucauld. La he disfrutado mucho y me ha aportado grandes aprendizajes. D' Ors consigue meterte en el personaje aunque en algunos momentos la historia de ralentiza y atasca. Muy recomendable.
May 15, 2018
[Publicado originalmente en https://anunusualstory.blogspot.com.e...]
Sé que llevo un tiempo sin escribir por aquí, querido lector, pero me alegra que sea para hablar de El olvido de sí, de Pablo d'Ors. De algún modo sabía que a pesar de todas las circunstancias que hacen que cada vez tenga menos tiempo para pasarme por este rincón, acabaría dedicándole unas líneas a este libro. Sobre todo con el objetivo de acordarme una vez pase el tiempo de por qué esta narración en primera persona de la vida de Charles de Foucald merece la pena ser leída.
"Aprender a esperar es lo más necesario en la vida, lo más difícil."
El olvido de sí, Pablo d'Ors, p.222
Escribir esta entrada me ha costado más de lo habitual porque no sé cómo encontrar las palabras adecuadas que puedan animarte a embarcarte en este libro y transmitir de forma precisa y veraz lo que he ido viviendo mientras lo leía este pasado mes de abril. En mi caso, leí El olvido de sí fiándome de la recomendación de una persona cuyo criterio valoro muchísimo, pero como parto de la idea de que mi opinión no tiene el mismo valor para ti creo que lo mejor que puedo hacer es contarte algunos momentos de la narración -hablar de todos sería imposible- en los que me sentí identificado, interpelado o incluso denunciado. Me siento ante esto como si me estuviera adentrando en un territorio inhóspito y misterioso, casi sagrado, donde el más leve movimiento o palabra fuera de lugar pudiera alterarlo todo. Después de leer esta obra creo que Charles de Foucald debió de sentirse así muchas veces, así que lo tomaré como un signo de que estoy abordando estas líneas de la forma apropiada, aunque advierto de que mencionaré algunas cosas que superficialmente no tienen nada que ver con el libro.
[A PARTIR DE AQUÍ PUEDE CONTENER SPOILERS]
Pero antes de ir más al detalle es preciso esbozar aunque sea ligeramente la figura de Charles de Foucauld (1858-1916), vizconde francés, militar, explorador, trapense y finalmente sacerdote eremita en Marruecos. Pablo d'Ors escribe en primera persona toda esta trayectoria vital como si de una biografía espiritual novelada se tratara, empezando por su infancia y ateísmo juvenil, desarrollando su conversión al catolicismo y terminando por su vocación religiosa, que le llevó a una vida ascética en el desierto del Sahara. Este argumento quizás pueda espantarte, querido lector, pero en realidad tiene mucho interés incluso si eres agnóstico o ateo, pues no deja de ser una oportunidad para seguir de cerca la experiencia mística de un ser humano, una forma de vida tantas veces situada en medio de paradojas: el solitario amante de la humanidad, el pobre que es el más rico de todos o el loco que resulta ser el más santo, el hombre que olvidándose de sí acaba siendo el hombre más consciente de sí mismo.
En este sentido, mi sensación personal mientras lo leía también se adentraba en esta paradoja, pues había momentos de la narración en que parecía que no hablaba de mí pero al mismo tiempo lo estaba diciendo todo. Era curioso porque mi estado de ánimo durante el tiempo que he estado leyéndolo era análogo al del protagonista. Si Charles de Foucald estaba viviendo una época de libertinaje centrado en sí mismo yo llevaba varios días pasando de todo; si él empezaba a ver claros ciertos aspectos de su vida que no aceptaba, algo concreto ocurría que me hacía abrir los ojos y entender partes de mi pasado; si él vivía una profunda crisis espiritual y tras un tiempo volvía a ver a Dios, yo pasaba igualmente por un trance parecido.
Es cierto que no me sentía identificado con un hombre rico que buscaba hacerse pobre (sobre todo porque mi naturaleza se inclina a todo lo contrario), pero el hecho de adentrarme en su vida y en sus pensamientos descubría aspectos de mí mismo que nunca había considerado de esa forma o había sabido expresar con palabras. Todo se ve mejor con un ejemplo:
"En nuestra sociedad actual hemos llegado a un nivel de confusión tal que identificamos al fanatismo con una apuesta decidida por una determinada verdad. Sólo cuando impide amar a los demás, una verdad o una moral deberían ser tachadas de fanáticas. Porque la verdad, sin amor, no es más que un ídolo. Y porque por exigentes que mi oración y ayuno hayan podido llegar a ser, jamás me han impedido comprender y amar a mis semejantes."
El olvido de sí, Pablo d'Ors, p.22-23
Este párrafo nada más empezar el libro fue para mí como una bofetada en la cara. Iba en el metro, y tanto me dolió que cerré el libro y repetí internamente la frase "La verdad, sin amor, no es más que un ídolo" durante cinco minutos. No sé si alguno de mis compañeros de vagón se fijó en mí en ese momento, pero estoy seguro de que mi agitación interior tuvo que manifestarse de alguna forma en mi cara. Porque ahí estaba yo. Me creo que siempre llevo razón y, aun teniéndola a veces, pierdo los frutos que da la verdad porque la digo sin caridad. Es decir, impido que los demás puedan acceder a esta verdad porque al decirla sin amor, el otro la interpreta como una sentencia, un juicio o una exigencia que decide rechazar. Un ejemplo sencillo: el hermano mayor que le dice a otro que tiene que estudiar y dejar de ver un reality show de lo más vulgar puede hacerlo por su bien, por amor a su hermano. O puede hacerlo simplemente por fastidiar o para que deje libre la televisión y así poder jugar él a la Playstation 4. La verdad es la que es, la diga Agamenón o su porquero, el hermano mayor. Pero al ser dicha por propio interés y el hermano pequeño darse cuenta, la verdad no da fruto. Resultado: el hermano pequeño no deja la tele y suben los decibelios de la sala. Es cierto que el hermano pequeño puede seguir en sus trece aunque la verdad sea dicha con caridad, pero si eso es realmente así el resultado final no será un conflicto.
Esta es la serie de cosas que hacen de este libro un descubrimiento continuo. Fragmentos como este aparecen de repente y se te quedan en la mente y en el corazón durante todo el día, mostrándote facetas de la realidad que no habías considerado de esa manera. Por si este ejemplo no fuera suficiente pongo uno más y termino:
"Es frecuente que los jóvenes, precisamente por jóvenes, se comporten con total imprudencia: que lean lo que cae en sus manos sin antes haber discernido si es bueno o no; que viajen sin preguntarse si ese viaje les construirá o destruirá; que conversen con desconocidos en la ingenua creencia de que de todos puede aprenderse. ¿Qué nombre puede atribuirse a quien no ha ejercitado el pensamiento y se ha lanzado a tomarlo todo con irreflexiva avidez?
En mis frecuentes exámenes de conciencia, la avidez se me presentó desde el principio como el primero de los males que debía erradicar. Porque yo había vivido ávido de libros y mujeres, de fiestas y relaciones, de sensaciones chispeantes y de una vida que tanto más se me escapaba cuanto más alocada era mi voracidad. Porque ¿cuántos viajes pensaba realizar?, me pregunto hoy. ¿O es que creía que llegaría a conocer todo el planeta? ¿Y cuántas mujeres pretendía poseer? ¿O es que pensaba que las seduciría a todas? ¿Y cuántos libros estaba dispuesto a leer? ¿Pensaba realmente que alguno me daría la sabiduría que buscaba?"
El olvido de sí, Pablo d'Ors, p.48-49
No quiero enrollarme mucho más, pero este párrafo da en la diana porque de nuevo me veo reflejado en esa avidez de cosas que al final sólo producen insatisfacción: viajes, chicas, libros, fútbol, podrían añadirse mil más. Durante mucho tiempo he vivido así sin darme cuenta, en esa búsqueda irreflexiva de mí mismo, y todavía hoy, aun sabiéndolo, me cuesta dejar de enfocar las cosas de esa manera. Pero lo interesante aquí es que en un par de párrafos el autor define esta forma de vivir que a mí tanto me cuesta expresar con palabras, demostrando una vez más la clase de enseñanzas que pueden sacarse de la vida de Charles de Foucald.
Y ya termino, espero que con lo que te he contado ya, querido lector, te haya entrado el gusanillo por este libro. Para mí ha sido todo un descubrimiento, tanto el autor como el protagonista, y espero leer más de ambos y contártelo en un futuro. Ojalá seamos capaces algún día de vivir en ese olvido de sí que Charles de Foucald llevó hasta sus últimas consecuencias.
Sé que llevo un tiempo sin escribir por aquí, querido lector, pero me alegra que sea para hablar de El olvido de sí, de Pablo d'Ors. De algún modo sabía que a pesar de todas las circunstancias que hacen que cada vez tenga menos tiempo para pasarme por este rincón, acabaría dedicándole unas líneas a este libro. Sobre todo con el objetivo de acordarme una vez pase el tiempo de por qué esta narración en primera persona de la vida de Charles de Foucald merece la pena ser leída.
"Aprender a esperar es lo más necesario en la vida, lo más difícil."
El olvido de sí, Pablo d'Ors, p.222
Escribir esta entrada me ha costado más de lo habitual porque no sé cómo encontrar las palabras adecuadas que puedan animarte a embarcarte en este libro y transmitir de forma precisa y veraz lo que he ido viviendo mientras lo leía este pasado mes de abril. En mi caso, leí El olvido de sí fiándome de la recomendación de una persona cuyo criterio valoro muchísimo, pero como parto de la idea de que mi opinión no tiene el mismo valor para ti creo que lo mejor que puedo hacer es contarte algunos momentos de la narración -hablar de todos sería imposible- en los que me sentí identificado, interpelado o incluso denunciado. Me siento ante esto como si me estuviera adentrando en un territorio inhóspito y misterioso, casi sagrado, donde el más leve movimiento o palabra fuera de lugar pudiera alterarlo todo. Después de leer esta obra creo que Charles de Foucald debió de sentirse así muchas veces, así que lo tomaré como un signo de que estoy abordando estas líneas de la forma apropiada, aunque advierto de que mencionaré algunas cosas que superficialmente no tienen nada que ver con el libro.
[A PARTIR DE AQUÍ PUEDE CONTENER SPOILERS]
Pero antes de ir más al detalle es preciso esbozar aunque sea ligeramente la figura de Charles de Foucauld (1858-1916), vizconde francés, militar, explorador, trapense y finalmente sacerdote eremita en Marruecos. Pablo d'Ors escribe en primera persona toda esta trayectoria vital como si de una biografía espiritual novelada se tratara, empezando por su infancia y ateísmo juvenil, desarrollando su conversión al catolicismo y terminando por su vocación religiosa, que le llevó a una vida ascética en el desierto del Sahara. Este argumento quizás pueda espantarte, querido lector, pero en realidad tiene mucho interés incluso si eres agnóstico o ateo, pues no deja de ser una oportunidad para seguir de cerca la experiencia mística de un ser humano, una forma de vida tantas veces situada en medio de paradojas: el solitario amante de la humanidad, el pobre que es el más rico de todos o el loco que resulta ser el más santo, el hombre que olvidándose de sí acaba siendo el hombre más consciente de sí mismo.
En este sentido, mi sensación personal mientras lo leía también se adentraba en esta paradoja, pues había momentos de la narración en que parecía que no hablaba de mí pero al mismo tiempo lo estaba diciendo todo. Era curioso porque mi estado de ánimo durante el tiempo que he estado leyéndolo era análogo al del protagonista. Si Charles de Foucald estaba viviendo una época de libertinaje centrado en sí mismo yo llevaba varios días pasando de todo; si él empezaba a ver claros ciertos aspectos de su vida que no aceptaba, algo concreto ocurría que me hacía abrir los ojos y entender partes de mi pasado; si él vivía una profunda crisis espiritual y tras un tiempo volvía a ver a Dios, yo pasaba igualmente por un trance parecido.
Es cierto que no me sentía identificado con un hombre rico que buscaba hacerse pobre (sobre todo porque mi naturaleza se inclina a todo lo contrario), pero el hecho de adentrarme en su vida y en sus pensamientos descubría aspectos de mí mismo que nunca había considerado de esa forma o había sabido expresar con palabras. Todo se ve mejor con un ejemplo:
"En nuestra sociedad actual hemos llegado a un nivel de confusión tal que identificamos al fanatismo con una apuesta decidida por una determinada verdad. Sólo cuando impide amar a los demás, una verdad o una moral deberían ser tachadas de fanáticas. Porque la verdad, sin amor, no es más que un ídolo. Y porque por exigentes que mi oración y ayuno hayan podido llegar a ser, jamás me han impedido comprender y amar a mis semejantes."
El olvido de sí, Pablo d'Ors, p.22-23
Este párrafo nada más empezar el libro fue para mí como una bofetada en la cara. Iba en el metro, y tanto me dolió que cerré el libro y repetí internamente la frase "La verdad, sin amor, no es más que un ídolo" durante cinco minutos. No sé si alguno de mis compañeros de vagón se fijó en mí en ese momento, pero estoy seguro de que mi agitación interior tuvo que manifestarse de alguna forma en mi cara. Porque ahí estaba yo. Me creo que siempre llevo razón y, aun teniéndola a veces, pierdo los frutos que da la verdad porque la digo sin caridad. Es decir, impido que los demás puedan acceder a esta verdad porque al decirla sin amor, el otro la interpreta como una sentencia, un juicio o una exigencia que decide rechazar. Un ejemplo sencillo: el hermano mayor que le dice a otro que tiene que estudiar y dejar de ver un reality show de lo más vulgar puede hacerlo por su bien, por amor a su hermano. O puede hacerlo simplemente por fastidiar o para que deje libre la televisión y así poder jugar él a la Playstation 4. La verdad es la que es, la diga Agamenón o su porquero, el hermano mayor. Pero al ser dicha por propio interés y el hermano pequeño darse cuenta, la verdad no da fruto. Resultado: el hermano pequeño no deja la tele y suben los decibelios de la sala. Es cierto que el hermano pequeño puede seguir en sus trece aunque la verdad sea dicha con caridad, pero si eso es realmente así el resultado final no será un conflicto.
Esta es la serie de cosas que hacen de este libro un descubrimiento continuo. Fragmentos como este aparecen de repente y se te quedan en la mente y en el corazón durante todo el día, mostrándote facetas de la realidad que no habías considerado de esa manera. Por si este ejemplo no fuera suficiente pongo uno más y termino:
"Es frecuente que los jóvenes, precisamente por jóvenes, se comporten con total imprudencia: que lean lo que cae en sus manos sin antes haber discernido si es bueno o no; que viajen sin preguntarse si ese viaje les construirá o destruirá; que conversen con desconocidos en la ingenua creencia de que de todos puede aprenderse. ¿Qué nombre puede atribuirse a quien no ha ejercitado el pensamiento y se ha lanzado a tomarlo todo con irreflexiva avidez?
En mis frecuentes exámenes de conciencia, la avidez se me presentó desde el principio como el primero de los males que debía erradicar. Porque yo había vivido ávido de libros y mujeres, de fiestas y relaciones, de sensaciones chispeantes y de una vida que tanto más se me escapaba cuanto más alocada era mi voracidad. Porque ¿cuántos viajes pensaba realizar?, me pregunto hoy. ¿O es que creía que llegaría a conocer todo el planeta? ¿Y cuántas mujeres pretendía poseer? ¿O es que pensaba que las seduciría a todas? ¿Y cuántos libros estaba dispuesto a leer? ¿Pensaba realmente que alguno me daría la sabiduría que buscaba?"
El olvido de sí, Pablo d'Ors, p.48-49
No quiero enrollarme mucho más, pero este párrafo da en la diana porque de nuevo me veo reflejado en esa avidez de cosas que al final sólo producen insatisfacción: viajes, chicas, libros, fútbol, podrían añadirse mil más. Durante mucho tiempo he vivido así sin darme cuenta, en esa búsqueda irreflexiva de mí mismo, y todavía hoy, aun sabiéndolo, me cuesta dejar de enfocar las cosas de esa manera. Pero lo interesante aquí es que en un par de párrafos el autor define esta forma de vivir que a mí tanto me cuesta expresar con palabras, demostrando una vez más la clase de enseñanzas que pueden sacarse de la vida de Charles de Foucald.
Y ya termino, espero que con lo que te he contado ya, querido lector, te haya entrado el gusanillo por este libro. Para mí ha sido todo un descubrimiento, tanto el autor como el protagonista, y espero leer más de ambos y contártelo en un futuro. Ojalá seamos capaces algún día de vivir en ese olvido de sí que Charles de Foucald llevó hasta sus últimas consecuencias.
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May 6, 2022
Me ha encantado. Fascinante
January 29, 2020
La biografia de Charles de Foucauld, el noble francès que ho va deixar tot per anar a viure al desert algerià i escoltar el silenci.
August 19, 2022
Pablo d'Ors escribe como los ángeles, si se me permite la expresión, dado el contexto en el que transitamos. Tiene la capacidad de un fluir espiritual que te arrastra con sencillez pero con precisión al lugar místico en el que vive. Esta vez lo hace de la mano de Charles de Foucauld, suerte de alter ego de hace un siglo en el que me parece que encuentra un alma gemela con la que comparte encrucijadas vitales, dudas y revelaciones. De hecho, hasta el segundo punto del primer capítulo, titulado convenientemente Confusión, no queda claro en boca de quien habla el narrador, si de Pablo, de Charles o si media incluso inspiración divina ("el protagonista de este libro no soy yo, sino Dios: yo solo soy un pobre e insignificante hombrecillo en quien Él, inexplicablemente, ha querido manifestarse"; p.24). Aporta un sugerente cáriz el título de la obra, en la que el autor hace un ejercicio de alejarse de sí mismo, paradojicamente en otra primera persona que relata el abandono de su ego.
Su relato de permanente iniciación puede resultar excesivo o radical en muchas de sus máximas o incluso repetitivo, pues pese a lo variado e intenso de sus viajes y tribulaciones, todo se demuestra ser el mismo itinerario interior. Ese drasticismo, leemos, es la consecuencia de la trascendencia clarividente de la fe del protagonista, seguirle en su devenir a través de la prosa de Pablo d'Ors es asistir al pálpito surrealista con el que se forja un anacoreta.
Finalmente y aunque no consigo tener una posición clara al respecto creo que tampoco se puede obviar un cierto sentido misionero o evangelizador en la composición de esta obra, eso si, realizado con una sensibilidad al alcance de muy pocos y con la pluma etérea y piadosa de Pablo d'Ors.
Su relato de permanente iniciación puede resultar excesivo o radical en muchas de sus máximas o incluso repetitivo, pues pese a lo variado e intenso de sus viajes y tribulaciones, todo se demuestra ser el mismo itinerario interior. Ese drasticismo, leemos, es la consecuencia de la trascendencia clarividente de la fe del protagonista, seguirle en su devenir a través de la prosa de Pablo d'Ors es asistir al pálpito surrealista con el que se forja un anacoreta.
Finalmente y aunque no consigo tener una posición clara al respecto creo que tampoco se puede obviar un cierto sentido misionero o evangelizador en la composición de esta obra, eso si, realizado con una sensibilidad al alcance de muy pocos y con la pluma etérea y piadosa de Pablo d'Ors.
September 30, 2023
En sus páginas, embriagan aquellos recovecos donde la especificidad de los anhelos humanos tintinean: el silencio, la humildad, la renuncia, la ausencia de ego...
Pero tintinean entre un mar de lugares comunes cristianos de aroma conservador coqueteando con lo reaccionario. Mucha mistificación del sacrificio hasta cotas masoquistas cuya finalidad,más allá de la verosimilitud histórica, es extraña. ¿Tan sólo se trata de cincelar un realidad biografica? No es el caso, dada la admiración sin fisuras a la que D'Ors se entrega.
Pablo d'Ors parece desgarrado entre la universalidad introspectiva, ética, abierta e inmanente de la meditación y, por otro lado, absorto por las fantasías virginales, puras y lacerantes de la tradición cristiana. Al final lo que tenemos es una hagiografía heroica carente de reflexión crítica.
Pero tintinean entre un mar de lugares comunes cristianos de aroma conservador coqueteando con lo reaccionario. Mucha mistificación del sacrificio hasta cotas masoquistas cuya finalidad,más allá de la verosimilitud histórica, es extraña. ¿Tan sólo se trata de cincelar un realidad biografica? No es el caso, dada la admiración sin fisuras a la que D'Ors se entrega.
Pablo d'Ors parece desgarrado entre la universalidad introspectiva, ética, abierta e inmanente de la meditación y, por otro lado, absorto por las fantasías virginales, puras y lacerantes de la tradición cristiana. Al final lo que tenemos es una hagiografía heroica carente de reflexión crítica.
December 27, 2025
Me l’aveva regalato il mio professore di religione del liceo e l’avevo dimenticato su uno scaffale… Non poteva che dare i suoi frutti proprio adesso, in uno di quei momenti di avversità che restano, comunque, difficili da “ringraziare”, come invece suggerisce qui Pablo d’Ors - Charles de Foucauld.
In un libro del genere ci si dovrebbe fermare su ogni frase, che è insieme gratuita e necessaria. Vi si troveranno, nel racconto di una vita straordinaria e anonima al tempo stesso, consigli di vita che sono stranamente simili eppure lontanissimi da quelli della mindfulness o dell’editoria automotivazionale. Che senso ha vivere il presente, prestare attenzione alle cose, rispettare quotidianamente abitudini rigorose, se l’unico fine di queste pratiche riguarda il nostro benessere immanente e materiale? Solo un fuoco più forte dell’autocontrollo nevrastenico alla base delle diete e delle buone abitudini ipermoderne ha reso feconda una vita di abnegazione totale come quella di Charles de Foucauld. E senza quel fuoco, le più collaudate ed efficienti routine del mondo, alla lunga, si rivelano sterili e risucchiano chi le pratica in un vortice di disciplina malata e fine a se stessa.
Avendo pochissime buone abitudini e una fede disastrosa e sempre alla ricerca di se stessa, ho apprezzato ancora di più un libro che, oltre a essere scritto benissimo, avvicina il lettore a una concezione della vita sempre più rara al giorno d’oggi. Quella di un io che, anziché ergersi a baluardo di ogni valore e opinione, si svuota di se stesso ed esaurisce la propria singolarità riversandosi nell’infinito che lo contiene. Esperienza metafisica e qui declinata nella versione cristiana, dovrebbe essere questo l’obiettivo dell’essere umano sulla Terra. Meno male che a volte ci sono libri che ce lo ricordano.
In un libro del genere ci si dovrebbe fermare su ogni frase, che è insieme gratuita e necessaria. Vi si troveranno, nel racconto di una vita straordinaria e anonima al tempo stesso, consigli di vita che sono stranamente simili eppure lontanissimi da quelli della mindfulness o dell’editoria automotivazionale. Che senso ha vivere il presente, prestare attenzione alle cose, rispettare quotidianamente abitudini rigorose, se l’unico fine di queste pratiche riguarda il nostro benessere immanente e materiale? Solo un fuoco più forte dell’autocontrollo nevrastenico alla base delle diete e delle buone abitudini ipermoderne ha reso feconda una vita di abnegazione totale come quella di Charles de Foucauld. E senza quel fuoco, le più collaudate ed efficienti routine del mondo, alla lunga, si rivelano sterili e risucchiano chi le pratica in un vortice di disciplina malata e fine a se stessa.
Avendo pochissime buone abitudini e una fede disastrosa e sempre alla ricerca di se stessa, ho apprezzato ancora di più un libro che, oltre a essere scritto benissimo, avvicina il lettore a una concezione della vita sempre più rara al giorno d’oggi. Quella di un io che, anziché ergersi a baluardo di ogni valore e opinione, si svuota di se stesso ed esaurisce la propria singolarità riversandosi nell’infinito che lo contiene. Esperienza metafisica e qui declinata nella versione cristiana, dovrebbe essere questo l’obiettivo dell’essere umano sulla Terra. Meno male che a volte ci sono libri che ce lo ricordano.
February 19, 2023
Esta ¿novela? ¿biografía novelada? Trata sobre la atribulada y sobrecogedora historia del gran Charles de Foucauld (1858-1916), un aristócrata francés convertido al cristianismo gracias a la fe y devoción que vio en el Islam. Pocas vidas tan conmovedoras y emblemáticas como la de este extraño misionero, que tuvo que pasar por ser explorador del Sahara, novicio trapense, recadero de monjas y hasta autor del primer diccionario francés-tuareg -entre otros tantos oficios-, antes de descubrir la amistad como el más hermoso regalo de una vida entregada al silencio. Las razones de esta aventura se encuentran en lo mucho que este hombre se escuchó de sí mismo, así como en su fiel e implacable obediencia a su conciencia. Herido por la pasión del Absoluto, quien más tarde fue conocido como 'el hermano universal' buscó siempre ser menos: una existencia más escondida, una entrega más anónima, una humildad más profunda... Fascinado por este deseo de abajamiento, el autor (Pablo d'Ors) se mete en la cabeza y en el corazón de este extravagante personaje. El resultado es una de las novelas más intensas de los últimos años. Vale la pena leerlo con calma y atención / AE
January 26, 2024
Magnífico libro que narra en primera persona la auto biografía de Charles de Faucould (1858-1916), aristócrata francés que ostentaba el título nobiliario de vizconde, (militar, explorador, cartógrafo etc...), para después abandonarlo todo, convertirse al cristianismo, ordenarse religioso y desarrollar su especial misión en el norte del continente africano (Argelia, Marruecos, Sáhara), y especialmente entre el pueblo tuareg.
Ermitaño, eremita, asceta, siempre buscando ese abajamiento personal e interior a través del silencio y la contemplación.
Unión en Dios y con Dios en ese olvido del sí, que da nombre al libro.
El que después seria conocido como el "hermano universal", nos enseña aquí como ser y solo ser, sin nada más, vasta para alcanzar la plenitud.
Deseo que su sueño de hermanar a cristianos y musulmanes; pues con todos está Dios, llegara algún día a ser realidad.
Pablo d'Ors rezuma amor por los cuatro costados en este libro, el cual nos inflama el corazón.
Gracias maestro por tu orientación en el camino...
Ermitaño, eremita, asceta, siempre buscando ese abajamiento personal e interior a través del silencio y la contemplación.
Unión en Dios y con Dios en ese olvido del sí, que da nombre al libro.
El que después seria conocido como el "hermano universal", nos enseña aquí como ser y solo ser, sin nada más, vasta para alcanzar la plenitud.
Deseo que su sueño de hermanar a cristianos y musulmanes; pues con todos está Dios, llegara algún día a ser realidad.
Pablo d'Ors rezuma amor por los cuatro costados en este libro, el cual nos inflama el corazón.
Gracias maestro por tu orientación en el camino...
December 22, 2024
Decidí leer este libro después de que cayera en mis manos "Biografía de silencio", que me ayudó en buscar en mi interior y a comprender el significado de la meditación. A pesar de que en este libro la capacidad literaria de Pablo d'Ors vuelve a brillar, se trata de un libro puramente religioso, cristiano; comprendo que este libro sea capaz de hacer palpitar el corazón cristiano de los creyentes, pero en mi caso hay un exceso de espiritualidad cristiana que se repite obstinadamente a lo largo del libro. Se me hizo espesa y aburrida su lectura, con continuas apelaciones a Dios y a Jesucristo. Desde el punto de vista literario nada que decir, pero desde el punto de vista del mensaje sólo se lo recomiendo a creyentes cristianos.
February 14, 2022
“Nunca se piensa lo suficiente en lo extraordinario que es ser amados por Dios.”
Un libro buenísimo que cuenta en forma de novela la vida aventada de Charles de Foucauld. De ateo, enojón y sumergido en el mundo a monje, ermitaño y contemplativo. Cuenta muchas experiencias sobre el ayuno, la contemplación vivida en la cotidianidad, el silencio y el abajamiento como camino. Muchas reflexiones que dan respuesta a problemas actuales.
Hay partes que pueden parecer exageradas o extremas pero como decía Charles: “Los que aman saben que el amor es siempre exagerado, que no hay amor sin exageración”
Un libro buenísimo que cuenta en forma de novela la vida aventada de Charles de Foucauld. De ateo, enojón y sumergido en el mundo a monje, ermitaño y contemplativo. Cuenta muchas experiencias sobre el ayuno, la contemplación vivida en la cotidianidad, el silencio y el abajamiento como camino. Muchas reflexiones que dan respuesta a problemas actuales.
Hay partes que pueden parecer exageradas o extremas pero como decía Charles: “Los que aman saben que el amor es siempre exagerado, que no hay amor sin exageración”
April 22, 2025
El libro para mí comienza bien, pero termina mal. Muy mal. Es ingenuo o decididamente ignora los problemas éticos de la evangelización y colonización francesa en Africa. Para alguien de un país que sufrió la colonización, puedo ver lo problemático que es que todavia hoy se escriban biografias que idealizan sin problematizar la imposición cultural de los imperios europeos.
Quizas es una lectura interesante para un creyente, pero resulta sumamente pesado y cursi para mi gusto.
Quizas es una lectura interesante para un creyente, pero resulta sumamente pesado y cursi para mi gusto.
May 19, 2020
Gran retrato sobre Charles de Foucauld, el fundador de una iglesia sin seguidores que más tarde serían legión. Todo un tratado sobre la importancia de la atención. A veces es algo áspero, como el desierto, de leer, pero aporta un valor que no se olvida.
May 20, 2024
La historia de Charles de Focauld, en letras de Pablo d'Ords. La vida de un sacerdote, monje, musulmán, cristiano, un místico itinerante, un eterno peregrino, amigo del desierto, un tuareg, un ermitaño, un santo. Preciosa biografía
April 14, 2019
Una auténtica maravilla, vengas de donde vengas. Este libro es como una duna, como un desierto. Sin embargo, nos quita la sed. Pablo D'Ors escribe de manera precisa.
November 23, 2020
Un gran libro. La parte final es una guia para vivir feliz muy eficaz.
January 12, 2022
Uno de los mejores libros que leí en mi vida! Pseudo autobiografía de Charles de Foucauld
February 27, 2022
¡Necesitamos guardar silencio! Una novela que nos recuerda lo importante… UFFFF
April 23, 2022
Todo lo que puja por salir de mí, tanto críticas como halagos, solo sacan a relucir el triunfo de este libro sobre mi indiferencia.
(Cierta es mi predilección por las biografías y por la mística)
(Cierta es mi predilección por las biografías y por la mística)
December 26, 2022
la categoría de un hombre se mide por la calidad de sus renuncias
May 31, 2023
Magnífico alimento espiritual. Mientras me acompañó hizo bella mi vida y me transformó en un contemplativo un poco más.
November 16, 2024
La historia es interesantísima y empieza muy bien pero me costó mucho seguirla.
June 26, 2025
Biografia envolvente e perturbadora de S. Charles de Foucault.
November 24, 2025
Mado che vita che hai… però bravo
February 22, 2019
Me ha encantado esta “hagiografía novelada en primera persona”, aproximación sumamente peculiar. Recomiendo el comentario en GoodReads de LaViajaPiragua, que suscribo enteramente, especialmente cuando dice: “(…) la narración tiene verdadero interés, se podría decir incluso que resulta fascinante, y no sólo para los lectores religiosos, sino también para aquellos de entre los agnósticos o ateos que sean curiosos e inteligentes porque no hay muchas ocasiones como ésta para poder seguir tan de cerca la experiencia mística de un ser humano, esa forma de vida siempre en equilibrio entre la locura y la santidad; entre la marginalidad y la ejemplaridad; entre la pobreza externa y la riqueza interior”. Las peripecias vitales de Charles de Foucauld son, además de históricas, muy novelescas y entretenidas, y narradas con esa prosa de D’Ors tan elegante y fluida, aunque a veces con algún error sintáctico coloquial que se podría haber evitado con una revisión editorial añadida.
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