Una escritora peruana en Buenos Aires rememora la historia de un accidente llamado familia. Accidente que se prolonga durante años como una herida mal cicatrizada, signo de interrogación que hurga, interpela y desfonda. Compuesta de recuerdos finamente hilados al tiempo de la intimidad, la novela se revela como un ajuste de cuentas entre una mujer y sus padres: narrativa filial con la que la escritura aspira a disipar olvidos, esparcir cenizas y replantear distancias. Pero también, como una declaración de amor y de duelo que no excluye la memoria del maltrato ni la búsqueda de una independencia que autorice al personaje a dejar de ser hija.
Ha escrito los libros de relatos Aquí hay icebergs (La Perra Gráfica, Bolivia, 2018 y Penguin Random House, Perú, 2018), Algo se nos ha escapado (Criatura Editora, Uruguay, 2013 y Borrador Editores, Perú, 2011) y la novela: Nunca sabré lo que entiendo (Planeta 2018 y 2014, Perú). Sus cuentos aparecen en antologías peruanas y extranjeras. Su obra Siete olas fue presentada en Microteatro Lima. Trabaja como guionista de cine, columnista y tallerista. Entre septiembre y octubre de 2018 fue invitada a Pekín como residente del programa internacional de escritura de la academia de literatura Lu Xun. Cursó la maestría en Escritura Creativa de la Universidad Tres de Febrero en Buenos Aires.
A primera vista, un testimonio: de la familia, los duelos, la ciudad, la violencia. Nos lleva al centro de una familia en esa Lima de los 80’s y 90’s, con sus inseguridades, angustias y ternura. En la presentación de la novela en la Feria del Libro de Lima hablaban que es un texto sobre la madre, con una mirada llena de matices. Pero para mí el libro termina siendo una celebración a la vida y a la escritura—dos actividades que van de la mano. Es tomar la decisión de a pesar de todo (o por eso mismo) de mirar la vida y lo que nos traiga con ternura y una curiosidad inagotable. Se trata de persistir. En la vida y en el lenguaje.
Katya Adaui escribe desde la memoria y, por lo tanto, sus textos carecen de linealidad temporal, pero logran conmover a quiénes los leemos, pues evocan nuestras propias vivencias y cuestionamientos. En “Quiénes somos ahora”, la autora se inmiscuye en los recuerdos de su protagonista para relatarnos no solo su vida familiar y las bases y columnas sobre la que esta se construye / destruye, si no que también nos muestra los lugares más íntimos de la relación de una hija con su madre y las formas en las que la primera de ellas construye su autonomía, alejada de la carga maternal de su progenitora.
Como la memoria, el texto de Adaui oscila entre tiempos (el ayer y el hoy) y lugares (especialmente Lima y Buenos Aires). Como la memoria, sus evocaciones son extensas y breves, a veces textuales y otras metafóricas, a veces contemplativas y otras cuestionadoras. No pude dejar de recordar a Arnie Ernaux, la última ganadora del Premio Nobel de Literatura.
Hace mucho tiempo que considero a Adaui mi escritora peruana favorita. El suyo es siempre el primero de los nombres en mi lista de recomendaciones de literatura peruana. Por eso, me alegra demasiado reconocer en “Quiénes somos ahora” a su mejor versión, hasta ahora.
Me costó un poco adentrarme en el estilo de Adaui, pero una vez que lo hice la lectura fluyó. Disfruté mucho la forma en que muestra como la cotidianidad nos afecta y transforma
Esperaba mucho de este libro, pero fue una gran decepción. Escribir una novela fragmentada supone muchos desafíos, pero el mayor y el que no es capaz de superar este libro es establecer cuál es su eje y mantenerse fiel a este. La escritora lo intuye, o lo sabe: el centro de su historia es la relación con sus dos padres, en especial el conflicto relacional con la madre. Sin embargo, se ensaña en arrojar apartados que no tienen nada que ver con ello y que no logran construir un sentido simbólico. En cambio, te dispersa la atención y disminuye tu interés. El tiempo también que utiliza confunde al lector, pues no hay una secuencia de acciones en una línea cronológica establecida. Así que el conflicto y la tensión están completamente diseminadas, aparecen como un chispazo en los fragmentos que sí pertenecen al eje y así como surge se desvanece apenas nos cuenta que un amigo suyo (que nunca más aparece y que no importa en la historia) le envía un mail. Lo complicado de este libro es que las necesidades del fondo quedan aún más expuestas con las decisiones de forma: ¿Por qué tanta elipsis? ¿Por qué tantas oraciones que no llegan a ser frase completa? ¿Por qué prefiere perder el ritmo de la imagen poética que intenta construir siendo este uno de los principios del placer y la estética de la poesía? Tenía una gran historia entre las manos, unos personajes increíbles, muy diferentes entre sí, cada uno con grandes dificultades y con una relación muy controversial y aún así bella. Quizá la autora aún no estaba lista para hablar de ello de manera literaria. Hay muchas cosas que temo solo entenderá su familia y allegados pues el sentido está oculto, así como varios momentos álgidos lo están: cómo no ahonda en el intento de suicido, por ejemplo. Y bueno, la edición perversa, demasiados error de tipeo ¿Cómo random house descuida detalles tan mínimos?
Honestamente, lo terminé a costa de la disciplina de comenzar y terminar lo que leo.
Adaui no ofrece consuelo, pero sí una compañía literaria necesaria y personal. Es como un espejo en la mañana. Identitaria y en clave íntima, esta novela audaz tiene una estructura bien acoplada con la historia central y una prosa muy afilada.
A partir de un accidente familiar describe las heridas del accidente llamado familia, como lo dice el paratexto de la descripción.
Una voz lúcida de la narrativa latinoamericana que teje un tapiz de relatos autobiográficos sin concesiones cuestionando qué nos define cuando la geografía y los afectos se resquebrajan.
Primera novela que leo de esta escritora. Recomendada.
Poético y narrativo. Adahui narra con los signos de puntuación. Es una lectura discreta y me sentí muy identificada porque habla sobre sus padres, sobre su vida, sobre su amor y su perrita. Nunca me canso de leerla. Que vengan más!
Muy lindo y entrañable. Un libro con corazón que te lleva de la mano por un recorrido cercano y lleno de significantes. Un canto a sanar vínculos y madurar la mirada. Recomendable.
Katya no escribió una novela. Hizo un poema muy largo, narrativo. Como en su momento lo hizo Dante.
Digo algo muy importante. Lo sé con la conciencia de quien tiene la Divina Comedia como su libro favorito, el que se llevaría si solo pudiera tener un libro en una isla, en un naufragio.
Katya entregó su biografía (lo que va de ella) para que cualquiera se encuentre a sí mismo en su infancia, su adolescencia y su adultez. Y lo hizo de forma tan armoniosa que el lector la acompaña a bailar entre páginas, a saltar, a soltar el manubrio de la bici que todos tuvimos con rueditas alguna vez.
La escritora peruana tiene un logro que los novelistas no suelen alcanzar: hace que el lector quiera copiar su prosa y reseñar también con poesías. Como hago yo ahora mismo, lo disfruto y sonrío. Mil veces gracias, Katya. Porque la poesía es el primer amor de todo lector.
En la contraportada, Marta Sanz dice que “hacia el final la prosa casi se transforma en poesía”. Perdón, señora Marta. Se equivoca. Desde la primera línea [“En 1986, yo tenía nueve años y todos los augurios se anunciaban en el cielo”] se trata de poesía.
Un lenguaje que danza, una pluma que recuerda y una historia que cuenta demasiado. Porque ahora sé, todos sabemos, lo barato de los cigarros que fumaban sus papás, de sus operaciones y “fallos” genéticos, de la vez que su cabeza se quedó atrapada en los barrotes y soñó con vivir leyendo, de cómo todo terminó y cómo se transformaron en lo que ahora son, ella, su hermana y las cajitas que se hundieron en el pacífico.
Tantas páginas marcadas y tantas rayitas hechas. Mi favorita, con alegría y barbilla por encima del hombro (¿por qué?) que su papá le quiso poner Alexandra cuando nació. Mi nombre, ahí mismito.
“Quiénes somos ahora” es un regalo. Adaui nos regala sus íntimos recuerdos, sus vivencias y experiencias, con sus padres, con la vida, la casa, las vacaciones, la escuela, los libros… con todo. Y uno no puede hacer más que agradecer, porque ante un buen libro —de esos que se quedan con uno— no queda más que dar las gracias.
📙 ¿Quiénes somos ahora?: Una familia fragmentada. La madre, una mujer atribulada con porte de estrella de Hollywood y bipolar, el padre, un hombre tranquilo, los hijos dos niñas y un niño que tienen una infancia dura. La historia se trenza con el presente, y en un ir y venir de la memoria, se va completando el personaje y sus respuestas a la vida.
🗣Opinión: El libro del mes de El club de la delicia nos trajo la última novela de la gran escritora peruana Katya Adaui. A ella la conocí haciendo un taller de escritura y aprendí algunos elementos de su hacer que se reflejan en este libro.
La obsesión de encontrar las palabras precisas: Katya no abusa de adjetivos, ella busca el que necesita y da vueltas en ese rastreo hasta quedar conforme.
El juego dialectico: No es lo mismo abrazar que abrasar, aunque un abrazo puede ser abrasador si el calor que emite llega a penetrar al abrazado. La autora se divierte con los cambios que una letra hace en el lenguaje y sus diferencias.
Navegar en un mundo conocido: Se alimenta de su historia, de sus experiencias. Algo que no da una historia lineal, sino un ir y venir de la memoria.
No puedo contarle más sin arruinarles la experiencia lectora.
🔊Recomendado para quienes gusten masticar los textos y sus significados.
No hay un estilo como el de Katya Adaui. Tal vez no sea para todo el mundo; sí, puede que algunos párrafos te parezcan casi como poemas. En esta novela, hay mucho que no se dice explícitamente, pero se entiende, o al menos yo lo entiendo, quizás porque somos del mismo país. No lo sé, pero creo que Katya escribe con un desprendimiento total. Esto es evidente en las partes de la novela que dejan dudas deliberadas, mientras que otras se sienten demasiado familiares.
Eso es lo que sentí con esta novela: una invitación a conocer una parte de la historia de una familia. Es una historia a veces desordenada en el tiempo, pero, al fin y al cabo, es una familia.
Sentí la manera de Katya de ver el mundo propio, de los ojos hacia adentro sin perder detalle del exterior: el espacio físico, la casa de la infancia con sus llenos y vacíos provistos por quienes compartieron la ruta con nosotros. Sin necesidad de recorrerla, recordé la mía, a los míos, funcionó como una guía hacia el pasado, hacia lo que permanece latente en nosotros, aquello que no se va, lo que somos.
Me encantó. Lo sentí cercanísimo. La novela está hecha de memoria, de evocaciones, y su lectura me acercó a la experiencia de los personajes pero también a mi propia memoria, a mis nostalgias, culpas, cuentas sin saldar. Me sentí interpelado, por lo tanto, y varias veces tuve que interrumpir la lectura para pensar más profundamente en alguna situación de mi propio pasado. Este me parece un logro extraordinario de la novela. Totalmente recomendable.
Es un libro conmovedor, de mucha ternura y también mucha dureza. La lectura se acomodó al corte de párrafo y la forma de maquetar el texto que me dispuso rápidamente a la poesía. Es un texto que ha mirado contemplando y dicho ahí donde no se dijo nada, dice de la familia, de la infancia, de la hermandad, y acerca de cómo se escribe todo eso. Admiro un montón el trabajo de unir toda esa intimidad y darle un título así.
Yo no dudo del talento de Katya, es buena haciéndolo y sintetizando. Pero a veces hay escritores que no saben cómo contarnos su vida o creen que es demasiado relevante para narrar un libro de más de 200 páginas. Y aquí no creo que se logre alguna de las dos. Los pasajes pueden llegar aburrir aunque sean cortos. Esa fue mi percepción.
El libro es leible y corto, lo cuál es bueno. El estilo narrativo me parece una cosa espantosa, tuve momentos en que quise dejar de leerlo pero era tan corto que decidí terminarlo, en realidad no deja mucho, pero está bueno para pasar el rato
primer libro terminado del 2023! soy fan de katya y este libro no me decepcionó. hay algo en el desorden de las ideas y sucesos que me encanta porque siento que así fluyen los recuerdos (y la sinceridad).
Lima gris de los ochenta y los secretos de familia que, horror, todos tenemos pero que pocxs nos atrevemos a contar con tanto detalle. Disfruté los momentos más específicos, de nombres propios y sabores particulares, de cuerpo que fluye, late, se deshace en el mar.
Una novela ágil y atrapante. Una prosa rápida, sofocante, violenta, cómo los vínculos que se van desarrollando en la trama y que presentan la vida de una familia feroz. Muy recomendable y movilizador.
Un relato muy franco. Con frases escuetas, punzantes y poéticas. Encuentre belleza en el drama y la contrasta... no sé hasta qué punto representa una reconciliación con la familia.
Nunca había leído nada d ella, gran descubrimiento!
Es un libro que está escrito de una manera muy particular. Es interesante la propuesta narrativa original en ritmo, en sintaxis. Sin embargo es un tema demasiado especifico con el que no contesté. Tenía matices muy marcados de crónica familiar y no logré que me significara algo.
Prachtig boek. Vrouw krijgt terug op haar jeugd en de rol van haar ouders. Vooral de moeder (een vrouw met psychiatrische episodes) vervulde een heel dubbelzinnige rol: het ene moment heel dichtbij en lief, het andere moment dreigend en onherkenbaar vreemd. Met veel gevoel geschreven.
Un libro que acompaña la vida de la narradora, lectura distinta que cuesta acostumbrarse pero permite entrar en la dinámica. Una madre difícil y cosas de la vida.
Una historia de crecimiento que se cimenta en la ausencia de la madre y toda ésta cómo mueve ¿los hilos? para gestar la propia historia y la de toda la familia.