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430 pages, Paperback
Published August 1, 2022
¿Te has puesto a pensar cómo es que la vida parece ser de una determinada manera y de pronto ha cambiado a otra totalmente diferente? Como si una sola persona viviera distintas realidades de una misma vida en un lapso corto de tiempo. Un día estás disfrutando de la dicha de estar sano y al otro te llega la noticia de que padeces cáncer, lupus o, ¿por qué no? Un defecto en el corazón. Un día ríes y al otro estás de luto. Eres una persona en un momento y en el minuto inmediatamente siguiente la vida te podría obligar a ser alguien que nunca pensaste. O también puedes ser como yo y darte cuenta de que estás riendo y eres feliz y al minuto siguiente afrontas una realidad que habías olvidado...Hannah sabe que está enferma, también sabe que es mucho más grave de lo que hace creer a su padre y su hermano menor.
Y todo cambia.
Hannah, sea cual sea su futuro, siempre recuerda que tienes dos maneras de vivir la vida. La primera es solo existiendo, pasando por el mundo de la misma forma en que una nube atraviesa el cielo: Lenta, imperceptible y sin un rumbo claro, sin dejar ninguna huella.Pero Hannah es mucho más que solo una persona enferma. En realidad, es una estudiante de leyes excelente, que acaba de ganar una pasantía en Nueva York junto a su novio... bueno, ex novio.
La segunda es mucho mejor. Es siendo extraordinaria y dejando que el brillo que hay en ti arda en cualquier momento y lugar. Quiero que estés en este último grupo, Hannah. Quiero que mi hija sea extraordinaria aún en los momentos grises. Quiero que nadie apague tu luz. No quiero que vivas la vida sin un rumbo. Quiero que disfrutes cada segundo de tu vida.
Si había algo que siempre me conquistaba de la vida era las veces en que se ponía juguetona y caprichosa y regalaba momentos espontáneos como esos. La forma en la que te levantas un día pensando que la rutina será la protagonista de las veinticuatro horas que siguen, pero de pronto pasa algo inesperado que te saca de ello y te da la oportunidad de vivir algo nuevo que se transforma en un privilegio que guardarás dentro de ti siempre y podrás recordar con una sonrisa en el rostro, sabiendo que ese día en particular habrá valido la pena.Así como no lo es para ella el dolor que desprende él.
Un día para recordar siempre.
Eso sí que era un regalo.
¿Has fingido alguna vez? ¿Has fingido tan bien que de pronto ya no reconoces quién eres en realidad? ¿Te has mirado al espejo y te has preguntado qué es lo que escondes? Pero ya no tienes identidad. La has perdido. La has escondido tan bien que ignoras el lugar. Ya no recuerdas cómo eras antes de esas sombras que te cubren. Sombras que tú elegiste y vestiste, porque son cómodas. Porque así somos, seres vivos que evitan el cambio, que necesitan seguridad, aun si ello les arrebata todo a su paso.Debo decir que disfruté enormemente este libro.
Hay muchas formas de decir adiós. Un beso. Un abrazo. Unas palabras. Una carta. Una mano alzada. Una mirada. Pero siempre he creído que la vida te pone en determinados momentos para darte la oportunidad de despedirte. Siempre he tenido miedo de irme y no volver. De ser como mi abuelo, que salió por la puerta de la casa creyendo que volvería y nunca volvió. Siempre he tenido miedo de no dar el último beso o sentir un abrazo por última vez, porque, ¿quién piensa en eso cada vez que va a comprar al supermercado? ¿Quién piensa en un «adiós» como el último? Sin embargo, creo que la vida es lo suficientemente astuta como para darte un empujón. En el fondo, siempre terminamos pensando: «Tuve la oportunidad y no lo hice». Así es que no hay excusas. La vida de alguna u otra forma, se ingenia para hacerlo. Para ayudar.Demoré muchísimo en terminarlo. Nunca por aburrimiento, al contrario, el libro me atrapó de inmediato.
Y ese fue, tal vez, el razonamiento más pobre y triste que pude haber escuchado. No, no vivimos en Disney ni somos parte de un cuento infantil. No existen los felices para siempre ni tampoco los príncipes.Esta es una historia que nos muestra cómo podemos seguir adelante, sin importar lo difícil que nos haya tocado vivir. Sobre todo, si tienes a las personas correctas a tu lado.
El ser humano está muy lejos de todo ello y tal vez esa es la razón de por qué inventaron todas esas historias, debe ser la única forma de sentir que somos parte de algo mágico, leyendo o viéndolas a través de una pantalla. Pero me negaba a creer que era algo escaso. No era perfecto, pero escaso... Jamás. Quería creer que todos estábamos hechos para alguien, no importa si fuese algo que se nos dé bien o no.
Todos merecíamos a alguien.
Yo necesitaba creer en ello.
En el amor.
En la vida.
En los milagros.
Las etapas no se viven como la gente cree. No superas una para llegar a la otra. No. Las etapas del duelo son agobiantes. Se viven por separado, pero también juntas. Llegan todas de golpe o quizá con meses de diferencias, pero jamás pude conocer la última.Lo recomiendo muchísimo, y muero por leer la segunda parte.
Aceptación.
Porque aceptar significaba dejar atrás.
Y yo no quería dejarla atrás. No quería soltar.
Nunca fui de los que iban a misa. No creía en Dios ni en los milagros. Siempre pensé que ese tipo de cosas era para personas que necesitaban algo de qué aferrarse, porque la vida los había maltratado tanto que ya no se podían sostener con sus propias fuerzas. Yo, en cambio, había aprendido a caminar con las piernas rotas. El dolor era más soportable que la decepción de un milagro no concedido.
Lo cierto es que no soy buena persona. Lo cierto es que solo quería sentir que mi vida había valido la pena y eso me convierte en egoísta y las personas egoístas no son buenas personas.
No podía permitirme cruzar la línea y tener esperanzas de que algo pudiese funcionar después de ella, porque lo cierto es que la esperanza y la fe es una peste silenciosa que se expande por la raza humana. Es peligrosa, porque te eleva, te hace llegar a lo más alto y de pronto, sin previo aviso, desaparece. Te azota contra el suelo y parte en dos tu alma y los pilares que te sostienen.
Puedes proyectarte sin miedo, de eso se trata la vida: Intentar que sea una aventura. La mejor aventura que puedas crear para ti.Esta última en verdad solo es un extra porque no puedo estar más de acuerdo con Adam y su odio al invierno xD.
—Lo digo en serio, amo el invierno. La lluvia en la cara, el olor del césped mojado, el chocolate caliente en los labios y el vaho saliendo de la boca cuando lo tomas.
—La gripe, los pies mojados, la nariz roja y la piel partida por las heladas matutinas—añadió rápido.