Hace calor y no hay agua. La escritora camina por encima de la respiración de los sapos y de los ladrillos enterrados como si fueran lingotes de oro. ¿Qué hacer: mirar por la ventana cómo el gato persigue al ratón o volver a la computadora? Las tranqueras de los campos de la pampa quedan abiertas de día como las palabras de los amigos que invitan a pensar. ¿Vivir o escribir? Las rajaduras en el asfalto se interpretan como señales, las fantasías se desatan a la hora de hacer gimnasia y las grúas dan por muerto lo que todavía está vivo. En un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, rodeado de campos sembrados de soja, casas de fin de semana que se multiplican como libros, y yuyos con propiedades para curar y alimentar al mundo entero, la escritora sale a dar la vuelta al perro hastiada de que todo lo que la rodea tenga un sentido productivo. ¿Se podrá escribir contra el sentido? La escritora camina y encuentra a los hombres reunidos delante de una casa bajo el aguaribay más grande del pueblo, cuentan historias entre chatarras, como si fuera la versión pampeana del salón literario. Observa a las liebres, va en moto a comprar huevos, charla con la vecina, inventa preguntas que podrían acercarla a vislumbrar lo sagrado.
Cynhia Rimsky nació en Santiago de Chile, en 1962. Ha publicado Poste restante, La novela de otro, Los Perplejos, Ramal, Fui, El futuro es un lugar extraño, En obra, La revolución a dedo. Escribe crónicas y columnas para diversas revistas y da clases en la UNA. Vive en Argentina desde 2012.
Le había puesto 2 estrellas, pero tras escuchar las experiencias de lectura de mis compañer@s de taller, me gustó más. Así que 3 estrellas. Espero releerlo.
No es mi estilo de libro, pero creo que para una tarde relajada, tipo cuando de verdad estás tan relax que puedes sentarte a leer sin culpas y sin ni una tarea pendiente, es una muy buena compañía, ya que es como dar un paseo y divagar un poco, de cosas importantes y no tanto.
La forma en que este libro llegó a mis manos es curiosa. Hace alrededor de medio año compré de manera casi fortuita "Poste Restante" de Cynthia Rimsky, sin conocer a la autora. La sorpresa que me llevé fue tal a lo largo de su lectura que apenas lo terminé corrí a recomendarlo en mis círculos cercanos de lectores. De aquellas personas que recibieron con brazos abiertos mi sugerencia, una decidió comprar "La vuelta al perro" de la misma autora y, para mi asombro, acabó por regalármelo porque no cumplió sus expectativas, por lo que lo recibí con una mezcla extrañamente simultánea de desconcierto y anticipación por la oportunidad de leer otra obra de Cynthia Rimsky, publicada casi 20 años después que Poste Restante, de forma totalmente inesperada.
La vuelta al perro es un compendio de reflexiones elaboradas por la autora durante el surrealista periodo de la pandemia, el que tuvo que atravesar en una casa apartada en un recóndito pueblo argentino. La obra está narrada de forma hábil, perspicaz y sensiblemente observadora, con esa prosa profundamente melancólica, contemplativa y reflexiva desde una suerte de inocencia madura, que a ratos hace alarde de ese humor del tipo "reir para no llorar" que tanto caracteriza la pluma de Rimsky. Sin embargo, en algunos momentos me pareció que la autora le dio más peso a la forma que al fondo, y ciertas ideas no acabaron de cerrar para mí, dada la complejidad y suerte de "anacronismo verbal" con el que son presentadas. No niego la posibilidad de que esto puede ser una apreciación totalmente personal, pero preferí aquellos pasajes en los que la autora simplemente fluye en sus reflexiones, sin buscar embellecerlas más allá de su valor intrínseco.
De todos modos, es una lectura que disfruté mucho, me sacó más de una sonrisa, me apretó el corazón en un par de momentos, y me hizo pensar más allá de sus líneas. Gracias, Isi, por escuchar mi recomendación, y perdón por no haberle achuntado.
La escritora vive en Argentina desde el 2012, en el pueblo de Azcuénaga, a 120 kilómetros de Buenos Aires. Cynthia Rimsky construye un relato híbrido, entre crónica, ensayo y testimonio. Detalla la vida cotidiana en el pueblo donde vive, nos enteramos de problemáticas domésticas y vecinales, en una especie de indagación literaria-sociológica sobre los vecinos y el territorio que habita, que explora, que recorre, con una mirada atenta, a veces certera; a veces especulativa. También encontramos recuerdos sobre su origen, su familia, sus padres y reflexiones sobre su oficio de escritora, en el contexto de un sistema productivo que tensiona el proceso creativo. El texto se acompaña de unas fotos difusas de María Aramburú, que actúan como un correlato de lo que fluye y se transforma en la corriente de los días y de la escritura.
Una vida en común con insectos, animales, el ciclo de las plantas, un motor de la bomba de agua que tiene medio siglo, una motoneta blanca, vecinas y vecinos que como la narradora viven en el campo. Una comunidad que se las arregla para sobrevivir al calor, la muerte de las abejas, el viento, el descuido del estado, la pandemia. Una comunidad que sin saberlo ha borrado las barreras entre las especies y debe arreglárselas sin agua. Al final igual llueve, y la lluvia hace emerger anécdotas de la vida anterior: una carnicera que antes cuidaba una escuela, una profesora jubilada, una escritora que debutó a los 32 años. Hermoso libro. Lo mejor que he leído en un buen tiempo
No es un libro para cualquiera, para disfrutarlo tenés que aceptar el aburrimiento, sentirlo. Como volver a tener 5 años y estar solo en el patio, un día de enero a la hora de la siesta.
Es un libro que se disfruta más estando de vacaciones o descansando en el medio de la naturaleza. No hay que buscarle la trama o el sentido, simplemente sentirlo.
No podría decir por qué me gustó tanto o por qué lo recomendaría, creo que vale la pena leerlo y si no podés conectar, me parece un gran libro para guardar y retomarlo en el momento indicado.
Primera vez que leo a esta autora y estoy gratamente sorprendida, sus relatos sobre el lugar donde vive, las personas que la rodean, tienen un estilo super interesante. Las descripciones son muy buenas, te permite soñar por un momento que podés estar ahí. Son relatos cortos que están relacionados, pero sin problemas pueden leerse separados y sin vincular
encuentro muy linda la idea de escribir sobre vecinxs y calles porque creo que armar comunidad es un arte que, si bien nos hace humanxs, se ha ido perdiendo con el tiempo. me gustó mucho la narrativa de Rimsky y me dieron ganas de andar con una libreta para escribir sobre todos los lugares en los que he estado y estaré. no tengo más que decir, me gusta.
"Estamos tan emocionados con el agua fresca que viene de la tierra que nadie se anima a apagar el moto; saciada la sed y el calor, nos quedamos escuchando".