El libro de Camila Sadi abre con una cita inusual: un párrafo entero del filósofo judío-austrohúngaro Karl Kraus se despliega como un audaz manifiesto de escritura. En ella, Kraus parece proponerle a Sadi una escuela de literatura, también un desafío. Frente al carácter trágico de los tiempos que corren, dice Kraus, el lenguaje, en toda su capacidad de insubordinación, parece retrotraerse del mundo de los adultos y volverse hacia el imperio de los niños. Sadi toma la posta casi como si fuera una consigna, y se propone a escribir justamente eso: una novela en clave de niño donde la juventud no sea un impedimento, sino más bien una forma de extranjerizar y denunciar al mundo imposible en el cual nos encontramos levitando como autómatas. Se inscribe entonces en la tradición del flujo de conciencia de Virginia Woolf y de la meditación filosófica de Descartes, pero con inocencia creativa. Construye un mundo como desde cero, servida de una sintaxis trunca y la confianza en la palabra recuerdan, por momentos, a la apoteosis parcial de cualquier obra de Clarice Lispector. Con esta primera novela Sadi abre un camino literario amplio, lleno de aquella prosa inventiva, sagaz, renovadora.
La gente no entiende por qué quiere. Nada más saben que algunas cosas los pone contentos y otras tristes, y tienen sueños prefabricados, y a veces me pregunto si el mío será uno.
A través de relatos cortos y llenos de imágenes tangibles, Camila Sadi desarrolla todo un universo en el que sus protagonistas nunca dejan de pensar y preguntarse, nunca dejan de curiosear por los rincones de los espacios en los que viven. Además, y no me nos importante, qué hermosa pluma, qué hermosa la narración, qué hermosa esa manera de escribir oraciones no como si fueran unidades del discurso, sino como si fueran algo más, como si fueran parte de la anatomía del mundo.
Honestamente lo compré sin saber nada, me gustó el título y la edición. Resultó ser una grata sorpresa. Es un libro distinto, entre el diario y la ficción del yo, explora la intimidad de su protagonista a una con una prosa bella y sencilla. Un plus, las citas que dan inicio a los capítulos me llevaron a querer explorar otras lecturas. Me encantó.
La apuesta por textos que encaran un uso del lenguaje y una narración novedosos, me volvieron fiel lectora de las publicaciones de Leteo. Este título no me defraudó en lo más mínimo.