"Dos obras de excelente calidad en que se demuestra lo propuesto por el autor en el prólogo: que con el uso y poder de la palabra se pueden construir textos que ayuden a rescatar al espectador que ha abandonado el teatro debido a que el lenguaje es relegado a un plano secundario. En la primera obra se plantean varios problemas contemporáneos: relaciones de parejas, de generaciones, de socios de negocio. La segunda, muestra un juego en que se trata de revivir el argumento de una novela, y termina en la destrucción de una joven inocente"--Handbook of Latin American Studies, v. 58.
Nacido en 1926 en Santiago, Egon Wolff fue uno de los principales dramaturgos de la llamada generación literaria de 1950. Como hijo de un estricto ingeniero alemán inmigrante en Chile y de una dueña de casa chileno-alemana, ingeniero químico de profesión y también pequeño empresario, su dificultosa infancia e iniciación en la escritura teatral lo llevó a reflexionar sobre las condiciones éticas de la élite socioeconómica santiaguina de finales del siglo XX y principios del XXI.
En 1958 estrenó su primera obra, Mansión de lechuzas. Tuvo un paso por la Universidad de Yale, Estados Unidos, y una importante participación en los teatros universitarios santiaguinos hasta el golpe de estado de 1973, cuando comenzó su distanciamiento del mundo teatral. Por esta circunstancia, la obra temprana de Egon Wolff ha obtenido -más que su obra tardía y sus teleseries de fines de la década del ochenta- el reconocimiento del ámbito de los estudios teatrales latinoamericano, estadounidense y europeo. Sin embargo, en todas sus etapas creativas su habilidad dramatúrgica le permitió expresar, mediante un equilibro entre formas tradicionales y contemporáneas, la precariedad psíquica de una sociedad que ha privilegiado la prosperidad económica individual por sobre la integración colectiva.
Entre el conjunto de las obras teatrales que estrenó y sus textos dramáticos, destaca la tetralogía de Los invasores (1963), Flores de papel (1979), La balsa de la Medusa (1984) y Tras una puerta cerrada (2000). En todas ellas el aparente equilibrio social se rompe con la intrusión de fuerzas carnavalescas que se presentan de maneras ambiguas -a la vez amigables y ominosas-, en forma de personajes desposeídos que reclaman justicia material o, bien, en pesadillas que simbolizan la sensación de culpa de los más poderosos. Esta característica ambivalencia del espacio dramático de Wolff, que actúa simultáneamente como lugar de reflexión sobre las desigualdades sociales y como instancia para describir al sujeto burgués bajo esquemas psicoanalíticos, ha sido remarcada por críticos y académicos relevantes como Diana Taylor, George Woodyard y Jorge Dubatti.
Egon Wolff obtuvo el Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales de Chile en el año 2013. Falleció el miércoles 2 de noviembre de 2016 a la edad de 90 años.