La autora relata y da sentido a las relaciones de amor, odio, frustración y añoranza que a veces tenemos con las tierras a las que llamamos nuestras.
En medio de un invierno helado en Nueva York, una cronista siente que la historia de su vida se le escapa de las manos y es asaltada por la nostalgia de su Cartagena natal. Sobrevuela sus recuerdos, la temperatura de su tierra, su salinidad y su ritmo cardíaco, para lograr en esta crónica en primera persona un paralelo entre la crianza cartagenera de los ochenta y los noventa, y el devenir político de una ciudad colonial, clasista, racista y corrupta desde su fundación. La autora hace un mapa mental que sobrepone al físico, relata y da sentido a las relaciones de amor, odio, frustración y añoranza que a veces tenemos con las tierras a las que llamamos nuestras.
Periodista y escritora. Hizo una maestría en escritura creativa en la Universidad de Columbia, y actualmente realiza un doctorado en la City University of New York. Sus textos han aparecido en medios como Vice, Mutante, El Espectador y El Malpensante. En 2022 ganó el Premio Simón Bolívar por la crónica “Volver”.
Acá se leen dos historias, la de Teresita en su ciudad natal, y la de la ciudad que ha sido manejada al antojo de los políticos de turno.
Vamos a Cartagena como turistas y sólo vemos esa parte de “mostrar”, la cual es muy bonita y llena de historia e historias. Pero, ¿conocemos la historia que hay detrás de una ciudad que se ha tenido que reacomodar de forma, tal vez injusta, para ser lo que hoy es?
Muy interesante cómo de manera personal va narrando esa realidad que no es posible ver para quienes no hemos vivido en ese territorio y no hemos tenido que desplazarnos a la fuerza para darle espacio a quienes no “pertenecen”. También podemos entender lo que es ser criado en una ciudad icónica.
Me encantó el Tercer Capítulo que es donde más se habla de los pelícanos y la analogía que hace la autora con los cartageneros.
Leer sobre el nacimiento de la champeta y su significado social, también marcó mi lectura.
Me gustó el lugar en el que la autora se ubica en esta narración; ya que, tiene la distancia perfecta para poder ver y narrarnos su experiencia, y el espacio necesario para hacer una crítica a la realidad que si no nos la acercan, no la podemos entender.
Los que hemos nacido en Cartagena y hemos tenido que emigrar, aún si no fuese mis lejos de ella, sabemos que a veces es difícil palear esa distancia; la nostalgia nos invade y Teresita encontró en este libro una muy buena manera de exorcizar todos esos sentimientos que le producía el estar lejos de la ciudad aun cuando su ligazón a ella era muy grande.
Para los cartageneros este debería ser un libro de obligada lectura! Gracias por tus letras Teresita, en ellas te aseguro que me he visto, me he identificado y he compartido muchos de tus pensamientos acerca de lo que pasa en nuestra ciudad.
Es una gran narración. La Cartagena que habitamos nos es la misma para todos, en el caso de las mujeres que hemos salido de ella, que hemos regresado y que hemos vuelto a salir, sabemos que es lo mejor a pesar de sentir el peso de la historia a cuestas, y que nuestras entrañas están enterradas desde el día de nuestro nacimiento ahí.
Decir que Cartagena de Indias es una ciudad tremendamente desigual, racista y excluyente no es nada nuevo. El ciclo noticioso de la ciudad con sus destituciones de alcaldes, los reportes de inseguridad o las anécdotas de turistas a los que les cobran casi 1 millón de pesos por un almuerzo son suficiente testimonio de ello, sin embargo, cuando esa historia es contada por alguien que tiene una relación mas profunda con la ciudad, la afirmación cobra un matiz radicalmente distinto. Teresita Goyeneche no solo relata la historia de la crisis institucional de Cartagena con rigor periodístico, también da cuenta del efecto que tiene sobre ella y su relación con la ciudad… Quedé con la sensación de su frustración ante los ciclos que se repiten y la esperanza ante la posibilidad de un cambio que termina esbozando, la cual termina enlazada con los puntos que señala Vanessa Rosales en el prólogo del libro, la necesidad de contar esta historia desde lugares que debaten la dimensión patriarcal y racista de la exclusión en Cartagena.
Además del trabajo periodístico, La Personalidad de los Pelícanos también es una memoria. A lo largo de sus páginas, pero sobre todo en el relato de su infancia y adolescencia, Teresita hace un relato de los privilegios internalizados que ha tenido que desmantelar para poder entender la complejidad de la situación en Cartagena y como en ese desmantelamiento ha podido reconciliar la relación con su ciudad y en un sentido mas profundo, consigo misma.
Aproveché un tecnicismo para volver a este el primer libro que leo en el año y es un excelente comienzo.
Toda una experiencia leer este libro. Me ha hecho sentir muchas cosas que por mis vivencias personales y familiares hacen que se convierta en uno de los libros más importantes de mis estanterías.
No puedo más que recomendarlo porque, aunque algunos lugares no pueden ser completamente entendidos (en mi opinión) si no los has sentido en persona, la similitud del turismo (que borra cultura, ecosistema y favorece la desigualdad) y la corrupción política se puede ver representada en otros lugares.
Es vital la lectura de este tipo de crónicas, la comprensión de lo destructivo disfrazado de "desarrollo" y la historia de muchos años de un lugar que se está borrando.
Gracias Teresita y gracias a las libreras de Ábaco Libros y Café de Cartagena por la charla y esta pedazo de recomendación ❤️🩹.
Este libro es al mismo tiempo memorias personales de la autora y cartografía histórica sobre Cartagena de Indias, una ciudad de contrastes que los colombianos creemos conocer desde su aspecto turístico. El libro es entretenido y está bien escrito, tal vez algún pasaje sobra (los apartes sobre la abuela), pero en términos generales es una lectura satisfactoria.
Es el perfecto reflejo de lo que es ser cartagenero. Evoca a olores, sensaciones y maneras de ser que solo se entienden si eres o tienes familia de ‘la perla del Caribe’. Maravillosa.
El recuerdo como promesa: una Cartagena reconstruida en La personalidad de los pelícanos
Por: Juan Camilo Rincón. Periodista, escritor e investigador cultural.
La escritora cartagenera Teresita Goyeneche decidió tomarle la palabra a los recuerdos para volver a sumergirse en la ciudad de su memoria. En La personalidad de los pelícanos (Tusquets) narra su Cartagena de la infancia: la de las vendedoras de fritos, el dulce de las frutas y la sal del mar, picós y calles de polvo, un cerro que parecía querer tragarse la urbe, gaviotas, barrios en miseria, edificios altísimos y casonas viejísimas, turistas y populismo.
La vida de la autora como doctoranda en la gélida Nueva York la hizo evocar una tierra que ahora sentía la necesidad de recorrer de nuevo en un relato de no ficción. La reencontró como un cuerpo explotado que duele y no olvida las heridas de hace décadas y siglos. Tuvo que repensar sus mitos, cuestionar sus prejuicios y apropiarse de las muchas ciudades que conforman -paradójica denominación- “La Heroica”.
Cartagena es hoy para Goyeneche una “piedra inerte y frívola”; un territorio social, político y cultural de despojos, activismos y contrastes. Los recuerdos de la autora se convirtieron en promesas que, alimentadas por una juiciosa investigación en archivos y con voces vivas, dieron lugar a una crónica nostálgica.
¿Dónde nace la metáfora de Cartagena como el cuerpo de una mujer?
Todo comenzó con un ejercicio de imaginación a partir de elementos tradicionales de identidad y cohesión: la bandera, el himno, el mapa. El ejercicio buscaba responder una pregunta: ¿cómo contar un lugar que se ha contado varias veces antes y que es común a millones de personas sin ser obvia o repetirme? Cuando llegué al mapa estaba experimentando con la poesía y salió lo que luego se integró a la introducción, la metáfora de la mujer y el vestido. En ese poema conté las tres localidades de la ciudad desde la imaginación, desde lo que los datos me decían de cada localidad y también, debo decirlo, desde mis propios imaginarios y prejuicios. No conozco a profundidad la cotidianidad de las localidades 2 y 3 porque no he vivido en ellas. Son territorios que conozco porque me interesa la ciudad, porque los he cubierto y porque hay amplía información científica y estadística para contarlos. Si miras el mapa, es posible que no veas a la mujer, pero yo sí la veo; no me tocó forzarlo. Tampoco fue un ejercicio novedoso; hay otros autores que describen ciudades y territorios como cuerpos femeninos, sobre todo en el marco de las luchas por la tierra, en contra de prácticas extractivistas y resistencias desde el cuerpo. Creo que en el marco de esa tradición, insertar a Cartagena en la narrativa de un cuerpo que resiste, de un cuerpo que padece el extractivismo salvaje, de un territorio en disputa, tenía sentido y es apenas justo.
¿Cómo fue la construcción de Cartagena como territorio protagonista?
Quería abordarlo todo, que nada se quedara por fuera, pero eso era imposible. Entonces busqué historias que contaran situaciones y lugares que de una forma u otra fueran muy específicos de la ciudad, realidades que fueran normales e ineludibles para los que la vivimos, pero también que arrojaran un mensaje universal. Todos, creo, saben cómo se ve la injusticia, la felicidad, la belleza, la desigualdad. Acá buscaba contar cómo se veía todo eso en Cartagena. Pienso, además, que las ciudades como las personas no son una sola cosa, son multidimensionales, diversas, imposibles de atrapar en un solo par de adjetivos, en una sola idea. Era importante que el relato estuviera lleno de contradicciones, subidas y bajadas, esplendor y decadencia. Quería, sobre todo, una Cartagena que fuera antihéroe para desbancar por fin ese lastre que arrastramos por el mito de “La Heroica”.
Cuéntenos sobre la experiencia de trazar la línea del tiempo de los mandatarios de Cartagena y los diferentes eventos políticos para retratar los cambios y las diferentes caras de la ciudad.
Esa parte del trabajo fue muy esquemática. Sabía que si echaba para atrás en la prensa desde el 88 hasta la fecha, encontraría mucho de lo que buscaba, así que hice trabajo de archivo. Comencé con El Universal porque es el periódico de la ciudad, el que lee o leía casi toda Cartagena en casa mientras yo crecía. Me metí varios días en los archivos, revisé los libros uno a uno. Mientras buscaba a los y las alcaldesas, encontraba historias y pedazos de información que me parecían increíbles, como el número de turistas que llegaban a la ciudad en los 90, un número ínfimo en comparación con el turismo de hoy; las conversaciones sobre el tratamiento de aguas y mitigación de inundaciones de hace treinta años que siguen siendo las mismas de hoy; los reinados, las fiestas, la forma cómo se cubría las visitas presidenciales a la ciudad. Aquellas cosas que no encontré en la prensa local las busqué también en los archivos digitales de medios nacionales como Semana y El Tiempo. También visité, con una amiga que ama los archivos, el de Barranquilla. Fui muy enfocada en contrastar algunas cosas como el secuestro de Fernando Araújo y la forma como se contó el período de Nicolás Curi y Judith Pinedo en El Heraldo.
¿Cuál es el vínculo entre las circunstancias políticas y sociales de Cartagena con su vida familiar y personal, y las decisiones que ha tenido que tomar?
Lo personal es político, ¿no? Ahí está el vínculo. Eso lo aprendimos de los movimientos feministas. Fui criada en un hogar en el que la conversación sobre lo público y la política era cotidiana; estaba en el desayuno, almuerzo y cena de nuestro cada día. Mi madre fue casi toda su vida funcionaria y mi padre fue líder sindical y hace cuarenta años es docente universitario de Economía e Historia. Si uno crece en un hogar en el que se discute cómo que se metan los ladrones a tu casa está conectado con las decisiones que toman en la Secretaría del Interior de la ciudad, uno crea un músculo mental que hace ese ejercicio con cada decisión que se toma adentro y afuera. A mi me criaron con mucho amor y ternura, pero también agitada, preocupada, llena de datos. Creo que esa fórmula no tenía otro resultado. Mi mundo arranca en Cartagena y en el patio de la casa de mi madre está el centro de mi universo. Un editor que admiro mucho me dijo que escribiera este libro para hacer un exorcismo, y mira que lo hice y aún sigo pegada. Como ya hace un tiempo no vivo en la ciudad por estudio y trabajo, ahora estoy ampliando la mirada y pensando en cómo el centro del país se relaciona con el devenir de la región Caribe y la ciudad.
En el libro usted afirma que escribir y relatar estas historias hace parte de un cuestionamiento profundo sobre el clasismo y el racismo. ¿Cómo fue el proceso de controvertirse a usted misma?
Comencé escribiendo una crónica tradicional en tercera persona. Con el tiempo y la distancia empecé a notar que le faltaba mucho a eso que escribía para que fuera realmente el texto que yo quería: un documento que interpelara al lector. En medio de ese proceso tomé una clase que se llamaba Psicoanálisis e identidad. En ella empecé a entender que todo aquello que yo criticaba no solo vivía en los otros, sino en mí, porque si yo soy la ciudad, todo lo que digo de la ciudad también lo digo de mí. Entonces, si yo pensaba que Cartagena es racista, la siguiente pregunta debía ser: ¿dónde está ese racismo en mí?, ¿cómo se materializó en mi vida? En ese ejercicio entró la primera persona al libro. No quería más el dedo acusador apuntando solo hacia afuera, también quería uno que me incomodara a mí misma. Y sí, hubo duelos en el reconocer cosas que ya no podía cambiar, cosas que aún sigo sin poder arreglar, pero por lo menos ahora está la conciencia de que existen. De esa conciencia me queda la certeza de que no es suficiente reconocer que hemos sido estructurados para ser racistas, clasistas o machistas, sino que para que no se repita, también hay que luchar por no serlo. Como le escuché a Yásnaya Aguilar hace poco, las luchas identitarias no son solamente una lucha por el reconocimiento, sino también por la agencia, por la autonomía, porque aquellos que caen en la otredad del ser hegemónico, tengan pleno poder para actuar sobre si mismos.
¿De qué manera las dinámicas de corrupción y desigualdad de Cartagena se extrapolan a Colombia, y cómo esa relación entre los gobiernos central y regional perpetúan a las mismas élites en el poder?
Periodistas como Laura Ardila han demostrado en múltiples ocasiones cómo aquello que afecta a una ciudad como Cartagena está conectado con el gran poder que se ejerce desde el centro. Pensemos por ejemplo en los años de interinidad que atravesó Cartagena entre 2012 y 2020. Durante ese tiempo, cada vez que destituían un alcalde, el presidente nombraba uno de confianza. Podríamos pensar que había algo de interés en que la ciudad –uno de los puertos principales, con una zona industrial que aloja la productora y comercializadora de polipropileno y polietileno de Ecopetrol, etcétera– viviera esa inestabilidad para tener control sobre esos recursos. Pensemos en quiénes están en el Congreso hoy, cuáles son sus casas políticas allá y acá, cómo están conectados con ese puerto, esa zona industrial, con el turismo. En este mundo nuestro tan neoliberal, pensemos en cómo se relaciona lo público con lo privado, todos debajo del paraguas de un Estado que es cada vez más pequeño en operación, a pesar de tener más participación en el PIB.
En el libro usted expone casos de violencias y corrupción, pero también narra historias esperanzadoras. ¿De qué manera puede la ciudadanía gestar cambios que transformen a Cartagena?
La sociedad civil está compuesta tanto por actores empresariales como la ANDI, como por movimientos sociales afro, movimientos estudiantiles, feministas, organizaciones no gubernamentales, etc.; son grupos de personas que se enuncian desde lugares bien distintos del mundo. Para sacar a la ciudad de la crisis institucional le deberíamos apostar al diálogo y las alianzas y también al mediano y largo plazo, porque poner a gente tan diversa de acuerdo toma tiempo y seguir un plan a largo plazo necesita recursos. Hace unos días leía un texto para una clase del doctorado, que invita a pensar en la transición energética desde los gremios culturales. Habla de transición desde abajo, de transición por localización, transición por colapso. Se llama After Oil de Petrocultures Research Group. Bueno, ese mismo ejercicio nos merecemos en Cartagena. Hay que pensar la ciudad desde abajo y también escuchar a los movimientos sociales, a la academia local, a los empresarios, a las colonias. Democratizar esa conversación partiendo de lo obvio: el sistema ya colapsó, no es viable seguir manteniendo un aparato tan ineficiente y arcaico. Lo vemos en la inseguridad que vivimos –alimentaria, laboral, física—, en la descomposición ecológica evidente en lugares como la Ciénega de la Virgen, Barú, La Popa, las Islas del Rosario, o todos los cuerpos de agua que atraviesan a la ciudad.
Hay muchas cosas que me gustan de este libro: habla de Cartagena desde el ser de Cartagena y no del romanticismo turístico, me identifico mucho porque soy de una isla turística. Tere a quien además de admirar quiero mucho, logra una crónica que se lee con gusto y nos cuenta sobre su ciudad natal y al tiempo hace una critica necesaria de la misma. Mi capitulo fav es el 3 y creo q la analogía con los Pelicanos es muy asertiva. Me encanta además q escucho su voz al leer.
En la Personalidad de los Pelícanos sentí que leí dos libros en uno: La historia política reciente de Cartagena después de la transición a la Democracia Participativa y en otro la historia de una Cartagenera nacida en los 80s por la Avenida del Lago. En el primer libro, sentí mucha vergüenza conmigo misma al reconocerme a través de esta crónica como una analfabeta de mi ciudad, que no conoce con detalle el mapa de Cartagena y no puede ubicar ni la localidad 2 o 3 en un mapa. Que no sabe con detalle la historia de Daniel Lemaitre ni el contexto histórico de donde se originan los barrios más pobres de la ciudad. Leer todas esas historias sobre robos o desplome de edificios, con ese periodismo de rigor, me hizo darme cuenta que lo que yo sabía sobre esos mismos hechos, eran solo historias manipuladas o verdades a medias a favor de la burguesía tradicional.
Por otra parte, en el segundo libro sobre esta chica que le hacen bullying con el Mercado de Bazurto, que vive en una casa con un palo de Mango, que sueña con ser como las chicas populares, me generó una fascinación absurda a tal punto que la historia de la corrupción de Cartagena me estorbaba. A medida que avanzaba el libro, Goyeneche más revelaba entre líneas de su vida, sus depresiones, ires y venires más me molestaba que se hablara de Manolo Duque, no porque su historia no fuera fascinante, si no porque me quedé con unas ganas inmensas de saber por qué sus papás se habían separado, cómo llegó Sergio a su vida o cómo fue vivir en Nueva York y ver si también coincidíamos en esa misma experiencia migratoria llena de tanta incomodidad. Quedé con muchísimas ganas de conocer más de esta chica del Montessori, conocer más de esta mamá: una “Bichota” de los 90s que mantenía la casa, pero sobre todo leerme, porque al final eso es lo que más disfruto en la lectura: reconocerme a través de experiencias ajenas.
La Personalidad de los Pelícanos, es el exorcismo de Goyeneche, es visceral y se siente esa rabia y frustración que todos los Cartageneros cargamos. Quedé con muchas ganas de seguir leyéndola, porque en últimas soy una fan de la escritura femenina, joven y caribe.
This entire review has been hidden because of spoilers.
A veces buscamos hallarnos en libros, buscamos encajar en ellos y que cuenten una historia parecida a la nuestra, buscamos revivir momentos y que los recuerdos vengan a nuestra mente tan nítidos que nos parezca vivirlos otra vez.Eso lo logré con la personalidad de los Pelicanos.
Teresita cuenta tan nostálgicamente la triste historia de mi ciudad, la amurallada, la más bella del caribe, la misma azotada por la corrupción, el clientelismo, los altos índices de criminalidad y la pobreza, y mientras nos muestra su mirada de Cartagena hace una bella analogía con los Pelicanos esos seres que con majestuosidad extienden sus alas y clavan su pico en el agua en busca de su presa, esos animales que en nuestra Cartagena hoy por hoy se conforman con las sobras de putrefacción que se arrojan a una ciénaga.
Tere nos recorre por su historia personal a la vez que nos cuenta la de la ciudad y sus desaciertos políticos, sus pesares y desigualdades, pero nunca, nunca se desprende de la esperanza que algún día sea diferente que pueda encontrar en ella lo que tanto anhela.
Amé la analogía de los pelicanos y amé sentirme parte esta historia, pues conocí a su padre, un gran maestro al que admiro y la amé por plasmar tan maravillosamente aquello que siento cuando me voy y regreso a esta ciudad que me entristece, pero que no dejo ni dejaré de amar.
Qué lindo se me ha hecho encontrar mujeres Cartageneras que me representan como Margarita García Roballo, Vanessa Rosales y ahora Teresita. Que maravilla que ellas expresen el sentir de muchas Cartageneras, que hermoso encontrar en sus letras aquello que tantos anhelamos leer. Sin duda creo que estamos en un boom de escritoras de nuestro corralito, una oleada de mujeres que se atreven y que atreves de sus relatos crean tanta identidad. ¡Cuanto lo agradezco y cuanto inspiran!
4.5⭐. Cuando se habla sobre Cartagena, generalmente vienen a la cabeza imágenes de su centro histórico, quizás de sus playas, de las calles que conservan vestigios de su historia. También, quizás, imágenes de Getsemaní, ese barrio que cobró amplia popularidad entre los turistas. En conclusión, imágenes de un folleto de agencia de turismo. Pero cuando se habla de Cartagena, eso sí, poco -o nada- se habla sobre su desigualdad social, sus zonas más empobrecidas, la corrupción que lleva años estancando a la ciudad. Esas problemáticas se ven opacadas por el turismo, una industria robusta que ha sabido cómo sacarle provecho solo a ciertas zonas de Cartagena.
¿Pero qué pasa con las otras zonas, esas que no aparecen en los folletos de turismo? ¿Qué pasa con las problématicas, que no son pocas, de una ciudad controlada políticamente por clanes familiares, acusados de corrupción? Esas y más preguntas son las que propone este libro de la periodista Teresita Goyeneche, una crónica amplia y nutrida sobre Cartagena, sobre esa realidad de la ciudad que quienes no vivimos en el Caribe colombiano quizás desconocemos o no tenemos del todo clara. Esta es una lectura muy interesante, en la que Goyeneche nos lleva a recorrer su ciudad, a conocerla desde su historia y desde quienes la habitan. Datos, reflexiones, entrevistas, testimonios y sobre todo contexto. Este libro lo tiene todo, y resulta un texto muy valioso para conocer hasta dónde nos ha golpeado en Colombia la corrupción. Y, al mismo tiempo, un libro sobre narrar la tierra donde se nació, esa relación agridulce, nostálgica y entrañable.
No soy cartagenera y "La personalidad de los pelícanos" me atravesó de distintas formas. Hace 6 años vivo en el Pie de la Popa, que se muestra como un protagonista del libro, al ser el escenario de la niñez de su autora.
Mientras lo leía, tuve una clase de historia sobre #Cartagena que no me contaron en el colegio. Una historia de mi barrio que no conocía.
Llegué en abril de 2013, justo antes de la muerte de Campo Elías Terán y desde entonces he visto una romería de alcaldes y gobiernos. A partir de ese evento, he vivido en primera persona la línea de tiempo presentada por Teresita.
Las elecciones están cerca, así que este ha sido el mejor momento para leerlo.
Apartando el tema político, hay una bella metáfora sobre los cartageneros y me siento plenamente identificada, siendo hija adoptiva de la ciudad.
«Más que extrañar la tierra, extrañamos pertenecer, ser uno más de esa bandada. Entonces nos imaginamos aterrizando sobre el mar, entrando triunfantes por la avenida Santander, bordeando la playa con sus garitas de madera y su mar hambriento de asfalto, convencidos de que esta vez sí va a ser posible hacer un nido, que esta vez sí va a ser para siempre, que esta vez la ciudad sí nos va a dar ese abrazo materno que tanto añoramos.
Muchos lo logran y se adaptan contentos a arrastrar las alas en el lodo hediondo de los caños intoxicados de mierda, a recibir las sobras que dejan los demás, a abrazar la miseria a cambio de sentirse en casa. Otros no se adaptan y viven eternamente incómodos, siempre tratando de cambiar las cosas, de hacerlas mejor, todo sin soltar lo suyo porque si se abre un cráter en el mar quieren hundirse con lo que les pertenece, incluida esa tierra.
Muy pocos viven cómodos y sin carencias en este pedazo de mundo».
— Teresita Goyeneche Perezbardi La personalidad de los pelícanos
Dos historias que se entrelazan contadas con una prosa bellísima. No quería que se acabara nunca este libro, quería saber mas sobre Cartagena y sobre Tere, me llegó a todas las fibras de mi corazón Cartagenero y me di cuenta que no soy de ninguna lado y al mismo tiempo de muchos. Es una lectura obligada para cualquier cartagenero y para cualquier colombiano que alguna vez haya estado en la ciudad. Me quedó el corazón arrugado por mi ciudad y por el papá de Tere, por la incertidumbre de un futuro mejor para Cartagena, pero al mismo tiempo contento por conocer esta historia de Tere y el despliegue de sus alas que encuentran esperanza en su hijita Niko.
Este libro ilumina y conmueve. Teresita emplea el lenguaje bellamente para explicar a su ciudad, con sus problemas, su profunda belleza y eterna posibilidad. Si alguna vez piensas visitar Cartagena, recomiendo mucho esta lectura.
Me conecté mucho con la historia, en especial por la coincidencia generacional con la autora. Una radiografía de Cartagena que nos recuerda por qué a veces parecemos una ciudad inviable, pero también le agrega un toque de optimismo para que todos sigamos construyendo una Cartagena para todos.
De la mejor lectura de mi 2023, me hizo sentir muchas emociones, me alcancé a conectar y a incomodar con la escritora. Un libro recomendado para toda la comunidad cartagenera y para todo aquel que quiera conocer de nuestra cultura y el reto grande que existe en la ciudad.
Esta crónica me atravesó de tantas maneras: narrar la ciudad en primera persona del femenino. Creo que no pude leer un mejor libro mientras escribía el trabajo de grado. Sin duda me inspiró a arriesgarme.
Bueno, una historia un poco fragmentada de Cartagena, mezclada con apartes autobiográficos a veces innecesarios. Aprecié mucho los datos históricos sobre el Mercado de Bazurto y el caso de corrupción en el proyecto de vivienda en el barrio Blas de Lezo.
El anhelo de volver al lugar al que uno pertenece, ese mismo anhelo que uno tiene de que ese lugar sea mejor y mejor para los que como uno sienten que ese lugar es el paraíso.
Un libro que nos transporta a Cartagena, no precisamente a su era colonial. Conoceremos sobre la narrativa de la ciudad, desde una voz marginal, que nos invita a conocer otra perspectiva sobre la ciudad de Cartagena… una visión de mujer, una visión de un estrato social bajo que repiensa la ciudad y sus problemáticas.