Manuel Mejía Vallejo (Jericó, Antioquia,Colombia, 1923 - El Retiro, Antioquia, Colombia, 1998) fue un escritor y periodista colombiano ganador de los premios Rómulo Gallegos y Nadal. Representa la vertiente andina de la narrativa colombiana contemporánea.
A la edad de 22 años ya había escrito su primera novela, titulada La tierra éramos nosotros. Su madre se la entregó al grupo de Los Panidas, coordinado por León de Greiff, sin que Mejía lo supiera. La lectura de esta novela causó una gran impresión entre el grupo y fue así como se publicó, en 1945.
Durante muchos años, Mejía Vallejo fue profesor de literatura en la Universidad Nacional de Colombia, seccional Medellín. Fue director de la Imprenta Departamental de Antioquia y desde 1978 dirigió el taller de escritores de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín.
Recibió el título honoris causa de la Universidad Nacional, en 1985. En 1989 ganó el premio Rómulo Gallegos, con su novela La casa de las dos palmas.
El libro me gustó. Es una historia de Colombia, donde la violencia asola a los pueblos y en ellos impera la ley del terror y del dinero, y es una realidad a la que no debemos cerrar los ojos. Sin embargo, la forma en que estaba escrito el libro no me gustó. Lo sentí muy inconexo en algunas partes y me costó bastante engancharme a la lectura y a la historia. Aunque la historia en sí es interesante, siento que el personaje principal (el que busca venganza) no está bien construido; no obstante, los otros personajes como el padre Barrios, el Cojo, Otilia y el alfarero sí me gustaron más, los sentí mejor desarrollados. También me gustó la ambientación de la historia, podía imaginarme el pueblo pequeño y poco habitado, podía imaginarme el bar y la gallera (que eran los principales lugares donde la narración tenía lugar) con esa sensación calurosa y agobiante que describía el autor. Siento que este libro no es para lectores principiantes, pues la escritura de este, bastante enredada en ciertas partes, puede desanimar a quién no tenga el hábito lector, pero sí puede ser bastante interesante para lectores asiduos que quieran conocer más de la historia de Colombia.
Jamás pensé que un libro con el tema de galleros escrito fuera de México fuera a gustarmen tanto, la atmósfera árida, la ausencia del padre, la tristeza, los universos minúsculos, es un gran libro.
Una novela de una claridad absoluta, que hace uso de dos líneas argumentativas (ejes dramáticos) con unas voces narrativas que se intercalan: en primera persona y en narrador omnisciente, para establecer diferentes temas o problemáticas de la violencia en Colombia. Tambo es una alegoría a muchos pueblos colombianos y a muchos actores que articulan, diseñan y modulan la geografía social colombiana.
Con una premisa algo interesante, pero creo que de ahí no pasa. Algo denso para mi gusto. Aborda el tema de la violencia desde la perspectiva de varios personajes pero sinceramente pienso que pudo haberse contado de una manera diferente, el estilo de la narración no fue muy consistente. Algunos momentos fueron confusos; sobre todo la interacción de cada personaje. Tenía buenas expectativas, pero no fue lo que esperaba.
Es la violencia cotidiana la que nos amenaza a normalizar los personajes típicos del pueblo: el sacerdote, el guerrillero, el soldado, la prostituta, el alfarero, el tendero, el enterrador y las familias alrededor que se mueren y vuelven a morirse con la siguiente generación, y la siguiente, y la siguiente.
El hijo de la víctima se vuelve victimario. Esta es la historia de todos los pueblos de Colombia.
Entiendo que este libro englobe bastantes cosas acerca de la situacion en Colombia, sobre todo de La Violencia. Considero que tiene buena trama. Sin embargo, existen puntos de vista confusos. Personajes basicos, en realidad me aburrio demasiado. Lo terminé porque tenia la esperanza de que en algun momento iba a mejorar teniendo en cuenta que era bastante corto.
Para mí en principio fue difícil congeniar con la lectura, sin embargo a medida que la trama comienza a escalar, fue atrayéndome cada personaje y sus diferentes circunstancias y cómo iban enlazándose alrededor de las escasas posibilidades que esgrimían, al ser parte de una red inacabable que los atrapa en el Tambo, un municipio en medio de la nada donde la violencia es única ley. Creo que en algunos trayectos fue difícil conectar algunos textos con las secuencias y eso hizo que sintiera un poco densa la lectura, sin embargo, los personajes generan sentimientos que permiten que la conexión de alguna forma se logre; particularmente me gustó mucho el padre Barrios al pugnar como único actor que en medio de tanta perversión, intenta sacar lo mejor de cada uno de los habitantes de un pueblo que tiene como motor la violencia y el dinero. El personaje principal y uno de los narradores, deja cierto hálito de duda alrededor de su desarrollo, es vago y confuso su transitar en medio de la trama del libro. Hay un simbolismo interesante, alrededor de las peleas de gallos (aberrante tradición) que fue y aún sigue siendo en algunos territorios, un símbolo de poderío en medio de la aridez de los pueblos colombianos Algo hermoso (a mi forma de ver en medio de la lectura) es la búsqueda de alternativas pacificadoras en medio del conflicto y cómo la agricultura hace parte de estas posibilidades curativas para un pueblo que de desangra; así, el Padre Barrios toma como bastión de penitencias el poder reverdecer un municipio que se ha ido autoflagelando en medio de la nada, a cuentas de la falta de vida, de frutos, de florecer. El día señalado, es una trágica narrativa de una violencia que ha gobernado por años a Colombia y que aún hoy, más de 80 años luego de escrita, persiste en medio de nuestros territorios.