Hace milenios de milenios existía un famoso Estado, llamado Feliz Gobernación, aunque, en verdad, la dicha sólo pertenecía allí a unos pocos, como descubrirá quien prosiga leyendo.
Hay que tener cojones y de los buenos para leer "Escuela de Mandarines".
Ambiciosa y totalizante, quizás las fallas de la novela son múltiples, especialmente si la comenzamos a mirar sospechosamente al alero de Cervantes, pero se le perdonan los traspiés y los hilos narrativos inconclusos simplemente por su tamaño. Esculpida a la fuerza de una ambición narrativamente escasa, Espinosa hace lo que Tolkien y Asimov, imaginando una civilización milenaria y gigantesca en proporción. Épica sería la palabra adecuada para describirla si n fuera porque, a diferencia de los dos autores anteriores, el interés de Espinosa no está simplemente en otorgar coherencia microscópica a su ficción, sino volverla funcional, auto-reflexiva.
Ese es un prodigio poco común y como con un hermoso y enorme árbol, es necesario apreciar su envergadura y no los detalles imperfectos de su corteza, para conocer el verdadero valor de la obra.
Esta críptica novela de aprendizaje acontece en una ucronía en la cual el protagonista, el Eremita, deja el mundo puro de la naturaleza para adentrarse en la Feliz Gobernación, Estado que domina todas las cosas, e iniciar su aprendizaje. Cual Quijote, se encontrará con diferentes personajes en su camino que le contarán desde diferentes puntos de vista la historia de este país imaginario y sus visicitudes (desde la ortodoxia y la heterodoxia), y harán de Sanchos dos soldados que le capturarán al poco de partir y le llevarán hasta el Cara Pocha, el gran mandatario mandarín, donde será juzgado. Al final, todo parece una sátira del entramado jerárquico de la universidad durante la dictadura franquista. No es una novela para todo el mundo. Es un reto: uso de cuantísimos neologismos, hiperbolismo y lenguaje jurídico-académico. Pero merece la pena entrar en este mundo.
Es una novela poco convencional con una narración mínima: el viaje del protagonista por la Feliz Gobernación hacia la capital con el propósito de criticar el gobierno de una casta conocida como los mandarines. No hay muchos más detalles, pues lo importante de Escuela de Mandarines son los discursos de los personajes que asaltan al Eremita durante el itinerario. El horizonte de expectativas se rompe en todo momento. El lector se cuestionará si está ante una novela, una obra dialogada o un discurso académico. La intención es confundir. Pero sobre todo dar cuenta de que estamos ante una sátira del mundo universitario de los años setenta y de una crítica del poder (que sigue siendo muy vigente en la época actual). Su forma de hacerlo es parodiando los distintos discursos que utilizan los poderosos (los mandarines en este caso) para confundir y someter. En el viaje se suceden personajes que darán su punto de vista desde distintas materias. En este diálogo de argumentos a favor o en contra de la feliz gobernación estará el Eremita, que con un discurso enfocado a la naturaleza, en el poder de las Cosas Primeras,y con su ingenuidad, intentará allanar el camino de la verdad. El propio lenguaje que usa el autor, muy sencillo y directo en todo momento, es una muestra de este intento hacia la desnudez. Lo difícil de esta novela es la confusión que intenta provocar a través de la formas, de su estructura, del uso de distintos tipos de discursos, de la mezcla de géneros. De las hipérboles temporales. De la indeterminación espacial. No hay duda de que estamos ante una novela, que hay en ella un humanismo y un tratamiento personal de los personajes distinto al de obras como "Así habló Zaratustra", que intenta explicar una tesis filosófica a partir de una serie de relatos. No es lo mismo. Recomiendo su lectura para aquellos que no solo busquen una intriga (pues en esta obra apenas la hay) y que hayan disfrutado con autores como Rabelais, Laurence Sterne o Cervantes.
Novela muy bien escrita. Destaca su arquitectura como obra, pues recrea toda una civilización que por cierto está muy en boga pues es enormemente antigua y compleja, tanto que casi todas sus normas se han tornado absurdas. Quizás nos recuerde un poco a la sensación de sociedad super estamental en la que nos vamos poco a poco convirtiendo, en la que se crean nuevos estamentos para sustituir a otros que no llegan a desmontarse. Más allá de la crítica a la sociedad política humana, el libro goza de una forma de escribir que es quizás lo más gozoso de su lectura, pues en realidad la misma resulta un poco aburrida: mucha fabulación mandarinesca, un poco bíblica, libro de viajes en la que se suceden los encuentros en el camino, estilo Quijote, etc, etc.