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360 pages, Paperback
First published January 1, 2021

¿A santo de qué esas reverencias? Soy vuestro hermano, no vuestro maestro ni vuestro mesías. Solo soy vuestro hermano.Cuando Pascal en el libro respondía estas palabras a sus discípulos, por un lado resuenan muchísimo con cómo habría actuado Jesucristo, insistiendo mucho en ser un igual. Pero Pascal lo decía realmente: él no se sentía un enviado especial de Dios. Como si, cuando Jesucristo respondía del mismo modo, estuviera hablando puramente desde su humanidad, que es igual de digna que el resto.
¿Así que eres el hijo de Dios? No me sorprende. Eso es lo que se creen todos los hombres: que son dioses a quienes las mujeres debemos servir.
Pascal se sentía sin fuerzas, impotente. No había sabido curar a su amigo de la peligrosa quimera europea. ¿Qué diantres iba a hacer en Italia o en Francia? ¿Vaciar voluntariamente, como canta Pierre Perret, los cubos de basura de París? La torre Eiffel... ¡Menuda tontería! Pascal nunca había estado en la capital, pero albergaba una profunda antipatía por la dichosa torre Eiffel, aquella mole gigantesca y deforme que enterraba sus pezuñas de paquidermo en los senderos del Campo de Marte.Las lecturas coloniales considero que tienen mayor presencia e interés en la segunda parte del libro. Por ejemplo en el paralelismo Amin-Aylan, el niño varado en la playa...