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320 pages, Hardcover
First published January 1, 1973
“¿Qué decir de un rosario de embustes que el roce de tantos dedos y labios acaba convirtiendo en un rosario de verdades, o al revés? ¿Qué puñeta tienen esas mentiras de Sarnita que en su boca se hacen más verdaderas que la verdad verdadera?”Párrafo que continúa de la siguiente forma:
“¿Qué decir de esos cuentos de miedo que hacen reír a los mayores, y de esas historias del malo que empieza a volverse bueno y del bueno que acaba siendo malo?”De los dos tipos hay en el libro, pero destaca la degeneración de los que, no pudiendo revolverse, acabaron sobreviviendo de mala manera, en cualquiera de sus sentidos, el material y el moral o político en sus distintas combinaciones (el mismo título, Si te dicen que caí, reúne, además de la caída obvia, todas esas posibles combinaciones).
...me animó el deseo de corregir no solamente las muchas erratas y más de una oración desmañada, sino, sobre todo, el de arrojar un poco más de luz sobre algunas encrucijadas de una estructura narrativa compleja y ensimismada. La novela está hecha de voces diversas, contrapuestas y hasta contradictorias, voces que rondan la impostura y el equívoco, tejiendo y destejiendo una espesa trama de signos y referencias y un ambiguo sistema de ecos y resonancias cuya finalidad es sonambulizar al lector. La penumbra que envuelve muchos pasajes importantes del libro siempre me pareció necesaria...
«Ya soy mayor, ya soy memoria y a partir de hoy no podréis conmigo, brujas».
«La aventi ya era solamente una verdad como cualquier otra, oída demasiadas veces. Perfectamente posible y espantosa, aburridamente cotidiana y atroz. Historia reconstruida también con desechos, aventurada por los intrépidos hijos de la memoria».
«¿Qué decir de un rosario de embustes que el roce de tantos dedos y labios acaba convirtiendo en un rosario de verdades, o al revés? ¿Qué puñeta tienen esas historias de Sarnita que en su boca se hacen más verdades que la verdad verdadera?»
«¿Qué decir de esos cuentos de miedo que hacen reír a los mayores, y de esas historias del malo que empieza a volverse bueno y del bueno que acaba siendo malo?»
«En una época en la que escaseaban los grandes idilios y las pasiones devastadoras, porque lo primero era sobrevivir, él supo colocar a una puta sifilítica en el centro de sus sueños, de sus pesadillas y sus delirios de libertad: ella será su espía y su aventurera, su rubia platino, su mujer fatal, su triste marmota, su meuca barata y todo lo que podía permitirle una imaginación extraviada y resentida, insomne».
«¿Acaso no se han rendido todos a la evidencia menos esos insensatos de los maquis?»
«Aquellas paredes desconchadas por la humedad y con restos de mujeres semidesnudas y republicanas, tiras de papel rasgado y con chinchetas oxidadas y fragmentos de muslos de Margarita Carvajal o Laura Pinillos arrancados de revistas, con futbolistas y boxeadores retirados o muertos desde el techo hasta el suelo, detrás de las pilas de papeles y trapos, aquella acumulación desesperada y juvenil de ídolos en pleno esfuerzo y chicas guapas en maillot, una exuberante alegría de vivir fragmentada y dispersa en las paredes como una memoria en caótica expansión, es todo cuanto nos legó aquel hombre al desaparecer con su pecho dicen que tatuado y sus ojos al parecer azules. Y no hay forma de borrar ese ayer ilusionado, los recortes se adhieren al muro como una piel. […] tendrían que derribar la casa y sepultar con ella los sótanos y ni aun así lograrían destruir esta pobre memoria personal que seguiría flotando entre el polvo nauseabundo del derribo, entre las ruinas, la desolación y la muerte del gato y las ratas aplastadas en su huida, los despojos de una conciencia acorralada, la injustificable masacre sobre la que se asentaría el glorioso alzamiento del futuro edificio, camarada».