Teresa, muchacha rebelde, universitaria e izquierdista, hija de la burguesía catalana; y el inmigrante, chava, murciano y ladrón de motos llamado Pijoaparte viven una historia de amor que refleja todas las contradicciones de una época, el esplendor, la miseria y la mediocridad de las clases sociales, la ingenuidad del compromiso fácil y la amargura y el resentimiento de los perdedores, habitantes de un exilio interior en el que, forjados en tantas derrotas, sueñan como niños.
Dentro de la obra de Juan Marsé, Últimas tardes con Teresa ocupa un lugar especial y muy significativo, pues en ella se dan cita todos los elementos de su particular mundo narrativo, la geografía de su enorme talento. A lo largo de sus páginas nos encontramos con dos personajes cuya larga y feliz estancia entre los lectores les ha convertido, como siempre ocurre con los grandes tipos de la literatura, en mitos, encarnaciones de su tiempo.
Juan Marsé Carbó nació el 8 de enero de 1933 en Barcelona. Publica su primera novela en 1961. En 1961 se traslada a París y trabaja como ayudante de laboratorio junto a Jacques Monod. En 1965 logra el Premio Biblioteca Breve. En 1978 consiguió el Premio Planeta. Sus novelas también han ganado el premio Ciudad de Barcelona, el premio Ateneo de Sevilla, el Premio de la Crítica y el Premio Europa y Rabos de lagartija. En 1997, recibió el Premio Juan Rulfo, máximo galardón de la letras de México, y en 2008, el Premio Cervantes.
Las obras de Marsé se sitúan en Barcelona, y más en concreto el barrio de El Guinardó, donde pasó su infancia, que coincidió con la posguerra, lo que ha influenciado el modo de escribir del autor a lo largo de toda su vida. Las obras de Marsé están, pues, ambientadas en El Guinardó o en barrios barceloneses próximos a éste, y en época de postguerra o durante el franquismo; en ellas, Marsé analiza la degradación moral y social de la posguerra, las diferencias de clase, la memoria de los vencidos, los enfrentamientos entre trabajadores y burgueses universitarios y la infancia perdida, casi siempre apelando a las técnicas del realismo social, pero experimentando a veces con otros mecanismos narrativos más vanguardistas, siempre con varios grados de ironía.
أول رواية للكاتب الأسباني خوان مارسيه نُشرت عام 1966 يعرض فيها لمحات من الواقع الاجتماعي والسياسي في أسبانيا ما بعد الحرب الأهلية الأسبانية والحرب العالمية الثانية في إطار علاقة بين اثنين من عالمين مختلفين, كل منهما يبحث في الآخر عن شيء مختلف تيريسا الفتاة الجامعية من الطبقة الثرية في كتالونيا, ومانولو اللص الوسيم من الضواحي الفقيرة هي ترغب في التغيير والمتعة, وهو يبحث عن فرصة في عالم المال والرفاهية ينتقل الكاتب بين الشخصيات من طبقات معيشية واهتمامات وسلوكيات مختلفة ويعرض الحب والاهتمام بالسياسة ما بين حالتي الحقيقة والتظاهر
فكرة الرواية جيدة, لكن بالتدريج ومن منتصف الرواية تقريبا أصبح السرد بطئ ومُطول
Creo que la gran literatura es la que logra introducirte en un momento histórico y en un sitio concreto, donde no sólo sigues los avatares de los personajes, sino que también te es dado captar el espíritu y el ambiente de una época, como un viaje temporal. Y eso es lo que aporta esta obra de Juan Marsé: la Barcelona de los años 50 – en concreto 1956 – impregna estas páginas.
Se describen las tensiones de la inmigración masiva de la gente del empobrecido sur y lo vivimos desde el punto de vista de un murciano – denominación que se aplicaba entonces de modo general a los inmigrantes – de apodo Pijoaparte, que vive de pequeñas raterías en el barrio sin ley del Carmelo, hasta que cae fascinado por la joven Teresa, no sólo por su belleza sino por todo lo que representa: ese modo de vida ideal de la alta burguesía catalana.
A través de su relación, Juan Marsé retrata los nacientes movimientos antifranquistas de la universidad y las contradicciones de los hijos de la burguesía que impulsaban ideas de izquierdas. Su preocupación social contrasta con la parálisis de los desfavorecidos, preocupados sólo por la supervivencia en entornos miserables. En el caso del Pijoaparte, su único objetivo es abrirse camino entre las clases acomodadas y acceder a su mundo.
La novela está llena de personajes reveladores, todos trazados con cierta brutalidad y poca simpatía por parte del autor, que parece tener poca fe en la naturaleza humana y proyecta una visión pesimista de las relaciones sociales y sentimentales. El protagonista está retratado con crudeza:
Muy pronto conoció de la miseria su verdad más arrogante y más útil: que no es posible librarse de ella sin riesgo de la propia vida. Así, desde niño, necesitó la mentira lo mismo que el pan y el aire que respiraba.
Pero los universitarios antifranquistas, hijos de la burguesía, tampoco ganan con el retrato:
Crucificados entre el maravilloso devenir histórico y la abominable fábrica de papá, abnegados, indefensos y resignados, llevan su mala conciencia de señoritos como los cardenales su púrpura,…
Las calles de Barcelona están retratadas palmo a palmo: desde las lujosas mansiones de San Gervasio al inframundo del Carmelo, pasando por el cercano barrio de Gracia hasta las Ramblas. Nos llega el rumor de las verbenas populares, de los primeros turistas y el verdor del Parque Güell. También aparece, cómo no, la casa de veraneo de Blanes, refugio de pinos y playa, que es como una extensión de las calles de la ciudad para los ricos. Todo lo recorren Teresa y el Pijoaparte en una especie de peregrinación o búsqueda, en un insomne vagabundeo en el cual los objetivos de cada uno se solapan sin encontrarse.
El estilo de Marsé es simplemente espectacular, se permite párrafos larguísimos, pero siempre bien escritos y fácilmente legibles. También hay cambios de punto de vista constantes que nos permiten ver una misma realidad desde diferentes perspectivas.
Aunque el tono es realista y crudo, hay fragmentos que son prosa poética, como esta descripción melancólica durante una verbena:
Tras ellos, la historiada silueta de la torre empezaba a perfilarse sobre la claridad rojiza del cielo, donde las estrellas se fundían apaciblemente como trozos de hielo en un vaso de campari olvidado en la hierba.
En conjunto, creo que es una entretenida lectura, que se ha convertido con el tiempo en un clásico a tener en cuenta. 4,5*
Ο Μαρσέ, φτιάχνει μεγάλους και μικρούς μαγευτικούς δρόμους μέσα στις αόριστες τύψεις, την πλούσια ησυχία και την κατασπαραγμένη φτώχεια της Βαρκελώνης.
Αρχιτέκτονας της περιθωριακής φτωχογειτονιάς και της αστικής υπεροπτικής ψευδαίσθησης των υλικών και πνευματικών μεγαλείων.
Σε στενά δρομάκια που αναβλύζουν φιλιά, παιδικές αναμνήσεις, μυρωδιές ζωής και θανάτου. Κάτω απο τον καυτό ισπανικό ήλιο του έρωτα ή ανάμεσα απο το ασημένιο σκοτάδι στο φεγγαρόφωτο, καθρεφτίζει όνειρα, ανοίγει αγκαλιές, χαράς, λησμονιάς, απαντοχής και πόνου, για να περπατήσει ο αναγνώστης και να συγκρουστεί με τις δυνάμεις και την ενέργεια που δραπετεύουν απο κάθε πόθο του ανθρώπινου κορμιού και γίνονται ένδεια μα και πλούτος, ως εκφραστικά μέσα της αλήθειας.
Σε αυτά τα δρομάκια παραμονεύει ο απαρηγόρητος οίκτος, ο δισταγμός, η ταπείνωση, η επώδυνη αδυναμία της ευτυχίας και ο γκρίζος αποπνικτικός νεκρικός άνεμος που φυσάει πάντα για μα δροσίζεται ο πυρετός της δικτατορίας στην υπέρτατη βασιλεία του Φράνκο.
Ο Μαρσέ, με ήπιο και κομψό τρόπο δημιουργεί την ιδέα της ταξικής συνείδησης. Χλευάζει με αγάπη τις προσδοκίες της εργατικής τάξης και φτιάχνει με την άμμο και τα απόνερα της μιζέριας την αρωματική λάσπη της ματαιοδοξίας των πλουσίων αστικών οικογενειών. Πολιτισμική έκρηξη, πολιτιστική κρίση, πολιτική φλυαρία αλλαγής, φωνές με ανίκανες ερμηνευτικά γλώσσες παραλλαγής και επαναστατημένοι γόνοι αριστοκρατών που επισκέπτονται πότε-πότε τις γειτονιές της πραγματικότητας για να κατανοήσουν τον Μαρξ και να τυπώσουν φυλλάδια εξέγερσης.
Ανάμεσα σε όλα αυτά ένας φλογερός έρωτας που γεννιέται και μεγαλώνει τα απογεύματα των ψευδαισθήσεων της ζωής.
Ο Μανόλο απο τη Μούρθια με το προσωνύμιο Ψευτοκυριλές, είναι ο ερωτεύσιμος νεαρός τσιγγάνικης γοητείας, νόθος γιος παραδουλεύτρας και πεπεισμένος για την μη αναγνωρισμένη καταγωγή του απο τον μαρκήσιο της Ρόντα. Ηθικά άψογος και τολμηρά τρυφερός ο Ψευτοκυριλές είναι παντοτινά προσωρινός μικροεγκληματίας και αποτυχημένος απατεώνας που σκοπεύει να ανέλθει κοινωνικά μέσω της αρρενωπής πονηριάς του καρδιοκατακτητή.
Η Τερέζα Σερράτ, δείγμα ευγενικής καταγωγής, βρίσκεται εξ’αρχής εκει όπου ανήκει. Στην γλυκιά οικογενειακή θαλπωρή της αξόδευτης ανώτερης τάξης, μέσα σε φίλοσοφημένες φιλίες με πανεπιστημιακούς κύκλους αγωνιστών, των φιλελεύθερων σπουδαστών, των εξεγερμένων σκατόπαιδων της αριστοκρατίας.
Ο έρωτας ανάμεσα τους γεννιέται τις απογευματινές ώρες της αναμονής για την θεραπεία απο βαθιές ηθικές αναστολές και ενοχικές ερωτικές ηδονές.
Τα απογεύματα, τα τελευταία απογεύματα που διαρκούν λίγο μέσα απο την σκοτεινιά της γης. Οι απογευματινές αισθήσεις που κουράστηκαν να αγαπούν και συλλαβίζουν ψυθιριστά τον πόθο ως γνήσιο, καθαρό και αξιοπρεπές συναίσθημα. Με την προυπόθεση να ειναι αμοιβαίος, να μην εμπλέκει κανενός είδους ηθική ευθύνη και να ξεκαθαρίζει την αυτογνωσία του ως προς τις φθίνουσες συνειδησιακές αξίες.
Ήταν οι καιροί της μετάβασης. Η εποχή της θεωρίας σχετικά με την κρίση που περνάει ο έρωτας. Ήταν μια ιστορία ταπεινωτική και επώδυνη, με δύσπιστα χαμόγελα και σκληρό οίκτο. Τα τελευταία απογεύματα με την Τερέζα ήταν άχρωμα και σιωπηλά, είχαν περιπαικτική γεύση και μια τρυφερά χυδαία μυρωδιά απο σάπιες πεποιθήσεις που δέχονται να απαρνηθούν τον εαυτό τους αλλά αρνούνται να υπερβούν αυτό που υποδύονται.
Leyendo la mítica obra maestra de Juan Marsé (1933-2020), no pude evitar la comparación de Teresa Serrat con Laura Palmer, ya que aún estoy por terminar de ver Twin Peaks: The Return. Es más, no pude evitar imaginar a Teresa con el rostro de Sheryl Lee, y, curiosamente, al Pijoaparte encarnado en Dana Ashbrook (ambos actores circa 1990, por supuesto), en una virtual adaptación surrealista y norteamericana que sólo podría haber dirigido Lynch. ¿Quiere esto decir que la poesía realista de la prosa de Marsé supera con creces a su tendenciosidad racionalista, tanto que tal vez existe una corriente subterránea entre Últimas tardes con Teresa y Twin Peaks, y la inteligencia antivitalista que Vargas Llosa lamenta (en la contraportada de la primera edición, Seix Barral, 1966) a fin de cuentas no erosiona el poder fatalista o cósmico de su enjundiosa narrativa?
Si naces en el barro, ¿te está permitido anhelar la seda? Si toda tu vida ha estado marcada por el ruido de las fábricas, los talleres y las noches de bronca y cerveza, ¿puedes aspirar a un amor que huele a jardines y veranos eternos? Últimas tardes con Teresa es una de esas novelas que desmontan ilusiones, que te invitan a creer en los sueños solo para recordarte, unas páginas después, que los sueños tienen dueño.
La historia sigue a Manolo Reyes, el Pijoaparte, un inmigrante andaluz —o murciano, como se llamaba entonces en Cataluña a todos los inmigrantes del sur— que sobrevive trapicheando con motos robadas en los márgenes de la Barcelona de los años 50, con más hambre de grandeza que de pan. Su obsesión: colarse en un mundo que no es el suyo, ese de las élites universitarias, los ideales revolucionarios de salón y las fiestas en casas con jardín. Su billete de entrada se llama Teresa, una joven burguesa fascinada por la idea del proletariado, aunque no tanto por su realidad. Lo que empieza como un juego de apariencias pronto se convierte en un espejo brutal donde los personajes —y el lector— se enfrentan a lo que son, lo que creen ser y lo que jamás podrán ser.
Pero la historia no se sostiene solo sobre ellos dos. En el centro de esta danza de ilusiones y desencantos, hay otros ojos que observan. Maruja, la criada, con su pragmatismo sin complicaciones, es el espejo donde Teresa se niega a mirarse. Ella no sueña con revoluciones ni con ascender socialmente: sabe que los sueños son un lujo para quienes nunca han sentido hambre. Y su presencia en la novela es un recordatorio incómodo de que la realidad no se cambia con discursos bonitos.
Y luego está Hortensia, claro. Porque hay que hablar de Hortensia, la “Jeringa”. Ella es esa presencia que no se ve mucho, pero que de alguna forma está siempre ahí, como un recordatorio incómodo de lo que Manolo pretende dejar atrás. No es una chica que se conforme con lo que le dan, pero tampoco es alguien que busque los brillos de la alta sociedad como él. Y, sin embargo, se convierte en la pieza clave de la historia, porque a veces el amor no solo tiene que ver con lo que te dan, sino con lo que te quitan cuando no lo sabes valorar.
Y la ciudad, por supuesto… ah, Barcelona. No es solo un escenario. Es un personaje más, casi una sentencia para aquellos que intentan cruzar sus límites. En esas calles sin asfaltar de los barrios obreros, en las colinas que separan a ricos y pobres, Marsé nos muestra algo más que un mapa. Aquí, mirar hacia arriba no es solo un deseo, es una condena. La cuesta es empinada, y el Pijoaparte lo sabe.
Y en todo eso, el lenguaje es mucho más que una herramienta. Hay algo visceral en el uso de la jerga que Marsé maneja con maestría en esta novela. No es solo el lenguaje de los barrios, es la voz de la lucha, de la diferencia. Entre las calles del Carmelo y las villas de San Gervasio, el contraste entre el castellano hablado por personajes como Manolo y el catalán que dominan los ricos de San Gervasio no es un simple detalle. Es un grito de identidad. Porque para Manolo, cada palabra no es solo una forma de hablar, es una muralla entre el mundo que sueña con conquistar y el que le pertenece por nacimiento. Y lo sabe. Marsé no solo juega con estos dos lenguajes; los usa como una lupa, ampliando cada grieta que separa mundos y aspiraciones. Porque el lenguaje, aquí, no solo marca distancias, sino que moldea las vidas y sueños de sus personajes como una escultura que se va haciendo a golpes. El contraste entre la jerga barriobajera, cruda y sincera, y el discurso adornado y superficial de la alta burguesía, es imposible de ignorar.
Marsé no tiene piedad con nadie. Ni con el Pijoaparte y su ambición de cuento barato, ni con Teresa y su revolución de postal, ni con la ciudad misma, que brilla en la distancia para luego escupirte a la cuneta. Su prosa es precisa, rica en imágenes y con un lirismo que nunca empalaga, como si hubiera encontrado la manera exacta de hacer poesía con la mugre. Marsé escribe como quien pinta con cuchillas. Sus frases tienen la belleza de lo inevitable, esa mezcla de lirismo y brutalidad que solo unos pocos logran. Describe una ciudad que brilla pero no calienta, personajes que anhelan sin comprender, momentos que parecen dulces hasta que dejan un regusto a óxido. Cada palabra está medida, cada imagen golpea donde duele. No hay exceso, no hay concesiones. Y eso, más que un estilo, es una declaración de intenciones.
Porque si algo hace Marsé con su prosa, es sumergirnos en el laberinto de las mentes de sus personajes. Los monólogos interiores, tanto en primera como en segunda persona, son como las puertas que Marsé abre para dejarnos entrar en los pensamientos más íntimos de sus personajes. Manolo, con su mirada cegada por un deseo distorsionado, no solo se enfrenta a Teresa o a la ciudad de Barcelona, sino a él mismo. A través de esos monólogos, nos sumergimos en las fantasías que se construye, en los escenarios que imagina, donde siempre es el protagonista. Pero lo más interesante es que Marsé no nos deja en la superficie de estos pensamientos: nos invita a ver lo que se esconde debajo. Las voces que habitan en su cabeza, que a veces nos confunden y otras nos revelan la crudeza de sus inseguridades, nos permiten dudar de la realidad. ¿Es todo lo que vemos en Manolo un reflejo de sus deseos, o estamos ante una fantasía que se derrumba en cuanto tocamos tierra?
Y aunque Últimas tardes con Teresa es una historia sobre amor y deseo, su mayor fuerza radica en la crítica social. Marsé no se limita a señalar la lucha de clases, también se burla de quienes juegan a la revolución sin saber lo que cuesta. Teresa y su círculo representan a esa burguesía progresista que habla de justicia social entre copas de vino caro, que admira lo ‘auténtico’ del proletariado desde una distancia prudente. Su rebeldía es un artificio, una moda que pueden permitirse porque, al final del día, siguen teniendo las llaves de sus casas con jardín. Y Marsé, con su ironía afilada, los pone en su sitio sin levantar la voz.
En su relación, los dos se pierden en las sombras del malentendido. Teresa, la burguesa con una rebeldía de cartón piedra, y Manolo, el charnego que se finge militante revolucionario, se encuentran en un espacio donde la autenticidad está ausente. La seducción que se origina en una mentira se convierte en algo mucho más oscuro: lo que parece un romance de película se convierte en una lucha por algo mucho más ambiguo, tal vez por amor, tal vez por aceptación, quién sabe. Quizás por algo que ni ellos mismos comprenden.
Pero lo magistral de Últimas tardes con Teresa es cómo Marsé desmantela la idea del amor romántico como vía de ascenso. Esto no es Romeo y Julieta. Aquí el amor no salva, no redime, no nivela el terreno de juego. El Pijoaparte quiere ser alguien y cree que el amor de Teresa puede ser su pasaporte, pero la novela se encarga de demostrarle —y demostrarnos— que el mundo no funciona así. Porque, al final, el amor no es suficiente cuando la vida ya ha decidido de qué lado de la historia te toca estar.
Quizás lo más devastador de esta historia no es lo que los personajes hacen, sino lo que creen estar haciendo. Teresa se imagina rescatando a un obrero romántico; Manolo cree estar conquistando un mundo que nunca será suyo. Pero ¿se han amado alguna vez? ¿O solo han amado la versión idealizada del otro que han fabricado en sus cabezas? La gran mentira aquí no es solo social, también es íntima. Y esa es la peor de todas.
Porque Últimas tardes con Teresa es una novela sobre la identidad y el desencanto, sí, pero también sobre las mentiras que nos contamos a nosotros mismos, sobre el abismo que separa lo que deseamos de lo que podemos alcanzar. Sobre la ciudad y sus laberintos de sueños rotos. Sobre la juventud y su inevitable choque con la realidad. Y lo mejor de todo: Marsé lo cuenta sin pontificar, sin subrayados y sin notas al pie.
Así que si alguna vez has creído que el amor podía ser una llave para abrir puertas cerradas, si alguna vez has sentido que el mundo te daba la espalda aunque tú fueras el que más necesitaba entrar… Últimas tardes con Teresa es para ti. Pero ojo, porque Marsé no juega a lo bonito. No hay finales felices ni sueños cumplidos. Solo historias que, aunque las quieras dejar atrás, siguen rondando en tu cabeza, como esas últimas tardes de verano que nunca quieres que se acaben, pero sabes que ya están muertas.
What a delicious book to devour! A perfect summer/traveling book. I started it on the plane back from Europe and had a hard time putting it down.
Juan Marsé's style seems to just roll off the page. His descriptive passages are so seductive and beautiful like this: " La mañana vibra al paso de un tranvía que transporta racimos humanos en los estribos, hacia la playa (The morning vibrated from the passing tram that carried the humans clustered in their footrests to the beach). The gutteral sounds of the "r" and the nasal "n" and the terse "t" gives off the clanking tram. Read aloud and it sounds like poetry. But this is a novel of some 470 pages and to keep the brilliance, clarity and the poetry makes this book a wonderful read.
Published in 1966, and set in Barcelona in the summer of 1956, one gets a real flavour for the time and place. Although I am old enough to know about it, but didn't live through this period, this was the time of James Dean, the tough guy and Marilyn Monroe, the sexy woman. Their American influence permeates the book and yet retains its Spanish issues.
Manolo, also know as Pijoaparte, is a bike thief. He spends his time smoking, drinking in cheap bars and trying to work his way up the social ladder. He starts a relationship with Maruja, a young maid, living in the house of Teresa, a young, beautiful blonde who spends her time with her rebelious university friends. Manola wants sex from Marija, but he becomes obsessed with Teresa. Through an accident, Maruja fades and enter Teresa.
This is a book of class and of changing social norms. Manolo wants out of his poverty but can he change? Teresa falls for someone she shouldn't (ah, young rebelious love) and is she headed on a dangerous path. We have seen movies like this but go for the ride. It's a good one. This isn't Beach Blanket Bingo? Closer to Brando In "The Wild One" but with a decidedly Spanish/Catalan flair.
A good commentary on the future of these kids, "Con el tiempo, unos quedarían como farsantes y otros como víctimas, la mayoría como imbéciles o como niños, alguno como sensato, generoso y hasta premiado con futuro político, y todos como lo que eran: señoritos de mierda" (In time, some will remain fake, others as victims; the majority as idiots or like children; someone will be sensible, generous and have a future in politics, and all willmremain as they were: little misters of shit). So, so true.
Ultimas Tardes con Teresa es una novela referente en la literatura española de la segunda mitad del s.XX y hacia mucho que quería leerla, una de mis asignaturas pendientes ¿y qué mejor leerla en el año precisamente del fallecimiento de Juan Marsé??
Es una novela densa por el estilo de Juan Marsé que a lo largo de más de 300 páginas nos hace un retrato de la España de la época muy definido y cuidando el menor detalle. Con un argumento a priori simple: Manolo Reyes un emigrante murciano, atractivo y descarado, que vive de sus pequeños hurtos y del engaño, conoce a Teresa Serrat, una niña bien de la alta burguesia catalana y viven una historia de amor. Hasta ahí bien, pero la novela de Marsé no se queda en una simple historia de amor.
Después de terminarla llego a la conclusión de que no se trata tanto de una novela sobre una historia de amor como del encuentro de las dos Españas en plena dictadura franquista. Es cierto que el personaje de Manolo quiere escapar como sea de su mundo de pobreza y que de alguna forma quiere abandonarlo usando a las mujeres para escalar, pero también es cierto que Juan Marsé hace un trabajo magnifico en el retrato tanto de de Manolo, el “Pijoaparte” y de Teresa, porque cada uno de ellos responde al tópico de las dos Españas: Manolo conoce a la España real, la de la supervivencia del día a dia, y Teresa no deja de ser una universitaria idealista que cree que puede cambiar el mundo con sus teorias marxistas, y piensa que quizás pueda cambiarlo relacionándose con esa otra España, la proletaria, retratada en Manolo.
En 1956 en la Barcelona que nos describe Marsé, las clases sociales estaban muy diferenciadas y a lo largo de la novela, hay muchos pasajes que lo demuestran; hay una especie de paternalismo despectivo de unos hacia otros; Juan Marsé no se ceba, pero lo expone sin cortarse un pelo:
“.¿Qué otra cosa podía esperarse de los jóvenes universitarios en aquel entonces si hasta los que decían servir a la verdadera causa cultural y democrática del país eran hombres que arrastrarían su adolescencia mítica hasta los cuarenta años?"
Entiendo que sea una novela referente, un clásico ya de nuestra literatura, pero admito que hubo muchos pasajes que se me hicieron muy cuesta arriba, porque las largas exposiciones y descripciones de Marsé, llegado un punto me hacian dispersarme. No he leido el resto de su obra, y ahora mismo no sé decir si el estilo en esta novela es una experimentación o evolucionaria más adelante en otra cosa, pero en un principio quizás éste es casi el único defecto que le veo a la novela.
".El íntimo deterioro del mito se efectuó, no obstante, sin menoscabo de su creciente amor por el muchacho. La verdadera personalidad del joven delSur, se le reveló a Teresa precisamente (y bastaron tres tardes) al adquirir plena conciencia de que había sido seducida no por una idea, sino por un hombre".
Inolvidable obra de Juan Marsé (1933-2020) quien nos entrega una historia que toca puntos muy sensibles, en especial un tema sin solución hasta hoy: las desmesuradas diferencias en las condiciones de vida entre los seres privilegiados y los seres desarraigados. Esta temática es abordada a través de una historia de amor entre dos personajes inolvidables: uno es Manolo Reyes el “Pijoaparte”, un apuesto muchacho marginado que se busca la vida con pequeños robos y otras actividades; el otro es la hermosa, privilegiada y progresista joven universitaria llamada Teresa Serrat. Hay además un tercer personaje, la noble y resignada Maruja, que conecta a los dos anteriores y quien es la sirvienta de Teresa e inicial amante de Manolo. En algún momento Manolo llega a enamorarse plenamente de Teresa y deja entrever una aspiración de superación social.
La ambientación en la Barcelona de los años 50 del siglo XX es excelente, describiendo parajes, calles, caminos, bares y terrazas y en dónde también se percibe la moralidad y las convenciones imperantes en la sociedad. La narración contiene una gran belleza literaria y destellos de un lirismo que toca niveles muy altos. A veces la sintaxis y las numerosas explicaciones que el autor pone entre paréntesis me hicieron distraerme ligeramente, asunto sin mucha importancia.
La trama tiene un trasfondo muy profundo que llevaría a muchísimas reflexiones y consideraciones sobre el tema de los desposeídos que nacen y viven en la pobreza, sin privilegios, sin oportunidades y con exiguas expectativas acerca de su futuro y por el contrario tenemos los múltiples privilegios, placeres y oportunidades que tienen, en general, las clases privilegiadas. Es como si ambos estratos, durante sus vidas, recorriesen un camino sobre un alambre delgado y deben mantener el equilibrio para no caer; no se les permite un paso en falso: si una persona pobre comete un error cae al precipicio; si un privilegiado pierde el equilibrio cae a una red protectora.
El tema se presta para profundas disquisiciones de carácter sociológico, psicológico, económico y antropológico y éste no es el espacio ni la intención, sólo puedo decir que la trama es bella y profundamente explorada por el autor.
Cabe mencionar que esta novela, en 1965, pasó por la censura por "exhibir los aspectos más hirientes de inmoralidad y clasismo." La belleza de esta obra no impide que nos quede un regusto amargo al pensar en esas injustas, insolubles y añejas diferencias de clase que niegan oportunidades y destruyen expectativas de superación de los más desprotegidos.
Un galancete de las barriadas pobres del Monte Carmelo, sueña con atrapar a una rica heredera. El contacto con Teresa lo lleva a un amor inesperado, y a la sensación de no pertenencia. El lenguaje recargado de Marsé no impide disfrutar de esta historia profundamente humana.
Tremenda novela, aunque el valle de la historia se me ha hecho un poco cuesta arriba por el estilo tan meticuloso que tenía Marsé al escribir. Toca varios temas: el amor entre clases sociales radicalmente distintas en una sociedad que no era lo que es ahora, los levantamientos universitarios contra el régimen de principios de los 60, o la picaresca que se tenía que usar en los arrabales de una Barcelona que ahora es otra ciudad si se quería sobrevivir. Poco hay que añadir que no se haya dicho ya en otras reseñas. La recomiendo totalmente.
Impactado con esta novela. Perdí a Marsé después de encontrarme con "Si te dicen que caí", pero esta obra es una maravilla de principio a fin. Desde el primer párrafo hasta el último. Personajes inolvidables. A los genios como Marsé hay que tenerlos siempre cerquita.
Un libro bellísimo, porque la escritura de Juan Marsé lo es. Pero acaso su prosa poética es pegajosa y plomiza como un lodazal o infantil y cursi, según se dé. El libro comienza con una fuerza inusitada, para, después, irse desinflando lentamente como un castillo de aire con la válvula rota. Por si fuera poco, Marsé torpedea su propio castillito con digresiones fútiles y de relleno, haciendo que el interés vaya decayendo al mismo ritmo que el relato se deshincha, acabando con un bluf colosal. Aún así, ha merecido la pena. Al fin y al cabo, uno sale enamorado de Teresa Serrat.
ay no ay No..... no sé explicar las maneras en las que esta novela no se parece ni un poquito a todo lo que haya leído antes, en ocasiones es una novelita rosa y en otras un ejercicio estilístico total, y la mezcla no está nada mal Marsé! por no hablar de lo que es el personaje del Pijoaparte... un pequeño don juan del siglo xx. creo que no hay mejor novela para empezar el verano, aunque poco se ha leído en la playa, por desgracia. perfecta!
y quizás una de las cosas que más he disfrutado, los momentos de rabia desatada de Marsé: «Con el tiempo, unos quedarían como farsantes y otros como víctimas, la mayoría como imbéciles o como niños, alguno como sensato, ninguno como inteligente, todos como lo que eran: señoritos de mierda». chimpún
Voy a ser muy escueta con esta reseña. Nos tocó leer este libro en el club de lectura de Mayo. Ya había leído 'El embrujo de Shanghai' del mismo escritor, pero a diferencia de este libro que sí me gustó, el de 'Últimas tardes' no me ha terminado de convencer.
Empezaré diciendo que no hay una historia en sí que atraiga al lector. Ni el pasado por alto trasfondo social de la época en 1953, ni el ya manido tema de hombre pobre y mujer rica llegan a enganchar, sobre todo porque no hay una historia de amor como tal. Manolo, el protagonista, es un joven pobre y egoísta con ínfulas de señorito que engancha a una chica joven y guapa en un guateque creyendo que es una rica heredera. Entra a escondidas en su cuarto para descubrir a la mañana siguiente que Maruja es la criada de la familia. Su plan no ha salido como esperaba, pero sigue frecuentándola por las noches, tal vez por la ausencia de cariño en su infancia, tal vez por egoísmo.
Sin embargo, será gracias a Maruja que entrará en contacto con los Serrat y la hija de estos, Teresa. Un verano que cambiará para los dos. Una joven rica y aburrida y un chico pobre y aprovechado.
Como dije antes, no he logrado sacar nada bueno del libro y es una lástima por quién es el autor. Se pasa de puntillas por el contexto social que se vive, no hay una verdadera historia de amor y los personajes son tan estereotipados, que no se logra sacar ninguna humanidad de ellos.
Otra cosa que no me ha gustado nada es la ausencia casi de diálogos y cuando los hay están entre paréntesis y guiones, dentro de la propia narrativa. Cuenta demasiados detalles que luego no van a ninguna parte. En mi opinión, el libro le sobra fácilmente la mitad de las páginas.
Cuesta empezar la lectura, pero a mí se me ha hecho realmente lenta y pesada. Le he terminado porque quería cumplir y poder dar mi opinión al completo en el club de lectura, pero si no probablemente lo habría abandonado. Hay momentos en la lectura que uno se pierde y tiene que volver atrás para saber quién es el que habla por ejemplo. Al final, he ido saltándome páginas porque como digo había demasiada densidad en detalles que no aportan nada a la historia principal.
Este libro ha recibido varios premios, pero comentándolo con los compañeros del club creemos que tal vez fue un libro estupendo en su época porque hablaba de ciertos temas en una época un poco controvertida, pero ahora que estamos acostumbrados a leer otro tipo de historias y otra forma de narración, este libro puede habérsenos atragantado por eso.
Yo no recomendaría precisamente este libro del autor. Tampoco digo con esto que no vuelva a leer nada de él, pues como digo me gustó 'El embrujo de Shanghai'. Simplemente no es mi libro favorito de Juan Marsé.
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No tengo miedo de decir que este libro es uno de los 5 libros que más me impactaron tras su lectura. He leído casi todo lo publicado de Marse y siempre hay todo tipo de opiniones (con razón, porque tiene algún libro muy pesado). Tras leer Últimas tardes con Teresa el debate concluye. Se abre paso la poesía en prosa, el buen gusto, las decripciones como solo es capaz de hacer Marsé., con dos palabras y el juego brillante de adjetivos. La historia de fondo de la dama y el vagabundo, en ningún registro de cine o novela tiene la carga de complicidad que consigue el autor con los protagonistas de esta obra maestra.
del ano, no sé si me cagó tanto porque es el libro más innecesariamente mamerto que he leído en la vida o porque me vi tantito reflejada en teresa y me cayó la pedrada
probablemente ambas
update relectura: el libro perfecto para machitos de izquierda q no hablan de otra cosa q de senos turbios y comunismo, estoy casi segura de q a pablo neruda le tuvo q haber encantado este libro
El libro me encanto, una trama muy sencilla pero un ritmo de la historia bastante bueno, me enganche muchísimo. En los saltos temporales me perdía a veces y el final un poco seco pero realista.
Es más que natural que uno cuestione como se ha transformado una novela con el paso del tiempo, de la misma manera que al mirarnos al espejo por la mañana, en ocasiones podamos distinguir el brillo en los ojos, marca inconfundible de aquel joven que alguna vez fuimos y las preguntas obligadas tomen forma en nuestra mente. Mucha nostalgia conduce casi invariablemente a grandes decepciones. ¿Cuantas veces rodeamos de un aura de santidad una obra que en su momento nos marcó profundamente, o mejor dicho, marcó a aquel otro que fuimos y que quizá ya nos somos? Regresar en el tiempo puede ser una aventura desastrosa, y haciendo uso de ese juego de opuestos -tan literario-, también puede ser una maravillosa experiencia.
En el caso de Últimas tardes con Teresa, debo confesar, la relectura ha sido fantástica. Juan Marsé es uno de esos autores queridos y admirados que llevan un lugar especial en mi corazón (hay varios en mi panteón personal). Y lo escribo en tiempo presente, por dos razones fundamentales: primero, porque la manera en que dejó su huella en el joven que era yo hace años, se mantiene casi intacta hoy y segundo, porqué a pesar de su muerte, sigue vivo en mí. Comprendo que el cliché puede parecer un tanto cursi y la idea de que la obra es eterna no todos la comparten. Leí la nota sobre su fallecimiento en un obituario en El País* en julio pasado. La tristeza me embargó de pronto, justo como en esos trozos exquisitamente narrados de sus novelas, cuando los ojos vidriosos se apartan del libro un momento y dejan escurrir una que otra lágrima que deja una marca imborrable en la página abierta. Así es la vida y así es la muerte. Recuerdo que en 2008 celebré su Premio Cervantes con gran alegría, esa que todo buen lector guarda cuando sabe que uno de sus autores preferidos ha alcanzado la gloria. En aquella ocasión, para celebrarlo, leí Rabos de lagartija casi en una sentada.
La novela contiene algunas de las preocupaciones de Marsé a lo largo de su vida. No hay que olvidar que él siempre se consideró ante todo, un escritor autodidacta. Las diferencias sociales centradas en los dos protagonistas, Teresa, una joven burguesa y Manolo, un ladrón pobre que sueña con ser rico. Los ideales revolucionarios de una generación que busca cambiar el rumbo de las cosas, en una Barcelona de los años cincuenta, bien anclada en sus tradiciones y perfectamente cerrada en sus diferencias de clase. Y por último quizá, la desbordante energía de una juventud libre, capaz de arriesgarlo todo por el amor. En todo ello no puedo dejar de ver en Manolo al autor mismo, observando desde el Monte Carmelo la ciudad envuelta en una nube brumosa, que representa el tamaño de sus sueños.
Hay escritores cuya intuición produce maravillas y esta novela es una de ellas. No, aquí no hay los grandes avances literarios ni la experimentación formal de la narrativa o la exploración de un nuevo lenguaje, que por aquella época vieron luz en otros escritores cuya necesidad los llevó a producir obras experimentales, consideradas icónicas hoy. Aquí, la historia se cuenta de manera lineal y cronológica, a excepción de algunos pasajes al final de ciertas partes que son regresiones y que apuntalan el valor de los recuerdos. El narrador lo hace en la acostumbrada tercera persona y la prosa es sencilla en su mayor parte, adornada cuando hace falta hacerlo, como en varios inicios de capítulo cuando el autor parece darse vuelo con descripciones exquisitas de su entorno y más aún, cuando logra adentrarse a lo más profundo de sus personajes y nos cuenta como son sus sentimientos, pensamientos, miedos y fortalezas. Lo que sí está presente en todo momento es la gran calidad de escritura, pulida y bien construida, que en mi opinión, es la marca inconfundible del gran Juan Marsé.
Manolo es conocido como el Pijoaparte, un murciano sin oficio ni beneficio en una Barcelona de posguerra. Conoce a Maruja, una encantadora criada de la familia Serrat, y al de poco se acaba acercando al magnetismo que ofrece la joven burguesa Teresa, de ideas políticas revolucionarias y de intelecto bien cultivado. Desde entonces, un sinfín de casualidades llevará a Manolo más cerca de su inalcanzable Teresa...
El planteamiento de 'Últimas tardes con Teresa' es marcadamente lento y en ocasiones muy adornado. Son entrañables sus personajes (¿quién no se enamoraría de Teresa?) y cada una de las calles de Barcelona descritas por donde transcurre la acción. Queda patente el afán de superación personal que invade a Manolo por convertirse en un hombre pleno para ella. Incluye un final sorprendente, muy bien trazado.
Hay quien dice que esta novela vale la pena leerla en voz alta. Yo no lo he hecho, pero sospecho que es cierto. Porque la propia expresividad de Marsé tiene un valor en sí misma que puede escaparse cuando se lee de corrido, especialmente en una novela como esta que tiende a hacerse lenta pues casi no ocurre nada. A grandes rasgos, se representa la sociedad barcelonesa de finales de los años 50. El contraste entre la burguesía catalana y los inmigrantes de barrios marginales. Y lejos de limitarse a la aburridísima denuncia social ricos-pobres, Marsé nos presenta una amplia dimensión psicológica. En ambas clases reconocemos lo despreciable y lo loable, a veces inocentes, a veces culpables. Todos, unos y otros, unos interesados dados a mentir y a engañar al prójimo pero que, finalmente, son víctimas del autoengaño.
Extraordinaria novela por muchos motivos que no me caben aquí. ¿Sabes la historia de la dama y el vagabundo? Pon un toque de romance medieval pero en la Barcelona de los años 50. Pobreza, ascenso social, pijoprogres que (nada nuevo bajo el sol) no entienden a la clase obrera, un xarnego que es escoria pero que mira Barcelona desde el monte Carmelo cual héroe clásico, la ambigüedad (a todo, como debe ser, bien de grises), etc. ¿Aman al otro, lo que creen que es, o lo de que de verdad es? Tiro confetti.
lo único que soy capaz de decir de este libro es que disfrutar de su compañía me ha hecho increíblemente feliz este verano ((y que a quien no conoce a juan marsé a cualquier sally rooney reza))
("(automóvil-ricamuchacha-chacha)"mi cita favorita)Juan marsé 1motivo más para llamar a mi hijo Juan si algún día tengo uno. Librito 10/10 y 10/10 como librito de comienzo de verano y 10/10 haberlo terminado en la primera tormenta d verano. Vaya delicia k preciosidad. Ahora a esperar pacientemente a mis amigas para poder hablar de él en nuestro cluPServeSero!!!! Mientras tanto, hablaré de el conmigo misma en la ducha, mientras me lave los dientes, mientras me ate los zapatos, cuando corte cebolla etecé. JuanMarsé jamás me defraudes.
Al fin leo a Marsé, al fin me acerco a su prosa abigarrada y compleja que nos arrastra a la Barcelona de los 50.
Inolvidable el Pijoaparte pero tengo que reconocer que esperaba más, que se me ha hecho denso hacia la mitad de la historia y que, como en muchas otras ocasiones, las expectativas han superado lo que me he acabado encontrando. Creía que iba a ser un libro redondo y vaya, para mí no lo ha sido.
No podría haber leído Ultimas tardes con Teresa en mejor momento, ahora que todavía me queda todo el verano por delante y todavía puedo disfrutar de ser joven…
También lectura muy especial con mis amigas! y más aún por ser uno de los libros favoritos de mi madre y ahora también de los míos.