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- Los chicos que nacieron viejos
- Taller de composturas de muñecas
- Molinos de viento en Flores
- Yo no tengo la culpa
- El hombre de la camiseta calada
- Causa y sinrazón de los celos
- Soliloquio del solterón
- Don Juan Tenorio y los diez centavos
- Amor en el Parque Rivadavia
- Filosofía del hombre que necesita ladrillos
- Grúas abandonadas en la Isla Maciel
- El bizco enamorado
- El "furbo"
- El origen de algunas palabras de nuestro léxico popular
- Divertido origen de la palabra "squenan"
- La tristeza del sábado inglés
- La muchacha del atado
- Ni los perros son iguales
- El Siniestro Mirón
- La tragedia del hombre honrado
- Los tomadores de sol en el Botánico
- Apuntes filosóficos acerca del hombre que "se tira a muerto"
- Casas sin terminar
- Sillas en la vereda
- Motivos de la gimnasia sueca
- Una excusa: El hombre del trombón
- Ventanas iluminadas
- Diálogo de lechería
- Visita al "tattersal" reo
- El próximo adoquinado
- No era ese el sitio, no...
- El que siempre da la razón
- La señora del médico
- El turco que juega y sueña
- El placer de vagabundear
- ¡Atenti, nena, que el tiempo pasa!
- El hombre corcho
- "Cuna de oro"y "pañales de seda"
- ¿No se lo decía yo?
- Padres negreros
- El parásito jovial
- Engañando el aburrimiento
- Persianas metálicas y chapas de doctor
- "Laburo" nocturno"
- Fauna tribunalesca
- El relojero
- El hombre del apuro
- Entre comerciantes...
- Del que no se casa
- La decadencia de la receta médica
- El hermanito coimero
- Conversaciones de ladrones
- Terrible sinceridad
- El idioma de los argentinos
- Psicología simple del latero
- La madre en la vida y en la novela
- El espíritu de la calle Corrientes no cambiará con el ensanche
- La vida contemplativa
- Candidatos a millonarios
- Mala junta
- Sobre la simpatía humana
- El tímido llamado
- La tragedia del hombre que busca empleo
- La amarga alegría del mentiroso
- El enfermo profesional
- La mujer que juega a la quiniela
- ¿Quiere ser usted diputado?
- Aristocracia de barrio
- La inutilidad de los libros
222 pages, Paperback
First published January 1, 1933
No los lee ni la familia (...) Son señores de cuello palomita, voz gruesa, que esgrimen la gramática como un bastón y su erudición como un escudo contra las bellezas que adornan la tierra.
No conozco un solo hombre feliz que lea. Y tengo amigos de todas las edades. Todos los individuos de existencia más o menos complicada que he conocido habían leído. Leído, desgraciadamente, mucho (...) Si la gente lee, es porque espera encontrar la verdad en los libros. Y lo más que puede encontrarse en un libro es la verdad del autor, no la verdad de todos los hombres. Y esa verdad es relativa... esa verdad es tan chiquita... que es necesario leer muchos libros para aprender a despreciarlos.
- Los chicos que nacieron viejosLa mayor parte de los retratos miniaturistas de planchadoras, hijas en edad de casamiento, dueños y dependientes de pequeños negocios y sobre todo sus depredadores, los vagos, maleantes, sinvergüezas, parásitos, aprovechados, perezosos, envidiosos, improvisados, ilusos y seductores de poca monta que desfilan por los cafés, boliches y calles del antaño porteño son vívidos e inolvidables.
- Taller de composturas de muñecas
- El hombre de la camiseta calada
- Causa y sinrazón de los celos
- Don Juan Tenorio y los diez centavos
- Filosofía del hombre que necesita ladrillos
- El "furbo"
- Divertido origen de la palabra "squenan"
- Apuntes filosóficos acerca del hombre que "se tira a muerto"
- Sillas en la vereda
- El placer de vagabundear
- Padres negreros
- El parásito jovial
- "Laburo" nocturno"
- Fauna tribunalesca
- El relojero
- La decadencia de la receta médica
- El hermanito coimero
- Conversaciones de ladrones
- Psicología simple del latero
- Mala junta
- La tragedia del hombre que busca empleo
- El enfermo profesional