En Las Visiones, obra ganadora del Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo Trejo 2021, José Emilio Hernández despliega una aventura quijotesca en el contexto de la revolución mexicana. Esta pieza dramática, a la que no faltan diálogos inteligentes y llenos de humor, convierte a la época revolucionaria en el escenario ideal para dar vueltas de tuerca a varios temas centrales de la literatura nacional.
De entrada, no lee mucho dramaturgia, pero en este caso, el género sale sobrando porque está escrita en prosa y de una forma deslumbrante. Son fragmentos de un tema que, aunque algunos digan, no se ha agotado: la revolución mexicana. Esta es una historia que se asemeja mucho a Esperando a Godot por sus personajes involucrados en situaciones absurdas y que nunca, pese a todo lo que hagan, no llegan a ningún lado.
Dos hombres salen a buscar a Pancho Villa. Desde ahí hay algo quijotesco aunque a la inversa, el soñador es gordo (a la Sancho Panza) y el escudero es flaco. Los acompaña la burra Lucinda y dejan atrás a sus mujeres. O eso creen, porque ellas también salen a buscarlos. En estos caminos truculentos andan topándose con puras desgracias, con violencia y descubrimientos de sí mismos.
Me parece interesante que se hable de la revolución desde el humor y la comedia, que desde Ibargüengoitia, me parece, no se había hecho. Quizá no es del tipo de humor que me guste demasiado, pero logra el efecto. Pero es que además, se toca la revolución desde los quiebres de la realidad, no sé hasta qué punto fantástico, pero sí hay personajes que parecen traspasar el tiempo y bueno, la burra Lucinda se echa un monólogo.
Todo esto sucede en apenas 50 0 60 páginas, está todo contenido en un lenguaje preciso y no deja nada al azar. Me encantaría ver esto en escena.
Maravillosa narración quijotesca que José Emilio Hernández forma en torno a dos hombres que salen, abandonando a sus mujeres, en búsqueda del general Villa durante la Revolución. Con un ingenio perspicaz e inteligente, a narración satírica y en aventura, disfrutamos de un estilo único, bien logrado, a diferentes voces en la misma voz. Se trata de meramente diálogo, interlineado entre los personajes, y aun así lo vamos entendiendo todo. Es una obra corta que se disfruta muchísimo y uno desea no termine, sino quiere más y más.
«Esa es la revolución, Atanasio, de eso se trata / de qué, señor / de preguntarnos a dónde vamos a ir, de tener esa libertad de preguntarnos qué hacer después»