Este relato-diario ha sido definido por la crítica italiana como un pequeño clásico contemporáneo. El hilo conductor de la narración es el éxodo de los italianos de Fiume, ciudad que en 1947 pasó a Croacia, dentro de la antigua Yugoslavia. Marisa Madieri vuelve a encontrar en la memoria los episodios trágicos y cómicos que marcaron su infancia, las personas con las que creció —como la inolvidable abuela Quarantotto— y el ambiente del Silos de Trieste, «un paisaje vagamente dantesco, un nocturno y humeante purgatorio», en el que vivió junto con otros refugiados hasta hacerse adulta. A medida que el relato avanza, la escritura, precisa y sutil, revela una tensión entre la reapropiación del pasado y la incertidumbre frente al futuro, que desemboca en una actitud valiente y generosa ante la vida.
Marisa Madieri è stata una scrittrice italiana. In origine il cognome della famiglia paterna (fiumana, ma di origini evidentemente ungheresi) era Madjarić, poi fu modificato in Madierich e successivamente in Madieri. La famiglia, esule dall'Istria, riparò a Trieste nel 1949, e per molti mesi visse in condizioni precarie, insieme a tanti altri profughi italiani, nel campo profughi del Silos presso la stazione ferroviaria. Di questo periodo avrebbe scritto poi nel suo primo libro Verde acqua (Einaudi 1987) in cui narra dell'esodo di Fiume, dell'identità di questa città e di altri fatti legati alla sua infanzia e adolescenza, in cui la memoria è anche ricerca delle proprie radici.
Studiò lingue e letterature straniere a Firenze, dove conobbe lo scrittore Claudio Magris, che sposò e da cui ebbe due figli, Francesco e Paolo. Conseguì anche il brevetto di pilota aereo e svolse opera di volontariato per il "Centro di aiuto alla vita". Scrisse poi altri racconti fra cui uno in forma di parabola, La radura (Einaudi 1992). È considerata una delle voci narranti più limpide delle vicende dell'esodo istriano.
“Hay días que miro de buena gana hacia atrás, otros en el que el pasado se hace opaco y elusivo. Los intereses contingentes prevalecen. Luego, de forma imprevista, el hilo secreto del tiempo que teje nuestra vida revela su tenaz continuidad. Un desgarro, un vuelco al corazón. Todo está aun presente.”
Marisa Madieri abandonó de niña su ciudad natal Fiume (la actual Rijeka) porque dejó de ser italiana y pasó a formar parte de Croacia en la antigua Yugoslavia. En esos años, casi el 80 % de la población (o sea la casi totalidad de los italianos) fue expulsada de la ciudad durante el llamado éxodo istriano-fiumano-dálmata. Cuando finalmente se trató de elegir entre la ciudadanía eslava y la italiana, la familia Madieri opta por la segunda, la opción proitaliana y esto significó primero marginación y luego el éxodo de una familia que se acaba instalando en Trieste. Y esto es lo que narrará Marisa Madieri en Verde Agua, el desarraigo de una familia que se convierte en refugiada a través de los ojos de una niña, luego una adolescente que con mirada entre curiosa y dolorosa nos introduce en la atmósfera multiglobal y étnica que caracterizó Trieste, la ciudad donde acabó afincada.
“La primera impresión que tuve al llegar a Trieste fue la de haber llegado a un paraíso terrenal, a una tierra prometida. El movimiento en las calles, el pan blanco, la abundancia de diarios, revistas y tebeos en los quioscos, las mercancias expuestas en las tiendas, la forma de vestir de la gente me parecieron la expresión de una riqueza fabulosa.”
Es en esta atmósfera multicultural donde arrancan las historias que van surgiendo desde la mirada de la niña Marisa con una abuela paterna que conocía cuatro idiomas (serbocroata, húngaro, alemán e italiano) pasando por un mundo que perteneció al imperio austrohúngaro, arrasado por dos guerras mundiales, en medio de una especie de polvorín donde las luchas nacionalistas no daban un minuto de tregua. “Me tiembla la vida, repetía, masajeándose el corazón.”, es una frase repetida por su abuela que se convierte en una especie de metáfora de la inestabilidad de los tiempos, de esa tensión por vivir en tierra de nadie con una incertidumbre crónica por un futuro que nunca llega a verse del todo despejado. Este collage de momentos familiares que Marisa va haciendo surgir de la memoria nos retrotrae continuamente a esa cultura centroeuropea en continuo bullicio, la historia de su familia también se convierte en la historia de miles de familias que vivieron esta diáspora tan traumática y sin embargo, la mirada de Marisa, está exenta de todo rencor, su narración contenida, lúcida, transparente serán un pequeño milagro para el lector que apenas se tiene que esforzar, tampoco sufrir, porque Marisa Madieri intentará reapropiarse de su pasado de la forma más generosa, siempre mirándolo de frente.
“Se me aparece joven, en la calle Angheben, con los cabellos negrísimos ondulados, los ojos verdes, siempre un poco preocupada y temerosa de no estar a la altura de algo; ora pienso en ella en Trieste, en el campamento de refugiados de Silos, doblegada por la angustia, por la miseria, por una madre tiránica, por la falta de una casa, solo deseosa de envejecer para tener tiempo de leer libros.“
Verde Agua está narrada a partir de un diario que lleva Marisa Madieri entre el 24 de noviembre de 1981 hasta el 27 de noviembre de 1984, unas entradas de diario, cortas, nunca desesperanzadoras, continuamente homenajeando la vida, en las que consigue mimetizar pasado con su presente: “Hoy no me encuentro en armonía conmigo misma y desearía poder alejarme de mi.”, es lo que dice Marisa Madieri en una de estas entradas en las que el pasado lucha por salir una y otra vez y lo hace surgir sin rencor porque de alguna forma se ha reconciliado con él. Este traumático éxodo lo transformará la autora en numerosas y pequeñas historias cotidianas que muestran que aunque la deshumanización es un hecho, también lo es el milagro de su narración fresca, acuática, transparente, en la que todo acaba siendo humanizado precisamente por estas pequeñas historias cotidianas. Quizás lo que mejor consigue Marisa Madieri sea aunar este presente con el pasado en una especie de bucle circular, interminable, que siempre te acabará llevando al lugar de partida, la necesidad de bucear, de regresar a los orígenes. En apenas 160 páginas, Marisa Madieri ha creado un texto atemporal, más vigente que nunca, que sirve como espejo para cualquiera que siga añorando una tierra, un pasado, que siempre podrá ser reconstruido. Joya.
“Es probablemente una fase natural en la vida de todos… hay en la madurez, una tendencia al regreso, al redescubrimiento de los orígenes. También yo deserté de aquel seno, me fui lejos, y descuidé quizá un poco a mis padres [..] reencuentro vivas mis raíces en mis pensamientos y en mis actos. Nada muere nunca del todo.”
Madieri, despojada de todo rencor y de toda pena, echa atrás su mirada, mezcla pasado y futuro, y con el drama del éxodo de Fiume como telón de fondo, nos cuenta el difícil periplo de su vida, tejiendo una delicia, hecha de serenidad, esperanza y sensibilidad.
Grandioso homenaje a la vida, a la familia, a las raíces y a los recuerdos.
Porque estos no existen si no es a través de la mirada de quien los vivió. “En cada palabra dada y recibida, en cada gesto y pensamiento, en cada fragmento incluso breve y casual de nuestra existencia y la de los otros, hay algo de precario y algo de eneluctable, de caduco y de indestructible”. Verde agua es, como ella misma dice, “el color del amor”, el color de una mujer que nunca se dejó hundir por el peso del desarraigo, el color de la trasparencia de esta historia, el color del optimismo. ⚡️ *”Qué importa si he trabajado mucho, si el mal vino y se fue, si alguna nube ha turbado mi horizonte sereno, si los años pasan veloces.” *”De algún modo, me siento responsable de su felicidad y me pregunto si han recibido las armas y los instrumentos necesarios para hacer elecciones conscientes,para ser aguerridos en las pruebas, fuertes en las desilusiones, generosos en el éxito, para amar y vivr en el significado”. *“Lloré(…) el exilio y la soledad, la falta de besos, los agujeros en los zapatos, lloré el esfuerzo de crecer y la pena de existir.”
Un pequeño clásico contemporáneo de las letras italianas, una joyita en torno al paso del tiempo y el exilio. Escrito a modo de breves entradas de diario, Marisa Madieri, escritora secreta durante años, mezcla pasado y presente, echando la vista atrás para recordar las tribulaciones de su vida. Desde su actual residencia en Trieste al recuerdo del drama vivido durante el éxodo de Fiume y su vida en el campo de refugiados del Silos. De la infancia, la guerra y sus consecuencias a una serena madurez. Una bellísima narración llena de detalles certeros y matices sutiles. La edición de Minúscula se completa con un imprescindible posfacio de su esposo Claudio Magris. Al fin, un homenaje a la vida.
Me alegra haber conocido a la escritora Marisa Madieri (1938-1996). "Verde agua" (traducción de Valeria Bergalli) es diario y memoria del exilio: de Fiume (actual Rijeka, Croacia) al Trieste dividido en dos zonas tras la Segunda Guerra Mundial. La vida pobre en las viviendas comunitarias de los inmigrantes. Frente a la pobreza y la transitoriedad, frente a la vergüenza, Madieri se recrea en todo lo que la rodea: su mirada se enamora de las cosas. Una saudade superada por un amor insaciable a la vida. Eso es lo que se refleja en la hermosa voz y mirada de Madieri. Es como un fado, un fado enamorado, trasladado a las aguas e islas del Adriático. La edición de Minúscula incluye un postfacio de su marido, el escritor Claudio Magris. Una joya.
En vistes de la visita a Trieste, m'he apropat a aquesta petita joia de la Marisa Madieri. Un títol preciós que l'autora ens avisa que aquest és el color de l'amor. Hi podria estar d'acord.
Madieri nascuda a Fiume (Rijeka) va ser víctima dels reassentaments ètnics de la fi de la IIª Guerra Mundial. Ja ens havia advertit E. J. Hobswam que el programa de reagrupació ètnica previst per Hitler no el va portar a terme ell, sinó que ho van fer els seus adversaris després d'haver-lo derrotat. Una infància i primera joventut difícil passada en bona part a El Silo de Trieste, un enorme edifici adaptat per a rebre refugiats provinents de la Croàcia ioguslava. A mode de dietari, l'autora rememora el passat sense amagar res; sense fer soroll revela violència, tristesa, pobresa, soledat, però també tendresa, amor, la força de la voluntat de saber, d'aprendre i la dels somnis que projecten el futur. Retrata amb pocs traços persones entranyables com l'oncle Alberto o terribles com l'àvia Quarantotto. És un llibre profund fet des dels dies plens de llums i d'amor del present en el que s'escriu -encara que hi ha ombres que amenacen el futur- que parla del passat, però, sobretot, de com ens situem davant la vida i de com triem, si l'odi i la venjança o l'amor i la comprensió. La decisió de Madieri és la darrera i jo la trio també.
Una citació en la que m'hi reconec: "Hi ha dies que miro de grat enrere, d'altres que el passat es fa opac, elusiu. Les qüestions contingents s'imposen. Després, de sobte, el fil secret del temps que teixeix la nostra vida revela la seva tenaç continuïtat. Una estrebada, un salt al cor. Tot continua present" (pàg. 53).
En finalitzar el llibre hi ha un postfaci de Claudio Magris, el marit de Madieri, que troba les paraules justes per explicar el llibre: "El protagonista de Verd aigua és el pas del temps, escoltat i esdevingut relat; el passat queda integrat en el present, rescatat de l'oblit en l'eternitat dels seus instants d'epifania però també transformat, en una superposició cronològica que coincideix amb el moviment de l'escriptura endavant i enrere, en el qual el llibre es fa tot sol, en una mena de concreció cristal·lina". (pàgs. 187-8).
«Si he tornat a Ítaca, [...] sento que he de donar-ne les gràcies a una multitud de persones, fins i tot a les que he oblidat, que, estimant-me, o simplement sent al meu costat amb la seva presència fraternal, no tan sols m'han ajudat a viure sinó que són, potser, la meva vida mateixa.»
Precioso libro sobre una mujer en una etapa más reposada de su vida, en la que mira y reflexiona sobre su infancia y juventud, duras, como refugiada en un pueblo italiano. Recorre temas como la pobreza, el empuje de una madre incondicional que quiere que sus hijas tengan una mejor vida que la que tiene ella, la vida familiar, personajes con sus luces y sombras, la añoranza del lugar que tuvo que abandonar, el sentirse en casa por fin, el presente y su belleza...
“Me enamoré de Natasha, de María, de Sonia, del principe Andrei, de Pierre Bezújov. Con ellos lloré y soñé. La vida en el Silos me parecía más soportable si al final Natasha se casaba con Pierre y se convertía en una madre de anchas caderas, si el príncipe Andrei moría mirando el cielo profundo sobre su cabeza y Sonia se pintaba un bigote con negro de humo sobre el hermoso rostro encendido de pasión. La vida pues, afuera, era grande, bella, dolorosa y sagrada, y yo un día la alcanzaría.”
“No me gusta el declinar del año, el transcurrir demasiado rápido de las estaciones. Quisiera un tiempo que no pasa, la hora de la «persuasión», porque sé que no me espera nada más hermoso que el presente que vivo.”
“Mi madre me leyó el pensamiento. Llevó al Monte de Piedad, como había hecho otras veces, su brazalete de metal blanco y amarillo, después de haberlo lustrado a conciencia con un paño para que brillara, y su abrigo de piel, probablemente de conejo, muy gastado. Esto le permitió comprarme una falda acampanada y un conjunto formado por una rebeca y un jersey de cuello redondo, de orlón color verde Nilo. Guardé aquel conjunto durante años, con celo, a pesar de que el tejido de fibra sintética, con los lavados, se volvió cada vez más largo y más ancho, hasta deformarse del todo. También verde agua se llamaba aquel color, que para mí es aún hoy el color del amor.”
Bon llibre, a cavall de la novel·la i el dietari, per entendre què va passar als municipis de la frontera entre Croàcia, Eslovènia i Itàlia cap al final de la Segona Guerra Mundial. L'actitud vital de la narradora i protagonista —que va morir de càncer als 60 anys— m'ha semblat exemplar. Queda il·lustrada amb aquesta citació del final del llibre: "sento que he de donar-ne les gracies a una multitud de persones, fins i tot a les que he oblidat, que, estimant-me, o simplement sent al meu costat amb la seva presència fraternal, no tan sols m'han ajudat a viure sinó que són, potser, la meva vida mateixa".
Una italianidad bastante desconocida para mí la de aquellos que tuvieron que emigrar cuando sus territorios fueron entregados a Yugoslavia tras la Segunda Guerra Mundial. Soy fiel defensora de que la literatura es un complemento maravilloso para la reconstrucción histórica en la medida que nos permite conocer por pura inducción experiencias ajenas. Agradezco que me haya dado acceso a realidad de italianos/croatas y a la identidad mutilada de pueblos olvidados por la Historia mainstream.
Este libro se construye como un diario (las entradas son breves y eso es muy cómodo) en el que la autora recorre una borrosa memoria infantil, por lo que aquello que nos llega es una recreación emotiva del pasado familiar. Ahora bien, no me ha emocionado. Me da una pena tremenda porque es como si su propósito hubiera fallado y creo que es por el estilo. Desde luego tiene estallidos que merecen la pena y no desecharía por completo el libro porque son 170 páginas de nada y que a mí no me haya partido el pecho no quiere decir que a vosotras os vaya a dejar indiferentes. Mi problema es que a veces se intentaba hacer la intensa con la sencillez y a mí me sonaba a poesía malona y otras veces caía en un lirismo que me daba un poco de pereza. Cuando la forma ayudaba al contenido me dejaba cao, pero cuando eso no sucedía yo retrocedía mucho a nivel simpatía.
Sin más y no es una historia que debas acabar sin más.
Me ha gustado ver cómo después de tanta destrucción no le queda rencor, pero lo siento hay cosas que no me creo. Ni Teresa de Calcuta es Teresa de Calcuta, así que no me digas que tu percepción de los soldados alemanes era positiva porque uno de ellos, que estaba enamorado de tu vecina, os aviso a todo el edificio de que a la mañana siguiente habría un ataque. Tienes 14 años pava no me mientas no intentes quedar bien narradora vanidosa, no hace falta.
Algo menos de 4. De primeras es un libro de memorias. De segundas, un relato maravilloso sobre la experiencia del tiempo y la trama de la vida. Al principio hay más presencia de la historia familiar, de los traumas genealógicos, y de cómo los vínculos familiares marcan toda una vida. Infancia y juventud vienen marcadas por esa transnacionalidad propia del Trieste y de Istria (eslavos, austríacos, italianos…). Luego se reflexiona más sobre el tiempo, lo rápido que se consume, la vuelta al hogar y la memoria.
1'5/2, en realidad. Empecé el libro con las expectativas muy altas, pero a medida que he ido avanzando se me ha hecho más y más pesado, así como sentía que no pasaba nada en sí. Sinceramente, esperaba mucho más, puesto que no me ha transmitido absolutamente nada. Es una pena, la verdad, ya que la idea en sí era bastante buena.
4’5⭐️. La autora fa un repàs desordenat de com ha sigut per a ella la vida com a refugiada croata a Itàlia. Com ha construït la seva identitat a partir d’això, donant importància en la història a les dones de la seva vida i reivindicant la seva força. Relata d’una manera maquíssima i fa servir moltes metàfores.
"ירוק מים" היא עוד פנינה מתורגמת מבית היוצר של הוצאת סמטאות.
מריסה מדיירי כתבה את האוטוביוגרפיה המתגלגלת הזו לאורך שנים. במילים מדודות ומדוייקות היא מתארת את הנשים (וגם הגברים אבל בעיקר את הנשים) החזקות שהיוו את המשענת והדבק המלכד של משפחת מדיירי, שיום אחד נאלצת להגר ממחוז הולדתה אל איטליה.
קשרים מיוחדים שמתלכדים ונפרמים ומתלכדים מכח משיכה שיכול להתקיים רק בין נשים.
אירועים קטנים, דרמות משפחתיות גדולות שטווים את קורי החיים של מדיירי ומשפחתה, את הקשים של היותם מהגרים הנתפסים כזרים והעוני המבייש ולצידם אופטימיות, שימחה וחום אנושי.
בין לבין כמו שבבים ניתזים אירועים מההווה הנמזגים לתוך העבר ויוצרים קליידוסופ של צבעים.
מאוד אהבתי את הספר. את הריחות, הצלילים והצבעים. ספר נפלא.
ושני ציטוטים קטנים שאהבתי -
"היום אינני נתונה בהרמוניה עם עצמי והייתי רוצה להיות מסוגלת להתרח. עשיתי עוול לילדיי. גרמתי להם להרגיש רע בשל התפרצות של טיפשות חסרת סבלנות ותוקפנית. לעיתים רוח החסד מנשבת כל כך רחוק מאיתנו, שאנחנו נעשים רעים וסתומים אפילו עם בני האדם שאנו אוהבים יותר מכל" (61)
El libro es un diario, bastante deslavazado, de la vida de la autora. Lo que cuenta es bastante irrelevante, ya que ni siquiera a la experiencia de ser refugiada la dota de una dimensión personal , emocional o social. Sencillamente narra hechos de su vida, a los que, en ocasiones, dota de un forzado lirismo con el objetivo de tratar de convertir en literatura, algo que no es más que unos insípidos y poco inspirados apuntes personales. Lo he dejado, desfondado, a un tercio del final.
"El papel de la memoria es fundamental en esta obra. No existen los recuerdos sino en la memoria de aquel que los vivió". Más en https://capitulocuarto.wordpress.com/...
Me ha gustado como refleja el amor por la vida de la protagonista, su capacidad de resistencia frente a todo tipo de adversidades (marginación, persecución, hambre, vergüenza…), la esperanza, siempre presente, la humanidad que rezuma, incluso cuando habla de su abuela Quarntotto, a la que humaniza en su maldad, o cuando habla de las infidelidades de su padre o incluso el tío Doménico que “no parecía tan malo” a pesar de que pegaba y violaba a su mujer y se sospechaba que abusaba de sus hijas.
El amor de su madre a la familia, una madre entregada, protectora, que defiende con uñas y dientes que sus hijas estudien. Su amor incondicional, incluso hacia la malvada abuela Q, se plasma en el título originado en la preciosa anécdota del brazalete y el monte de piedad.
Me ha gustado más la parte humana, familiar, personal, que las referencias históricas, difíciles de entender si no acudes a la Wikipedia.
Imágenes hermosísimas.
A veces me habría gustado que no fuese tan concisa y explicase un poco más, en especial los acontecimientos históricos.
Muy bueno el postfacio final, escrito por su marido.
Citas:
"Lloré la muerte de mis abuelos, el encarcelamiento de mi padre, la lejanía de mamá, el exilio y la soledad, la falta de besos, los agujeros en los zapatos, lloré el esfuerzo de crecer y la pena de existir."
“Mi madre me leyó el pensamiento. Llevó al Monte de Piedad, como había hecho otras veces, su brazalete de metal blanco y amarillo, después de haberlo lustrado a conciencia con un paño para que brillara, y su abrigo de piel, probablemente de conejo, muy gastado. Esto le permitió comprarme una falda acampanada y un conjunto formado por una rebeca y un jersey de cuello redondo, de orlón color verde Nilo. Guardé aquel conjunto durante años, con celo, a pesar de que el tejido de fibra sintética, con los lavados, se volvió cada vez más largo y más ancho, hasta deformarse del todo. También verde agua se llamaba aquel color, que para mí es aún hoy el color del amor.”
"La vida pues, afuera, era grande, bella, dolorosa y sagrada, y yo un día la alcanzaría.”
"Sus cabellos luminosos y tiernos rodeaban el centro de su cabeza como pétalos de una margarita alrededor del botón amarillo, con un movimiento en espiral hasta formar un remolino de sombra, una pequeña galaxia de oro bruñido."
Leer “Verde agua” de Marisa Madieri ha convertido el libro en una sinestésica película en un cine de verano al que nunca he asistido, aunque eso es lo de menos para tenerlo preso en el imaginario. He vuelto con su lectura al neorrealismo de Visconti o Rossellini. Es un libro en tonalidades ocres, a pesar del título, como el verano, porque para mí este libro es estival. No hay estancia que prime más el pasado que el verano que es siempre un aroma de recuerdos. En verano vivimos en su conjugación y Marisa Madieri vuelve a su infancia para intentar entenderse. Y el libro se balancea como un yoyó que pendula desde su ahora hacia sus orígenes, que ya tiene delito que por no tener no tiene ni apellido, o tiene varios más bien, ya que se van alternando dependiendo del contexto. Unos con raíces eslavas, otros con declinaciones italianas.
“Verde agua” se presenta como un diario de la memoria. Desconocía gran parte de la historia del éxodo de italianos de Istria y Fiume fundamentalmente a Trieste. A diferencia de Ugrešić -con la que sí coincide en el hecho de viajar forzadamente- cuyo exilio transita por el extrañamiento, Madieri se desplaza sobre lo poético y la inocencia. Como niña redirige sus evocaciones y sustituye sus miserias en ese viaje por una visión filtrada. No significa que edulcore sus vivencias, sino que su edad impela unos momentos por encima de otros. Capítulos breves como impulsos vitales. Capítulos breves, muy personales, que tienen ciertos momentos muy Ernaux. La nostalgia y la añoranza escriben símiles de sus infancias. Y yo veo también en Madieri el reflejo de Martín Gaite. Sus respiraciones coinciden, así como sus atmósferas. Claudio Magris, quien fue su marido, escribe un posfacio que cubre de respeto y orgullo el arte de su mujer.
Libro breve. Repito. Estival, repito otra vez, cuyo oleaje deja salitre en nuestra querencia por la niñez. Acabo con la costa dálmata, con sus rocas de arenisca y una frase que mencionaba Madieri: “Pero mañana partiremos todos juntos e iremos a nuestras islas habitadas por los dioses, Cherso, Unie, Canidole, Oriule, la Levrera. Durante doce días también yo seré inmortal”.
Ojalá también lo fuera yo desde la orilla verde agua de la vida. Desde aquí.
Solo publicó dos obras, esta que os traigo hoy, Verde agua de 1987 y la fábula El claro del bosque de 1992, su tercera y última obra, La conchilla y otros cuentos, se publicó póstumamente. En este pequeño diario compuesto de relatos, entrelaza su vida y los recuerdos del exilio después de la Segunda Guerra Mundial, cuando su ciudad deja de ser de Italia para pasar a ser de Yugoslavia. Nos habla de su familia, padres, abuelos y tíos «El hecho es que estaba celosa de mi tía. No soportaba que los dos esposos…». Nos habla del miedo, del frío, del hambre, de la pobreza y los negocios de su padre, de su drama, pero de su visión esperanzadora y de su fuerza para no dejarse vencer. Habla de su marido, el escritor Claudio Magris, de sus hijos… No creo que pueda decir mucho más y mejor de lo que escribe su marido en el posfacio, os dejo que lo leáis, pero viene a decir que es un libro que nace para recordar, para no olvidar lo importante de la vida, para recordar a la mujer que compartió su vida, su compañera.
Emotivo y personal diario y novela de la autora italiana. Históricamente situado entre Yugoslavia e Italia, supone un recorrido por el proceso de maduración de una mujer, el reasentamiento de un pueblo y las contradicciones sociales de una época de violencia, marginalidad, inestabilidad y migración. Lo mejor es que todo ello se nos cuenta desde la intimidad y la fuerza de una mujer que fue testigo de primera mano, y que, como no cabía faltar, rastrea la situación de su familia entre las contradicciones y expectativas de clase, la sexualidad circundante y por explorar, la condena del exilio, la emocionalidad sepultada y por aflorar de toda circunstancia de la vida cotidiana y, eso si, no menos importante, los vericuetos de la aventura que es la vida que desembocan en una mujer escritora con una prosa tan sencilla como profunda.
Esta es una historia de superación, de adversidades, de voluntad, de familia, de la trascendencia de una buena madre. Quizá sobre todo sea eso, un homenaje a una madre que lo dio todo por su familia, que puso empeño, con su ilimitado sacrificio, a que sus hijas siguieran un camino adecuado que les permitiera crecer, prosperar y disponer de más posibilidades de independencia. Y está tan bien escrita que emociona y aporta una sincera calidez. Me ha quedado una sensación de paz y bienestar tras la lectura de esta preciosa joya. Ha sido una lectura tranquila y emocionante.
Tengo sentimientos encontrados porque es un libro hermoso, muy bien escrito. La narrativa de Marisa Madieri es impecable. Frases bellas y elegantes. Sin embargo no me pude enganchar y apasionar con la lectura. Es excelente y bello, pero le faltó fuerza, quizás mayor transparencia de la autora en su recuerdo doloroso.
El título "Verde agua" no hace sino representar el agua estancada o la narración estancada de la que se compone la novela. Relato confuso, muy pausado, muchas disgregaciones, etc. Difícil que te entren ganas de seguir leyendo.
Este libro es una joya que narra el proceso geopolítico de la región del Trieste y la ex Yugoslavia mientras narra la vida como migrante de la autora en forma de carta. Nos ofrece una mirada a como se constituye y evoluciona la identidad a través del tiempo y la familia.
El libro me pareció bueno. Lo que valoro es la experiencia vivida por su autora. Pienso sí, que adolece de un orden en su narrativa. Sin embargo, creo que se explica porque está escrito en forma de vivencias recordadas en los distintos días que la escritora especifica en cada capítulo de la novela.
estilo original de un libro original y una historia -para mí y para tanta gente ajena al éxodo italiano del Fiume- original (?). lástima que no se metiera más de lleno en la Historia del conflicto. y lástima por quienes son obligados a dejar su tierra.