La figura de Calímaco (h. 310 - h. 240 a. C.) ha pasado a la posteridad en dos ámbitos diferentes pero igualmente por un lado, se encargó de la ciclópea tarea de clasificar los fondos de la Biblioteca de Alejandría y, por otro, dejó una obra literaria que ya era admirada en la Antigüedad. Hombre erudito, escribió un catálogo enciclopédico sobre el abundante fondo de la biblioteca y, según algunas fuentes, hasta ochocientas obras, de las cuales apenas ha llegado una ínfima parte hasta nuestros días. De entre su producción poética destacan los Himnos y los Epigramas, que se beneficiaron de su vasto saber filológico. En los seis himnos conservados, Calímaco despliega sus conocimientos mitológicos y su sensibilidad poética para ofrecernos unos cantos cultos, ricos en matices temáticos y lingüísticos, que representan una de las cumbres de la lírica griega arcaica. En cuanto a su serie de epigramas, se trata de breves textos en los que Calímaco hace gala de su habilidad lírica y formal para condensar en poco espacio anécdotas y pensamientos a veces ingeniosos e irónicos, a veces sentimentales, sin desdeñar nunca el carácter lúdico del lenguaje. «Es probablemente Calímaco el mejor representante de esos poetas sabios y de esa irisada poesía alejandrina, con sus tonos varios y sus cuidados ecos eruditos». CARLOS GARCÍA GUAL
Callimachus (310/305–240 BCE) (Greek: Καλλίμαχος, Kallimakhos) was a poet, critic, and scholar at the Library of Alexandria. He was a native of the Greek colony of Cyrene, Libya.
La Envidia habló furtivamente al oído de Apolo: "No me gusta el aedo cuyo canto no es como el mar". Apolo rechazó a la Envidia con el pie y dijo así: "Grande es la corriente del río Asirio, pero arrastra en sus aguas muchos lodos y muchas inmundicias. A Deo no le llevan las abejas agua de cualquier procedencia, sino el pequeño chorro que mana, sin mancha y puro, de la fuente sacra: suprema delicia".
Opulenta y erudita es la obra de Calímaco de Cirene. Siento que, inevitablemente, es un poeta con cuya obra te familiarizas después de haber leído a los romanos que beben de él. Si lees a Horacio, Ovidio y Catulo lees a Calímaco. Lo cierto es que los himnos no me inquietan particularmente, y las tiradas de hexámetros repletos de nombres de montañas, reyes, fundadores y epítetos, minuciosamente anotadas, pueden hacerse tediosas. Los epigramas son otro cantar, reflejo de una personalidad más pública y enamoradiza, resquicios imperturbables de la sociedad alejandrina bajo los Ptolomeo.