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512 pages
First published January 1, 1975
Vivíamos los acontecimientos día a día, sin que advirtiéramos su ineluctable encadenamiento. Sin duda me sentía herido en mi conciencia revolucionaria, pero me hallaba demasiado comprometido en la lucha para sentir la tentación de volverme atrás en mis opciones. Invocaba la inevitable flaqueza humana y el peso de las contingencias.
Muchos militantes sostenían públicamente las posiciones de Stalin, aunque en su fuero interno las desaprobaran. Esa atroz duplicidad aceleró la desmoralización interior del partido.
Los partidos obreros alemanes se hallaban empeñados en una lucha fratricida, en lugar de aunar fuerzas para dirigirlas contra el adversario común. Muchos confiaban que, al llegar al poder, Hitler arrinconaría su panoplia guerrera, olvidaría el Mein Kampf y transformaría los SA en monitores de las colonias veraniegas. La burguesía alemana e internacional pensaba que, en definitiva, una pequeña cura de orden no sería perjudicial para un país en el que tanto se agitaban los rojos.
Stalin declara que la lucha de clases cobra cada vez una mayor profundidad durante la construcción del socialismo y el NKVD liquida cada vez un mayor número de enemigos para demostrar lo acertado de esta política… ¿Por qué la mayor parte de los oficiales instructores son tan feroces para con unos detenidos que ellos saben inocentes?
…
Los jóvenes son inexperimentados; realizan su cometido convencidos de que así destruyen a los enemigos del partido, de Stalin y de la Unión Soviética. Otros prosiguen esta tarea sin la menor convicción: no creen en lo que están haciendo. Pero si se muestran reacios, saben que mañana se sentarán en el banquillo de los acusados. El terror constituye el motor del sistema. Finalmente existen asimismo los sádicos y los que sólo aspiran a hacer su <>.
…
Stalin no descarta la eventualidad … de una guerra con nuestros aliados de ayer; por consiguiente, acomete, en una vasta escala, la depuración de todos los ciudadanos que juzga peligrosos para la seguridad del Estado. En primer lugar, la de todos aquellos que, durante la guerra, han combatido en Europa: soldados, oficiales, agentes en misión. Stalin ha declarado igualmente que, en la larga cadena de las nacionalidades de la Unión Soviética, existen algunos <> … ha señalado al NKVD los sospechosos: ucranianos, bielorrusos, asiáticos, usbegos, judíos y todas las minorías nacionales.
pertenezco a una generación que la historia ha sacrificado. … La revolución ha degenerado y nosotros la hemos acompañado en su derrumbamiento.
¡Cómo! ¡Medio siglo después de la toma del Palacio de Invierno, hay quien se atreve a hablar todavía de socialismo tras las «desviaciones» curadas con electrochoques, las persecuciones de los judíos y el este de Europa «normalizado» gracias a tal sistema de coerción!
¿Es eso lo que queríamos? ¿Para esa perversión luchamos y sacrificamos nuestra vida en ansias de un mundo nuevo? Vivíamos en el futuro, y tal futuro, como el paraíso de los creyentes, justificaba nuestro incierto presente…
Queríamos cambiar al hombre y hemos fracasado. Este siglo ha engendrado dos monstruos, el fascismo y el stalinismo, y nuestro ideal ha naufragado en semejante apocalipsis. La idea absoluta, que confería un sentido a nuestra vida, posee un rostro cuyos rasgos no supimos discernir. Nuestro fracaso nos impide dar lecciones a nadie, pero creo que sigue siendo lícito abrigar esperanzas, porque la historia posee demasiada imaginación para repetirse.
No lamento la opción política de mis veinte años, no lamento los caminos que luego me decidí a seguir. En otoño de 1973, un joven me preguntó en Dinamarca durante una reunión pública: «¿No ha sacrificado usted su vida en vano?». Y le respondí: «No». No, con una condición: que los hombres deduzcan la lección que para ellos constituye mi vida de comunista y de revolucionario, y no enajenen su persona a un partido deificado.