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Disipado el sueño, si uno hubiera de recobrar el estado de ánimo propio del sentido común, el hecho sólo parecería tener mediana importancia: es la historia del hacer mal con la imaginación. Todo el mundo la conoce y ya a nadie ofende. Pero ¡ay! A veces uno lleva la cosa un poquito más lejos. ¿Cuál -nos atrevemos a preguntar-, cuál sería la realización de la idea si su mera forma abstracta nos ha exaltado así, nos ha conmovido tan hondamente?
EL CUARTETO DE ALEJANDRÍA alcanza en este su tercer volumen una nueva dimensión y un nuevo tono. El estilo es más simple y objetivo -aunque Durrell muestra siempre el mismo arte y la misma sutileza- y el lector es introducido a los temas del poder y la intriga política. Nessim y Justine Hosnani aparecen de pronto dirigiendo una conspiración que lleva a la muerte a dos de los principales caracteres, y David Mountolive, el diplomático inglés de carrera, imagen y representación de un mundo, comprende que no le es posible actuar libremente, que el hombre vive encerrado de algún modo en el círculo de los acontecimientos y la historia. Mountolive, que vive un curioso amor con Leila, viene a sumarse notablemente a la ya sabrosa y compleja galería de Durrell; pero el personaje más sorprendente, para algunos críticos más fabuloso que todos sus antecesores, es quizá el hermano de Nessim, Naruz, que se revela ahora como un inspirado místico primitivo.
331 pages, Hardcover
First published January 1, 1958
“El amor es toda una conspiración. El poder de las riquezas y la intriga se agitaban en ella, como delegados de la pasión.”La imagen de la Justine sexual, seductora e irresistible que nos pintó Darley en el primer tomo y que, tras las revelaciones de Balthazar, se transformó en una mujer enamorada y entregada, capaz de prestarse a la humillación, al desprecio y al sacrificio sexual por su amado, es ahora la luchadora política que usa sus encantos en pos de una idea, de unos objetivos que comparte con su marido Nessim. ¿Habrá nuevas sorpresas en Clea? Eso espero, todavía hay algunas preguntas que esperan respuesta y algún hecho cuya débil justificación merecería un mejor trato.
“Los amantes no pueden encontrar nada que decirse uno a otro que no se haya dicho y callado mil veces. Los besos se inventaron para traducir esas heridas, estas nadas”.… maravillosas descripciones de lugares y sucesos, algunos bellísimos, otros atroces, como un Narouz borracho abatiendo murciélagos con el látigo desde el balcón o el descuartizamiento de unos camellos para un banquete, o esa en la que Mountolive, tras protagonizar una escena desgarradora en la que juega un papel despreciable, se adentra en la ciudad de Alejandría para acabar en un burdel de niñas.
“Para el artista, pienso, o para el público, no existe esa cosa que se llama arte. Solamente existe para los críticos y los que viven en el precerebro. Artista y público no hacen más que registrar, como un sismógrafo, una carga electromagnética que no puede racionalizarse. Uno sólo sabe que se produce una transmisión de algo, verdadera o falsa, con buen o mal éxito, según el azar. Pero querer analizar, descomponer los elementos y pasarles por encima la nariz… no se llega a ninguna parte.”De acuerdo, Lawrence, en mi ánimo no se ha encontrado nunca la intención de analizar ni descomponer nada. Como tú, también pienso que en esto del leer la carga electromagnética lo es todo y aquí había menos culombios que en las dos entregas anteriores. Aun así, una vez más, he recibido con claridad la transmisión de ese algo que hace tan especial a esta obra.
"Quando se ama sabe-se que o amor é um pedinte, um pedinte sem amor-próprio; e os gostos da simples piedade humana podem consolar na ausência do amor, disfarçando-se numa felicidade imaginária."
