El bar La Aldea Gala nació por accidente, pero quizá fuese providencia.
René era un obrero solitario con una vida tranquila, hasta que sufrió un accidente en la fábrica donde trabajaba. Tras el incidente, quedó tuerto y desempleado. Se puso un ojo de cristal y compró el bar a la desesperada, para subsistir. Sus viejos compañeros van a beber a menudo y gracias a sus borracheras René puede vivir con dignidad.
A su bar se acercan personajes llenos de curiosidad, como grupos de jóvenes atraídos por su pintoresca arquitectura; una mujer que toma cervezas en la terraza con su perrito; o Aurora, una repartidora que lleva los desayunos al bar todas las mañanas. Aunque ella preferiría estar trabajando como investigadora científica, al no tener ofertas, se tiene que buscar la vida, más ahora que acaba de terminar su relación.
Pero lo que René no sabe es que quizá no fue un accidente lo que cambió su suerte.