Carson McCullers transmitió con una maestría insuperable la grandeza y la tragedia del alma humana. Su obra ha seducido a generaciones de lectores, mientras la crítica la encumbraba en el pedestal de los clásicos del siglo XX. El aliento del cielo comprende la totalidad de sus cuentos, trece de ellos inéditos en nuestro idioma, y sus tres novelas cortas, Reflejos en un ojo dorado, La balada del café triste y Frankie y la boda. Rodrigo Fresán enriquece esta imprescindible edición con un revelador retrato de la singularísima vida y la obra de McCullers.
Por estas páginas transitan el amor, la violencia, la soledad y el fracaso. Dotadas de una insólita musicalidad, desprenden una fuerza y una pasión que sacuden a quien las lee. En su narrativa breve, McCullers se erige en portavoz privilegiada de ese sur norteamericano que sólo unos pocos tuvieron el talento de plasmar en toda su profundidad.
Carson McCullers was an American novelist, short-story writer, playwright, essayist, and poet. Her first novel, The Heart Is a Lonely Hunter (1940), explores the spiritual isolation of misfits and outcasts in a small town of the Southern United States. Her other novels have similar themes. Most are set in the Deep South. McCullers's work is often described as Southern Gothic and indicative of her Southern roots. Critics also describe her writing and eccentric characters as universal in scope. Her stories have been adapted to stage and film. A stage adaptation of her novel The Member of the Wedding (1946), which captures a young girl's feelings at her brother's wedding, made a successful Broadway run in 1950–51.
¿Qué extraño corazón late entre los renglones de Carson McCullers? ¿Qué puro corazón late entre los renglones de Carson McCullers? ¿Qué inmenso corazón late entre los renglones de Carson McCullers? Extraño, puro, e inmenso, así un corazón de tinta marcando el ritmo de sus cuentos y sus novelas. Extraño como la entrega tierna de una gigante a un jorobado, incapaz de explicarse a sí misma la inhibición de sus defensas ante el avance de un individuo deleznable. Puro como el voluble temperamento de una niña soñadora atrapada todavía en el limbo de sus doce años, culpando al mundo por el fracaso de sus deseos cuando no sabe todavía desear. Inmenso como la decisión del vagabundo frente a la taza de café con leche, explicando a un niño su doctrina: amar lo humano es lo más difícil y, por tanto, sólo deberíamos intentarlo después de haber dominado otros amores (una piedra, un árbol, una nube). ¿Qué extraño, puro e inmenso corazón late entre los renglones de Carson McCullers?
El aliento del cielo es un libro para guardar en esa biblioteca secreta donde guardamos provisiones para los tiempos de crisis. Los cuentos de McCullers ya serían alimento suficiente para mantenernos aliviados en el bunker cuando afuera ardan las pelotas radioactivas. Las tres novelas cortas que terminan de forjar el libro son complemento ideal. Entre ellos y ellas podemos tejer el tapiz impoluto de una obra dedicada a buscar el reflejo de lo humano. Pocos autores he tenido el gusto de conocer con esa habilidad para hermanarse con sus personajes. Los más ridículos, los más viles, reciben por parte de la escritora (y por parte de quien lee) cada uno su pizca de amor. No hay patetismo suficiente, no hay maldad capaz de evitar que en la prosa de McCullers todo personaje sea digno. Eso es una hazaña más allá de las fuerzas y el talento de la inmensa mayoría de nosotros. Tratar la fragilidad de los demás con cariño es un tipo de sabiduría al que tardaremos en llegar siete vidas y cuatro meses. Leyendo a McCullers, sin embargo, acortaremos quizás el trayecto.
Lo que más sorprende de esta habilidad para hacer digno a cualquiera, es el carácter cotidiano de los personajes de McCullers. En cierto modo, las nociones del espectáculo han permeado en tal grado nuestra visión del mundo, que debemos reconocernos más proclives a perdonar y aceptar extremos de infamia a la tímida mediocridad de una existencia común y corriente. Preferimos el villano fuera de serie al humano ordinario cuyos crímenes carecen de creatividad y sus bondades son un lugar común. El aliento del cielo consigue volver sobre esos lugares comunes y hacerlos parcelas dignas de habitarse. Está bien ser sólo un hombre, está bien ser sólo una mujer, está bien sufrir por nimiedades y darse cuenta de que la vida no será un terrible campo de batalla sino una cocina tibia donde se juega al bridge. Estos escenarios del día a día obtienen en estas narraciones el don de brillar. La luz que McCullers les entrega no es ajena, pertenece a sí mismos, viene de su propio centro, de la memoria habitando en las juntas de las baldosas, y los ojos anegados del soldado mirando al sol, y la frustración callada del padre frente al sueño de sus hijos.
Dichosos y dichosas quienes todavía no la leen. Dichosos y dichosas quienes sabemos que hay en nuestro futuro una relectura de su obra. Dichosos y dichosas quienes leyéndola descubran, en ese cofre augusto del corazón donde conservamos las estampas de nuestra vida más íntima, el brillo de los detalles que nos ayudan a vivir.
El deslumbramiento del amor, la ternura de la amistad, la torpeza de todo gesto humano que pretenda acariciar —tan siquiera un instante— esa memoria de los días en que fuimos sobre la tierra florecida idénticos a los dioses.
Nota escrita al terminar la lectura
Durante un año y un mes estuvo este libro haciéndome compañía (silenciosa una larga temporada) en el estante que uso como mesa de noche. Durante un año y un mes recordé, al mirarlo, alguno de los cuentos de su primera parte, y, en los últimos días, alguna de las tres novelas que fui leyendo, a ritmo de una diaria, hasta llegar al último punto final.
Elogiar a Carson McCullers es redundante e innecesario. Aquí hay una obra madura, capaz de aquello cuya tarea pertenece sólo a los grandes narradores. Consigue hacer mundos, consigue crear un ambiente tan hondo que el lector no puede sino someterse a la voluntad de sus palabras. Cada cuento es de una potencia abrumadora, las tres novelas que hay aquí comparten esa cualidad de plomo. Leí y releí fragmentos. La sensación no se va. McCullers me estará dando vueltas por años.
Espero leer pronto El corazón es un cazador solitario. Espero, también, hacerle justicia escribiendo algo más que estos párrafos.
Un relato corto es una invitación a imaginar desenlaces. O también puede ser una cata de una realidad determinada, como quien prueba un trocito de pastel para saber cómo está la tarta. En todo caso, el cuento es un pequeño ser perfecto que en su brevedad secuestra la conciencia lectora y la sumerge en el mundo de sus personajes.
Los que escribió la autora estadounidense Carson McCullers responden a ambas características: o bien catan una determinada situación cotidiana de personajes que calcan la vida real o bien sugieren un abanico de desenlaces que la autora escamotea dejando abiertas las puertas para que el lector elija a su gusto la densidad de las sombras.
Mi hermana gemela en el mundo está estudiando letras, así que siempre me convence de leer cosas y nunca erra. La recomendación de este mes fue Carson McCullers y deben saber que me enamoré de esta increíble escritora. Les diría que la lean de manera muy enérgica ahora mismo, porque considero que sus cuentos son algo que todo el mundo debería leer al menos una vez en la vida y daría por terminada la entrada, pero me parece que debo darles mis razones para que se enamoren del libro tanto como yo.
El aliento del cielo es la recopilación más grande en español de la obra de Carson McCullers. Contiene casi la totalidad de sus cuentos —dejando de lado sólo unos pocos— y tres de sus novelas cortas, siendo también muy noA veces me parecía casi imposible lo mucho que era capaz de transmitir con sólo unas pocas frases sencillas. Sí, me tiene que enseñar a escribir. Su prosa es sencilla, pero magnífica y de hecho quiero ir a sacarla de la tumba para decirle que me tiene que enseñar a escribir.
En sus cuentos habla del Amor, con mayúsculas, de la incomprensión, de la soledad. Uno de sus temas recurrentes es también el alcoholismo. Tiene tres cuentos que abordan el tema en los matrimonios, siendo los tres una catarsis completa del tema. Precisamente fue el alcoholismo lo que destruyó el matrimonio de McCullers, así que se puede intuir una profunda desesperación en su manera de escribirlos.
Mis favoritos, sin embargo, tratan otros temas. Madame Zilensky y el rey de Finlandia habla de música y de las contradicciones de una mujer que ha compuesto doce sinfonías, pero no parece tener nada más en la vida, sino sus doce sinfonías, tres hijos casi idénticos de padres diferentes y una colección de anéctodas que a veces casi rozan en lo absurdo. Porque como todo el mundo sabe, en Finlandia no hay rey; es una república y Madame Zilensky no puede estar diciendo la verdad.
Me fascinó tambien Wunderkind, que habla, curiosamente, también de música. La protagonista de ese cuento es una adolescente que ha crecido con muy pocos amigos, en medio de pianos y música clásica, porque es una niña prodigio. Habla de cierta clase de soledad con la que soy totalmente capaz de identificarme y la protagonista tiene esa madurez que me hubiera gustado en una hermana mayor.
Lo que me hizo enamorarme definitivamente de McCullers fue La balada del café triste. Es una novela corta. Cortísima, diminuta, tan diminuta como Aura, de Carlos Fuentes. Pequeñísima, intensa, y algo diferente de sus otros trabajos. Narrado en un pueblo sureño, donde no parece haber mucho que hacer, sigue las andanzas de Miss Amelia, una mujer parca, vengativa, dueña del café, acompañada siempre de un jorobado al que hace de todo por hacer feliz. La novela está cargada de cierta nostalgia y melancolía, pues, narrada desde cierto punto en el futuro, adelanta, sin decir casi nada, lo que va a pasar. Con frases y reflexiones lapidarias sobre el amor, el miedo y la soledad, nos muestra uno de esos relatos donde nos damos cuenta de que dos segundos menos de incomunicación equivalen a tres capítulos menos de angst.
Pero de las cosas que más me impresionaron, fue la última novela corta de esta no tan pequeña recopulación: Frankie y la boda. La protagonista es una adolescente que me recordó un poco a mi misma y a lo que sentí en algún momento de la vida. Es cierto que como personaje, alguna vez quiero darle una cachetada, pero su inmadurez es tan propia de su edad que es la chica de dos años y medio mejor retratada que he visto en mucho tiempo. Con esa pequeña novela Carson McCullers hace sentir a mi yo del pasado como alguien comprendido y no sólo como una época que, en general, todo el mundio desea olvidar.
No tengo ya suficientes palabras para decirles: Lean a Carson McCullers. No se van a arrepentir nunca.
Uno de los libros que más me conmovió en mis años universitarios, tan proclives a descubrimientos y deslumbramientos, fue 'El corazón es un cazador solitario'. Pese a ello, no había leído nada más de Carson McCullers desde entonces, quizás en un principio --no lo recuerdo bien-- por temor a decepcionarme. Tenía curiosidad por saber qué me parecería esta recopilación de cuentos y novelas cortas unos 20 años después. Como es habitual en este tipo de libros, hay algunos brillantísimos (Reflejos en un ojo dorado, La balada del café triste, Sín título, Uno árbol. Una roca. Una nube., Muchacho obsesionado, y los tres sobre un matrimonio que se va a pique) y otros menos interesantes, alguno incluso prescindible. En todos, en cualquier caso, está presente esa intensidad tan especial de la autora, que siempre parece estar refiriéndose sin nombrarlo del todo a algo que no se puede explicar pero se conoce, que no se toca pero se presiente. Una poética viva y extraña.
Enamorada de esta edición. Todos sus cuentos y tres de sus novelas comentadas, el cronograma de la vida de la autora ❤️ hermoso todo y hermosa escritora.
Para una primera incursión en la autora, creo que pueden disfrutarse mucho más los cuentos que las novelas, no tanto por las historias como por la forma. En los textos más largos puede ser algo repetitiva y tediosa. De todas formas, en ambos géneros lleva a la reflexión de sentimientos que se perciben reales y que cualquiera ha experimentado en alguna dimensión. Como en otros autores norteamericanos, la descripción cotidiana es poética y precisa, pero en McCullers se siente un aura incuestionable, tal vez debido a su descarnada sinceridad. Muchos de sus personajes nos devuelven a la pubertad o a algún momento de cambio y maduración. Si son leídos con honestidad y despojo, uno puede verse reflejado y hasta comprendido.
Sus textos surgen como un milagro, un aliento del cielo, una esperanza ante el monstruo, siendo capaces de transmitir con pocas palabras todo lo que siente, con una prosa sencilla y magnífica, planteando la idea del Amor, de la incomprensión y de la soledad, teniendo como tema recurrente el alcoholismo y el matrimonio, dos de los temas más influyentes de su vida, pues su esposo era alcohólico y por ello terminó su relación, siendo estos relatos el reflejo de una profunda desesperación en su manera de escribir.
Así mismo, Madame Zilensky y el rey de Finlandia destaca, para mi, porque habla de música y de las contradicciones de una mujer que ha compuesto doce sinfonías, pero no tiene más nada en la vida, salvo tres hijos idénticos a cada uno de sus padres y una gran colección de anécdotas que rayan en lo absurdo. También destaco a Wunderkind, que también toca el tema de la música, pues presenta a una chica que ha crecido sola, en medio de pianos y música clásica,porque es prodigio, donde Carson habla de una soledad muy propia y de una madurez que todos quisiéramos encontrar.
Esta colección de cuentos y novelas cortas fue mi primer acercamiento a la autora y fue muy revelador por el poder narrativo, la capacidad de transitar por lo siniestro y lo humano a partir de historias cortas pero con una fuerza arrolladora. La narradora siempre está viendo a sus personajes desde un lugar lejano y con ese distanciamiento explora la complejidad humana de cada personaje. Hay pasajes que desbordan gran sabiduría sobre la soledad, el amor, el sentimiento de exclusión, de no pertenecer. Mi cuentos favoritos de esta colección son "El aliento del cielo", "Dilema doméstico", "Un árbol. Una roca. Una nube" y "¿Quién ha visto el viento?".
Muchos cuentos y tres novelas cortas de las cuales no había leído la que resultó la mejor La balada del café triste. Todo parecido a The Heart Is a Lonely Hunter. Con una breve introducción antes de cada cuento sobre la autora y las circunstancias en que fue escrito o publicado. Me pareció extraordinario uno que se llama Sin título y que se publicó después de muerta, creo. Extraordinaria descripción del cruce entre un chico de 17 y una mujer de veinte y algo.
Imprescidible para completar la obra de esta autora tan sensible e inclasificable. La edición merece un cinco, cuidada hasta el detalle y con una selección de relatos que permite conocer el alma literaria de Carson McCullers,pero es inevitable que haya cierta desigualdad entre ellos. Lo mismo ocurre con las novelas cortas, maravillosas "Frankie y la boda"y "Reflejos en un ojo dorado"; menos lograda" La balada del café triste"
Estaba pasando por un período de vulnerabilidad extraña (...). Todo parecía tener un significado especial para él, una influencia misteriosa en su destino, hasta los objetos más vulgares. Si veía, por ejemplo, un gorrión sobre un alero, se quedaba contemplándolo minutos enteros, absorto. Estaba perdiendo esa facultad elemental de clasificar instintivamente las diversas impresiones sensoriales de acuerdo con sus valores relativos.
McCullers, como el capitán Penderton en Reflejos en un ojo dorado, parece haber hecho vida sin esa facultad elemental. McCullers escribe obsesivamente sobre unos temas concretos: la soledad, el abandono y el anhelo; y para escribir sobre ellos se sirve de un decorado recurrente y conocido: la música, el diverso pero rutinario reparto de horrores del macabro sur estadounidense, y los hogares (construidos, que se construyen, o por construir, pero siempre al borde de ser dejados atrás). Rodrigo Fresán en su introducción propone que la obra de McCullers trata del Amor (en mayúsculas), yo lo considero apropiado, aunque no debemos conformarnos con estampar en su puerta la pegatina de Amante sin los subtítulos "...de la humanidad, de las artes de los hombres y de la propia desafección".
McCullers es una autora que se refleja en sus textos como anímicamente inquieta, un hecho reconocible en muchos de sus personajes femeninos (primero en su faceta de niña que abandona súbita y prematuramente la inocencia, luego como una adulta alcoholizada, codependiente y deprimida) y distintas narrativas que fácilmente podemos rastrear si echamos un ojo a su biografía o no ignoramos las sucintas introducciones a los textos de esta edición. Era una mujer que se veía afectada profundamente por sus relaciones y su entorno hasta el punto de la enfermedad, y lo cierto es que ni ella ni sus personajes parecen lograr desenvolverse de forma pacífica en ninguna de esas dos facetas, ni siquiera al estar acompañados por distintos seres queridos en la inmovilidad de los veranos pesados en pueblos cuasivacíos o recluidos en un diminuto piso en Nueva York. Cuando hablo de que los personajes de McCullers no tienen una relación pacífica con el mundo no me refiero a que esta sea exclusivamente violenta. Esta literatura se nutre de la riquísima vida interior de sus personajes, de sus más volátiles inquietudes y anhelos, de sus preocupaciones y frustraciones y de la relación que puedan llegar a tener consigo mismos. Este tormento interior de sus personajes —narrado tan característicamente con aquella bien trabajada sencillez norteamericana, como a golpes—, puede derivar desde una condición física hasta del rechazo o abandono por terceros, de la incomprensión, complejas crisis sexuales, del duelo o las adicciones, del tedio, de la obsesión y el enamoramiento. Las formas de aliviar los distintos tormentos no distan mucho de sus propios agravantes, la relación entre el adicto y sus adicciones siempre es un tanto así, pero a veces sí que se encuentran recodos de paz que bien resultan ser fútiles o son extraídos rápidamente. Siendo honesta, me es imposible no hablar de McCullers al hablar de su obra y es que, al final, "todo lo que sucede en mis relatos, me ha sucedido o me sucederá".
También, he de destacar títulos. Entre los relatos encontramos muchísimos ensayos y preliminares de lo que será El corazón es un cazador solitario, pero también ideas e imágenes muy originales que enmarcan lo que a veces parecen inquietudes puntuales de la autora tras una crisis médica, afectiva o literaria. Sin duda recomiendo encarecidamente la trilogía El instante de la hora siguiente, Dilema doméstico y ¿Quién ha visto el viento?, como el compendio de narrativas de tres matrimonios asolados por el alcoholismo, el primero de ellos premonitorio de lo que sería su relación con Reeves McCullers y los otros dos prácticamente biográficos. Del resto de relatos llevo al frente El aliento del cielo, Los extranjeros, Un árbol. Una roca. Una nube y Muchacho obsesionado. Respecto a las tres nouvelles recogidas en la edición, mi favorita con diferencia ha sido Reflejos en un ojo dorado, seguida por Balada del café triste. Reflejos en un ojo dorado es, fácilmente, el mejor texto de la autora que he leído solamente adelantado por El corazón es un cazador solitario, y creo que es el texto en el que quizá puede verse la mayor influencia de Tennessee Williams sobre la autora no solo como queridísimo amigo pero también como compañero de oficio. Sin embargo, no he logrado disfrutar de Frankie y la boda como me imaginé que lo haría, y me pregunto si quizá la he leído menos cuidadosamente que el resto por resultarme tan semejante y familiar al resto de estampas que nos ha ido ofreciendo la autora a lo largo del volumen. Igual necesito releerla de forma más independiente y habiendo pasado un tiempo.
En definitiva, una lectura muy agradecida y completa, ha sido un placer tenerla de compañía en exámenes y de regreso a mi propia provincia de sol y polvo.
No he pasado de la página 100 (y es un mamotreto de libro). Veo las virtudes de McCullers - ese sutil abordaje de las disidencias sexo-género en el asfixiante sur de los Estados Unidos -; pero, sencillamente, escribe mal. ¿O es culpa de las traducciones? Exceptuando «Reflejos en un ojo dorado» - magnífica novela y magnífica adaptación cinematográfica -, todo me ha parecido mediocre. Hasta «El corazón es un cazador solitario», que parte de unos personajes maravillosos, queda anulada por la planicie de su escritura. No lo entiendo, de verdad. Con lo que me gusta a mí una sáfica.
Los relatos y novelas cortas que vienen aquí recopilados, son como pequeñas ventanas donde el lector se asoma para ser testigo de momentos de completa humanidad. Hay algo muy crudo y puro en la forma en que Carson escribe.
Un secreto (de lectora atenta) sobre Carson McCullers: no sólo le gustaban los niños, también les prestaba mucha atención. Así, en todo momento trata con reverencia la pérdida de inocencia, un proceso extraño que no se atreve a valorar.
En esta recopilación repetí lecturas de varios cuentos de la autora ya leídos anteriormente; y solo puedo decir que es magnífica, me encanta transportarme al sur de Estados Unidos de los años 30 y 40, Carson es genial y se ha convertido en mi autora favorita.