Campos de Níjar, publicado en 1960, fue el fruto de los diversos viajes que Juan Goytisolo había realizado a la provincia de Almería desde 1956. Hoy aquel libro es un hito en la tradición de los libros de viajes. El verano del mismo año que se publicó, Juan volvió a Almería acompañado por Simone de Beauvoir, el novelista norteamericano Nelson Algren, el director de cine francés Claude Sautet y, también, Vicente Aranda, que llevaba una pequeña cámara Kodak. La primera edición de Campos de Níjar se publicó con diez fotografías de Vicente Aranda. En esta edición conmemorativa publicamos una selección del conjunto de fotografías, que hicieron tanto Aranda como el propio Goytisolo, de aquellas excursiones. La colección de fotografías ha sido proporcionada por José Guirao Cabrera y preparada por Rafael Doctor. Hemos querido con esta edición, además, recordar el año de ausencia del autor y acompañar el texto y las fotografías con algunas colaboraciones de amigos muy cercanos al José Guirao, José María Ridao, Massimo Rizzante y, especialmente, Milan Kundera.
Me ha impresionado mucho el relato de Goytisolo sobre el sur de la provincia de Almería de hace sesenta años. Yo soy del interior de Murcia, y los retratos de la forma de vida de los habitantes de esta zona olvidada por todo aquel que no vive en ella me ha llenado de melancolía. A la rica y cuidada prosa se une un trasfondo de miseria y desesperación, y la narración no es otra cosa que una denuncia de las condiciones de vida que tantos españoles tuvieron que soportar (y aún soportan) por su marginalidad geográfica. Imprescindible, hoy más que nunca.
My rating remains sentimental, this is but a thin travel narrative, one which inches itself free of the descriptive and finds a faint resonance. The back matter suggests the political and Goytisolo staging an emancipatory effort.
I didn't see that, in fact Goytisolo paints a historical sketch which outlives the political. What emerges is stark. Sun, earth and an indifferent sea. Think Lowry, maybe Nooteboom's own Spanish jaunt. Don't think about Mersault. Have a glass of wine. This is really only for the completionist.
Junto a 'La Chanca', 'Campos de Níjar' era uno de los libros de lectura obligatoria en las escuelas de Almería. Yo los observaba de lejos, con recelo, porque prefería los libros ambientados en mundos fantásticos, de Lovecraft o Stephen King. No entendía muy bien qué podía tener de entretenido describir esos paisajes familiares, que me interesaban más por las películas que se rodaban allí. Leyendo ahora, distanciado por kilómetros y años, cobra otra dimensión, entre trágica y mítica.
Compartiendo el espíritu de denuncia de una película como 'Las Hurdes' (1933) de Luis Buñuel, Goytisolo retrata, a modo de libro de viajes, su transitar por esos campos de Níjar con una especial sensibilidad para captar las particularidades del paisaje almeriense y sus habitantes, sin ocultar su indignación ante la situación de extrema pobreza con la que se encuentra y a la que sus protagonistas hacen frente con mucha resignación y dignidad. Un libro excelente.
Un fotolibro en prosa que evoca una melancolía más bien amarga. Aun así, este año no he tenido muchas vacaciones y estos tres días de viaje por la Almería de los 60 me han venido bien. Hasta he cogido algo de color.
Goytisolo poniendo nombre al paisaje. Y con cada nombre, el retrato de la lucidez, restar un poco de deuda a la historia, honrarla también. Hay que leer a Goytisolo para entender este país.
"Por primera vez desde que recorro el país se me ocurre que los almerienses nunca han sido protagonistas de su historia, sino más bien comparsas, resignados y mudos. Ocupada sucesivamente por fenicios, cartagineses, romanos, visigodos, Almería conoció un breve período de esplendor durante los albores de la denominación musulmana. "Cuando Almería era Almería -dice un proverbio que los viejos repiten melancolicamente-, Granada era su alquería."
"Y si Almería figura poco en los manuales de Historia, allí donde en una época u otra los españoles pusieron pie, las fosas comunes del mundo entero contienen sin duda un buen porcentaje de almerienses."
Sorprende que el libro fuese escrito en 1959, porque en parte, si lo hubiesen escrito hace 3 años no cambiaría mucho el panorama y el sentir almeriense.
Me ha emociado mucho como retrata las familias almerienses de pueblos pequeños y como retrata la miseria y la pobreza que había en el franquismo, y también a lo largo de la historia en la provincia de Almería.
Tan desolador es el paisaje que describe con excepcional riqueza Goytisolo como la vida de sus habitantes. Ignorante de la existencia de esta obra y medio siglo después de haberse escrito, aún tuve similares experiencias en mi primer y único viaje por Almería hasta la fecha. Esa ira que siente el escritor y que transmite al lector es, además, bastante desconocida en esta literatura del sentirse bien que son los relatos viajeros. Aún mejor así.
Goytisolo retrata esta parte de la España olvidada, la España vacía e injustamente atrasada que ama con todas sus fuerzas. La cólera se intuye tras este relato de viajes. Una obra maestra.
Precioso relato de una Almería desamparada y pobre en los años 60. Retrato de sus gentes. Hay una contención bellísima y desoladora de principio a fin. Me ha encantado. Agradecido además de haberme encontrado este libro en la calle
Almería..la inhóspita bella Almería y su misteriosa gente,, tenía muchas ganas de leer a Goytisolo y ha sido una delicia. Aquí recuerda a Rulfo. Y plasma de una manera muy descarnada la miseria de la tierra, cuando todavía se soñaba con el agua que habría de traer las huertas y, con ellas, la prosperidad.
El autor hace, en medio de sus descripciones y despliegue de amplio léxico, un retrato a veces tópico de esa gente pobre, fea, iletrada, devota, fascistoide, folclórica y conformista, con un escenario inhóspito que transmite la sensación de abandono en el tiempo y en el espacio. Se nota el tono afectado del autor, aunque con la distancia suficiente para enmascarar la conmiseración propia del turista burgués que recoge postales del tercer mundo para acordarse de vez en cuando y a manera de silicio, que existen otros y que la pasan peor que cualquiera de las crisis existenciales por las cuales él u otros de sus colegas (éstos últimos por supuesto muchísimo menos lúcidos que el autor) puedan tener; en palabras del propio autor: "La cama es buena para quien tiene el estómago lleno y sabe que al día siguiente no habrá de faltarle lo necesario, pudiendo ir de un sitio a otro sin ser esclavo en ninguno, y mirar las cosas desde fuera, como un espectador ajeno al drama. Uno sabe también eso y, cuando apaga la luz, piensa en los otros. Las horas se suceden en el cuadrante del reloj y el sueño se le escapa" (p. 30 de la edición digital).
El ejercicio narrativo es de gran factura y el retrato que queda es de una crudeza embellecida, que acerca un escenario tan ajeno para uno como es Almería y el sur de España, con situaciones, entornos y personajes que podrían encontrarse a no muy lejos del propio terruño con sus respectivos modismos.
Poco introspectivo -al revés de sus ensayos- de ritmo ágil, escenas vívidas y un puñado de párrafos memorables, "Campos de Níjar" dejó a este lector el mismo encanto extraño que Almería dejo al autor en su primera visita y que sin duda anima a frencuentarlo de cuando en cuando sin que por la reiteración pierda su brillo, tan calcinante como el sol del Cabo de Gata.
Lo que me apasiona de Goytisolo es el cuidado y respeto con el que habla de los lugares que visita. Forastero, pero siempre cauteloso. Es precioso lo mucho que quería a Almería.
Los cincuenta en Andalucía. La España empobrecida y seca, contada de forma muy visual y bonita. “Níjar se incrusta en los estribos de la sierra y sus casas parecen retener la luz del sol”.
Al leerlo, reconoces los lugares por los que, al menos, yo he transitado tanto... de viajes de verano y de búsquedas pajareras, de días, en casi todas las estaciones, especialmente en primavera y otoño. Cabo de Gata, San José, Los Escullos, Pozo de los Frailes...
Una narración casi novelística, con un lenguaje de otros tiempos literarios y una prosa rica y nutrida de detalles, a través de la que puedes vislumbrar esa España, no tan lejana, paradójicamente bella, pobre y triste.
Goytisolo escribe sobre la Almería de los años 50 y no da puntada sin hilo. En medio del gigante (a veces, excesivo para mi gusto) despliegue de vocabulario y de léxico complejo que muestra en Campos de Níjar, puede verse una cuidada maestría en la descripción de los paisajes y las gentes de una región históricamente marginalizada. La miseria y la desesperación tiñen de una ocre sequía la narración que, pareciendo a primera vista la crónica de un viaje por la Almería de aquellos años, torea con sutileza a la máquina censora franquista convirtiendo esta obra en un relato de denuncia social que muestra las condiciones en las que un país (y en concreto las gentes de Almería) tuvo que malvivir durante la posguerra. Sin lugar a dudas, puede verse entre líneas lo mucho que el autor amaba a la región: “—Por esto me gusta Almería. Porque no tiene Giralda ni Alhambra. Porque no intenta cubrirse con ropajes ni adornos. Porque es una tierra desnuda, verdadera…”.
He leído Campos de Níjar como una experiencia, pues lo he hecho durante un recorrido por el Cabo de Gata y por todos los lugares que mencionados en el libro, por los Campos de Níjar. Recomiendo encarecidamente leerlo y todavía con más ahínco si visitas esa zona desconocida, primitiva y violentamente hermosa.
“—Por esto me gusta Almería. Porque no tiene Giralda ni Alhambra. Porque no intenta cubrirse con ropajes ni adornos. Porque es una tierra desnuda, verdadera…”.
"Su aportación fue casi siempre anónima. Formaron la callada tripulación de galeones, la sufrida tropa de los ejércitos, la mano de obra oscura y abnegada. Y si Almería figura poco en los manuales de Historia, allí donde en una época u otra los españoles pusieron pie, las fosas comunes del mundo entero contienen sin duda un buen porcentaje de almerienses"
Es en realidad 'Campos de Níjar' un relato de denuncia social encubierto en forma de libro de viajes o en verdad se trata de una crónica inmediata del desamparo que la "cenicienta de España"? Poco importa, la honestidad y la mirada fraternal y adecuadamente matizada que Goytisolo imprime en estas tienen el sabor de lo auténtico.
En muy pocas páginas Goytisolo consigue transmitir de haber cazado la esencia de esa tierra que ha visitado: sus virtudes y sus carencias, sus límites y sus rutinas. En verdad transpira esa sensación de callejón sin salida a la que están condenados sus habitantes, pero también habla de gente abierta y amistosa y que parece ajena a las ansiedades, la mezquindad y la hostilidades de la gente que vive en las grandes ciudades del siglo XIX. Un tono contrastado que encaja muy bien en un libro escrito con gran riqueza de lenguaje y una prosa muy fluida pero que requiere un lector atento al detalle para captar el relato en toda su dimensión.
Así, si los ojos permanece atentos, se filtra que ése es un paisaje dónde la gente trabaja a destajo y envejeciendo prematuramente para obtener a cambio una miseria por su trabajo, que en otras lugares es pagado a buen precio (como es el caso de los alfereros) y la tierra permanece inculta por la insidia del dominio franquista y la insidia de los cínicos y avariciosos "señoritos", insolidarios y codiciosos, capaces de ver morir a un paisano delante y permanecer impasibles o escudarse en malas excusas, dispuestos a comprar todo lo que los desesperados campesinos quieran malvender para que proyectarlo de cara a la futura explotación turística. El libro fue escrito en 1959, así que nadie podrá negarle ser un certero antecedente del ladrillo y el turismo low cost al que España se ha visto reducida gracias a que los vencedores a la chita callando se fueron apropiando de todo ese terreno. Y los almerienses? Pues mejor si se callan y no se muestran resentidos, que trabajen y se conformen con poquito, que así se vive muy tranquilito. Lo dice don Ambrosio, revolucionario del aguilucho. Tantos años pasados y, en el fondo, qué poco se ha cambiado la postal.
Una belleza de libro. Las palabras que utiliza este escritor son una joya. Destila una atmósfera especial, la de una Andalucía triste y pobre. Sin embargo, hay algo hermoso en todo eso.
Desconocemos qué había en la maleta física de Juan Goytisolo antes de comenzar su viaje por los campos de Níjar (aunque a juzgar por la crónica de sus andanzas de un pueblo a otro, iba ligero de equipaje). Otra cosa es la carga de otra maleta, la mental, que conociendo los orígenes del escritor y su bagaje, seguro que no comenzó vacía. Lo que sí se puede afirmar sin mucho margen de error es que la maleta que el autor fue llenando durante su estancia en esta comarca almeriense acabó llena de vivencias que llevarse de vuelta a Barcelona.
“En el pueblo, los niños me siguen con curiosidad -los niños flacos y oscuros del sur, de pelo anillado y ojos expresivos, medio enanos y medio diablejos, con sus manitas móviles, sus voces cantarinas y una tristeza adulta que transparenta siempre bajo los rasgos maliciosos y ávidos”
Y es que en los campos y pueblos de Níjar, Goytisolo fue reconociendo la cara más amarga de un país que se quedó anclado en el año 1936: caciquismo, clasismo, pobreza (encarnada en mayores y chiquillos harapientos), hambre, enfermedad y, finalmente, muerte. No hay pueblo por el que pase en el que no estén presentes uno o varios de estos elementos a la vez. En el libro, no hay lugar para la esperanza, y a pesar de la luminosidad del paisaje y la limpieza del mar, todo está recubierto de un halo de desazón, tristeza y desgracia, como la escena que cierra el libro, ubicada en mitad de un velatorio por la muerte de un muchacho.
“El bajito lleva el talego sobre el hombro y me cuenta que hace diez años que recorre el mismo camino, mañana y tarde, sin desviarse un solo paso.
-Dicen que el mundo cambia y pronto llegaremos a la luna, pero pa nosotros, tós los días son iguales”.
[...]
“-Aquí los chavales empiezan a trabajar a los siete años -comenta mi vecino.
-¿No van a la escuela?
-Los padres no les dejan y, a su modo, tienen razón. El hambre les espabila más aprisa”.
Pero lo que más llama la atención, a nuestro juicio, es la frialdad y la distancia que, de manera voluntaria, marca el autor con quienes se acercan a él en busca de ayuda, o simplemente comprensión. Y esa actitud se ve en el joven que al final del libro le pide ayuda para buscarse la vida en Cataluña, pero también con el viejo que vende en la carretera y que se sincera con él contándole que ha perdido un hijo, y con las familias que visita, con las que se nota que ha decidido guardar una distancia prudencial porque nada tienen que ver con su mundo.
“-El mayor no era como ellos.
-¿No?
-Desde pequeño pensaba en los demás. No en su madre, su padre o sus hermanos, sino en todos los pobres como nosotros. Aquí la gente nace, vive y muere sin reflexionar. Él, no. Él tenía una idea de la vida”.
Pese a estas cautelas, sería ingrato no reconocer que nos encontramos ante una gran crónica de viajes, que refleja a la perfección la sociedad de la época de una de las zonas más deprimidas del país, que nos presenta de manera descarnada y cruel un período de tiempo y una región en la que no todo eran resorts de lujo junto a playas vírgenes y turistas colonizando todo durante unos días antes de volver a sus ciudades.
“-Por eso me gusta Almería. Porque no tiene Giralda ni Alhambra. Porque no intenta cubrirse con ropajes ni adornos. Porque es una tierra desnuda, verdadera…”
Después de 'La saga de los Marx', 'Campos de Níjar', aun siendo conscientes de que se trata de otro género, supone un salto cualitativo, que resulta más entretenido y mucho más interesante.
La primera impresión de Goytisolo llegando a Níjar me hizo recordar a su tocayo ficticio Juan Preciado entrando en Comala. Campos desolados, caminos desiertos, paisajes africanos, y nula vegetación bajo un sol inquisidor. Un retrato crudo pero real de esta tierra del levante almeriense azotada por el viento y castigada con interminables sequías.
El barcelonés, dejando constancia casi notarial de lo que ve, describe las condiciones de vida marginales en las que se encuentran los habitantes de la comarca. Se puede palpar la pobreza, el hambre, la falta de infraestructura, y lo más doloroso: su aceptación. «Aquí la gente nace, vive y muere sin reflexionar», dice un hombre cuando recuerda la muerte de su hijo.
Ese viajero, a quien por venir de Barcelona los vecinos miran como a un extraterrestre, va encontrando en esas gentes que se asoman a las puertas, en los niños haraposos que le rodean, o en los paisanos con los que conversa en las tabernas, el alma y la identidad de la comarca.
Porque al final, el sur del que habla Goytisolo resulta no ser un sur geográfico sino moral. No son las chumberas, ni las pitas, ni los capazos de esparto lo que hacen única esta tierra. Es su gente, que se echa al hombro la resignación y el olvido en el que la provincia lleva siglos sumergida. Y tal vez esa condena sea su mayor tesoro, porque la ha mantenido pura y singular hasta hoy.
«Por eso me gusta Almería. Porque no tiene Giralda ni Alhambra. Porque no intenta cubrirse con ropajes ni adornos. Porque es una tierra desnuda, verdadera». Por eso nos gusta Almería, Juan.
Goytisolo describe su visita de apenas tres días a Almería como un viaje a un lugar oculto; no de placer y disfrute, sino más bien de suspiro y decadencia.
Dibuja la provincia como una marea de resignación, habitada por personas acostumbradas a vivir en un segundo plano, sin alardes ni llamadas de atención.
Una tierra virgen y singular, completamente distinta al resto de la península —y me atrevería a decir, del mundo—. Una tierra rendida: rendida a la pobreza, rendida al sufrimiento, rendida a la soledad. Los pocos ávidos de vida escapan; huyen hacia la capital modernista, persiguiendo sus sueños ahogados en las aguas de Almería.
Campos de Níjar es un diario que atraviesa la Almería de la posguerra, cuando todavía existían las chumberas y las últimas minas extraían cobre y plomo. Un tiempo en el que no había turistas, sino mujeres con sus cuévanos a cuestas. Un momento en que florecían las jarillas y la especulación, y comenzaba la futura explotación de su bellísimo paraje natural. Los últimos años en los que Almería fue por y para los almerienses.
Un libro imprescindible para todo aquel que lleve a Almería en la sangre y en la memoria; para quien desee recorrer sus caminos de polvo y silencio, y viajar a otro tiempo donde la tierra aún hablaba en voz baja. Campos de Níjar no solo se lee: se escucha, se respira y se reconoce. Es un regreso a las raíces, a la esencia más pura y olvidada de lo que fuimos.
La verdad es que no sé si esto es un género literario o una invención del escritor. Si es lo primero, es un género que me interesa mucho. Sí es lo segundo, este escritor es uno de los grandes. Lo digo porque no es un libro de viajes, es una novela. Pero en realidad es claramente un libro de viajes. Novelado. Pero no mucho. El libro tiene valor histórico, más que literario, como pretende el autor, aunque el estilo parco y conciso se acopla bien al paisaje que describe, lo cual denota maestría en la escritura. Sin una sola opinión hasta la página 130, el protagonista solo hace de cámara de vídeo. Nos lleva a esa tierra y ese tiempo. No sabemos ni sabremos nada de él, solo lo que ve. Es muy necesario leer estos libros en estos tiempos en los que la comodidad de la que disfrutamos nos lleva a la ignorancia: damos por hecho que siempre fue así. Y por eso surgen teorías de privilegios y opresiones inventadas, porque ignoramos que la historia de la humanidad es la del hambre, la pobreza, la miseria y la enfermedad. Voy a transcribir la única opinión que da el protagonista al final del libro, que me parece de nota: "Quería decirles que, sí éramos pobres, lo mejor que podíamos desear es ser también feos; que la belleza no servía de excusa para cruzarnos de brazos y que para salir de nosotros mismos debíamos de resistir la tentación de sentirnos tarjeta postal o pieza de museo".
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