Piso compartido es una novela de interior. Un relato costumbrista donde magia, memoria y cotidianidad se unen. La autora entreteje la vida de cinco señoras repletas de recuerdos y experiencias con la de una chica que no sabe muy bien cómo ni por qué ha aparecido en el piso que estas comparten. La joven protagonista participa de los rituales de las señoras, clasificando libros y palabras, ayudando en la peluquería improvisada que todos los viernes convierte el salón de la casa en el lugar donde retocar ahuecados que tiran a malva, compartiendo las largas sobremesas que siguen a todas las comidas y, sobre todo, escuchando las historias que desgranan las habitantes de la casa. Instagram y las labores, las visitas a países lejanos y las canciones del ayer se mezclan en esta novelita retrato de la comunicación y la convivencia entre mujeres.
Una novela entrañable pero misteriosa, pequeñita pero enjundiosa, escrita por una traductora pero una tortura perfecta si se quisiera traducir, porque contiene cultura, folklore, juegos de palabra y una intertextualidad preciosa. Desde el precariado, reivindico por completo este piso compartido. Me siento privilegiado de poder asistir a esta maravilla de la literatura.
Durante la convivencia con este libro rescato la importancia de las relaciones inter-generacionales, los gestos cotidianos de la convivencia y las costumbres que se desarrollan con el tiempo compartido. Me interesa cómo se presenta a las mujeres mayores como seres complejos (más allá de la caricatura que habitualmente se hace de ellas).
La idea de mudanza: al principio estás en un lugar que no significa aparentemente nada y a futuro se puede convertir en el espacio que en primera instancia te recoja. Es curioso cómo vamos generando lenguajes, conceptos que hacen memoria y son testigos del espacio.
Me gusta que el libro se llame "piso compartido" porque pienso que la autora pretendía eso con todo su relato: generar la sensación de compañía, de compartir también un espacio con las autoras que pasen por sus hojas.
Qué libro tan agradable y ameno de leer (además de gracioso)
Devorado en el vuelo Madrid-Londres! #leyendofuerte Piso Compartido, un lugar de señoras que conocen a otras señoras que conocen a más señoras y que molan señorialmente! Yo siempre pensaba que el realismo mágico sólo podía darse en sitios muy pequeños y muy aislados entramados entre el trópico y el subtrópico, pero @anaflesh me ha descubierto que también se puede desarrollar divinamente en la meseta castellana! Le doy : un territorio común, tres arcoíris y dos hogueras 🗺🌈🌈🌈🔥🔥
Cortito y muy íntimo. En un espacio que imaginas lleno de saudade, te encuentras mucha alegría. Y además aprendí mucho vocabulario y costumbres. Muy recomendable!
Pequeñito y tierno, para devorarlo en pocas horas. Es como colarse en un sueño de Flecha, uno lleno de señoras, cajas de galletas danesas y una tortuga viviendo en un bidé.
Pero qué libro tan BONITO. Rezuma ternura, me ha encantado leerlo, tan suave, tan dulce, tan mágico y terrenal a la vez, tan todo lo bonito, ay. Me ha dejado el corazón calentito, me ha hecho mucho bien leerlo justo en esta racha en la que me puede la desconexión, la extrañeza, el sentirme ajena a todo, cierto desencanto y desconfianza en los vínculos y redes mientras a la vez me ahoga la nostalgia de esas mismas redes que me sostuvieron tantas veces.
La novela es una serie de capítulos cortos a través de los que conocemos a las señoras protagonistas, Rosario, Esmeralda, Olvido, Paloma y Azucena, con las que se encuentra viviendo la narradora. Construidos a modo de brochazos que cuentan esa convivencia intergeneracional, nos asomamos así a sus vidas, su pasado, su sentido del humor, los vínculos que las unen, su cotidianeidad que se nos cuenta de una forma súper cercana, fácil y amable de leer.
Para mí ha sido un regalo de libro de principio a fin. Qué bien que saliera en las lecturas previstas para el club de lectura del que formo parte y que me hace descubrir joyas así que se me habrían pasado desapercibidas (en este caso además casi seguro porque prácticamente nunca compro libros de los que no traen ninguna sinopsis fuera).
Mil gracias a la autora por la historia, por las protagonistas y los vínculos que establecen y por esperanzarnos bonito con estas páginas. ¡Ahora quiero descubrir más títulos suyos, claro!
Quizás estaba esperando más certezas, y aunque todavía no decido si me gustó o no, sí me dejó una linda sensación, como si mi abuela me estuviera abrazando.
Piso compartido ha sigut un bon company de viatge. Una història amable, graciosa i bonica. Vull pensar que l’he entès i que no soc l’única que s’imagina un futur sent Olvido o Esmeralda.
Un libro corto para leer a momentos, dándole una vuelta al concepto de piso compartido y escrito con ternura, nostalgia y sabiduría. Me quedé con ganas de saber más de la narradora pero entiendo que no era la protagonista.
Que lindo! Me ha gustado mucho ver la relación que tienen todas y las reflexiones, y me ha recordado lo chulo que es compartir piso con tus amigas. gracias a Iara por dejarmelo jeje
Una delicia de relato. Novela corta que te aproxima a la vida de un grupo de mujeres mayores que comparten piso. Huyendo de los tópicos escritos habitualmente. Está lleno de amor y guasa.
Qué delicia de libro. Me ha hecho reír, llorar y sentir nostalgia de cosas que no he vivido y de otras que no viviré. Ha sido como beberse una taza de café de olla en una tarde soleada de otoño, junto a la ventana. Creo que va a ser el libro que más regale este año. ♥️
Aquí va una historia: leí este libro por primera vez en 2023. Me gustó, me resultó entrañable y, sobre todo, me divirtió la manera de Ana Flecha Marco de jugar con las palabras. Pero se me acabó demasiado rápido.
Fast-forward a dos años después. Estoy dando clase en la uni con otros dos profes. Es un curso muy bueno, lo disfrutamos mucho, lxs estudiantes son geniales. Al final del cuatrimestre nos tomamos algo con ellxs como despedida y una alumna me dice que le gustaría ser mi amiga. Me hago un poco la dura, pero en realidad yo también quiero. Empezamos a dejarnos libros que pensamos que le gustarían a la otra. Hablamos de las amigas, de lo difícil de la vida adulta, de modos de vida alternativa, de la nostalgia, de escribir, de referentes, de música... Ella me presta ‘Planeta solitario’, también de Ana Flecha Marco, y me gusta mucho. Yo le dejó ‘Lo que hay’ de Sara Torres. Y así pasa el verano.
Volvemos a vernos a finales de agosto. Me dice que le está costando leer, que si puedo dejarle algo cortito, y yo le doy ‘Piso compartido’. Y, por supuesto, le vuelve loca. Tanto que se lo deja a sus amigas y a todas les encanta también. Tanto que entre todas deciden crear un club de lectura en la uni y que ese sea el primer libro propuesto. (Yo, por supuesto, me muero de ilusión.) Se lo dejo a la otra profe que dio clase conmigo -ahora también mi amiga- y también le encanta. Subraya todas sus partes favoritas y al final me escribe que el libro es como un abrazo.
En el club de lectura hablamos de las amigas, de las palabras, de genealogías feministas, de si las abuelas son personas separadas o cabezas de una misma hidra, de encontrar un lugar seguro cuando no estás del todo bien. Nos reímos y me acuerdo de cuando yo también era estudiante y pasaba los ratos charlando en ese mismo césped compartido... Esa semana me releo el libro y claro, ahora las veo a todas reflejadas en las palabras. Ahora sé lo que me voy a encontrar en la historia y lo que me puede dar. Y yo estoy en el momento adecuado para recibirlo. De repente las frases son más cálidas.
Quién iba a pensar que un libro llamado ‘Piso compartido’ iba a resultar aún mejor después de compartirse.
Preciosa historieta sobre un enigmático y poético piso donde conviven unas ancianas y una mujer joven. No es propiamente una novela con trama, son trozos de sus días, pensamientos, narraciones de su pasado y sus ilusiones y acontecimientos sueltos. Hablan mucho de palabras, de nombres y de lenguaje. Son unas ancianas con muchas ganas de disfrutar de la vida. Si eres fan del pop alternativo español encontrarás alguna sorpresita.
Es un libro súper tierno y cortito :) Se sentía una charla con mi abuela al lao mientras hace punto…
Qué chulada de piso… te ríes, aprendes y disfrutas leyendo sobre relaciones intergeneracionales que conviven en un mismo lugar… Tiene la energía de una tarde de primavera a la hora de la siesta con el Juan y Medio de fondo en casa de mi abuela
También he pensao mucho: ojalá vivir así con mis amigas cuando seamos viejas
Si tuviera el talento para escribir algo, escribiría esto. Qué delicia. Qué muestra de que no hacen falta 300 páginas para narrar una gran historia ni trascender. Pero para eso hay que escoger muy bien las palabras y las imágenes, dejar pequeñas perlas en cada capítulo. Fluye el texto de manera casi poética y tienes que dosficarte para disfrutarlo. Me quedaría para siempre como espectadora en ese piso. Quizás este es el cielo que Ana Flecha dibuja para nosotras.
Da la sensación de que me he leído otro libro al que reseñan otros lectores porque a mí no me ha gustado. Me ha parecido literatura muy pobre que podría haber escrito una adolescente, con muchas cosas sin sentido nada hiladas; es como si hubiese anotado varios temas de los que quisiese hablar y los hubiese unido todos con un resultado más bien flojito. La idea me parecía cuquísima, pero creo que no se ha conseguido. Menos mal que al menos se lee en un suspiro.
La intertextualidad y las referencias a Cecilia <3
QUOTES:
A ella le repateaba el matrimonio, pero en sus últimos años se manifestó para conseguirlo. Para abolir el matrimonio, decía, primero hay que dejar que todo el mundo se case, y tenía razón, claro, o eso me parece a mí también, vaya. Le habría encantado esta casa, pero no era el momento y no era posible. En cierto modo está aquí, claro, como tantas otras mujeres a las que ya no podrás conocer. Pero hay que hablar de ellas. Por ellas hemos llegado a donde estamos.
¿Te imaginas qué risa, que la tristeza fuera nuestra?
No hay nada como creerse las cosas para que se hagan realidad.
Lo de nuestra soltería es verdadera vocación. Para que te hagas una idea, yo de niña no quería ser soltera: quería ser solterona. Sol-te-ro-na. Me encantaba ese aumentativo. ¿Por qué ser algo mediocre cuando puedes ser algo grande? Entre fracasar y fracasar estrepitosamente yo siempre elijo lo segundo, que no he venido yo a esta vida a pasar de puntillas por ella.
Una nunca sabe cuándo va a necesitar una palabra. Y no sabes lo bien que se esconden las condenadas
Cuando trabajaba de maestra, por ejemplo, prefería hacer la vista gorda a tener que castigar a mis alumnos cada dos minutos. Con hacer la vista gorda quiero decir no ver un pimiento. [...] De mi época de maestra me han quedado muchas cosas: el medir los años por cursos; el lenguaje inclusivo, que os pensáis que es una cosa nueva, pero una profesora no dice «los alumnos» si puede decir «el alumnado»; la destreza a la hora de usar una fotocopiadora y, por deformación profesional, tener el aula como medida de todas las cosas.
Las cosas solo existen cuando se las nombra.
El activismo no es un camino de rosas, y no hay soluciones buenas.
Protestar es para ellas una especie de convención social, pero en el fondo son más bien positivas. —¿Cómo no lo vamos a ser si hemos visto acabar una guerra y morir a un dictador?; ¿si cada vez menos gente escucha a los curas y más y más mujeres estudian y se atreven a decir lo que piensan?
La biblioteca de las señoras está ordenada por el segundo apellido, el de la madre. —¿Cómo, si no, vamos a construir una genealogía feminista? [...] —Al apellido de la madre hay que devolverle la dignidad que ese segundo puesto le quita, por eso lo conservamos como guardamos nuestros dientes de leche en una cajita, nuestras trenzas infantiles entre dos paños y los manteles entre bolitas de naftalina.
Sea cual sea el sistema que elijamos está destinado a fallar. La insoportable levedad de la biblioteconomía.
Todas tenemos una habitación propia, pero a veces, para escribir, también es necesario un cuarto compartido.
Me siento en el escritorio y redacto una carta que nunca enviaré. Esas cartas también son importantes, porque son para una misma, pero con más cariño. Escribir en un cuaderno se me hace muy difícil; a la presión de la hoja en blanco se le une la de la hoja permanentemente escrita, encuadernada y guardada como si fuera importante. Dudo que lo que yo escriba le vaya a interesar nunca a nadie. Por eso escribo, para vencer ese sentimiento. No sé cuánto tiempo estaré en esta casa, pero me parece importante documentar mi paso por este lugar. Sobre todo para no olvidarme de estas mujeres que me acogen, me acompañan y me ponen la cabeza como un bombo. Escribo a ratitos y de forma desordenada. A veces, escribo también en hojas sueltas que luego doblo en cuatro y guardo entre las páginas de mi cuaderno. Puede que algún día lo ordene todo y cree un relato con sentido. Me lo digo y me lo creo. Igual que aquello de que algún día hablaré ruso y, sobre todo, aquello otro de que en cualquier momento todo empezará a salir bien.
Si es que fuera de esta casa no nos escuchaba nadie. Buenas nos hemos ido a juntar. Tenemos que hablar ahora todo lo que no hemos hablado en más de sesenta años, y eso son muchas palabras. Muchísimas.
Es curioso que tengamos solo una palabra para hablar de realidades tan distintas como el paso de los años y la lluvia, la nieve y el sol. La lluvia como medida del tiempo que pasamos bajo el paraguas, en los soportales o en las cafeterías. El sol como medida de los días felices.
¿Sabes, maja? Yo nunca me imaginé que mi vida sería así, que acabaría en esta casa. Cuando de joven proyectas tu vida, lo que quieres que suceda, lo que no sabes es que eso que proyectas no es parte de tu porvenir, sino de tu presente. Esa casa con la que sueñas, ese trabajo, ese viaje solo existen en el ahora. [...] Tú no proyectes, rica, que se pierde mucho tiempo. Tú haz, vive, disfruta, que la vida pasa. Y parezco Azucena, ya lo sé, con este rollo medio hippie que te acabo de soltar, pero es que es así. Nadie sabe lo que pasará mañana.
Y tú, ¿qué tienes pensado hacer con tu tiempo en la Tierra?
—Pareces cansada. Nosotras también llegamos en septiembre. Bienvenida. Acompáñanos a tu habitación.
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Nunca pensé que tendría un libro de cabecera y este se ha convertido en él, literalmente. Siempre en mi mesilla de noche, es una novela con ritmo, con garra y con honestidad que hace que sonrías y disfrutes con la prosa incisiva que construye a las mujeres protagonistas de la historia. Piso compartido da felicidad.
Empezar a leer y, de pronto, de una tacada, todo entero, del tirón. Querer estar ahí y nada más. La sencillez de la absoluta maravilla.
Y, encima, breve. Arranco ya con la sensación de que este vaya a ser el libro que más veces vaya a releer en mi vida. Miles de millones de gracias, Ana.
Cómo ir a casa de tus padres a comer un domingo y sentir toda la felicidad de la sobremesa y todo el amor de su abrazo en el sofá mientras cabeceas una siesta.
Una preciosidad llena de ideas maravillosas como la biblioteca, los clubs de lectura o las cintas de palabras.
Si no te emocionas ni te sientes identificade, no te mereces compartir café con las señoras.
m’agrada quan un llibre parla de coses que normalment ens passen per alt, aquest cas de les dones grans sense prejudicis, simplement sent persones que conviuen juntes en un pis. no saps si realment és tot real però és tan tendre