Victor Coloma

“«en su condición de amenaza constante sobre las cabezas de los que poseen riquezas; de los que, para preservarlas, envían implacables a los otros a los frentes del hambre y del honor de la patria, mientras pretenden consolarnos diciendo y repitiendo que la riqueza no es lo más importante en esta vida. Que Dios nos conserve para siempre el comunismo, para que esta chusma no se vuelva todavía más desvergonzada ... y para que, por lo menos, cuando se vayan a dormir sufran pesadillas».[13] Las cosas comenzaron a cambiar a partir de 1968 con el fracaso de la ilusión del comunismo europeo, cuando la negativa de los dirigentes comunistas franceses a apoyar en París la revolución que habían iniciado los estudiantes y, mucho más aún, la incapacidad de los dirigentes de la Unión Soviética y de los países de su área para aceptar el desafío del programa de socialismo con rostro humano que se había planteado en la primavera de Praga, demostraron”
― Josep Fontana, El siglo de la revolución: Una historia del mundo desde 1914 (Serie Mayor)

“contó cuál era la fórmula de su oratoria: «Generalmente comienzo con un chiste o con una historia para captar la atención de la gente: luego les cuento lo que voy a decirles, se lo digo, y después les digo lo que acabo de decirles».”
― Josep Fontana, El siglo de la revolución: Una historia del mundo desde 1914 (Serie Mayor)

“Gorbachov preparaba al propio tiempo el decimosegundo plan quinquenal (que preveía un crecimiento de la economía del 25 % y sostenía que para el año 2000 la Unión Soviética habría duplicado su potencial)”
― Josep Fontana, El siglo de la revolución: Una historia del mundo desde 1914 (Serie Mayor)

“Mientras los oradores del Partido Demócrata se sucedían en el uso de la palabra, en la periferia de la movilización, un grupo cercano a las 300 personas detuvo uno de los tranvías que circulaba por la Alameda, hizo descender a los pasajeros del vehículo y procedió a volcarlo para luego incendiarlo. La acción fue rápidamente replicada por otros grupos de trabajadores y, a los pocos minutos, tres vehículos del transporte público ardían en llamas en la Alameda. Los incidentes se extendieron rápidamente por todo el centro de la ciudad llegando a afectar a cerca de 16 tranvías.36 El arribo de la policía y de los granaderos del ejército transformó la asonada en un violento enfrentamiento entre los trabajadores y la fuerza pública. Los primeros arremetieron con piedras, adoquines y palos en contra de los segundos, a la vez que estos respondieron con golpes de sable y cargas de caballería. Mientras esto sucedía, grupos de niños y mujeres terminaban de desvalijar los tranvías, arrancando los asientos, la ornamentación y la madera, artículos con los cuales huían en diferentes direcciones.37”
― Viviana Bravo Vargas, Huelgas, marchas y revueltas: Historias de la protesta popular en Chile, 1870-2019