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“Ismiliya agarró con fuerza la mano de”
― Ashia, la niña somalí
― Ashia, la niña somalí
“Me encantaría entrar en casa y ver vuestras caras de alegría al verme llegar. Sentarme en la mesa con vosotros y disfrutar de una de nuestras agradables charlas. Me gustaría dormir en mi cama, despertar al día siguiente y daros los buenos días”
― Ashia, la niña somalí
― Ashia, la niña somalí
“le habían dado un trato exquisito y familiar. Incluso el ú”
― Ashia, la niña somalí
― Ashia, la niña somalí
“cada uno de nosotros posee una dignidad que debería ser inviolable, además de protegida y guardada por la sociedad.”
― Ashia, la niña somalí
― Ashia, la niña somalí
“y otra vez trataba de apartar su mente de todo aquello. “Piensa en algo bonito, piensa en algo bonito”, se decía a sí misma, meciéndose con un leve movimiento adelante y atrás. Con cautela miró a su alrededor tratando de identificar el lugar donde se encontraba. Estaba demasiado oscuro y los ojos le dolían de tanto llorar. De vez en cuando, el terror por la posible reaparición de aquellos hombres le provocaba escalofríos que le recorrían toda la espalda y la hacían que abrazara aún con más fuerza sus piernas llenas de rasguños y sangre. Que la oscuridad fuese absoluta no impidió que se diera cuenta de la escasa ropa que en esos instantes cubría su cuerpo. Tocó su pelo y se dio cuenta de que estaba enmarañado y lleno de barro. De repente oyó el sonido de la llave en la cerradura de aquel lugar. El pánico se apoderó inmediatamente de ella y, con mucha dificultad por el dolor, se fue hasta una esquina, apoyó la espalda en la pared y bajó la cabeza protegiéndose entre sus rodillas. Instantes después escuchó unos pasos que se acercaban. No hacía más que temblar y respirar con dificultad. Trató de recordar una oración, pero la cabeza le daba vueltas y el horror no la dejaba pensar. Notó una presencia enfrente de ella. Lentamente, con un miedo atroz, alzó la vista y en la oscuridad, con dificultad, le pareció adivinar la silueta de un hombre. Rompió a llorar suplicante. La figura se acuclilló a su altura, le tocó el brazo con suavidad y con voz dulce le dijo: —Tranquila, no te haré daño, no soy uno de ellos. Le dejó un vaso de agua a su lado y añadió: —Ahora me tengo que marchar. No olvides que estoy de tu parte. 17 —He vendido la hacienda con los animales incluidos. Pasado mañana nos trasladamos —dijo Zarik sin mirarle a la cara mientras permanecía sentado en una silla del salón. Ismiliya acababa de entrar a la vivienda después de acomodar al ganado en los establos.”
― Ashia, la niña somalí
― Ashia, la niña somalí
“La historia de Ashia, la niña somalí, es de esas narraciones que nunca debieron escribirse.”
― Ashia, la niña somalí
― Ashia, la niña somalí
“con”
― Ashia, la niña somalí
― Ashia, la niña somalí
“Se sorprendió cuando su abuela no dudó ni un instante en explicarle lo que su nieta le pedía. —Según la tradición de nuestro país, se cree que las chicas nacen con partes impuras en su cuerpo. La costumbre dice que tienen que ser arrancadas. Eso sirve como muestra para llegar virgen al matrimonio. —¿Qué partes del cuerpo son esas? —preguntó Ashia con curiosidad. Su abuela no escatimó ningún detalle, le explicó a su nieta el proceso para extirpar el clítoris, los labios mayores y menores y el cosido de ambos lados de la vulva hasta dejar un pequeño resquicio para la sangre menstrual y la orina. Tras escucharlo, la niña se quedó quieta mirándola fijamente a los ojos durante unos segundos. Acto seguido la abrazó con todas sus fuerzas.”
― Ashia, la niña somalí
― Ashia, la niña somalí
“el ser humano necesita una profunda reforma interior y recuperar el verdadero valor de la vida.”
― Ashia, la niña somalí
― Ashia, la niña somalí
“del gran problema del ser humano, el valor que damos a la justicia y la dignidad de las personas.”
― Ashia, la niña somalí
― Ashia, la niña somalí




