Miguel Ángel Montero
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“¿En qué momento perdemos esa inocencia? ¿Cuándo decidimos que la vida hay que tomarla en serio? En la infancia no hacía falta ser correcto, no era necesario fingir, las cosas eran como las veíamos, y si otro niño era feo o gordo, no había problema en decírselo; si no sabía jugar al fútbol, lo poníamos de portero; si tenía piojos, era un piojoso… ¿Crueles o sinceros? Ojalá a mí me hubieran tratado con sinceridad de adulto, en lugar de decirme lo que quería escuchar y aplaudir mis estupideces. Podíamos herir a veces, aunque sobre todo sabíamos amar; besábamos continuamente; decir «te quiero» eran las palabras más sencillas de pronunciar; sabíamos perdonar; un enfado duraba minutos y, si alguien nos hacía una mueca, nuestro llanto cambiaba automáticamente por una carcajada. Lo que más me gustaba era la ausencia de rencor, una vez pasado el enfado, todo volvía a la normalidad. Era increíble poder perdonar en cuestión de minutos, olvidar al instante y vivir sin resentimiento. Puedo evocar a mi maestra reñirme duramente, castigarme incluso, y llorar amargamente por ello. Veinte minutos después, ya estaba abrazándola como si nada hubiera sucedido. Los amigos eran incondicionales, no había normas en la amistad. Llegabas a un parque y, directamente, todos los niños que estábamos allí ya nos convertíamos en amigos de forma automática, sin presentaciones previas. Terminado el juego, nos despedíamos sin más, y a veces ni eso, no importaba que no volviéramos a vernos, en ese instante nos fuimos útiles mutuamente, nos servimos el uno del otro, y ese fue el simple vínculo que nos unió, porque cuando eres niño las personas están para ayudarte y forman parte de tu universo, las personas no nos pertenecen, únicamente disfrutamos de ellas.”
― El hombre que tenía miedo a vivir
― El hombre que tenía miedo a vivir
“»Todos estamos enfermos, no lo olvides —recordó, lanzando su dedo índice al aire—, que no sepas cuándo vas a morir no cambia nada, vas a expirar igualmente, y lo único que te llevarás cuando te vayas es lo que hayas hecho en vida, nada más. Todos tenemos un tiempo que se agota, y el antídoto existente es aprovechar este tiempo al máximo. Por tanto, observa detenidamente cómo empleas tu tiempo y eso te indicará el grado de tu enfermedad.”
― El hombre que tenía miedo a vivir
― El hombre que tenía miedo a vivir
“solo trata de tener siempre un motivo, una meta que conseguir. La ausencia de metas es lo que nos mata en vida, si mantienes tu mente ocupada con objetivos y los persigues con ilusión, estarás vivo, independientemente de que los cumplas o no, porque lo importante es el proceso: el Camino.”
― El hombre que tenía miedo a vivir
― El hombre que tenía miedo a vivir
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