Mirtha Rivero
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La Rebelión De Los Náufragos
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published
2010
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5 editions
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Historia menuda de un país que ya no existe
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published
2012
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2 editions
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“En realidad el levantamiento se venía maquinando desde principios de la década de los ochenta. En 1983, cuatro capitanes, dándose aires de personajes decimonónicos, se comprometieron ante el mítico Samán de Güere, el árbol donde Simón Bolívar alguna vez había echado una siesta. Los juramentados, en su fantasía, mezclaron la atávica vocación de poder de los militares venezolanos con el ideario radical que grupos de izquierda habían logrado gotear hasta los cuarteles en un enjundioso trabajo de penetración que llevaba años haciéndose. Y es que unos sobrevivientes de la guerrilla vencida en los años sesenta, incapaces de aceptar la derrota, no habían querido colgar sus hábitos y nunca renunciaron a la práctica de penetración de las Fuerzas Armadas. Siguieron insistiendo en el asalto, en la conspiración, y el empeño les generó sus réditos en una camada de jóvenes militares que lograron infiltrar con sus opiniones y creencias. De ahí surgió el cuarteto de mosqueteros de 1983. De ahí se nutre la logia militar que poco a poco va creciendo con cuadros de cadetes que a su vez han sido captados por los líderes fundadores en su paso por la Academia Militar. El objetivo de la logia es tomar el poder para realizar cambios profundos, y el plazo para alcanzarlo es 1992. El año tope para el alzamiento. Para esa fecha, los líderes del movimiento deberán haber ascendido en el escalafón hasta el grado de tenientes coroneles y tendrán a su cargo tropas que podrán movilizar para su causa. Para esa fecha también, el gobierno que estuviera despachando desde Miraflores –el que fuera, no importa: adeco o copeyano ¿quién podía adivinar con tanta antelación?– se encontraría en el penúltimo año de su período, y lo más probable, con bajos puntos de aceptación popular. Entonces, finalmente, las condiciones estarían dadas. La excusa para amotinarse podría ser cualquiera: pérdida de soberanía, pobreza, corrupción, crisis económica, endeudamiento externo, amantes presidenciales. Cualquier argumento vale.”
― La rebelión de los náufragos (Hogueras nº 52)
― La rebelión de los náufragos (Hogueras nº 52)
“«No es la repetición de los mismos discursos que hace treinta años se pronunciaban cada vez que ocurría algún levantamiento lo que responde a la preocupación popular... Es difícil pedirle al pueblo que se inmole por la libertad y la democracia cuando piensa que la libertad y la democracia no son capaces de darle de comer... cuando no [se] ha sido capaz de poner un coto definitivo al morbo terrible de la corrupción...» »Esta situación no se puede ocultar. El golpe militar es censurable y condenable en toda forma, pero sería ingenuo pensar que se trata solamente de una aventura de unos cuantos ambiciosos que por su cuenta se lanzaron precipitadamente y sin darse cuenta de aquello en que se estaban metiendo. Hay un entorno... hay una situación grave en el país... »Quiero decir que esto que estamos enfrentando responde a una grave situación que está atravesando Venezuela. Yo quisiera que los señores jefes de Estado de los países ricos que llamaron al presidente Carlos Andrés Pérez para expresarle su solidaridad en defensa de la democracia entendieran que la democracia no puede existir si los pueblos no comen... »No podemos afirmar en conciencia que la corrupción se ha detenido... vemos con alarma que el costo de la vida se hace cada vez más difícil de satisfacer para grandes sectores de nuestra población, que los servicios públicos no funcionan y que se busca como una solución el de privatizarlos entregándolos sobre todo a manos extranjeras, porque nos consideramos incapaces de atenderlos. Que el orden público y la seguridad personal tampoco encuentran un remedio efectivo. »Esto lo está viviendo el país. Y no es que yo diga que los militares que se alzaron hoy o que intentaron la sublevación, ya felizmente aplastada (por lo menos en sus aspectos fundamentales) se hayan levantado por eso, pero eso les ha servido de base, de motivo, de fundamento, o por lo menos de pretexto.» (Rafael Caldera. Discurso ante el Congreso con motivo del decreto de la suspensión de garantías. 4 de febrero de 1992).”
― La rebelión de los náufragos (Hogueras nº 52)
― La rebelión de los náufragos (Hogueras nº 52)
“Al día siguiente del golpe, Uslar Pietri, como la cabeza más prestigiosa de un grupo de personajes reconocidos por la opinión pública, no desaprovechó la oportunidad que le brindaron los golpistas y en la misma onda que tantos dividendos le estaba dando a Caldera (y que a él mismo, en el pasado, le había reportado suficiente centimetraje en los periódicos) se atrevió a decir que sería muy, muy grave pensar que los militares alzados fueran solo «unos locos que tiraron una parada», puesto que esos hombres –esos locos– que se habían aventurado a dar el golpe y habían roto sus carreras en el intento, sufrían del mismo ahogo que muchos venezolanos: un soberano disgusto por la manera en que funcionaba el gobierno. Pero ahí no dejaba el asunto. Su asunto. Uslar y el comité de personalidades que lo acompañaban, apelando a sus trayectorias, quisieron profundizar la campaña para –sostenían– adecentar el sistema. Llevaban tiempo con ese objetivo trazado. En 1990 se habían organizado como asociación civil y desde entonces, en diversas cartas dirigidas a Pérez –con copia a la opinión pública–. lo reconvenían y exhortaban a adelantar las reformas que ellos mismos proponían para salir de la crisis. Todos los de la agrupación se reconocían –y eran reconocidos– como hombres de estudio, de pensamiento, como referencias en sus campos de trabajo. Eran, en suma, gente destacada, notable, y como notables llevaban año y medio pontificando. Pero en febrero de 1992 ya no eran más la asociación civil, ni el comité de personalidades notables. Desde hacía unos cuantos meses habían trocado en algo más que un comité de personalidades destacadas a quienes se podía consultar ante una eventual coyuntura nacional o a quienes se les podía ubicar para una declaración dominguera. Ya eran y se sentían algo más. Conformaban un cuerpo con más peso y prestancia. Eran Los Notables –con dos mayúsculas iniciales–, los líderes morales de la Nación que, apadrinados por su propia aureola de prestigio, comenzaron a exigir. Y a partir del 4 de febrero de 1992, presionaron más: hicieron campaña contra la Corte Suprema de Justicia, para luchar contra las tribus judiciales, la parcialidad y la corrupción del sistema judicial; contra el Consejo Nacional Electoral, para demandar su reforma y la reforma electoral que incluyera el voto uninominal; contra los partidos políticos, que se habían corrompido y habían dejado de ser legítimos intermediarios de la manifestación popular; contra el Parlamento, que al igual que los políticos y sus partidos habían perdido su verdadera esencia; y contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, que a su entender constituía el meollo de la crisis por negarse a afrontar reformas –las que ellos proponían– sociales y económicas.”
― La rebelión de los náufragos (Hogueras nº 52)
― La rebelión de los náufragos (Hogueras nº 52)
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