Carlos Tromben

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Carlos Tromben


Born
in Valparaíso, Chile
July 23, 1966

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Average rating: 3.86 · 1,434 ratings · 193 reviews · 31 distinct worksSimilar authors
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“Desde los botes el capitán Castleton y el resto de la tripulación del Matías Cousiño vieron como la cañonera Magallanes se lanzaba contra el Huáscar como un perro callejero contra un pastor alemán.”
Carlos Tromben, Huáscar

“El Usurpador El Usurpador es la figura típica, recurrente, de las revoluciones. No hay revolución que no haya tenido el suyo. Se puede decir incluso que los usurpadores son el karma de las revoluciones. Diversos autores han trazado un ciclo más o menos reiterativo de las revoluciones. Va de la ilusión a la realidad, del ensueño a la ruina, de la fiesta a la demanda de orden, aún a costa de la crueldad. Sobre todo con una cuota de crueldad. Todas las grandes revoluciones ocurrieron después de un colapso económico, una sequía, una guerra, durante regímenes políticos más o menos anticuados y torpes. La crisis provoca estallidos sociales espontáneos, antes que los revolucionarios profesionales se tomen el poder político. Los privilegiados mantienen el poder económico, y tratan de influir en el proceso. Se produce un impasse que termina resolviéndose por la fuerza. La imagen que queda para la posteridad es la toma o asalto a un palacio, símbolo del Antiguo Régimen de las monarquías absolutas, previo a la Revolución Francesa. La dinámica de la fuerza se acelera en esta etapa y sucede porque las economías revolucionarias, tarde o temprano, colapsan. No puede ser de otro modo, o no serían revoluciones. Cuando los cambios comienzan a aplicarse se gatilla un proceso en cadena: los privilegiados contraatacan y declaran la guerra por medios militares o financieros; los profesionales emigran y dejan al país sin suficientes cuadros técnicos; los intelectuales revolucionarios, que saben poco o nada de gestión y finanzas, tienen que hacerse cargo como pueden de todo aquello; los campesinos, que suelen desconfiar de las revoluciones, dejan de cultivar la tierra y las ciudades se comienzan a quedar sin alimentos. Para cerrar el puño sobre la revolución, los países hegemónicos aíslan al país revolucionario y lo dejan sin divisas, sin energía, sin insumos y sin repuestos. La producción languidece. Algunos revolucionarios que entienden de macroeconomía intentan poner orden, controlar las divisas y canalizar el poco crédito que sigue existiendo, pero como no entra dinero desde afuera tienen que imprimirlo adentro, lo que termina en un proceso inflacionario que tumba la confianza en la moneda y paraliza el ahorro y la inversión. Generalmente en esta parte de la revolución la crueldad comienza a generalizarse. Los obreros y los artesanos, que eran los principales sostenes de la revolución, empiezan a desencantarse. Los intelectuales críticos también se desencantan. Los saboteadores hacen su agosto y el grupo revolucionario original, temiendo lo peor, cae en la desesperación y se vuelve represivo, se divide en facciones que se achacan la responsabilidad del desastre unas a otras. Se multiplican las acusaciones de traición y los tribunales revolucionarios, en un comienzo reservados para el enemigo, ahora juzgan a los propios revolucionarios. Este es el escenario en que irrumpe el Usurpador, que siempre viene desde dentro de las filas del poder, generalmente desde un segundo plano. El Usurpador es, en cierta forma, el hijo no deseado de la revolución, su Leviatán. Napoleón fue el Usurpador de la Revolución Francesa. Stalin fue el Usurpador de la Revolución Rusa. Todos ellos cortaron de raíz el desorden discursivo, la cacofonía de las facciones revolucionarias; con su mano de hierro pusieron orden en la economía y, a cambio de su protección paternalista, exigieron de la nación grotescas formas de culto a la personalidad. Todos los Usurpadores han sido militares, o han estado a cargo de la policía cuando comenzó la revolución. En el País que Olvidamos, la función del Usurpador fue un tanto distinta. Se puede argumentar que completamente distinta, y la cumplió un Director Supremo, quien además era el jefe militar del Presidente Socialista.”
Carlos Tromben, Crónica secreta de la economía chilena



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