Rashōmon fue durante mucho tiempo mi película favorita de Kurosawa. La forma en que la verdad se fragmenta en múltiples versiones me parecía fascinante. Pero todo cambió el día que vi Dersu Uzala, cuando descubrí un Kurosawa menos preocupado por el artificio narrativo y más por contar una historia de aventuras.
De Dersu Uzala me maravilló su humanidad. “Más humano que un humano”, pensé, recordando Blade Runner. El protagonista de la historia, que da título a la película, era un tipo de hombre que ya no existe en nuestro mundo. Dersu vivía en una conexión íntima con la naturaleza: hablaba con los árboles, las montañas, los ríos, los osos y las ardillas, llamándolos “gente”, tratándolos como semejantes. No había para él división entre lo humano y lo no humano; todo estaba unido en un mismo tejido.
Mi sorpresa fue mayúscula al descubrir que Dersu no era una creación de Kurosawa, sino una persona real. El explorador ruso Vladimir Arseniev lo conoció a comienzos del siglo XX en la taiga siberiana y escribió un libro sobre las aventuras que tuvieron juntos. Akira Kurosawa leyó la primera traducción al japonés del libro de Vladimir Arseniev en los años cuarenta y siempre tuvo en mente hacer una película sobre Dersu.
Yo leí el libro de Dersu Uzala hace poco, casi del tirón, pero al final no quería que terminara, anhelaba seguir caminando con Arseniev y Dersu por las montañas y bosques, aprendiendo a entender las señales del viento y las huellas en la nieve.
Ante todo, más que un libro de aventuras, es una historia de amistad y de cómo la modernidad crea barreras que nos separan cada vez más de la naturaleza. Quizás los peligros de la naturaleza no sean nuestros enemigos, sino maestros a los que aprender a escuchar.
Hoy, cerca de Vladivostok, hay una monumento dedicado a Dersu Uzala y a Arseniev. Una prueba de que la amistad entre ambos trascendió el tiempo.
Al terminar el libro de Arseniev y volver a ver la película, comprendí que Dersu no pertenece solo a Rusia ni a Japón. Dersu es universal, porque representa una forma de ser que hemos olvidado, pero que tal vez todavía podamos recuperar.
"Kurosawa-san mostró que la naturaleza no es un enemigo, sino un maestro. Dersu es el abuelo que todos los personajes de mis películas desearían tener." (Hayao Miyazaki).
De Dersu Uzala me maravilló su humanidad. “Más humano que un humano”, pensé, recordando Blade Runner. El protagonista de la historia, que da título a la película, era un tipo de hombre que ya no existe en nuestro mundo. Dersu vivía en una conexión íntima con la naturaleza: hablaba con los árboles, las montañas, los ríos, los osos y las ardillas, llamándolos “gente”, tratándolos como semejantes. No había para él división entre lo humano y lo no humano; todo estaba unido en un mismo tejido.
Mi sorpresa fue mayúscula al descubrir que Dersu no era una creación de Kurosawa, sino una persona real. El explorador ruso Vladimir Arseniev lo conoció a comienzos del siglo XX en la taiga siberiana y escribió un libro sobre las aventuras que tuvieron juntos. Akira Kurosawa leyó la primera traducción al japonés del libro de Vladimir Arseniev en los años cuarenta y siempre tuvo en mente hacer una película sobre Dersu.
Yo leí el libro de Dersu Uzala hace poco, casi del tirón, pero al final no quería que terminara, anhelaba seguir caminando con Arseniev y Dersu por las montañas y bosques, aprendiendo a entender las señales del viento y las huellas en la nieve.
Ante todo, más que un libro de aventuras, es una historia de amistad y de cómo la modernidad crea barreras que nos separan cada vez más de la naturaleza. Quizás los peligros de la naturaleza no sean nuestros enemigos, sino maestros a los que aprender a escuchar.
Hoy, cerca de Vladivostok, hay una monumento dedicado a Dersu Uzala y a Arseniev. Una prueba de que la amistad entre ambos trascendió el tiempo.
Al terminar el libro de Arseniev y volver a ver la película, comprendí que Dersu no pertenece solo a Rusia ni a Japón. Dersu es universal, porque representa una forma de ser que hemos olvidado, pero que tal vez todavía podamos recuperar.
"Kurosawa-san mostró que la naturaleza no es un enemigo, sino un maestro. Dersu es el abuelo que todos los personajes de mis películas desearían tener." (Hayao Miyazaki).