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Miguel Barnet Miguel Barnet > Quotes

 

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“negro no se podía acostumbrar a eso. Al negro le gusta el árbol, el monte. ¡Todavía el chino...! África estaba llena de árboles, de ceibas, de cedros, de jagüeyes. China no, allá lo que había más era yerba de la que se arrastra, dormidera, verdolaga, diez de la mañana... Como los cuartos eran chiquitos, los esclavos hacían sus necesidades en un excusado que le llaman. Estaba en una esquina del barracón. A ese lugar iba todo el mundo. Y para secarse el fotingo, después de la descarga, había que coger yerbas como la escoba amarga y las tusas de maíz. La campana del ingenio estaba a la salida.4 Esa la tocaba el contramayoral. A las cuatro y treinta antemeridiano tocaban el avemaría. Creo que eran nueve campanazos. Uno se tenía que levantar enseguida. A las seis antemeridiano tocaban otra campana que se llamaba de la jila y había que formar en un terreno fuera del barracón. Los varones a un lado y las mujeres a otro. Después para el campo hasta las once de la mañana en que comíamos tasajo, viandas y pan. Luego, a la caída del sol, venía la oración. A las ocho y treinta tocaban la última para irse a dormir. Se llamaba el Silencio.5”
Miguel Barnet, Biografía de un cimarrón (Nuevos Tiempos nº 459)
“Pero eso de los conucos fue lo que salvó a muchos esclavos. Lo que les dio verdadera alimentación. Casi todos los esclavos tenían sus conucos. Estos conucos eran pequeños trozos de tierra para sembrar. Quedaban muy cerca de los barracones; casi detrás de ellos. Ahí se cosechaba de todo: boniato, calabaza, quimbombó, maíz, gandul, frijol caballero, que es como las habas limas, yuca y maní. También criaban sus cochinaticos.”
Miguel Barnet, Biografía de un cimarrón (Nuevos Tiempos nº 459)
“En todos los ingenios existía una enfermería que estaba cerca de los barracones. Era una casa grande de madera, donde llevaban a las mujeres preñadas. Ahí nacía uno y estaba hasta los seis o siete años, en que se iba a vivir a los barracones, igual que todos los demás y a trabajar. Yo me acuerdo que había unas negras crianderas y cebadoras que cuidaban a los criollitos y los alimentaban. Cuando alguno se lastimaba en el campo o se enfermaba, esas negras servían de médicos. Con yerbas y cocimientos lo arreglaban todo. No había más cuidado. A veces los criollitos no volvían a ver a sus padres porque el amo era el dueño y los podía mandar para otro ingenio.”
Miguel Barnet, Biografía de un cimarrón (Nuevos Tiempos nº 459)
“Para buscar comida había que trajinar muy duro, pero nunca faltaba: «Jicotea con precaución lleva su casa a cuestas». Lo que más me gustaba era la vianda y la carne de puerco. Yo creo que por eso yo he durado tanto; por la carne de puerco. La comía todos los días y nunca me hacía daño.”
Miguel Barnet, Biografía de un cimarrón (Nuevos Tiempos nº 459)
“Aunque parezca raro, los negros se divertían en los barracones. Tenían su entretenimiento y sus juegos. También había juegos en las tabernas, pero esos eran distintos.”
Miguel Barnet, Biografía de un cimarrón (Nuevos Tiempos nº 459)

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