Mimmi Kass's Blog
November 14, 2023
WordPress felizmente alojado en Webempresa
Instalar WordPress en tu hosting de Webempresa es el primer paso para construir la web de tus sueños.
WordPress es un sistema de creación web que combina la facilidad de uso con un enorme potencial, ya que te permite crear desde un blog sencillo hasta una tienda online con miles de productos. Sumándole a esta herramienta todo lo que te ofrece nuestro alojamiento WordPress podrás llegar tan lejos como quieras. 
Además de contar con otros servicio como son el registro de dominios web y alojamiento web ultrarápido
¡Te lo ponemos muy fácil para lanzar tu mensaje al mundo!
Herramientas para que tu WordPress suba de nivelAdemás de tener servidores configurados especialmente para que tu WordPress consiga la máxima seguridad y velocidad de carga, nuestro equipo ha desarrollado herramientas para que puedas llevar tu web a otro nivel.
Optimizador.io : un plugin para optimizar todas las imágenes de tu web de forma automática.
WP Center: centro de mandos para mantener tu WordPress y tus plugins actualizados de forma automática. ¡Configúralo a tu medida en solo unos clics!
WP Doctor: analiza tu web WordPress en tiempo real y te ayuda a optimizarla para hacerla más rápida y segura.
Ciberprotector : Ciberprotector se ocupará de mantener a salvo tus datos de acceso, hará que tu conexión a Internet sea siempre privada y segura, y te ayudará también a proteger los dispositivos que usas para conectarte.
¡El pack perfecto para que crear y mantener tu web WordPress sea un juego de niños!
Todo esto y mucho más, con un equipo que estará 24 horas contigo para ayudarte en lo que necesites. 
May 29, 2023
Tu amor y una loca geografía: Un viaje inesperado
Tu amor y una loca geografía es la semilla de una novela romántica que planifiqué durante el confinamiento. Aquí os dejo una pequeña sorpresa, el primer capítulo
. Un proyecto que estoy escribiendo a fuego muy lento, con ganas de disfrutar del camino sin ninguna presión. Sin fechas. Sin estrategias. Por el puro placer de crear una historia con lo que he destilado de vivencias propias, conversaciones con amigas, noticias, paisajes y viajes, después de la pandemia. No sé cuándo subiré cada nuevo capítulo, pero sí que estará aquí disponible para que lo leáis con toda libertad. Si os gusta, me encantará saberlo. Escríbeme en comentarios y dime qué te parecen Valentina y Olimpia, dos mujeres maravillosas.
Capítulo 1Un viaje inesperado
No sé cómo he llegado hasta aquí. Me refiero a que, hasta hace tan solo una semana, estaba sumida en un agujero negro de victimismo y autocompasión. Ahora estoy frente a una maleta en la que tengo que meter a presión ropa que abarca desde un par de bikinis hasta una parka térmica.
¿Por qué estoy en un agujero negro? Porque perder mi trabajo ha sido el golpe que me ha hundido definitivamente después de ir cuesta abajo y sin frenos desde la pandemia.
¿Por qué una maleta? Porque mi hermana, un culo inquieto que sobrevive con todas sus pertenencias dentro de una mochila y una Canon digital colgada del cuello, me ha arrastrado a hacer un viaje. La envidio un poco. Yo soy más de hipoteca a 35 años, pareja estable, dos hijos y comida familiar los domingos. El problema está en que, de todo el pack, solo me queda la hipoteca. El proyecto de lo demás se fue a la mierda gracias, ¡cómo no!, a la pandemia. Pero eso os lo cuento más adelante.
¿Ya os he dicho que me voy de viaje? Con mi hermana pequeña. Con mi loca, irresponsable e imprevisible hermana pequeña. No quiero dar una mala impresión de Valentina, de hecho, ha demostrado soportar los golpes de la vida bastante mejor que yo, pero somos tan diferentes que me resulta incomprensible entender cómo me he dejado enredar en esta estupidez. A ver. Estamos en diciembre, a punto de estrenar el invierno, y, en vez de escoger un destino de sol, playa y un resort de cinco estrellas de estos en los que tu único esfuerzo consiste en estirar la mano y que te pongan la copa, nos vamos a Islandia. A la puñetera Islandia. Al culo del mundo, a pasar frío, a llegar a sitios inaccesibles con la lengua afuera y a comer arenques podridos. Me dan arcadas de solo pensarlo.
¿El motivo? Según mi hermana, rescatarme de mí misma. Su idea es que celebremos la llegada del 2023 en el lugar más remoto posible, en el que juntas enterremos los últimos tres años, suframos una especie de catarsis emocional y reseteo mental, y volvamos a España convertidas en dos mujeres nuevas.
En teoría suena bien, pero soy demasiado cínica como para confiar en revoluciones espirituales a estas alturas de la vida. Ya tengo cuarenta años. Acabo de matar mi pequeña tienda de repostería, que desde la pandemia sobrevivía dando tumbos y que era lo único que me anclaba a la realidad. Hace dos años que encadeno un fracaso amoroso tras otro después de que el amor de mi vida desde el instituto no resistiese el confinamiento 24/7. Al menos no prolongamos la agonía y lo dejamos con cierta dignidad. Y, al menos, tengo un piso mono a mi nombre, que eso lo dejé muy claro en el momento en que entregué mi alma al diablo, es decir, al banco, y las cuotas las pago yo. El problema es que a partir de ahora solo tengo el subsidio de desempleo para tirar.
Y mi hermana me acaba de hacer gastar, para empezar, setecientos euros en un viaje Madrid-Reykiavik que sale mañana a mediodía. Por cierto, que ella se dedica a viajar, hacer fotos, entregar reportajes freelance a revistas de viajes, y, si tiene suerte, le encargan el análisis de un hotel, un restaurante o una experiencia; todo pagado, por supuesto. Tiene suerte, la jodida niñita. Le pagan por disfrutar.
Sigo enrollando prendas de ropa para que quepan mejor en la maleta. ¿Qué será más barato? ¿Pagar una maleta extra o por el exceso de peso del equipaje? Debería mirar la letra pequeña del billete de la aerolínea escandinava que nos llevará hasta allí. Solo sé lo que me ha dicho Valentina, que, como siempre, son vaguedades. Suspiro. Estoy agotada y ni siquiera he salido de casa todavía. No he viajado en avión desde antes de la pandemia. De hecho, me cuesta salir de casa hasta para salir a tomarme un café. Mi psicólogo lo llama el síndrome de la cabaña y se supone que es reactivo, que forma parte del amplio espectro de síntomas del monstruo que llevo de lastre a la espalda. Una depresión.
Es la primera vez que vamos a pasar las navidades fuera de casa, con desconocidos, en un hotel impersonal. Papá se revolcaría en su tumba al saber que dejamos a mi madre sola, aunque cuando se lo contamos, ella pareció más bien aliviada. Reconozco que en el último tiempo no soy una compañía muy agradable. Debe de estar más que harta de mis quejas y lloros sin motivo. Papá. Las lágrimas afloran a mis ojos al recordarlo. Otro peaje vital de la puta pandemia.
En fin. El resumen es que todo se ha venido abajo en mi vida estos últimos tres años y no levanto cabeza. Todavía me abruma la congoja cuando paso delante del que fuera mi pequeño local durante más de quince años; aún no han quitado el cartel de madera tallada y de colores verde y amarillo pastel.
Miel&Limón – Panadería artesanal – Repostería creativa -Cafetería.
Esto fue mi último intento de reflotar un barco que se iba a pique. Ofrecer cafés y bebidas no alcohólicas junto con mis cruasanes, bollos, magdalenas, quichés y tartaletas. No sirvió de nada. Tras dos años de respirar asfixiada como pez fuera del agua, me rendí. ¡Joder, me encantaba mi trabajo! Una bocanada de rabia y bilis me embargó. Quizá, si hubiese despedido antes a las dos chicas que trabajaban conmigo… no. No podía dejarlas tiradas. Lloraron tanto como yo cuando eché el cierre. Y seguían en paro también.
El teléfono móvil suena con estruendo en el silencio de la habitación y se me cae la prenda que tengo entre las manos. Otro rasgo maravilloso. Me da miedo hasta mi propia sombra. Cuando Damián se fue, no podía dormir por las noches, totalmente paralizada por el pánico. Me venían a la cabeza las ideas más absurdas: dejaría de respirar mientras dormía, alguien entraría en casa y me asesinara… el alma de la fiesta. Veo que es Valentina y pienso seriamente en ignorar la llamada. Primera perdida. Es inmune al desaliento. Ahora va otra vez. Contesto con un significativo respiro.
–Hola, Valen. ¿Qué pasa ahora?
–¡¡Oli!! He pensado que podíamos encargar un tour para ver las auroras boreales. ¿Qué te parece?
Su entusiasmo se traduce en mi cerebro en una caída en picado de mi cuenta corriente hacia los números rojos.
–Valentina, dijimos que no nos saldríamos del presupuesto. ¡Y ya lo hemos superado por más de mil euros! –Me entran ganas de llorar. ¿En qué momento me dejé engatusar por la loca esta?–. No. ¡Nada de excursiones extra!
–¿Para qué sirve el pago de las Visa en cuotas? ¡Es una oportunidad única! –dice ignorando por completo mi debacle emocional, y por supuesto, la económica–. Vamos, Olimpia. Tenemos que vivir esa experiencia.
Le imprime a ese «tenemos» la fuerza de un imperativo categórico, pero es solo un capricho. Odio ser siempre la que tiene los pies en la tierra. Ser la aguafiestas. La cortahilos. La responsable. La que tiene una mísera gota de sentido común en el puñetero cerebro.
–No, Val. Te he dicho que no. Además, ¡estamos en diciembre, joder! ¿Es que quieres morir congelada en la nieve y el hielo? –Suelto un gruñido de pura exasperación–. Todo este viaje es una puta locura.
–Eh, eh, que gracias a la corriente del Golfo, las temperaturas son bastante más templadas de lo que cabría esperarse en sus latitudes –me suelta con voz de enciclopedia–. Lo he leído en la guía.
–Lo que tú digas. Pero la excursion extra es un NO. –Recalco la negativa–. Si se supone que es tan fácil verlas, no nos hará falta ningún gasto extra más.
Suelta un enorme suspiro de resignación.
–Oli, se supone que este viaje es para vivir aventuras. Para pasarlo bien.
–Sí, pero no a costa de dejarme en la ruina.
–Con el cambio que hicimos de autocaravana en vez de pagar noches de hotel y el alquiler de un coche, vamos a ahorrar un montón de pasta –dice con lógica aplastante–. Venga. Necesito hacer unas buenas fotos de una aurora boreal. Es lo que me dará dinero después, el reportaje fotográfico. Recuerda que yo también tengo que ganarme la vida.
Cierro los ojos con fuerza durante unos segundos. Así es Valentina. Una fuerza de la naturaleza. ¿Que por qué me voy de viaje al fin del mundo con esta loca? Porque soy incapaz de decirle que no.
–¿Cuánto nos sale la gracia? –replico yo a regañadientes.
Ella suelta un grito de triunfo porque sabe que he dado mi brazo torcer.
–Solo trescientos euros. Por las dos. De verdad, Olimpia. ¡No te arrepentirás! Besos, besos, besos. ¡Nos vemos mañana en el aeropuerto!
Me cuelga el teléfono y no puedo evitar una sonrisa. Quizá este viaje no sea tan malo.
Soy Olimpia Saraiva, tengo cuarenta años, una hipoteca de doscientos mil euros y una depresión de caballo. Y me voy de viaje a Islandia con la loca de mi hermana menor.
CONTINUARÁ…
Javiera Hurtado – Todos los derechos reservados.
Espero que hayas disfrutado de este primer capítulo. Valentina y Olimpia prometen risas, llanto, peleas de hermanas, complicidad, aventuras y… mucho amor. Esperad a conocer a Triggvi y a Starkadur, los pobres chicos que se encuentran con ellas. ¿Te ha gustado? ¡Cuéntamelo en comentarios!
Y si te apetece leer una historia de amor que se meterá bajo tu piel, te invito a sumergirte en en universo de En cuerpo y alma: la serie de romance médico más vendida y mejor valorada de Amazon. En España, todas las novelas disponibles.
Radiografía del deseo, En cuerpo y alma 1. Descubre la serie de romance médico más vendida y mejor valorada de Amazon.
Diagnóstico del placer, En cuerpo y alma 2. Descubre la serie de romance médico más vendida y mejor valorada en Amazon.
Latidos de lujuria, En cuerpo y alma 3. Descubre la serie de romance médico más vendida y mejor valorada de Amazon.
Primera edición de En cuerpo y alma. La cuarta, quinta y sexta entregas de la serie de novela romántica y ficción médica más vendida y mejor valorada de Amazon, disponible en digital. ¡Deja aquí tu mensaje!
[contact-form]La entrada Tu amor y una loca geografía: Un viaje inesperado aparece primero en Mimmi Kass.
December 20, 2022
Una Navidad con el Clan
¡Feliz Navidad!
Una Navidad con el clan es mi pequeña sorpresa. Ahora ya puede decirse sin parecer una loca que se adelanta a las fechas como las luces de Vigo o los turrones en el supermercado. Creo que este año ha sido el que más tarde he empezado a felicitar las fiestas al despedirme o al firmar un email.
Y es que este año 2022 de… digamos reparación postCOVID (por mucho que siga pululando entre nosotros), espero a tenerlo todo más o menos atado antes de soltar a los cuatro vientos en qué estoy metida. Por muchas y variadas razones que, si queréis, os cuento otro día.
Una sorpresa navideña
Una de las cositas en las que estaba metida y me había guardado hasta llegar a este mes es una novela corta, de 50.000 palabra, unas 180 páginas, con una historia navideña. Es de mis épocas favoritas del año junto con el solsticio de verano en junio, y mi cumpleaños (que cae en Carnaval), por lo que escribir una historia que transcurriese en estas fechas era algo que me rondaba hacía tiempo, pero que no me había animado a llevar a cabo.
¿Por qué? Pues… no tengo muy claras las razones. Siempre analizo por qué decido no escribir o publicar un borrador determinado. A veces es la calidad insuficiente o que creo que no es su momento o también que, cuando es un tema tan específico, hay una auténtica avalancha de relatos y novelettes. Yo pensaba… ¿en serio es necesaria una historia navideña más? Pero, por otro lado… al igual que las luces nunca son suficientes, ¿por qué no aportar mi particular visión de estas fechas?
Y recordé algo que las lectoras me habéis pedido desde que se publicó Síntomas de locura en marzo: llenar ese largo lapso de tiempo entre la clausura de la serie En Cuerpo y alma y el inicio de la siguiente, De carne y hueso. Y es que transcurren casi veinte años entre una y otra.
Ya sabéis que yo, de Erik e Inés, escribiría hasta que se hicieran viejecitos. Y me encanta volver a ellos cuando tengo, por ejemplo, un mal día o ¡un bloqueo escritor! De modo que he creado esta novela corta (comparada al menos con mis tochos de 500 páginas) ambientada en la Navidad de Noruega, con el clan Thoresen Morán al completo y ubicada temporalmente un año antes de que se inicie Síntomas de locura, con lo que tendremos un poco más de Martina y Magnus antes del maravilloso proceso vital que inician en De Carne y hueso.
¿El título? Una Navidad con el Clan. Ya la tenéis disponible en Amazon en formato digital y, en papel, una edición de bolsillo con tapa blanda que me encanta. Voló a vuestras manos el día 12 de diciembre, y en una semana, se ha posicionado en el top de más vendidos en Amazon y cuenta con más de sesenta valoraciones. Estas lectoras ya se han enamorado, ¿quieres hacerlo tú?
Os dejo la sinopsis por aquí y siete razones por las que amaréis la historia. Una Navidad diferente y que te hará volver a creer.
Una Navidad con el Clan: sinopsis
Una novela corta en la que acompañaremos a Inés, Erik, Magnus y Martina, junto con otros miembros del clan, a redescubrir el verdadero significado de la Navidad: amor, familia, reencuentro, perdón y paz.
El clan Thoresen Morán no pasa por su mejor momento. Peleas, desavenencias y algunas decisiones precipitadas han distanciado a los miembros de la familia. La Navidad parece la ocasión perfecta para reparar las heridas y sentirse unidos de nuevo, pero añadir un solo problema más puede acabar por hacer que todo estalle por los aires.
Un viaje desde Oslo a un lugar secreto y mágico. Unos días para volver a los orígenes y recordar quiénes somos. Y, por encima de todo, el Amor en todas sus dimensiones: entre padres e hijos, entre hermanos, y el de una pareja madura y asentada que se enfrenta a una nueva etapa.
¿Volverá el clan a sentir el auténtico significado de la Navidad?
Una historia navideña maravillosa, entrañable. Cargada de mensajes tiernos y, a la vez, de realidades duras con las que cualquiera puede identificarse. Y con la pluma inconfundible de la autora a la hora de relatar los momentos de intimidad. Un precioso regalo para estas fechas.
María José Martínez Silvestre
7 razones para leer Una Navidad con el Clan
Es mi novela más intimista y entrañable, según las lectoras.
Conocerás los paisajes invernales de Noruega.
Viajarás con una familia multicultural.
Erik e Inés son una pareja ya madura.
Con ellos, vivirás momentos de intimidad sublimes.
Es autoconclusiva.
No es necesario que hayas leído ninguna otra de mis novelas.
Espero que te animes a vivir la Navidad de los Thoresen Morán (¡y agregados!) en esta preciosa historia. Te dejo el bocadito gratuito en Amazon por si quieres empezar a leer aquí Una Navidad con el Clan.
Y si no conoces al clan Thoresen Morán y prefieres empezar por el principio, aquí tienes el resto de las novelas relacionadas. ¡Todo un mundo de letras que gira entre Chile, Noruega y España! Historias que se meterán bajo tu piel.
Si te apetece empezar por donde lo hice yo, puede empezar a leer aquí Radiografía del deseo. Publicada en 2016 de manera independiente y reeditada con Planeta en octubre de 2022, conocerás cómo Erik e Inés empezaron su camino juntos.
Si lo que te apetece es conocer a Magnus y a Jana, los padres de Erik, viajar a la Noruega del descubrimiento del petroleo y los tiempos convulsos de la década de los ´70, entonces te recomiendo Bajo la aurora boreal, novela que fue galardonada en 2019 con el XII Primo Terciopelo de Novela Romántica.
O si quienes te han enamorado son los chicos, Martina y Magne, te gustan las historias de descubrimiento y primeras veces enclavadas en el entorno universitario de una facultad de Medicina, Síntomas de locura te encantará.
Mil gracias por leerme y nos vemos a la vuelta de la próxima página.
Con todo cariño,
Mimmi Kass
La entrada Una Navidad con el Clan aparece primero en Mimmi Kass.
October 17, 2022
¡Feliz día de las escritoras!
Hoy es el Día de las Escritoras del 2022. Se celebra, desde hace siete años ya, en el lunes más cercano al 15 de octubre, día de la festividad de Santa Teresa de Jesús. El espíritu de la celebración es dar voz a todas aquellas mujeres cuyas letras fueron ignoradas… o incluso silenciadas. El tema de este año es «Antes, durante y después de las guerras» y son muchas las actividades que se están organizando, tanto presenciales como online.
Mi idea con este post es poner mi granito de arena. De contaros algunas de mis vivencias como escritora, y compartir algunas reflexiones, algunas personales y otras que vienen dadas por el panorama literario actual. Ya sabéis que este mes ha salido publicada la reedición de Radiografia del deseo con Planeta, y estar entre las autoras más leídas de la novela romántica nacional es todo un privilegio, así que aprovecho también para daros las gracias por la maravillosa acogida que le habéis dado.
Y es que las mujeres escritoras estamos de enhorabuena. ¿Sabéis que Annie Ernaux ha ganado el Premio Nobel de Literatura este año? ¿Y que el Premio Planeta ha tenido como ganadora a Luz Gabás y como finalista a Cristina Campos? Las letras son femeninas y, poco a poco, nos vamos abriendo paso en un mundo que, hasta hace muy poco, nos condenaba al ostracismo. Y mi impresión es, que pese a los enormes avances conseguidos, todavía lo hacen.
Annie Ernaux: Premio Nobel de Literatura 2022Todos los años leo alguna novela de los candidatos al Nobel y quiso la casualidad que me encontrara leyendo una maravilla de libro de la escritora, Pura pasión, justo cuando fallaron el premio. En las primeras páginas, la autora deja una afirmación demoledora y que me dio mucho que pensar. La comparto aquí con vosotras:
Me ha parecido que la escritura debería tender a esto, a esta impresión que provoca la escena del acto sexual, a esta angustia y a este estupor, a una suspensión del juicio moral.
¿Cómo no adorar a una mujer que se expresa así sobre la escritura? Y es que esta autora, según reza su biografía, «desvela sin pudor la condición femenina y comparte con el lector la intimidad de la vergüenza». En el caso de Pura pasión, tal y como os cuento en mi perfil de Goodreads, nos habla de cómo nos convertimos en auténticos adictos en busca de la siguiente dosis cuando estamos encoñados o amamos. Del chute de adrenalina de cada nuevo encuentro, la terrible ansiedad de la espera, que nos inutiliza hasta para las labores más sencillas, y el bajonazo demoledor que nos hunde cuando el subidón se acaba. Seguro que más de una se siente identificada con ella. De hecho, pone un poco los pelos de punta lo certera que es en la descripción de algunos momentos. Es cortito, tan solo 76 páginas, así que, hacedle un hueco en vuestro corazón lector.
Luz Gabás: ganadora del Premio Planeta 2022Conozco las letras de Luz Gabás gracias a Palmeras en la nieve, que leí durante el año más prolífico de mi vida en relación con las letras: el de la baja maternal de mi hija Martina en 2012. En ningún otro año leí tantos libros, y fue cuando escribí mi primera novela, Radiografía del deseo (aunque no vería la luz hasta cuatro años después). Es una novela histórica con una historia de amor, al igual que su novela ganadora del Premio Planeta. Es decir… ¿os suena, verdad? Una novela de romántica histórica de toda la vida.
Y es MARAVILLOSO.
Porque, después de tanto papanatismo literario, que se encarga de despreciar a todo un género literario únicamente porque pertenece en su gran mayoría al universo de la mujer, vemos que lo femenino se revaloriza. Y, seamos claros, después del gato por liebre de Carmen Mola (que el marketing se encargó de vendernos como una mujer, profesora, de mediana edad y con varios hijos), este premio es para morirse del gusto.
Feliz Día de las EscritorasYa no me extiendo más, que me vengo arriba y no es la idea. Termino deseando a mis compañeras de letras todo el éxito del mundo, tiempo para escribir sin que nada las perturbe, musas y divos que las inspiren… y por encima de todo: sororidad, compañerismo y franqueza entre todas nosotras. Somos un tribu, y unidas, siempre podremos mucho más.
Con cariño…
Mimmi Kass.
La entrada ¡Feliz día de las escritoras! aparece primero en Mimmi Kass.
October 13, 2022
Radiografía del deseo: ¡reedición con la editorial Planeta!
Ya estamos en octubre. Parece mentira. El otoño avanza y, por las mañanas, cuando camino al tren a las 6:30 para ir al hospital, ya hace falta la cazadora y la bufanda. Y se agradece el calor en las manos del café que compro para llevar. Reconozco que el otoño me desdibuja un poco, incluso diría que me deprime. Pero este año… este año es diferente. Y es que Radiografía del deseo, mi primera criatura literaria, con la que me lancé a autopublicar en novela romántica, ya está disponible en una reedición de lujo con la editorial Planeta.
Nueva cubierta de la reediciónUna de las novedades de la reedición de Radiografía del deseo es la cubierta. Realizada a mano por Ve Designs Art con una mezcla de óleo y acuarela, y después digitalizado especialmente, con las tipografías de la edición en Esencia exclusiva de Chile. La imagen es una auténtica preciosidad. Os confieso que estaba aterrorizada con la idea de cambiarla, porque la cubierta original nos gustaba mucho a todas, pero al ver que se respetaba la idea original del corazón anatómico, que tanto significa para mí, junto con la mano con el fonendoscopio, ver esa explosión delicada de luz y color que encierra la esencia y el espíritu de Inés… me enamoré. Hasta las trancas.
Nueva cubierta de Radiografía del deseo: mezcla de óleo y acuarela, llena de color. El espíritu de Inés en una sola imagen.Cambios en el fondo y en la forma
Alexander Skarsgard es el perfecto Erik Thoresen, el cardiocirujano que vuelve el mundo de Inés del revés.Otro cambio importante viene en la forma. Hemos revisado Radiografía del deseo con microscopio electrónico, con una nueva corrección editorial que elimina pequeños (pero presentes) errores ortotipográficos, y lo más importante, he eliminado pasajes de transición que no aportaban nada a la historia y he añadido algunas escenas, sobre todo desde el punto de vista de Erik, que redondean la historia y nos hacen entender mejor esa personalidad nórdica, tan fría en un primer momento, y que poco a poco nos va conquistando hasta que llega un momento, al igual que le pasa a Inés, en que tenemos la certeza de que no podemos volver atrás.
Erik Thoresen es un personaje complejo, con un temperamento complicado y difícil de llevar cuando no lo conoces; reservado, respetuoso hasta el punto de la frialdad, comprometido con aquello que cree y muy reacio a expresar lo que siente. Pero… una vez que lo conoces, ¡cómo cambia la historia cuando entras en su corazón!
Alicia Vikander es la doctora Inés Morán. Fuerte, decidida, desarma con su alegría y también lo hará con ErikOtro cambio muy importante que viene de la mano de la editorial es el enfoque a la hora de presentar Radiografía del deseo a las nuevas lectoras, y creo que ha sido todo un acierto. Quienes que quieran adentrarse en el mundo de En cuerpo y alma lo harán con una historia catalogada como una novela romántica contemporánea, en la que la portada y también la sinopsis, resalta la importancia de la protagonista femenina.
Inés Morán es una protagonista con garra, y que por encima de todo, disfruta de ser mujer. Fuerte, decidida, con una irritante capacidad de salirse con la suya, y con sus prioridades muy claras. Tiene una vida plena, la medicina es muy importante, pero también lo son otras facetas de su vida… y pronto se dará cuenta de que tiene que hacerle un hueco, aunque al principio luche contra ello, al vikingo cabrón. Y no solo porque le vuela los sesos a orgasmos, sino porque, al resquebrajar su coraza, comienza a ver cómo es él de verdad.
Razones de la editorial para leer Radiografía del deseo
La edición en tapa blanda de Radiografía del deseo de Planeta Chile es ESPECTACULAR.Antes de la reedición en España, Radiografía del deseo salió publicada en Chile. En mi segundo hogar. Donde viven ahora mismo (porque eso puede cambiar en cualquier momento) mis padres y mis hermanos. Cuando el equipo de Planeta Chile se interesó en la historia no podía creerlo. ¡Radiografía del deseo en Chile! ¡Con el sello Esencia! ¡En una edición espectacular en formato papel con tapa blanda! Estoy todavía en una nube y todo el proceso ha sido muy especial. Además, cuando me contestaron sobre su valoración y me dieron las razones para leerlo… no os digo más. Leedlo vosotras y me contáis. Esas misma razones están en la página de la editorial a todo color y os dejo aquí cómo se ven.
Qué bien se ven las razones para leer Radiografía del deseo – En cuerpo y alma I, en la página web de Planeta. Un sueño.
¿Qué mas os puedo decir? Ahora solo os queda leerla, releerla y enamoraros de Inés y Erik como lo hicisteis la primera vez. Es la historia más querida por vosotras, las lectoras. Aunque debo decir que Síntomas de locura, la primera entrega de De carne y hueso, le está pisando los talones muy muy de cerca. ¡Ya hay lectoras que han conocido a los Thoresen Morán a través de la segunda generación y llegan ahora a cómo se fraguó todo desde el principio.
La segunda novela de De carne y hueso II se titulará Mi dulce enfermedad, y espero tener noticias muy pronto. La voz cantante la llevarán las hermanas Bold, Adriana y Lena, pero sabremos de todos nuestros chicos del núcleo duro, incluido Gorka, el elemento desestabilizador que tanto nos dio que hablar.
Espero, de todo corazón, que disfrutéis de ellos. Tanto quienes ya lleváis a Inés y Erik bajo la piel, como quienes vais a conocerlos por primera vez. También espero daros noticias pronto en cuanto a la edición en formato papel. En principio, saldría en Booket, que es el sello de bolsillo de la editorial y tal como se publicó la trilogía Fetiches, pero no os miento, dependerá también de cómo vaya la reedición en digital.
Si queréis leer los primeros capítulos, aquí en el blog hay tres disponibles, ¡aunque sin los cambios!, para que vayáis conociéndolos un poquito: 1. El retorno
Una de las mejores cosas que tiene publicar en editorial es que tenemos Radiografía del deseo en todas las plataformas digitales; no solo en Amazon, sino que también en Google Play, en Apple Books y en Nextory, que os recomiendo muchísimo, ya que funciona de una manera parecida a Kindle Unlimited y tendréis libros de excelente calidad y respaldados por editorial por menos de lo que te cuesta un libro de bolsillo en formato papel.
Para terminar, os dejo el precioso Booktrailer de Radiografía del deseo que creó una de mis lectoras más queridas, Flor Alejo, de México. ¡Mil gracias por tu cariño para con la historia, Flor!
La entrada Radiografía del deseo: ¡reedición con la editorial Planeta! aparece primero en Mimmi Kass.
June 16, 2022
Síntomas de locura – De carne y hueso 1
Síntomas de locura, la primera entrega de mi nueva serie De carne y hueso, ya está en preventa en todas las plataformas de Planeta Editorial.
Con una portada preciosa, de la mano de Lady Desidia, cada detalle encierra un secreto escondido dentro de la historia. Así que, si eres como yo y te gusta tocar y oler los ejemplares en papel, Síntomas de locura ha quedado como un sueño. Y es que se trata de mi primera novela con el sello Esencia, que ya sabéis que está especializado en novela romántica.
Síntomas de locura – De carne y hueso 1
SINOPSIS
Si disfrutaste con la serie de novela romántica médica «En cuerpo y alma», no te puedes perder esta secuela, con la que se inicia una saga romántico-erótica en la que dos hermanos se enfrentan a los desafíos de la etapa universitaria, al inicio de su independencia y al descubrimiento del sexo y el amor.
Martina es brillante, aunque ella se empeñe en ocultar su luz.Expresiva y espontánea, no sabe canalizar sus sentimientos. Su carácter arrollador y sin filtro la hace parecer cruel, pero ¿no será solo un mecanismo de defensa?
Magnus es más sosegado. Parece observarlo todo desde una segunda fila. No está muy seguro de por qué ha acabado estudiando medicina, quizá por seguir a su hermana, o porque no puede escapar de la estela de sus padres. ¿O será porque tiene verdadera vocación?
El núcleo duro de amigos de la infancia, la Facultad de Ciencias de la Salud y una promesa que salta por los aires marcarán el inicio de la etapa universitaria de ambos.
Aquí comienza el camino de dos hermanos, en primero de carrera y dispuestos a comerse el mundo, que despiertan a la vida, al sexo y al amor. ¿Te atreves a acompañarlos en esta aventura?
De la autora de «En cuerpo y alma», la saga de romance médico más vendida en Amazon, nace «De carne y hueso». Una historia de crecimiento, de emociones y de muchas primeras veces.
Espero de corazón que disfrutéis muchísimo con esta nueva historia. El clan Thoresen Morán (¡sí, tendremos mucho más de Erik e Inés!), el núcleo duro de la infancia, un elemento desestabilizador llegado directamente del País Vasco, y todas las primeras veces que esconde el inicio de la etapa universitaria. Os va a enamorar.
Pronto, más noticias sobre nuestros chicos.
Con cariño,
Mimmi Kass.
La entrada Síntomas de locura – De carne y hueso 1 aparece primero en Mimmi Kass.
December 8, 2020
Grietas en el hielo 6: Kristtorn
Antes de leer el Grietas en el hielo 6: Kristtorn, ¿has leído los capítulos anteriores? Si todavía no lo has hecho, este es un buen momento para inscribirte a mi lista de correos. Todos (o casi todos, coronavirus mediante) los viernes y domingos recibirás un capítulo de Grietas en el hielo, y te mantendré al día de las novedades sobre mis novelas: Una pluma y un fonendoscopio.
Si lo prefieres, puedes ponerte al día y refrescar solo con el capítulo anterior, Pillada In fraganti. Ahora sí, entramos por fin de lleno en la historia.
Grietas en el hielo 6: Kristtorn
Hasta el día del Juicio Final.
Mi madre se lo ha tomado muy en serio.
Llevo una semana castigado y casi no he sacado la nariz de casa. De mi habitación, de hecho. Maia ha sido la encargada de hacer de enlace del instituto, y el señor Friedrich me manda los deberes mecanografiados todos los días de manera puntual, junto con un montón de material extra. Para que no me aburra, dice.
También me ha pasado un par de cartas de contrabando de Klara.
Es por la tarde. Se abre la puerta bruscamente, sin llamar. Voy a protestar y llamarla de todo.
—¡Ey! —Es lo único que sale de mi boca antes de que me lance a la cara un montón de papeles que me dejan desconcertado. La mitad se cae al suelo. Logro retener el resto entre las manos con un gesto torpe—. ¡Enana! —la llamo para que me cuente si la ha visto, qué le ha dicho, si tiene pensado venir a verme. Pero Maia ha cerrado de un portazo.
Vuelve a abrir la puerta y asoma su cara pecosa y cabreada, enmarcada por su par de trenzas rubias que empiezan a desentonar con su rostro anguloso y sus labios sensuales.
—Mira, Erik. ¡Empiezo a estar un poco harta de tanta cartita! Si Klara tiene algo que decirte, ¡que te llame por teléfono! —grita con fastidio. Yo sonrío. Hay carta. Porque no siempre la hay—. Y los libros de Friedrich pesan una tonelada. ¡Dile a mamá que te deje ir a la biblioteca, porque no soy tu criada! ¡Hasta el moño estoy ya de tu castigo!
Pega tal portazo que la casa entera retumba y escucho el berrido airado de mi padre. Él y mi hermana se enzarzan en una discusión, pero yo me abalanzo a buscar la letra redonda e infantil de Klara entre los papeles del suelo.
«Hola, Erik.
¿Cómo vas?
Por aquí todo sigue igual. Las clases no son lo mismo sin ti. Nos falta quien le ponga la chispa a literatura y a historia.
Aprovechando que estás castigado, me he centrado en estudiar, aunque me cueste un poco centrarme. No hago más que pensar en cierto paseo en el puerto.
SI es que parece que lo hayas hecho a propósito…de hecho, estoy un poco enfadada contigo. ¡Ahora que iba todo tan bien! No hago más que pensar una y otra vez en ese maldito beso y tú castigado. 
Te cuento que Peta lleva unos días sin venir, Anders se ha pasado por la tienda y tampoco está. No quiero preocuparte, pero sí avisarte. Nosotras no nos llevamos, pero sé que es importante para ti.
Bueno, ahora mismo estoy pensando en si le doy o no esta carta a tu hermana mientras me mira con cara de odio mientras la escribo. Estoy en las mesas del comedor, donde siempre nos sentamos.
No paro de pensar en ese beso.
Espero que tu hermana no sea una cotilla y abra el sobre.
Intentaré ir a verte. ¿No necesitarás ayuda con los deberes?
No paro de pensar en ese beso.
Klara.
PD: estoy furiosa contigo. Mereces estar castigado hasta el día del Juicio final».
Me doy cuenta de que me he llevado el papel a los labios y lo estoy oliendo. Lo separo con gesto brusco. Joder. Me estoy volviendo un cursi. ¿Qué pretendo?¿Buscar su aroma en la tinta y la hoja del cuaderno? Y es que yo tampoco he parado de pensar en ese beso. Cierro los ojos y puedo revivir los milímetros exactos que mi boca presionó en la suya. El sabor dulce. El tacto húmedo de su lengua.
—¡Joder!
Me pongo de pie y empiezo a caminar por la habitación. Es grande. Tenemos una casa enorme. Mi habitación es amplia, mido más de un metro ochenta, y mi cama es grande. Tengo un escritorio que ocupa toda una esquina, varias estanterías, un sofá para mí solo, un armario vestidor un baño dentro de la habitación. No me puedo quejar. Aún así me siento como un puto tigre enjaulado. Abro la ventana. Que el tiempo haya mejorado no ayuda. Fuera se ve a la gente haciendo deporte y todo mi cuerpo se pone a gritar con las ganas de salir al aire libre.
Si no consigo salir, voy a volverme loco. ¿Y qué es eso de que Peta ha faltado a clase? Frunzo el ceño, preocupado. El instituto es su válvula de escape, como lo es el dibujo, los tatuajes, la tienda. Ni siquiera puedo llamarla por teléfono. Miro la hora. Son poco más de las cuatro de la tarde. Mi madre estará en la cocina o en su habitación. Suele llegar pronto de la clínica. Es matrona, antes trabajaba en el hospital. Ahora tiene una clínica privada donde se especializan en parto natural y lactancia. Desde que nació la enana, trabaja a media jornada, más como jefa y consultora. Así, cuando salíamos del colegio, ella siempre estaba en casa con nosotros. Decido levantar una bandera blanca a ver si eso me gana la condicional. Asomo la cabeza por la puerta entreabierta de la cocina.
—Hola, mamá —digo con precaución.
—Sea lo que sea, la respuesta es no.
—¡Joder, mamá! —estallo enfadado. Invado la cocina con toda la caballería ya que la táctica pacífica no me aporta nada—. ¡Ni siquiera sabes lo que te voy a decir!
—Hasta el Juicio Final, Erik. Ya sabes lo que eso significa. —Está amasando algo. Con un rodillo de madera de aspecto amenazador. Golpea la masa contra la superficie de la mesa como si lo estuviera torturando.
—Mamá. Si no salgo voy a volverme loco. ¡Llevo cinco días sin salir de casa! ¡Casi sin salir de mi habitación! —grito con toda la potencia de mis pulmones. Odio gritar, pero necesito desahogarme. Choco de frente con la sonrisa de medio lado de mi madre. Lleva un pañuelo en la cabeza del que se escapa un mechón rubio. Yo me froto la cara con las manos. Ella amasa que te amas ignorándome por completo—. ¡Argh! —Estiro las manos hacia el cielo y luego aprieto los puños. Los abro. Los aprieto. Encuentro cierto consuelo en el gesto.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —Mi padre entra en la cocina con los ojos muy abiertos—. ¿Es que os habéis vueltos todos locos hoy? ¿Qué os pasa que no dejáis de gritar?
—Magnus, llévate a tu hijo de aquí antes de que le rompa el rodillo de amasar en la cabeza —dice mi madre con cara de que va a cumplir lo que dice, porque sus ojos verdes están que echan chispas—. ¡Y saca esas botas llenas de barro de mi cocina!
Mi padre y yo nos escabullimos de la furia de valquiria de Jana. Cuando se pone así más vale poner pies en polvorosa. Además, he conseguido lo que quería. Por lo menos puedo salir al hasta el cobertizo. No es que sea mucho, pero al menos he abandonado la casa. Una embriagadora sensación de libertad me embarga. Me da igual estar en calcetines. Me los quito y piso la hierba aún entremezclada con aguanieve. Sentir las briznas en mis plantas descalzas me sabe a gloria. Abro los brazos e inspiro.
—¡Al fin libre!
Mi padre suelta una carcajada. Me gusta verlo reír así, con esa voz ajada por el tabaco, los ojos celestes y rasgados, brillantes por el sol, y las arrugas de su piel curtida. Me pasa el brazo por los hombros.
—Vamos al cobertizo antes de que te de una pulmonía. ¡A quién se le ocurre! Bajar en camiseta y calzoncillos largos —murmura mientras caminamos hacia el interior del cobertizo—. Todavía no ha entrado de lleno la primavera. Ven, creo que tengo unos zuecos por aquí. Ayúdame con esto.
Me pasa una lijadora y sé que pronto voy a entrar en calor. Hace varios años que mi padre está restaurando un velero de dos palos. Es muy antiguo, y le pone mucho mimo. Cada invierno, tenemos que hacerle un mantenimiento a fondo. Este año le ha tocado al casco. Lijar y barnizar. Es una tarea dura. Mi padre tiene la eléctrica. Yo, como soy joven, me toca la manual. Empujo con todo el peso de mi cuerpo sobre los dos apoyos de la lijadora y el sonido rasposo sobre la madera levanta un polvillo satisfactorio. Una vez. Y otra vez. Hasta que saca la capa de barniz viejo y descubre la madera. Después habrá que pasar una lija más fina, y por fin, pasar con una par de capas de barniz marino. Tenemos unas cuantas semanas de trabajo. No hay prisa. Las gotas de sudor resbalan por mis espalda, pero no quiero parar. Necesitaba esto. Moverme. Llevo demasiados días encerrado. Enjaulado. Con la nariz metida en los libros. Ha funcionado. He tenido dos exámenes y me ha ido bien.
—¡Erik, hijo! —me grita mi padre. Tiene una mano sobre mi hombro y me remece con fuerza. Yo me sobresalto. Se me cae la lijadora al suelo.
—¿¡Qué, joder!?
—Por tercera vez, ¿quieres una cerveza? Por todos los demonios negros, ¡para que luego digan que no te concentras! —dice mi padre sorprendido. Me alarga una Paulaner, pero yo niego con la cabeza. Necesito agua. Cinco litros de agua. Estoy sudando como un cerdo y tengo las manos acalambradas. Voy a la nevera que tenemos en el cobertizo y saco la garrafa de agua. Bebo directamente, a morro. Necesito líquidos. Mi padre se ríe de mí, fumando un cigarro mientras bebe su cerveza.
—Ven aquí, Erik. Ponte mi cazadora. Si te pones enfermo, tu madre desatará sobre mí la furia del Helheim.
Cojo un trapo más limpio que los demás y me seco un poco el sudor. La cazadora de mi padre está caliente. Huele a él, a su colonia masculina, al tabaco que fuma, un poco a mi madre, a la leña de casa. Me conforta.
—¿Has pensado ya qué vas a hacer? —me pregunta con el pitillo aún entre sus labios. Cuando habla así, con los ojos celestes entrecerrados, me resulta difícil sostener sus mirada. Parece que toca directamente mi alma. Sé por qué me lo pregunta. Sé que él y mamá han discutido. Sé que él ha dado la cara por mí y me defiende.
—Quiero hacer el módulo de carpintería. Quiero trabajar en el taller. Si no es en Viking Verktoy contigo, en cualquier otro —digo muy despacio. Estoy convencido de lo que digo—. Papá, yo no sirvo para esta mierda. En el colegio, el instituto. No sirvo. Puede que se me den bien algunas asignaturas, pero a veces me siento como un puto animal sin control, ¿me entiendes? Es como… es como ahora. Mamá me castiga encerrándome en la habitación, en casa, pero es peor. Quiero echarlo todo abajo, no enmendarme. Correr cien kilómetros montaña abajo. Liarme a puñetazos con alguien…—Me agarro la cabeza entre las manos, a veces creo que hay algo dentro de mí que no funciona del todo bien, pero me da miedo decirlo en voz alta—. Todas esas reglas, todos esos profesores diciéndome lo que tengo que hacer, cuando no tienen ni idea de la mitad de lo que hablan. Joder, ¡es obsceno!
Mi padre suelta una carcajada y le da una larga calada a su cigarrillo. Yo lo miro un poco mosqueado, después de todo, me estoy abriendo en canal y eso siempre me cuesta mucho.
—No creo que sea de risa.
—No me rio por eso, hijo. Me recuerdas un poco a mí. No era mucho mayor que tú, quizá igual, o un poco más pequeño, cuando dejé la escuela episcopal donde mi tío sacerdote me había acogido en Kirkenes por los mismos motivos —dice mi padre con un tono evocador. Apaga la colilla en la nieve y la mete en la lata vacía. Si mi madre se encuentra cualquier indicio de un cadáver de cigarro en su jardín, mi padre es hombre muerto, de manera que se cuida mucho de recogerlas y ponerlas a buen recaudo—. Sabes que toda mi familia murió durante la Segunda Guerra Mundial. Él me acogió, y siempre le estaré agradecido, pero en cuanto tuve edad de valerme por mí mismo, hui de todas aquellas monsergas religiosas lo más lejos que pude. —Mi padre pasa por el dolor de su historia como siempre, de manera tangencial, solo ronzando los recuerdos, para no abrir viejas heridas—. Preferí ser libre y pobre como una rata, a vivir con holgura y ser un meapilas. Te entiendo, Erik. Y te apoyo. Vas a romperle el corazón a tu madre, pero te apoyo.
Se levanta del tronco donde está sentado, se sacude el fondillo de los pantalones y me ofrece su mano nudosa, encallecida y trabajada. La cojo con fuerza. Él me impulsa para ayudarme y me abraza con fuerza.
—Vamos. Pon a trabajar esos músculos jóvenes. Creo que voy a provecharme de este castigo de tu madre —dice pensativo al ver cómo saltan las esquirlas de barniz y el polvo cuando vuelvo a la carga—. Es imperdonable que te tenga sin hacer nada todo el día, tirado en la cama, cuando hay tanto que hacer aquí abajo con este barco.
Once días. Segundo fin de semana de castigo superado. El hecho de que papá me saque de vez en cuando a trabajar al cobertizo ha ayudado, pero mamá sigue inamovible. Ni siquiera la mejoría en las notas la ha ablandado un poco. Hasta Klara se ha apiadado de mí. En su última carta ya no está enfadada. Dice que vendrá a verme después del colegio. Mi ventana da a la parte trasera, al jardín. Pero detrás hay un sendero por donde la gente hace deporte y podría llegar sin que mi madre la vea. Porque se supone que tiene prohibido acercarse a casa. Parte del castigo hasta el día del Juicio Final. A mi madre solo le falta cincelarlo en una placa de bronce y colgarlo en la puerta de mi habitación para recordármelo. Sé que Magnus haría la vista gorda.
Maia me avisará si hay moros en la costa. En vez de hacer los deberes en su habitación, los hará en la cocina. Fingirá que tiene que entregar un trabajo muy complicado y la retendrá todo el tiempo que pueda. Me ha costado un soborno de varios cientos de coronas, pero valdrá la pena, lo sé. Estoy como loco. Me duele la boca con el recuerdo de aquel beso. Me pican las yemas de los dedos por tocar a Klara. Pero conformo tan solo con verla y escuchar su voz. Creo que mi madre se ha pasado, ni siquiera podemos hablar por teléfono. Y tampoco se nada de Peta. Espero que Klara pueda decirme algo.
Me estoy congelando porque he dejado la ventana abierta.
—Erik. ¡Erik!
Saco medio cuerpo fuera y casi me caigo dos pisos cabeza abajo.
—¡Klara! ¡Por fin estás aquí! —Me pongo rojo como un tomate. Joder. Qué estupidez. Pues claro que está aquí. Hemos quedado. Muy brillante por mi parte. Ella se ríe con esa risa de campanillas que me encanta y que me dice que me está tomando un poco el pelo—. ¿Cómo estás? Joder, te echo tanto de menos…
—Yo a ti también —me dice con timidez y con una sonrisa pícara—. Te he traído galletas. Y una carta. Y un libro. No sé si pueda lanzarlo por la ventana.
—¡Inténtalo! —la animo entusiasmado—. ¡Vamos!
El primer lanzamiento se estrella contra la fachada. El golpe seco restalla contra el silencio de la tarde y nos deja a los dos helados. Klara se encoge, y se esconde detrás de un arbusto de boj, pero no hay ningún movimiento. Acabamos por reírnos, nerviosos.
—Adiós a mis galletas de jengibre —gime Klara. Pero se arma de valor, coge impulso echando el brazo hacia atrás, y lanza de nuevo la bolsa de plástico. Es un tiro perfecto y el proyectil entra por mi ventana—. ¡Bien!
—¡Lo tengo! —exclamo entusiasmado. Las galletas están un poco machacadas sí. El libro es El muñeco de nieve, de Jo Nesbo. No lo he leído. Me asomo por la ventana con una enorme sonrisa—. Yo también tengo algo para ti.
Cojo mi jersey azul marino, el de lana. El que sé que le gusta. El que huele a mí y se lo lanzo por la ventana. Es algo del momento, pero al verlo ahí, en el respaldo de la silla, me doy cuenta de lo mucho que quiero que ella tenga algo mío.
—¡Estás loco! —me dice entre risas. Pero se quita la cazadora y se lo pone. Eso me encanta—. ¿Estás seguro de que no lo necesitas?
—No. Quiero que lo tengas tú. Que pienses en mí.
—Ya pienso en ti todo el rato sin necesidad de tener nada tuyo. —Ahora es ella la que se pone roja. Mira al suelo.
—Joder, Klara…
—Ya. Y pensar que mis padres no vuelven hasta la noche.
—¿Cómo? —Quiero darme con la cabeza contra la pared. No puedo creerlo. ¡Y yo encerrado y castigado!
—Están en Narvik, tenían que hacer un recado. Vuelven esta noche. Podríamos haber pasado el día juntos —me dice con un tono triste.
Mi mente matemática y física se pone a funcionar. Hay bastante nieve justo debajo de mi ventana. Mi madre está en la cocina con Maia, en la otra punta del piso de abajo. Mi padre en el cobertizo, que es quien puede vernos. Si nos ve, cuento con que no me delatará.
Segundo punto. Si me tiro desde la ventana, ¿me partiré el cuello? Decido que no. Saco las piernas por el alféizar.
—Erik, ¿qué haces? —sisea Klara.
Me lanzo y cierro los ojos. La sensación que se apodera de mi estómago al caer al vacío es desagradable, y tarda más de lo esperado. El golpe es seco sobre la planta de los pies, pero flexiono las rodillas y mis cuádriceps están bien entrenados. No ha sido para tanto. Miro hacia arriba.
—Joder.
Klara me agarra de la mano.
—Joder. Y ahora, ¿qué hacemos?
—¡Correr!
Y corremos. Tenemos que alejarnos de casa lo máximo posible. Cogemos el sendero de tierra que hay justo después del jardín. Entre risas, llegamos a la parte de la ciudad donde cada vez hay menos casas y las zona residencial da paso a las granjas de ovejas y de vacas. No tenemos dónde ir. Estamos sudorosos, jadeantes. Seguimos de la manos. Y ya no hay peligro.
—Un momento.
Detengo a Klara, que sigue caminado como si quisiera llegar a alguna parte. Tiro de su mano y la acerco a mí. Más. Un poco más. Su frente tiene pequeñas gotas de sudor. Seguro que ahora se arrepiente de haberse puesto el jersey de lana bajo la cazadora. Sus rizos rubios están desordenados. Las mejillas, rojas por el esfuerzo. Los labios, entreabiertos. Está perfecta.
Me inclino sobre ella y vuelvo a besarla como en el puerto. Despacio. Suave. Lento. Esperando hacerla caer. Tiro de sus manos hacia mi y siento que hay demasiada ropa entre nosotros y demasiado espacio fuera. Esta vez, me atrevo a mover la lengua y exigir de ella un poco más, conseguir que me deje más camino libre. Soy consciente de la superficie de la piel del lateral de sus dedos entrelazados con los míos. Del aliento cálido de su boca cuando nos separamos un instante para respirar.
—Guau —dice ella, con los ojos miel muy abiertos, sorprendida. Sus labios brillan, húmedos por la saliva.
—Guau —susurro yo, con una sonrisa. Eso ha sido un beso de verdad.
—¿Dónde vamos ahora?
Yo carraspeo. Estoy pensando seriamente en tumbarla sobre el césped de la cuneta. Seguimos con las manos entrelazadas y las movemos a una lado y a otro como dos tontos. Y entonces recuerdo las batallitas de Kurt y a dónde llevaba a veces a sus conquistas y se me escapa una sonrisa. Estamos muy cerca de Kristtorn. No sé en qué condiciones estará la casita, pero sé que mis padres le tienen mucho cariño y que cada año le hacen un mantenimiento.
—Vamos. Conozco un lugar.
Tardo un poco en descubrir la cancela. No tengo llave, así que tenemos que saltar por encima y a Klara no le gusta nada invadir una propiedad privada.
—Es de mis padres. Es una larga historia, algún día te la contaré.
Atravesamos el pequeño puente que une la islita con tierra firme y caminamos por la hierba, alta hasta las rodillas, hasta llegar a la casa.
—Parece de juguete —dice Klara.
Yo me rio. Es verdad. Una casita roja, con los marcos de puertas y ventanas de color blanco. Busco la llave bajo todas las macetas, pero no tengo suerte. Tampoco en el marco de la puerta. Desanimado, pruebo en el hueco de la viga del pequeño porche que protege la entrada. Ahí está, enredada en telarañas. Quizá lleve allí años.
—¡Vamos! —le digo a Klara, que se pega a mí con miedo. La llave cruje en la cerradura oxidada. Entrar es hacer un viaje en el tiempo. Hace casi cincuenta años atrás. A La Noruega de antes del descubrimiento del petróleo—. ¿Sabes que mi padre la compró cuando tenía dieciséis años? La misma edad que tú y yo ahora.
—¡Es preciosa! —Entra al espacio único de la casita y da una vuelta sobre sí misma. En una esquina, la mesa con las cuatro sillas. En la otra, la zona de alacenas con la cocina. En la otra, la cama con la estantería, y en la otra, la estufa y la cuna. Se acerca fascinada al mueble infantil y desliza la mano por los grabados de animales marinos—. ¿Te imaginas lo que debió ser vivir aquí en invierno?
—Fue muy duro. Mi padre y madre lo pasaron muy mal. No hablan mucho de aquella época, pero nunca quisieron deshacerse de esta casa. Mi padre dice que le recordará siempre de dónde viene y dónde ha llegado ahora —le cuento abrazándola por detrás. La cuna es muy bonita, pero yo estoy más interesado en el extremo opuesto de la casa, así que la conduzco hasta allí—. Guardan todos los libros que leyeron en esa época. Como los inviernos eran muy duros, leían mucho. Mira.
Me parece demasiado directo llevarla hasta la cama y hago una parada intermedia en la estantería. A Klara le fascinan los libros. La llevo hasta allí, sigo abrazado a ella desde atrás. Hace frío. Esa zona de Tromso es muy húmeda al estar rodeada del mar. Nuestros alientos exhalan nubes blancas que cada vez se hacen más densas y rápidas.
—¿Tienes frío? Estás temblando. Si quieres puedo encender la estufa.
Ella se da la vuelta y se aprieta contra mí.
—No. Prefiero que seas tú quien me de calor.
Joder. Cómo me descoloca Klara.
Me siento sobre la cama y la atraigo de lado sobre mis muslos. Sigo pensando que hay demasiada ropa entre nosotros, pero no quiero precipitarme. Por eso me sorprendo cuando es ella quien atrapa el tirador de la cremallera de mi parka y me la quita, y hace lo mismo con su cazadora. Dos prendas menos. Sonríe con timidez.
—¿Está bien?
—Está perfecto.
Sus manos se entrelazan en mi cuello y ahí se quedan, pero las mías no pueden parar de moverse. De sus muslos pasan a sus caderas. De ahí se deslizan a su cintura. La aprietan y ella se ríe. Dibujan sus costillas. Dios, cómo me sobra ese jersey de lana. Si subo las manos un poco más, solo un poco más, podré saber sus pechos son tan suaves como los siento cuando me abraza. Me atrevo a incursionar los dedos bajo el jersey, lo que es frustrante, porque hay otro. Muy suave, de lana muy fina. Cachemira, creo que se llama. Que abriga mucho y pesa muy poco. Suelto un gruñido y Klara se aparta.
—¿Qué ocurre? ¿He hecho algo mal?
—No, no. —Apoyo mi frente en la de ella y cierro los ojos durante un segundo. Tengo que bajar marchas—. No has hecho nada mal, Klara. Al revés. ¿Puedo quitarte el jersey azul? ¿El mío? No quiero hacer nada que tú no quieras.
La miro a los ojos. Es muy importante que sepa que lo sigo de verdad. Quiero que se sienta segura. Quiero que confíe en mí. Quiero que cada segundo sea especial. Sonríe y esa sonrisa, ¡Dios! Esa sonrisa es solo para mí. Asiente. Alza los brazos yo busco el borde la prenda. Tiro de ella y su rostro pícaro y divertido desaparece durante un momento mientras yo se lo quito. Ella se encoge de hombros.
—Pero no es justo —me dice. Yo frunzo el ceño.
—¿Por qué?
—Porque tú no te ha quitado nada.
Oh. Vaya. Trago saliva. Sigue sentada en mi regazo. No sé si lo nota, pero mi erección queda atrapada entre los dos, ella está de lado, tiene que notarla en su muslo. A mí se me está yendo la cabeza por momentos.
—¿Qué quieres que me quite?
—El forro polar.
Sonrío y levanto los brazos, igual que ha hecho ella. Pero no es capaz de quitármelo. Primero se lleva en su camino la camiseta térmica y casi me deja en pelotas de cintura para arriba. Luego casi me arranca la cabeza porque no ha abierto primero la cremallera. Acabo quitándomelo yo, mientras los dos nos reímos a carcajadas, de pie. Pero al volver a sentarme, la atraigo sobre mí a horcajadas.
—Ven aquí.
Estamos frente a frente. El abrazo es ahora más íntimo. No tenemos dónde escondernos. Sus piernas rodean mi cintura. Abdomen contra abdomen. Pecho contra pecho. Nos enroscamos el uno en el otro con las miradas engarzadas me doy cuenta de que jamás he besado a nadie como estoy besando a Klara en este momento. Su boca se rinde por entero a mí y yo termino por perder la puta cabeza. Una de mis manos estrecha su trasero contra el bulto de mi erección. Si no la ha notado, es el momento de que se dé cuenta de que ya no estamos jugando. Ella suelta un gemido que me deja claro que para ella tampoco es un juego. Sus manos buscan piel bajo mi camiseta térmica y hunde los dedos en mi espalda, todo mi cuerpo se prende en llamas. Klara. Klara. Klara. ¿Qué estás haciendo? No te muevas así. Está moviendo sus caderas, estrechándose aún más contra mi polla. Yo busco sus pechos bajo el jersey y suelto un gruñido en puro delirio al comprobar que no es como había imaginado, es mejor. Son suaves y a la vez firmes. Ella exhala un gemido ahogado cuando le rozo un pezón con el pulgar. Y acaricio uno y otro sin darle tregua. Los tiene duros, turgentes. Yo voy a perder la puta cabeza. La levanto en un solo movimiento brusco y la tumbo sobre la cama. Ella mete la mano entre los dos y me agarra con fuerza la polla.
—¡Joder! —gruño, fuera de control. Juro que vibra. Tiene vida propia. Y me doy cuenta de que estoy forcejeando con el botón metálico de los vaqueros de Klara. Lleva unos vaqueros muy ajustados. Mucho. Y eso nos salva. No soy capaz de desabrochárselos. Eso me enfría un poco. Y me hace pensar. En qué estoy haciendo. En que hace solo dos semanas nos dimos el primer beso, y ahora Klara tiene la mano metida dentro de mis pantalones y yo estoy intentando desabrochar los suyos. En que no tengo condones. En que tengo un calentón encima que he estado a punto de hacer una estupidez muy grande.
—Klara.
Ella sigue besándome. Apretándome. No es que me queje. Dios. Esas manos pequeñas tienen mucha fuerza y puede que no tengan experiencia pero tienen muy buena disposición.
—¿Qué ocurre?
—Klara. Klara. Un momento.
Sujeto su mano y juro que me entran ganas de llorar cuando retiro los dedos que se cierran como una garra en torno a mi polla. Siento dolor. Dolor físico. Suelto un gruñido y tengo que cerrar los ojos durante unos segundos. Me aparto y acabo tumbándome a su lado. Ella se sobresalta por mi súbito abandono y encierra mi rostro entre sus dedos.
—¿Qué pasa? ¿Qué tienes? —Se inclina sobre mí y me besa, preocupada.
—Klara, necesito que bajemos un poco de marchas o no voy a poder parar. —Cojo aire y lo suelto muy despacio.
—¿Qué quieres decir?
Abro los ojos y la miro. Algo debe leer en ellos porque se ruboriza y sus labios tiemblan, pero no aparta la mirada. Nuestros cuerpos son la prueba flagrante de lo que ha pasado entre nosotros, pero prefiero decirlo en voz alta.
—¿Tienes condones? Porque yo no.
Ella me mira, y niega con la cabeza.
—No. No tengo.
—Joder, Klara. Un minuto más…
—Ya.
Permanecemos así, tumbados en la cama. El uno al lado del otro. Las respiraciones erráticas, jadeantes, esperando a que las sensaciones se aplaquen. A que el deseo se adormezca. Nuestras manos se rozan, la cama es demasiado pequeña, y acabamos entrelazando nuestros dedos.
—Erik, gracias —me dice al cabo de un rato. Se incorpora y me sonríe.
Yo también, de hecho tenemos que irnos ya. Ahora a ver cómo enfrento las consecuencias de todo esto. Pase lo que pase, habrá valido la pena. Estiro la cama, aquí no ha pasado nada. No sé si felicitarme por mi comportamiento o darme de bofetadas. Nos vestimos entre risas, como siempre, con Klara todo fluye, es fácil. Volvemos a besarnos antes de salir de la casita, que guardará nuestro secreto. Hemos dejado las botas en el porche. Mientras Klara se calza, yo escondo bien la llave donde estaba.
—Klara —digo cuando llegamos al cruce donde tenemos que separarnos. Ella me mira y sonríe con esa expresión divertida y pícara que hoy sí que tiene un secreto que guardar—. Gracias ti. ¿Vendrás a verme mañana?
Ella asiente con una enorme sonrisa y nos despedimos con un beso rápido.
Ahora toca apechugar con las consecuencias.
Corro como alma que lleva el diablo. Llevo cuatro horas fuera de casa. Mientras entro por la puerta del jardín, pienso en una y mil excusas. Todas estúpidas. Mejor decir la verdad. Bueno, no toda. Que necesitaba salir. Que he ido a dar un paseo hasta Kristtorn. Solo. Con Klara. Sin Klara. ¿Por qué no he pensado el algo? Porque tenía la mente en otra cosa? La mente, o algo un poco más abajo. La casa tiene todas las luces apagadas y eso es muy raro. En el cobertizo tampoco hay luz. Entro en la cocina con precaución. Nadie. Joder. ¿Tendré por una vez en la vida algo de suerte? Subo hasta el segundo piso y golpeo con suavidad la puerta del cuarto de Maia.
—¡¿Dónde estabas!? ¡No me puedo creer la suerte que tienes! —Se quita los auriculares y cierra la tapa del ordenador. Seguro que se está viciando con algún juego—. A mamá la han llamado de la clínica por un parto urgente y ha tenido que salir pitando. Papá todavía no ha llegado. ¡Esto no entraba en el trato! He entrado a tu habitación a avisarte y no estabas allí. ¿Se puede saber has ido? ¡Y no me mientas!
—No es de tu incumbencia, enana. YA te dí quinientas coronas y es más que suficiente —dije muy serio. Si Maia se iba de la lengua, podía darme por muerto. No podía creer en mi buena suerte.
—Muy bien —replicó ella muy digna. Se puso de nuevo los auriculares y abrió la pantalla de su ordenador—. Le diré a mamá que te fugaste en cuanto salió por la puerta. Que te fuiste a jugar al hockey con Anders. Total, ¿a quién va a creer? ¿A ti o a mí?
Joder. ¡Ten hermanas pequeñas para esto!
—¡Está bien! ¡Está bien! Estuve con Klara. Dimos una vuelta —no di más detalles, no es necesario—. ¿Qué quieres?
—Uhm…, me lo pensaré con calma. Esta es una información demasiado valiosa. Mira, ahí viene mamá. Será mejor que te metas en tu habitación.
Suelto un gruñido de fastidio, pero me voy a mi habitación sonriendo. La enana me cubrirá las espaldas, estoy seguro. Puede que esté castigado hasta el día de Juicio Final, pero con las tres horas de hoy con Klara, ha valido la pena.
*****
Espero que hayas disfrutado con este bocadito de la historia. ¡Esto está que arde! Ya tienes disponible el Capítulo 7: Tratos y contratos.
Para que no te pierdas nada, ¡suscríbite! : Una pluma y un fonendoscopio.
Y si te apetece charlar a diario, en redes soy muy activa, en especial en https://www.instagram.com/mimmikass/
¡Nos vemos a la vuelta de la próxima página!
Mimmi.
La entrada Grietas en el hielo 6: Kristtorn aparece primero en Mimmi Kass.
Grietas en el hielo 7: Tratos y contratos
Tratos y contratos
Antes de leer el Grietas en el hielo 7: Tratos y contratos, ¿has leído los capítulos anteriores de Grietas en el hielo? Si todavía no lo has hecho, este es un buen momento para inscribirte a mi lista de correos. Todos (o casi todos, coronavirus mediante) los viernes y domingos recibirás un capítulo de Grietas en el hielo, y te mantendré al día de las novedades sobre mis novelas: Una pluma y un fonendoscopio.
Si prefieres refrescar solamente el capítulo 6: Kristtorn, te dejo aquí el enlace. ¡Ahora sí! Vamos a ello….
Grietas en el hielo 7:
Tratos y contratos
Estoy metido en un buen lío.
La culpa la tiene Maia, por extorsionarme. Y mi madre, por no levantarme el castigo. Llevo ya un mes encerrado en casa. Al menos puedo salir de mi habitación.
Hay una raja en el cristal de mi ventana que atraviesa toda la esquina derecha inferior. Klara lanzó con demasiado entusiasmo para avisarme de que estaba abajo y el cristal no aguantó la pedrada. Se suponía que la enana me avisaría cuando Klara viniese a verme, pero mis ahorros están sufriendo un deterioro demasiado importante. Me negué a seguir soltando billetes y me quedé sin recadera. Resultado: Klara es un peligro público lanzando cosas. Ya lo sabía de cuando estrelló las galletas contra la fachada. Ahora, al menos, la puedo ver llegar a través de la ventana de la cocina.
Creo que soy una mala influencia para ella. Se escapa del instituto a la hora de comer y nos metemos en el cobertizo.
—¿Cuánto tiempo tenemos? —pregunto mientras le quito el jersey y la beso en el cuello. Tiene una piel preciosa. Sonrosada. Y huele genial. A fresas. Hundo la nariz en sus rizos y ella se encoge y se ríe, pero no se aparta.
—Hasta las dos. Pero esta vez me marcharé un poco antes. Últimamente llego siempre tarde —dice un poco preocupada mientras tironea de mi camiseta. Lanza una mirada furtiva por la puerta del cobertizo. Mi padre nos ha pillado una sola vez. A Klara casi le da algo de la vergüenza, pero Magnus es genial. Sonrió un poco, se dio la vuelta, y os dejó en paz. Aun así, Klara se fue corriendo a su casa, mortificada.
—Entonces vamos a aprovechar. —La cojo del culo y la levanto en vilo hasta el rincón donde hay unas mantas viejas. He escondido una un poco más decente y limpia—. Ven aquí.
La beso con ganas. Hace cuatro días que no nos vemos. El fin de semana es para estar en familia, y encima ha hecho buen tiempo. Lo que significa que el clan Thoresen al completo se ha hecho a la montaña en rutas de kilómetros y kilómetros. No me quejo, necesitaba liberar energía, pero hubiera preferido hacerlo de otra manera. Ahora podemos resarcirnos. Me encanta sentir sus manos pequeñas tironear de mi camiseta y recorrer mi espalda. Primero con timidez, luego con firmeza. Y me gusta sentir la suavidad de su cuerpo bajo el mío, aunque no quiero que las cosas se descontroles, sobre todo cuando mis padres o mis hermanos pueden llegar en cualquier momento.
—¿Cuándo podemos volver a Kristtorn?
Me rio sobre su boca y muerdo su labio superior. Es curioso, porque tiene un pequeño piquito, como si fuera un patito. Me ha leído la mente. Allí sí que podríamos estar tranquilos.
—En cuanto me levanten el castigo. Esto no puede seguir eternamente. —La beso de nuevo, su lengua se introduce de nuevo en mi boca y nos sumergimos de nuevo en una batalla por ver quien conquista de nuevo a quién.
Cuando las respiraciones se entrecortan y la ropa se hace incómoda sobre mi cuerpo, me aparto un poco y poyo la frente sobre su frente. La beso en la punta de la nariz. Luego en el cuello. Hundo la cara entre sus pechos, es hundirla en un cojín de plumas, pero mil millones de veces más suave y delicioso. Gruño de puro placer y ella se ríe. Me coge la cabeza entre las manos y empuja.
—En serio, Erik. ¿Has hecho algo por arreglar esto? A veces creo que te gusta estar así.
Me aparto de ella. No me hace nada de gracia su comentario. Lo ha dicho con ligereza, pero veo en sus ojos cierta acusación. Todo el buen rollo entre nosotros se esfuma. Me aparto de ella y me siento con la espalda contra la pared. Mi sonrisa se evapora.
—¿De verdad crees eso?
Ella se mira las manos sobre el regazo y se encoge de hombros. No va a negarlo. A veces me sorprende lo cruel que es. No me gusta que sea así. Que me diga esas cosas, ¡no puede pensarlo en realidad!
—Erik. Llevas cuatro semanas encerrado y no has ido ni una sola vez a hablar con el director. ¡Ni siquiera con Friedrich! —dice enfadada al ver que pongo los ojos en blanco—. Peta ya ha vuelto a clases. Sé que sus padres fueron a interceder por ella. ¿Por qué tú no? Estoy segura de que, si tus padres fuesen a hablar al instituto, podrías volver. Tampoco ha sido para tanto. Mira Hans…sigue ahí después de diez años. —Los dos nos reímos ante su exageración y muy a mi pesar, asiento. Tiene razón—. Hazlo por mí, ¿vale? ¡Piensa en todo el tiempo que podríamos pasar juntos!
Compone un mohín mimoso y me da un beso inocente en los labios. Apoya las palmas en mi pecho y se frota contra mí de un modo ya no tan inocente.
—No sé, Klara. No me gusta que mis viejos me solucionen los problemas —digo enfurruñado. Pero me gusta que me acaricie así. Me genera un cosquilleo muy agradable ombligo abajo.
—Piénsatelo, ¿vale? Aún faltan dos meses para el final del curso.
La muy malvada, con su boquita dulce y sus ojos color miel, baja la mano hasta los pantalones de mi chándal y aprieta con todas sus fuerzas. Yo solo puedo pensar en aquella tarde en Kristtorn y en lo muy estúpido o caballeroso que fui. Todavía lo estoy debatiendo.
—Lo pensaré.
Ella sonríe con la luz de todos los soles de medianoche y me da otro beso. Mira el reloj y su gesto cambia a preocupado. Se levanta y sale dispara fuera del cobertizo.
—¡Tengo que irme! ¡Dime en qué queda el asunto!
—¡He dicho que me lo pensaré!
*****
Por complacer a mi madre me he vestido como un palurdo. Llevo unos pantalones de lona beis de Kurt, que me quedan anchos, una camisa celeste y un jersey marrón de mi padre. Llevo el pelo peinado hacia atrás con una coleta. Cuando Hans me ha visto en el pasillo vacío, se ha burlado con un gritito, pero Magnus me ha agarrado del cuello con su mano de marinero y casi me provoca una fractura cervical. No me ha quedado otra que seguir andando hacia el despacho del director.
Ahora estoy esperando, sentado entre mi padre y mi madre, a la que saco una cabeza y media, la sentencia de mi juicio. Debo reconocer que mi padre es un encantador de serpientes.
—Buenos días, Rainer. ¡Cuánto tiempo! ¿Qué tal la cortacésped? —dice con su sonrisa de pescador del Ártico. Le tritura la mano, puedo escuchar el crujir de huesos desde aquí—. Tienes que traer la cuchilla para que te la afile, o tu jardín quedará trasquilado.
—Oh, ¡perfecto! Ese cacharro es una maravilla, Magnus. Me relaja conducirlo más que el coche —dice entusiasmado y feliz. Yo intercambio una mirada con mi madre, que se encoge de hombros en plan «tu padre sabe lo que hace». Normal. Le vende herramientas y maquinaria a la ciudad desde hace más de diez años—. Me pongo música, enciendo la cortacésped, y…¡arriba, abajo!
Los dos se ríen a carcajadas como si fueran amigos de toda la vida y mi padre espera al primer suspiro de satisfacción del director para sacar el tema. Magistral. Debería aprender de sus don de gentes.
—Me alegro, Rainer. Siento que el tema que nos trae aquí no sea tan agradable. Erik lleva en casa ya un mes —dice con cara de circunstancias. Apoya su manaza en mi hombro y yo me miro la punta de los pies y aplico la estrategia cactus—. Ha subido sus notas de manera bastante apreciable, según lo que nos dice su tutor, y está más que arrepentido de lo que hizo. ¿No habría alguna manera de…digamos…aliviar un poco el castigo?
De nuevo su sonrisa afable, como si la cosa no fuera con ellos. Dios, es tan contagiosa que el viejo no puede dejar de esbozar también una sonrisa.
—Verás, Magnus…—Arrastra las palabras. Se nota que le cuesta toneladas ir en contra del compañerismo y la alegría antes compartidas—. Tu hijo… Erik… —suspira y se frota la cara grasienta y abotagada con gafas puestas y todo. Tiene que quitárselas y limpiarlas, lo que le da unos segundos preciosos para pensar. Mi padre sigue aferrándome el hombro con firmeza. Sé lo que significa, que no abra la boca. Mi madre permanece en silencio también—. Nos lo ha puesto muy difícil este año: malas calificaciones, peleas con otros estudiantes, faltas a clase sin justificación…el asunto de los cigarrillos. Si es que eran cigarrillos…Se junta con la señorita Salvesen, cosa que no es garantía de nada bueno. ¿Qué quieres que te diga, Magnus?
—Dime que lo aceptas de vuelta estos dos meses. Total, el año que viene se irá a Formación Profesional a hacer un módulo de Carpintería —dice mi padre con un encogimiento de hombros y aparentando una total indiferencia—. ¿Qué más te da tenerlo unos pocos meses si el año que viene no va a estar aquí? Vamos, Rainer.
Se genera una situación divertida. El director levanta una mirada de esperanza y profunda paz que podría competir con el sol del Mediterráneo.
—¿Cómo? —pregunta incrédulo y lleno de felicidad el director.
—¿Cómo? —sisea mi madre, muy bajito. Pero su tono es indignado. Ultrajado. Casi no puede hablar de la furia.
—Ya lo hablaremos en casa —dice Magnus, que pasa por encima de mi regazo y coge los dedos de mi madre para aplacarla.
Yo echo mi silla hacia atrás unos centímetros, muy despacio, porque creo que esto está saliendo a la perfección y más vale que nadie se dé cuenta de que estoy aquí.
—Ya lo creo que vamos a hablar —replica Jana entre dientes, furiosa. Mi padre traga saliva, pero continúa su estrategia. Yo sigo en modo cactus. Las puntas de mis zapatillas de deporte son la cosa más fascinante que existe en la historia de la humanidad.
—Ese es el trato, Rainer. ¡Hazlo por la amistad que nos une! Viking Verktoy ha apoyado este instituto desde el primer momento de su creación —dice mi padre volviendo al tono de los brindis con cervezas y Akvavite, y de celebrar los tantos del equipo de hockey del instituto—. Ahora es el momento de que el instituto muestre un poco de solidaridad por esta familia. Son solo dos meses. ¡Dos meses, Rainer! ¿Qué me dices?
El director tiene delante la carpeta con mi expediente. Abultado es quedarse corto. Tiene varias subcarpetas. Repiquetea sus dedos encima a toda velocidad, se lo está pensando, pero sus ojos pequeños y azules de rata son inteligentes.
—Muy bien. El lunes que viene puede incorporarse a las clases. —Yo sonrío, pero él hace un gesto de negación con la cabeza y recalca con seriedad—. Dos meses, señor Thoresen. Pero cuando se acabe el curso, a finales de junio, quiero que salga por esa puerta y no quiero volver a verlo nunca más. ¿Estamos?
Extiende su mano hacia mí. Tiene los dedos cortos y toscos, se come las uñas. Son asquerosos, pero los estrecho con decisión y lo miro a esos ojos que están unos veinte centímetros por debajo de mi altura.
—Tiene mi palabra, director. En junio desapareceré de su instituto para siempre.
Una sensación extraña se apodera de mí al hacer la afirmación. Mi carrera estudiantil se termina a los dieciséis años. Soy uno de los muchos fracasados escolares que no acabará la secundaria. Me encojo de hombros y sonrío. Me da igual. Ahora mismo solo puedo pensar en Klara, en que he resuelto nuestro problema. En que tenemos dos meses por delante para estar juntos y que después, en verano, llegará ese bien tan preciado que estas últimas cuatro semanas casi ni he podido saborear: ¡libertad!
Voy tan borracho de endorfinas en el coche por la victoria sobre el director, sobre mi madre y sobre la vida, que no me doy cuenta de que se está cociendo algo gordo. Me tumbo en la cama, porque oficialmente sigo castigado (mi madre me lo ha dejado bien claro) y me pongo los cascos para escuchar música. Ya llamaré a Klara cuando no haya moros en la costa. Estoy medio dormido cuando Maia me da remece del brazo con cara larga.
—Ven.
—¿Qué pasa?
Iba a gritarle cuatro cosas por, como siempre, invadir mi habitación sin llamar, pero tira de mí y trae una expresión que hace que me dé prisa escaleras abajo. Se escuchan los gritos de mis padres a través de la puerta de la cocina antes de llegar al rellano.
Bajo la velocidad de mi descenso y me suelto del agarre de mi hermana. Joder. Escucho mi nombre. Maia me mira con sus ojos verdes y acusadores. Me doy cuenta de que hace semanas que no lleva las trenzas. En vez de eso, su melena rubia está recogida en lo alto de la cabeza con un moño aristocrático que la hace parecerse peligrosamente a mi madre. La mirada acusadora, del mismo color verde, no ayuda a mitigar el parecido.
—…¡es tu hijo, Magnus! ¡No puedes darte por vencido! —La voz de mi madre parece amplificarse por el alicatado de azulejos. La escucho en estéreo, como si el azar quisiera que sus palabras se clavasen bien en mis tímpanos. En especial el tono decepcionado, que no me queda claro si va dirigido hacia mí o hacia mi padre.
—¿Qué quieres que haga, mujer? —Por el contrario, la de Magnus es sosegada, resignada, apacible. Escucho el chasquido de un mechero. Debe estar muy nervioso, si se juega la vida fumando dentro de casa—. El chico no vale. ¡No sirve para los estudios! Puede que levante alguna que otra asignatura gracias a que tú o su hermana estáis apuntalando continuamente sus esfuerzos. ¿Crees que no lo veo?…
Suelto una risotada un poco indignada, pero Maia se lleva el índice a los labios y me hace callar. Quiere que escuche. Señala la puerta y luego a mis oídos. «¡Escucha!», vocaliza con énfasis, y los ojos muy abiertos. Yo escondo el dolor que me genera la conversación tras la puerta con una sonrisa despectiva mientras me acerco un poco más.
—…¡No es cierto! Erik es inteligente. Tiene una enorme capacidad de memoria. Buena mente matemática —explica mi madre. Me quiere, soy su hijo. De pronto siento una enorme vergüenza por no estar a la altura de la idea que tiene de mí. Pienso en las tardes que ha perdido, hora tras hora, sentada a mi lado, machacando conceptos, mientras yo miraba a las musarañas, hacía monigotes de papiroflexia o pensaba en las últimas jugadas de hockey del equipo de Noruega. Maia me mira con cara de pena—. Lo que ocurre es que se lo hemos dado todo. ¡Jamás ha tenido que mover un dedo para conseguir algo con esfuerzo! Y en eso, la culpa la hemos tenido tanto tú como yo.
—Vamos, Jana…¿Acaso quieres criar a los niños como me crie yo? ¿Es eso lo que quieres? —Mi padre suelta una risotada que me hace pensar en Akvavite, en noches de soledad, en penurias, hambre y en ese periodo oscuro que a veces intuimos en miradas que intercambian entre ellos, pero que jamás nombran. En un periodo de la historia de la familia que sabemos que se relaciona con el cambio de apellido de mi madre, que no es Jensen, como el eminente cardiocirujano que es mi abuelo, sino Christensen como la abuela Olivia, y que intuimos pero no sabemos, y que nadie nos quiere contar. Ni siquiera Kurt.
Maia eleva las cejas y los dos nos apretamos en torno a la puerta. La pregunta queda suspendida en el aire en un silencio interrogante, sin respuesta. Los gritos entre ellos y la tensión se diluyen. Las voces suenan ahora muy juntas cuando antes sonaban lejos la una de la otra. Deben estar abrazados, porque casi susurran. Nos cuesta escucharlos.
—No. Claro que no —murmura mi madre.
—Ven aquí.
No sabemos lo que ocurre tras la puerta, pero lo podemos imaginar. Maia me hace un gesto y subimos escaleras arriba sin hacer ruido. No quiero estar solo. La sigo hasta su habitación. Ella se tira en su cama. Yo a su lado. Ninguno de los dos abre la boca. En mi caso, es porque no tengo ni idea de qué decir.
—Mira, Erik —dice Maia al fin. Está bastante pálida. Ahora que la veo, tiene unas ojeras violáceas bajo los ojos verdes. ¿Ha crecido en este mes de encierro? He estado tan ocupado pensando en mí mismo que me he olvidado de lo que pasa a mi alrededor—. Estoy cansada. Estoy con la regla y tengo examen mañana. Solo te lo voy a decir una vez.
—Lo siento, enana. —Soy sincero. Se nota que no está en su mejor momento. Le doy un beso en la frente, pero ella me aparta.
—Tienes a toda la familia de cabeza. Vamos de culo y cuesta abajo, y es por tu culpa. ¿Es que no lo ves? —Clava sus ojos verdes en mí, y no soy capaz de sostener la mirada. ¡Tiene trece años, joder! —. Reacciona, hermanito. Por favor. Reacciona, joder.
La entrada Grietas en el hielo 7: Tratos y contratos aparece primero en Mimmi Kass.
November 24, 2020
Bajo la aurora boreal en Amazon Prime y Kindle Unlimited

Bajo la aurora boreal
disponible Amazon Prime y Kindle Unlimited
¡Feliz viernes, bombones!
Sé que estáis impacientes por recibir noticias de Grietas en el hielo, ¡paciencia! Como os comenté en ese ardiente capítulo doble en el que Erik y Klara estuvieron a punto de perder la cabeza (y los pantalones) en un buen calentón, estas dos semanas les pertenecen a nuestros chicos de En cuerpo y alma con motivo del estreno de Pronóstico de una vida. ¡Mil gracias por la cariñosa acogida que le estáis dando a la novela!
Aprovecho para agradecer de corazón el cariño que me hacéis llegar a través de mensajes y comentarios en redes, y sobre todo, por los comentarios y reseñas que estáis dejando en Amazon y Goodreads. No sabéis lo mucho que aprecio que os toméis el trabajo de hacerlo, es un regalo maravilloso y ayuda muchísimo a dar a conocer la historia a nuevas lectoras. GRACIAS.
Con la llegada de diciembre, me encuentro con la buena noticia de que Bajo la aurora boreal vuelve a estar disponible en Amazon Prime por seis meses más . De manera que, si cuentas con la suscripción y todavía no la has leído, ¡es una magnífica oportunidad para hacerlo! La historia de Magnus y Jana está ambienta en la Noruega del descubrimiento del petróleo: los convulsos años setenta, el territorio hostil sobre el Círculo Polar Ártico y una sociedad que nada tiene que ver con la Escandinavia del siglo XXI. Os dejo la sinopsis para tentaros y algunas reseñas, y también os recuerdo que está disponible de manera gratuita en Kindle Unlimited: Os dejo aquí el enlace a la novela.
Bajo la aurora boreal: XII Premio Terciopelo de Novela Romántica
Oslo, verano de 1969. En plena efervescencia por el descubrimiento del petróleo, Jana se ve obligada a abandonar su vida entre algodones para trabajar de matrona en un hospital en el Círculo Polar Ártico.
Nada parece ocurrir en aquel pueblo de pescadores y granjeros, pero el día en que su camino se cruza con Magnus, un apuesto y fornido marinero, toda su vida sufre un vuelco brutal y ambos se ven envueltos en un amor de consecuencias devastadoras.
Una historia de amor épica enclavada en los tiempos convulsos de finales de los sesenta y principio de los setenta, con los paisajes de Noruega de fondo y la lucha de los protagonistas por superar las dificultades que todas sus diferencias suponen; enfrentándolos a sus familias, a su modo de vida y entre sí.
Para que os vayáis entonando, comparto con vosotras una banda sonora que es una auténtica obra de arte: si habéis leído o acabáis leyendo la historia, entenderéis lo importante que es la música para Magnus, el protagonista masculino de Bajo la aurora boreal.
Solo os diré que uno de los pocos recuerdos que conserva de su madre es un viejo gramófono y una colección de vinilos. Edith Piaf, Duke Ellington, Nina Simone, Elvis Presley… ¡Oh, que buenísima época para la música fueron aquellos años! Espero con toda mi alma que la disfrutéis y que os animéis con la novela.
Banda sonora de Bajo la aurora boreal
Las lectoras opinan…
«Los protagonistas se enfrentan a las dificultades de la época, la precariedad laboral, una familia conservadora, la diferencia de clases… Un libro que te atrapa, que según avanza se vuelve mas y más ágil, intenso, emocionante.» Gabriela Oreiro Chapela
«Una preciosa historia de amor y superación en la que la familia, la clase social o el qué dirán, no podrá vencer a los sentimientos de dos personas destinadas a amarse. Mimmi me hizo enamorar, sufrir y morir de amor con los personajes.» Yolanda Alonso Aradillas
«Una historia de amor profundo, desgarradora por momentos, y que a pesar de las múltiples dificultades consigue salir airoso y triunfante.» Ofir Henríquez
«Maravillosa historia de amor a pesar de las adversidades y dificultades de la época y como siempre, la narración de Mimi te envuelve y te trasportas a vivir a la época y situaciones de los personajes.» Verónica.
«Bajo la aurora boreal es una historia preciosa, cruda, real e idílica a la vez pero apasionante y muy intensa. Está tan bien escrita que sientes y vives con ellos. Te parece estar caminando por las calles de Tromso, pescando arenques en el mar del Norte o asistiendo el parto de tu vecina.» Sole Benítez
«Los personajes están muy bien planteados y la historia creada entre ellos tiene giros que hacen que se mantenga el interés en todo momento. Además es la precuela de una de las mejores historias que he leído en mucho tiempo: la serie En cuerpo y alma.» Ana Beatriz.
¡Espero haberos convencido con estos bocaditos! Ahora que Bajo la aurora boreal en Amazon Prime, no podéis dejarla escapar. También podéis tentaros con los primeros capítulos disponibles en Amazon, si os atrevéis, porque os aseguro que no podréis parar… O con la preciosa labor de documentación de la novela, que incluyó una visita a Stavanger y a la Statoil.
Para terminar, una pequeña sorpresa para calmar las ansias por Grietas en el hielo: a partir del próximo viernes habrá capítulo doble, ¡sí, como lo leéis! CAPÍTULO DOBLE en vuestro email, en compensación por vuestro apoyo y paciencia.
Os espero, como siempre, en https://www.instagram.com/mimmikass/ para comentar. Esta vez, en una alegoría orgásmica sobre lo que significa que yo tarde un año en escribir una novela y que vosotras, ejem, os la folléis en un día, por decirlo así.
La entrada Bajo la aurora boreal en Amazon Prime y Kindle Unlimited aparece primero en Mimmi Kass.
Bajo la aurora boreal en Amazon Prime: ¡últimos días!

Bajo la aurora boreal en Amazon Prime ¡últimos días!
¡Feliz viernes, bombones!
Sé que estáis impacientes por recibir noticias de Grietas en el hielo, ¡paciencia! Como os comenté en ese ardiente capítulo doble en el que Erik y Klara estuvieron a punto de perder la cabeza (y los pantalones) en un buen calentón, estas dos semanas les pertenecen a nuestros chicos de En cuerpo y alma con motivo del estreno de Pronóstico de una vida. ¡Mil gracias por la cariñosa acogida que le estáis dando a la novela!
Aprovecho para agradecer de corazón el cariño que me hacéis llegar a través de mensajes y comentarios en redes, y sobre todo, por los comentarios y reseñas que estáis dejando en Amazon y Goodreads. No sabéis lo mucho que aprecio que os toméis el trabajo de hacerlo, es un regalo maravilloso y ayuda muchísimo a dar a conocer la historia a nuevas lectoras. GRACIAS.
Quedan solo diez días para que acabe noviembre, y no tengo noticias de la editorial, de modo que imagino que se acaba el periodo de participación de Bajo la aurora boreal en Amazon Prime. De manera que, si cuentas con la suscripción y todavía no la has leído, ¡es una magnífica oportunidad para hacerlo! La historia de Magnus y Jana está ambienta en la Noruega del descubrimiento del petróleo: los convulsos años setenta, el territorio hostil sobre el Círculo Polar Ártico y una sociedad que nada tiene que ver con la Escandinavia del siglo XXI. Os dejo la sinopsis para tentaros y algunas reseñas, y también os recuerdo que está disponible de manera gratuita en Kindle Unlimited: Os dejo aquí el enlace a la novela.
Bajo la aurora boreal: XII Premio Terciopelo de Novela Romántica
Oslo, verano de 1969. En plena efervescencia por el descubrimiento del petróleo, Jana se ve obligada a abandonar su vida entre algodones para trabajar de matrona en un hospital en el Círculo Polar Ártico.
Nada parece ocurrir en aquel pueblo de pescadores y granjeros, pero el día en que su camino se cruza con Magnus, un apuesto y fornido marinero, toda su vida sufre un vuelco brutal y ambos se ven envueltos en un amor de consecuencias devastadoras.
Una historia de amor épica enclavada en los tiempos convulsos de finales de los sesenta y principio de los setenta, con los paisajes de Noruega de fondo y la lucha de los protagonistas por superar las dificultades que todas sus diferencias suponen; enfrentándolos a sus familias, a su modo de vida y entre sí.
Para que os vayáis entonando, comparto con vosotras una banda sonora que es una auténtica obra de arte: si habéis leído o acabáis leyendo la historia, entenderéis lo importante que es la música para Magnus, el protagonista masculino de Bajo la aurora boreal.
Solo os diré que uno de los pocos recuerdos que conserva de su madre es un viejo gramófono y una colección de vinilos. Edith Piaf, Duke Ellington, Nina Simone, Elvis Presley… ¡Oh, que buenísima época para la música fueron aquellos años! Espero con toda mi alma que la disfrutéis y que os animéis con la novela.
Banda sonora de Bajo la aurora boreal
Las lectoras opinan…
«Los protagonistas se enfrentan a las dificultades de la época, la precariedad laboral, una familia conservadora, la diferencia de clases… Un libro que te atrapa, que según avanza se vuelve mas y más ágil, intenso, emocionante.» Gabriela Oreiro Chapela
«Una preciosa historia de amor y superación en la que la familia, la clase social o el qué dirán, no podrá vencer a los sentimientos de dos personas destinadas a amarse. Mimmi me hizo enamorar, sufrir y morir de amor con los personajes.» Yolanda Alonso Aradillas
«Una historia de amor profundo, desgarradora por momentos, y que a pesar de las múltiples dificultades consigue salir airoso y triunfante.» Ofir Henríquez
«Maravillosa historia de amor a pesar de las adversidades y dificultades de la época y como siempre, la narración de Mimi te envuelve y te trasportas a vivir a la época y situaciones de los personajes.» Verónica.
«Bajo la aurora boreal es una historia preciosa, cruda, real e idílica a la vez pero apasionante y muy intensa. Está tan bien escrita que sientes y vives con ellos. Te parece estar caminando por las calles de Tromso, pescando arenques en el mar del Norte o asistiendo el parto de tu vecina.» Sole Benítez
«Los personajes están muy bien planteados y la historia creada entre ellos tiene giros que hacen que se mantenga el interés en todo momento. Además es la precuela de una de las mejores historias que he leído en mucho tiempo: la serie En cuerpo y alma.» Ana Beatriz.
¡Espero haberos convencido con estos bocaditos! También podéis tentaros con los primeros capítulos disponibles en Amazon, si os atrevéis, porque os aseguro que no podréis parar… O con la preciosa labor de documentación de la novela, que incluyó una visita a Stavanger y a la Statoil.
Para terminar, una pequeña sorpresa para calmar las ansias por Grietas en el hielo: a partir del próximo viernes habrá capítulo doble, ¡sí, como lo leéis! CAPÍTULO DOBLE en vuestro email, en compensación por vuestro apoyo y paciencia.
Os espero, como siempre, en https://www.instagram.com/mimmikass/ para comentar. Esta vez, en una alegoría orgásmica sobre lo que significa que yo tarde un año en escribir una novela y que vosotras, ejem, os la folléis en un día, por decirlo así.
La entrada Bajo la aurora boreal en Amazon Prime: ¡últimos días! aparece primero en Mimmi Kass.


