Cintia Ana Morrow's Blog

August 15, 2017

See you in another life



Me estresa muchísimo perder un vuelo. Ya sé: no pasa nada. Será que uno siempre está esperando los vuelos con tanta ansiedad... Y siempre lo están esperando a uno con tanta ilusión, que perder un vuelo parece mucho más que perder el avión. Después está lo de perder la plata. Tener que sacar otro. Qué se hace en esos casos?
Hay "perdedores de vuelos crónicos" (no los vuelos, los perdedores), como en las películas americanas: gente que llega tarde, demasiado tarde, y los vuelos despegan sin ellos. Gente que las personas como yo solemos odiar por no llegar a tiempo y por atrasarnos el vuelo. Gente que maneja mal los tiempos. Mala gente? No...gente como nosotros.
En algún punto entre una caotica ida al aeropuerto de Estambul (como sólo puede serlo en una ciudad en la cual dependés de los puentes para llegar a destino), las Navidades pasadas corriendo por el Charles de Gaulle (y el "milagro de Navidad" que fue que nos dejaran volar) y esta mañana viendo como mi marido miraba sin parar el reloj, decidí no saber a qué hora salen mis vuelos. No puedo manejar el estrés. Es como los penales en el Mundial, tengo mini ataques cardiacos. Los horarios aeroportuarios los maneja Alejo porque y yo me encargo del microcosmos de los preparativos. Siempre vamos justos, siempre corremos, siempre estoy al borde de un ataque de nervios y siempre llegamos y tomamos el avión como si nada.Hasta hoy.
Esta mañana todo anduvo bien, solo que un poquito más lento que de costumbre. Mi marido se estará preguntando ahora mismo si no habría hecho la diferencia que hubiera ido sido más veloz en la ruta Périphérique (que sorprendentemente lucía en sus carteles la leyenda "périphérique fluide", un sueño hecho realidad para los conductores parisinos).
O si hubiera instigado al conductor del párking donde dejamos el auto a que fuera más rápido. Si hubiera salteado al señor que sacaba una por una las cosas prohibidas de su valija en el control policial, si hubiera corrido más fuerte hasta la Gate. La respuesta más rápida es que sí. Porque la puerta de embarque se cerró justo cuando llegábamos. Es más, un señor ya enojado de por sí, nos afirmó que la puerta estaba cerrada y recién después se fue. Como para causar impacto. 
El colectivo partió hacia el avión con todos los afortunados pasajeros y el avión también partió. Y nosotros nos quedamos en tierra. Mi peor pesadilla aeroportuaria de todos los tiempos. 
Pero está bueno que te pasen cosas así porque entonces tenés la posibilidad de reaccionar, de sobrevivir a un evento más, de ir más allá.
Aún si en el camino tenés que pasar por el control de seguridad y migraciones de nuevo. Porque despues de que perdés un avión la vida continúa y tenés que buscar la puerta de salida (una que realmente no existe porque no hay pasajeros que ingresen y salgan por el mismo lado). Tenés que ir a los mostradores y pelear y perder y pensar y recalcular todo. 
En el fondo es una lección de vida, no? Algo se fue. Dejar ir. Perdonar. Hacer otro plan. Seguir adelante.
Sueno dramatica, pero me lo puedo permitir porque ahora lo peor ya pasó. Ya tenemos otros pasajes y de toda la aventura solo quedó una larga espera en el aeropuerto, una herida en nuestra cuenta bancaria y una lección importante para mi marido que siempre consideró que llegar pronto a los aeropuertos era perder el tiempo. El tiempo se pierde igual...solo que en otro lado. Y a veces el tiempo perdido es como una ola que se lleva consigo la ilusión por el viaje...pero no podemos permitir que eso suceda. Acá estamos.
Y no importa si por unos breves minutos nos desalojaron de la planta donde estábamos y cerraron el aeropuerto porque los militares iban a detonar un paquete sospechoso. Por suerte huimos despavoridos (mi entrenamiento cinematográfico con "No escape" y "World War Z" tienen que haber servido de algo) y escuchamos la detonación desde lejos. Loco, no? Pues parece que sucede bastante seguido.No importa nada. 
Aviones, vuelos, aerolíneas...no les tenemos miedo. Un día descansaré desde mi cómodo sillón en un geriátrico y les diré a todos que no piso nunca más un aeropuerto. Y cuando llegue ese día, ruegen estar cerca mío porque no me moveré más. Me sentaré a recordar y si ya no me acuerdo, a releer mis propias aventuras como si hubieran sucedido en una vida paralela. Un día.
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Published on August 15, 2017 14:13

June 20, 2017

Camping en el Bosque Negro


Hay un negocio que te hace creer que cualquiera puede irse de camping. Se llama Decathlon y, curiosamente, es francés. Ahí empezó nuestro viaje porque de campistas solo teníamos la carpa que habíamos usado una vez en la vida para su propósito inicial y después nos habíamos dedicado a pasearla por el mundo con la vaga ilusión de mi marido de ir de camping algún día. Hasta ahora había dejado en paz su ilusión porque no me costaba nada; porque para él, el mero hecho de tener la carpa ya le daba una confianza ancestral en sus dotes de hombre en la naturaleza y, sobre todo, porque mientras tanto seguíamos vacacionando en lugares con camas, puertas y muebles.
Pero después llegó Matías. Y detrás del dicho "una por sus hijos hace cualquier cosa" hay otra verdad que es aún más importante y va unida: "y lo disfruta a través de sus ojos". ¿Quién no disfruta de ver a su hijo feliz aunque para llegar hasta ese momento haya tenido que luchar contra viento y marea (posiblemente sin bañarse y alimentándose a base de sopas instantáneas)?
Así que, con Matías modificando los estándares de las vacaciones, el camping volvió a ser una posibilidad real. "Siempre fue una posibilidad real!" protestará Alejo y yo le contestaré que "sí, mi cielo". Pero todos sabemos la verdad.
Quizás recuerden de crónicas pasadas (Se trata de no extrañar la Bristol) que la carpa la compramos 15 minutos antes de irnos de camping la vez anterior. Porque a nosotros el campismo nos sobreviene como un tsunami empujado por la imposibilidad de encontrar hotel un día antes de un fin de semana largo. No es algo que planeemos con tiempo.
Esta vez, con la carpa ya comprada y trasladada de España a Turquía y ahora a Francia esperando pacientemente que llegara su día bajo el sol, solo nos quedaba por comprar todo lo demás. Por suerte existe Decathlon, que se lo hace a uno tan fácil que uno hasta sale entusiasmado. Y no, no tengo acciones ni me pagan un porcentaje de sus ganancias (aunque les dejo caer la idea, ejecutivos de Decathlon que puedan estar leyendo esto).
Y en este estado de cosas les escribo estas palabras. Desde algún lugar entre Francia y Alemania, con un Alejo cantando Calamaro y señalándome cosas de la ruta, y un Matías felizmente dormido.
Porque para mí como mamá-escritora también ha sido "adaptarse o morir" pero menos dramático. Más del estilo "escribir en el teléfono en los ratos libres o chusmear las redes sociales". Iban ganando las redes sociales, debo admitir, pero hoy era un día patrio en Argentina, y de tanto leer sobre los héroes de la Revolución de Mayo, me dieron ganas de contribuir aunque sea un poco con la humanidad. Algunos luchan por la independencia y otros salvan vidas. Yo lucho por salvar a mis lectores del aburrimiento.
***
La ruta planeada por mi marido fue la, incorrectamente llamada, Selva Negra (que solo se llama “selva” en castellano, en todos los demás idiomas es “bosque”, lo cual se ajusta mucho mejor a su realidad forestal). Su aislamiento geográfico la hizo famosa en el siglo XVII por la ingeniería de precisión y la fabricación de relojes cu-cú. De hecho, allí se creó la primera escuela de Fabricación de Relojes en 1850.
El camino por la Selva Negra comienza en el nacimiento del río Rin y termina en Araichgau. Pero nosotros hicimos lo que quisimos y fuimos primero a la elegantísima ciudad de Baden Baden, lugar de retiro de la burguesía en el siglo XIX. El paseo Lichtentaler Allee, que es un hermoso jardín junto al canal del río Oos, y las aguas termales (frecuentadas por el emperador romano Caracalla) son quizás, lo más famoso de la ciudad. El hotel spa con las aguas termales quedará para la próxima porque no nos animamos a soltar ahí a nuestro niño que enloquece con el agua como los Gremlins.

(Inciso aparte: como se me da por nombrar estos elementos de la antigüedad, como los Gremlins, suelo meterme en internet para verificar, aunque sea si lo estoy escribiendo bien. Primero había puesto “Critters” y entonces di con una página muy friki que debatía largamente sobre la diferencia entre los Gremlins y los Critters, y recapacité y me di cuenta de que, en realidad, yo me quería referir a los Gremlins. Estas cosas son las que hacen enorme a la era del internet.)
El canal, por cuyos alrededores paseamos casi toda la mañana porque es el lugar más hermoso de la ciudad, es ancho pero tiene muy poquita agua, y va bajando en escalones. A un lado están las antiguas casas residenciales devenidas en exclusivos hoteles, cuyos huéspedes se paseaban en batas blancas por el parque. (Nada que envidiarles porque, aunque teníamos la carpita más pequeña de todo Alemania que levantaba unos 38 grados cuando le daba el sol a las 6 de la mañana, nuestro camping alemán, junto al lago, era fantástico). Al otro lado del canal, está el jardín inglés con más de 300 tipos de árboles. Uniendo estos dos mundos por encima, se suceden decenas de puentecitos, uno más pintoresco que el siguiente. Es un lugar de ensueño, con el bosque negro subiendo por las colinas a lo lejos.
Nuestro recorrido nos llevó luego a Freudenstadt (una ciudad visitada internacionalmente por su aire puro), a Triberg (donde vimos las cataratas más altas de Alemania) y a Freiburg (con su famosa catedral), ciudades bonitas pero olvidables. La ciudad que sí quedó grabada en mi mente y me sorprendió con su belleza fue Colmar, en Francia, y el último punto de nuestro viaje antes de volver a casa.
En realidad, después se convirtió en el anteúltimo porque un grupo de señoras que no paraban de reírse y tomaron con nosotros un paseo en bote en Colmar, nos recomendaron pasar por Eguisheim. Es el pueblo donde nació en 1002 el Papa León IX que, desde mi humilde punto de vista, no pudo hacer mejor contribución a la humanidad que haber nacido en allí, así se nos ocurría ir a verlo.
Colmar es quizás la ciudad más linda que conocí en Francia. Es una ciudad del siglo IX, que está en medio de los viñedos de la zona de L’Alsace y su centro histórico todavía tiene en pié construcciones que datan de la Edad Media. Es adorable, es fácil y peatonal, es muy pintoresca y dan ganas de sentarse en todas las esquinas. El estilo de sus edificios es gótico alemán y del renacimiento, algo que ya habíamos visto en lugares como Rouen y Honfleur, pero aquí parece haberse concentrado todo y lo más bonito de la expresión arquitectónica. Las fachadas, que los dueños deben mantener impecables y pintar de colores que no se repitan con sus vecinos, son una atracción en sí misma. El canal, las iglesias, el mercado… todo es precioso e invita a pasear y pasear sin rumbo. Pero lo más destacable (y lo menciono porque es mérito de la ciudad moderna) es la iluminación de noche: cada edificio, cada fachada, tiene un set de luces apostado en algún lado para embellecerlo e iluminarlo. La ciudad se llena de colores de día y de noche. Es, tal vez, lo que la hace más memorable y lo que más me sorprendió.


En medio de un sitio tan estupendo, el hecho de que los restaurantes sirvan especialidades locales alsacianas como codillo de cerdo o chucrut con variedad de carnes, es un bonus. Al flammkuchen no le guardo ningún rencor, pero es el primo flaco y desabrido de la pizza y no sé por qué alguien inventaría eso, un híbrido entre una tarta y una pizza que no satisface ni a los dietéticos ni a los gordos de corazón. Pero el codillo y el chucrut, van perfectamente con el espíritu de la ciudad: satisfacción turística total. Lleno de atractivo.
Fíjense si me gustó la ciudad que ni estoy mencionando nuestro alojamiento. Que distaba mucho de la belleza de Colmar y era un camping francés cuyos pastos estaban tan altos que Matías parecía un velociraptor de esos que corren en Jurassik Park. Pero sin correr, se quedaba estático llorando donde lo pusiéramos. La carpita flotaba como en una nube de pasto y, aunque elevé una plegaria de agradecimiento porque no hubiera mosquitos, apagué mi neurona sensitiva a los bichos que sí habría mientras caminaba por los pastos a medianoche, volviendo del baño, con Matías a upa.
Lo que hace una por un hijo, por un marido, por un fin de semana largo… Y aún así, todo valió la pena. Hasta para mi incansable cinismo turístico todavía quedan lugares hermosos por descubrir, aunque tengan los nombres mal puestos.

(Pd: para leer más sobre la Selva Negra, vuelvan conmigo a Neuschwanstein: el loco sueño de un rey)

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Published on June 20, 2017 14:59

June 9, 2017

El misterio de Stonehenge resuelto


Stonehenge estaba en mi lista de lugares alucinantes para conocer. Junto con las Pirámides y La Isla de Pascua. No tenía incluido a Machu Picchu porque creo que la cercanía a Argentina le restaba emoción (vean como razonaba mi mente joven). Aunque me había olvidado de Stonehenge, como quien se olvida de cuáles golosinas le gustaban cuando era chico (las mielcitas y los flin pafs, por si se lo preguntan). Pero Alejo, adelantándose a mis sueños como siempre, me lo recordó con la practicidad que lo caracteriza. Dijo "podríamos ir a Stonehenge…” y de pronto (¡oh sorpresa!) ya estábamos en camino a ver a mis rocosos amigos.

Trato de pensar como decirles que Stonehenge es una porquería sin que suene como acaba de sonar. Pero no se me ocurre.
Empecemos por el principio: Stonehenge se te aparece a un costado de la ruta. Ya eso arruina el momento sorpresa de Disney que tanto nos gusta a los turistas. Una maravilla arqueológica que empieza siendo chiquita a la distancia y se agranda a media que avanzás por la autopista, pierde misterio o, al menos, no lo gana.
El centro de recepción por el que se accede y donde se compran las costosas entradas es un moderno edificio con una especie de museo expositivo que muestra diferentes piezas arqueológicas y trata de explicar algunas de las teorías sobre qué es y por qué se construyó. Pero, sobre todo, intenta justificar la costosa entrada porque realmente no se entiende a donde va a parar tanto dinero (tal vez al otro edificio que están construyendo como expansión del primero, o quizás los ingleses compensan así el hecho de que Museo Británico sea gratis).
Pero el misterio que rodea a Stonehenge sobrevive aún después de pagar la entrada. Algo tan llamativo, que lleva ahí tantos siglos y sobre el que todavía no se tiene ninguna explicación es, al menos, novedoso. Y también muy inquietante, porque no estamos acostumbrados a no saber qué es lo que estamos viendo. Como Stonehenge fue construido por una civilización que no dejó documentación escrita, se ignora su finalidad, pero se cree que pudo haber sido un templo religioso, un monumento funerario o un observatorio astronómico. Sí se sabe a ciencia cierta que hubo 300 enterramientos humanos del 3030 al 2340 a.C., lo cual indica que, o bien murieron muy pocas personas, o era un cementerio “especial”). Las teorías más modernas parecen indicar que se trataba de un lugar de sanación, muchos de los cuerpos ahí enterrado sufrían deformidades y venían de lugares tan distantes como el Mediterráneo.


Me hizo acordar a un Machu Picchu menos rústico pero mucho más pobre, sobre todo en creatividad, dado que aquí nadie invento nada ni nos entretuvo con leyendas de dudosa procedencia (aún cuando las hay, a montones, tanto que durante muchos años, el monumento estuvo cerrado al público los días de solsticio y las festividades druidas o de religiones antiguas). Este ambiente de inconsistencia científica y falta de fantasía me decepcionó y además me aburrió.
Desde el centro de acogida se toman unos autobuses para ir hasta el sitio arqueológico, cuyo centro son los bloques verticales de roca (de 25 toneladas cada uno) que se encuentran distribuidos en 4 circunferencias concéntricas. Una vez allí se puede caminar solo por los caminos que rodean a Stonehenge. En eso no digo nada. Me parecería una aberración ver turistas subidos a las piedras para sacarse una foto. Cómo hice yo misma en el Coliseo de Roma.
El conjunto arquitectónico megalítico es grande (las rocas miden más de 4 metros), pero no tanto como para ser impresionante. Sus aspectos más relevantes son el misterio que rodea a su creación y el hecho de que las piedras, increíblemente pesadas, se trajeron desde lugares muy lejanos por gente prehistórica que no conocía los sistemas de poleas ni la rueda.
Todo el complejo está formado por mucho más que los famosos bloques de piedra. Hay un foso circular de 104 metros que rodea las rocas, hay 56 fosas llamadas “agujeros de Aubrey”, un camino de 3 km de largo, y las piedras  “del sacrificio” y “talón”. Pero todo esto (excepto la “piedra solar”) se ve a la lejanía y es apenas distinguible al ojo humano, solo son montículos que sobresalen del terreno o grandes depresiones en la tierra. No forma parte de la visita normal y requiere que te vayas por la banquina de Stonehenge.
Mi conclusión es que, a pesar de que el icónico monumento megalítico cumple la “proporción áurea” y forma parte de esos grandes misterios del mundo que tanto me apasionan, no cumple una proporción fundamental: la proporción turística, que es algo así como dificultad para llegar + coste de la entrada, dividido prestaciones y entretenimiento general de la atracción. Y además hay muchísimo viento. Pero, a no amargarse, porque existe un pequeño camino rural (que divide dos campos privados) por el que se llega a unos poquitos metros de Stonehenge, lo suficiente como para sacar fotos excelentes y cumplir con la visita de manera gratuita. Y si aún así no les compensa el esfuerzo, siempre pueden leerme a mí, que me sacrifico por el bien de la humanidad. De nada.
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Published on June 09, 2017 16:08

June 6, 2017

Oxford: la cr��nica imposible


Hay lugares en el mundo que me provocan una disociaci��n psico-geogr��fica; algo as�� como frustraci��n por no haber tenido una vida paralela en otro lado, con otras reglas, en otro mundo. Nunca logro despegarme de la m��a lo suficiente, me gusta demasiado como para que la disociaci��n psico-geogr��fica se convierta en una realidad. Y para muchas cosas, convengamos, que se pas�� el tiempo��� Eso no me impide so��ar. Y si ���hay muchos libros en el mundo y muchos mundos en un libro���, en mi mente hay muchos libros llenos de mundos.


En uno de ellos, nac�� en alg��n lugar como Oxford, donde las bibliotecas tienen visitas guiadas y los profesores usan toga para tomar examen. ��Por qu��? Porque s��. Porque las tradiciones a veces se sostienen en s�� mismas, sin necesitar razones. Y porque hay gente como yo que se abrazar��a a la pata de un bibliotecario con tal de pasar ah�� adentro un ratito m��s.


Pero yo me hab��a olvidado este sue��o. Lo ten��a tapado por otros mucho m��s modernos y fue por eso que Oxford me sorprendi��. Algo dentro de m�� me susurr�� al o��do ���Este lugar������ como le pas�� a Harry Potter con la C��mara Filosofal y de pronto me acord�� de uno de mis destinos paralelos.


Oxford es una ciudad de otra ��poca, de colleges, de bibliotecas legendarias, de togas y birretes. Es m��s amplia y m��s grande de lo que me imaginaba, aunque su centro es peatonal y bastante peque��o.


Hay tres cosas para hacer en Oxford adem��s de pasear y so��ar: subir a un mirador, entrar a la Universidad y buscar lugares que recuerdan a las pel��culas Harry Potter. No veo por qu�� no puede ser el cine el encargado de motivarnos tur��sticamente. Y Oxford trae la saga del Ni��o-Que-Vivi�� a la mente de cualquier fan.


De las cosas que no me gustar��a llamar obligatorias pero s�� importantes para ver en la ciudad, la que m��s me gust�� fue la visita a la Bodleian Library. Alejo y Mat��as se sacrificaron por m�� (m��s el padre que el hijo), porque a la biblioteca no pod��an entrar menores de 11 a��os y yo fui la elegida para representar a la familia en esta visita guiada de media hora por uno de los lugares m��s alucinantes de Oxford.


Imag��nense las estanter��as desde el suelo al techo, todo de madera, libros cuyos lomos descoloridos hablan de los cientos de a��os que llevan ah��; ventanales gigantes de la ��poca en que se necesitaba luz de d��a para leer porque las velas estuvieron siempre prohibidas. Las historias de los libros encadenados a los estantes, de los ejemplares ��nicos, de las colecciones quemadas cuando en Inglaterra comenz�� el protestantismo, todas me parecieron fant��sticas. La m��s fant��stica de todas quiz��s sea que la biblioteca puede que tenga uno de mis libros en alg��n almac��n perdido junto con los otros 12 millones, dado que tiene derecho a reclamar una copia de cada libro publicado en Inglaterra (y s�� que algunos ���Sancochados en Per����� se imprimieron ah��).


Sea cual sea la raz��n para hacer la visita, la Biblioteca Bodleian vale mucho la pena. Pertenece (como media ciudad) a la Universidad de Oxford que, si bien no tiene una fecha de fundaci��n espec��fica, posee registros de sus clases desde 1096. Es la segunda universidad m��s antigua del mundo en funcionamiento (despu��s de la de Bolognia, Italia) y est�� compuesta por decenas de colleges(algo as�� como facultades).


La segunda cosa para visitar en Oxford es uno de esos colleges. El m��s famoso es Christchurch, con sus bellos jardines exteriores, su impecable c��sped del patio interior que solo pueden pisar los estudiantes m��s avanzados y su famos��simo comedor donde se filmaron tantas escenas de Harry Potter. El comedor es un sue��o y es igual que en las pel��culas: oscuro, con las chimeneas encendidas y miles de cuadros hasta el techo, mesas largu��simas llenas de utensilios plateados resplandecientes y una mesa elevada presidiendo el sal��n, para los profesores. Ese mundo de fantas��a que describ��an las pel��culas existe a��n hoy en d��a, con menos varitas y patronuspero con la misma cantidad de magia.


Por ��ltimo, y para darle otra perspectiva a la ciudad, se puede subir al mirador de Santa Mar��a al que se accede entrando a la iglesia y subiendo una angosta escalera de caracol. Tan angosta que hay momentos en que no caben dos personas a la vez, de manera que encontrarte con alguien que sube cuando vas bajando se vuelve un momento muy ��ntimo. Tengo los mejores recuerdos de un matrimonio mayor espa��ol con el que al menos pudimos reinos del asunto. Arriba del todo hay un peque��o balc��n que rodea la torre y desde el cual se tiene una magn��fica vista de 360 grados de la ciudad.


Es pr��cticamente imposible tener las palabras adecuadas para describir cada lugar que uno visita. Las descripciones se vuelven mon��tonas y los adjetivos, aburridos. Y si me aburro yo, no me quiero ni imaginar mis pobres lectores. Curiosamente, los lugares que m��s me gustaron son aquellos que m��s me cuesta describir. Me regocijo en mi cinismo literario y tur��stico para escribir, pero cuando algo es verdaderamente lindo, me quedo sin palabras. Oxford me encant��. Fin de la cr��nica imposible.



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Published on June 06, 2017 13:16

Oxford: la crónica imposible


Hay lugares en el mundo que me provocan una disociación psico-geográfica; algo así como frustración por no haber tenido una vida paralela en otro lado, con otras reglas, en otro mundo. Nunca logro despegarme de la mía lo suficiente, me gusta demasiado como para que la disociación psico-geográfica se convierta en una realidad. Y para muchas cosas, convengamos, que se pasó el tiempo… Eso no me impide soñar. Y si “hay muchos libros en el mundo y muchos mundos en un libro”, en mi mente hay muchos libros llenos de mundos.
En uno de ellos, nací en algún lugar como Oxford, donde las bibliotecas tienen visitas guiadas y los profesores usan toga para tomar examen. ¿Por qué? Porque sí. Porque las tradiciones a veces se sostienen en sí mismas, sin necesitar razones. Y porque hay gente como yo que se abrazaría a la pata de un bibliotecario con tal de pasar ahí adentro un ratito más.
Pero yo me había olvidado este sueño. Lo tenía tapado por otros mucho más modernos y fue por eso que Oxford me sorprendió. Algo dentro de mí me susurró al oído “Este lugar…” como le pasó a Harry Potter con la Cámara Filosofal y de pronto me acordé de uno de mis destinos paralelos.
Oxford es una ciudad de otra época, de colleges, de bibliotecas legendarias, de togas y birretes. Es más amplia y más grande de lo que me imaginaba, aunque su centro es peatonal y bastante pequeño.
Hay tres cosas para hacer en Oxford además de pasear y soñar: subir a un mirador, entrar a la Universidad y buscar lugares que recuerdan a las películas Harry Potter. No veo por qué no puede ser el cine el encargado de motivarnos turísticamente. Y Oxford trae la saga del Niño-Que-Vivió a la mente de cualquier fan.
De las cosas que no me gustaría llamar obligatorias pero sí importantes para ver en la ciudad, la que más me gustó fue la visita a la Bodleian Library. Alejo y Matías se sacrificaron por mí (más el padre que el hijo), porque a la biblioteca no podían entrar menores de 11 años y yo fui la elegida para representar a la familia en esta visita guiada de media hora por uno de los lugares más alucinantes de Oxford.
Imagínense las estanterías desde el suelo al techo, todo de madera, libros cuyos lomos descoloridos hablan de los cientos de años que llevan ahí; ventanales gigantes de la época en que se necesitaba luz de día para leer porque las velas estuvieron siempre prohibidas. Las historias de los libros encadenados a los estantes, de los ejemplares únicos, de las colecciones quemadas cuando en Inglaterra comenzó el protestantismo, todas me parecieron fantásticas. La más fantástica de todas quizás sea que la biblioteca puede que tenga uno de mis libros en algún almacén perdido junto con los otros 12 millones, dado que tiene derecho a reclamar una copia de cada libro publicado en Inglaterra (y sé que algunos “Sancochados en Perú” se imprimieron ahí).
Sea cual sea la razón para hacer la visita, la Biblioteca Bodleian vale mucho la pena. Pertenece (como media ciudad) a la Universidad de Oxford que, si bien no tiene una fecha de fundación específica, posee registros de sus clases desde 1096. Es la segunda universidad más antigua del mundo en funcionamiento (después de la de Bolognia, Italia) y está compuesta por decenas de colleges(algo así como facultades).
La segunda cosa para visitar en Oxford es uno de esos colleges. El más famoso es Christchurch, con sus bellos jardines exteriores, su impecable césped del patio interior que solo pueden pisar los estudiantes más avanzados y su famosísimo comedor donde se filmaron tantas escenas de Harry Potter. El comedor es un sueño y es igual que en las películas: oscuro, con las chimeneas encendidas y miles de cuadros hasta el techo, mesas larguísimas llenas de utensilios plateados resplandecientes y una mesa elevada presidiendo el salón, para los profesores. Ese mundo de fantasía que describían las películas existe aún hoy en día, con menos varitas y patronuspero con la misma cantidad de magia.
Por último, y para darle otra perspectiva a la ciudad, se puede subir al mirador de Santa María al que se accede entrando a la iglesia y subiendo una angosta escalera de caracol. Tan angosta que hay momentos en que no caben dos personas a la vez, de manera que encontrarte con alguien que sube cuando vas bajando se vuelve un momento muy íntimo. Tengo los mejores recuerdos de un matrimonio mayor español con el que al menos pudimos reinos del asunto. Arriba del todo hay un pequeño balcón que rodea la torre y desde el cual se tiene una magnífica vista de 360 grados de la ciudad.
Es prácticamente imposible tener las palabras adecuadas para describir cada lugar que uno visita. Las descripciones se vuelven monótonas y los adjetivos, aburridos. Y si me aburro yo, no me quiero ni imaginar mis pobres lectores. Curiosamente, los lugares que más me gustaron son aquellos que más me cuesta describir. Me regocijo en mi cinismo literario y turístico para escribir, pero cuando algo es verdaderamente lindo, me quedo sin palabras. Oxford me encantó. Fin de la crónica imposible.


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Published on June 06, 2017 13:16

March 27, 2017

Diez cosas que probablemente no sab��as, o s�� sab��as pero igual te gustar��a leer sobre el Desembarco en Normand��a



La conexi��n geogr��fica entre el Monte Saint Michel y las playas de Normand��a, con toda su historia, no me pareci�� suficiente como para apretujar todo en una gran cr��nica. Quiz��s no fue una reflexi��n tan sensata y solo fue por la ansiedad de publicar, pero la cuesti��n es que la visita a Omaha Beach se gan�� una cr��nica aparte. Una corta, espero, porque solo estuvimos unas cuantas horas.


Empezar por el principio esta vez ser��a muy complicado. Habr��a que involucrar gobernantes con diferentes niveles de locura, ambiciosos planes de conquista, prejuicios raciales hist��ricos, un se��or al que rechazaron en la escuela de Bellas Artes, alianzas maquiav��licas y desastres nucleares. Los que conocen la historia se situar��n r��pidamente en tiempo y espacio, y los que no la conozcan pueden hacer como si fuera una pel��cula que empieza ac��. Lo cierto es que hay 5 playas en la costa de Normand��a que pasaron a la historia por ser el escenario de una batalla que nos cambi�� el destino a todos para siempre. All�� comenz�� el fin de la Segunda Guerra Mundial y la liberaci��n de Europa de manos nuestro malvado m��s famoso: Hitler.


Hay millones de cosas para contar de un acontecimiento como ��ste, sobre todo para aquellas personas aburridas de coraz��n (como yo) que disfrutan leyendo art��culos sobre la Segunda Guerra Mundial en vez de��� no s��, no tengo idea qu�� hace la gente divertida. Pero como estoy enfocada en que esta cr��nica no se haga eterna y los divertidos de coraz��n tambi��n la lean, encontr�� 10 mini historias que me parecieron dignas de compartir. All�� van, en el formato de Top 10 que tanto nos gusta.


Diez cosas que probablemente no sab��as, o s�� sab��as pero igual te gustar��a leer sobre el Desembarco en Normand��a:


1- Las pr��cticas para el desembarco tomaron casi 1 a��o y se llevaron a cabo en Inglaterra, Escocia e Irlanda del Norte. Un mes antes del D��a D el ejercito fue aislado y se prohibi�� el contacto con el exterior para evitar que se filtraran datos. A la mayor��a de los soldados no se les comunic�� el destino real sino hasta que estuvieron cruzando el Canal de la Mancha. El secreto en que se mantuvo esta operaci��n fue una de las razones de su ��xito.


2- Durante los meses anteriores al desembarco se llev�� a cabo una gigantesca maniobra de distracci��n militar. En ella se destac�� el espa��ol Joan Pujol, un esp��a doble (originariamente nazi y luego captado por el MI5, el servicio de inteligencia brit��nico) que se ocup�� de convencer a Hitler de que el ataque aliado iba a suceder en otro lugar. Tambi��n hubo batallones enteros apostados en otros lugares para contribuir a la credibilidad de esta maniobra.


3- Los Aliados hab��an planeado el desembarco el d��a 5 de junio, pero se esperaba una tormenta terrible y se pas�� al 6. Las condiciones meteorol��gicas favorables, las mareas y el hecho de que hubiera luna llena eran factores determinantes para el ��xito de la operaci��n Overlord. Si hubieran decidido esperar, habr��an pasado unas cuantas semanas m��s hasta que se reunieran las mismas condiciones favorables.


4- Se eligieron 5 playas de Normand��a para esta operaci��n que recibieron los nombres en c��digo de Utah, Omaha, Sword, Gold y Juno, y fueron asignadas a los ej��rcitos americano, brit��nico y canadiense. Cada uno era responsable de ganar sus playas. Aunque la operaci��n fue exitosa, los aliados fallaron en llegar a los objetivos que se hab��an propuesto para el primer d��a y las 5 tropas reci��n se volvieron a conectar el d��a 12.


5- Hitler estaba durmiendo durante las primeras horas del desembarco y el combate. De hecho, la operaci��n de ofensiva nazi se retras�� porque nadie se animaba a despertarlo para pedir instrucciones. A los oficiales que llegaron con la noticia del ataque se les respondi�� ���Hitler est�� durmiendo, no jod��is���. Quiz��s no, me tomo una licencia creativa.


6- Los n��meros: El 6 de junio de 1944 cruzaron el Canal de la Mancha desde Inglaterra a Francia 1.200 aviones, 5.000 barcos, 132.000 soldados aliados llegaron por tierra y 24.000 por aire. Hubo m��s de 5.000 muertos de ambos bandos ese d��a. Desde el D��a D hasta el 21 de agosto los aliados desembarcaron m��s de 2 millones de soldados en territorio franc��s.


7- El escritor estadounidense J.D. Salinger aterriz�� en Omaha llevando en su mochila 6 cap��tulos de su inacabada novela ���El guardi��n entre el centeno���.


8- La Batalla de Normand��a se llam�� en clave Operaci��n Overlord y culmin�� el 30 de Agosto de 1944 cuando los alemanes se retiraron de Par��s cruzando el Sena. El ���D��a D��� es como se llam�� al d��a del desembarco y ataque.


9- El 8 de junio de 1944 (tan solo dos d��as despu��s del desembarco) comenz�� a ocuparse el que ser��a el primer cementerio americano en Europa. Tiene 70 hect��reas dadas en concesi��n perpetua por el gobierno franc��s a los Estados Unidos y sobre ��l ondea la bandera americana. Est��n enterrados 9,387 militares y es com��n encontrar ancianos que van a visitar ciertas tumbas de amigos y familiares. El monumento memorial est�� orientado hacia Estados Unidos y existe una c��psula del tiempo con reportes que se abrir�� el 6 de junio de 2044, cuando se cumplan 100 a��os del desembarco.


10- En 1988 se encontraron part��culas de metralla, vidrio y cuentas de hierro en la arena de Omaha Beach. Se estima que permanecer��n all�� por uno o dos siglos m��s.



Omaha Beach nos recibi�� con un clima poco propicio para el desembarco, llov��a torrencialmente cuando llegamos. As�� que solo pudimos ver la gigantesca playa, el curioso monumento que parece de velas al viento; y visitar brevemente el cementerio americano y su peque��o museo con testimonios y objetos de la batalla de Normand��a que son realmente interesantes. Me impresion�� averiguar que hay tres Morrows enterrados en este cementerio, pero ni intent�� buscarlos en ese mar de cruces blancas id��nticas. Despu��s de todo, da lo mismo a qui��n busque, la idea de estos lugares es rendir homenaje por igual a cada uno, sin importar su rango ni su origen. Me gusta pensar que un acto de cooperaci��n internacional tan enorme y semejante valent��a nos cambi�� la vida a todos para siempre. Sobre todo a los malos, que alguna vez pierden.


*(Las fotos en blanco y negro pertenecen a la biblioteca de Wikipedia. Las m��as no salieron tan n��tidas, consideren que era muy peque��a en 1944)
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Published on March 27, 2017 15:52

Diez cosas que probablemente no sabías, o sí sabías pero igual te gustaría leer sobre el Desembarco en Normandía



La conexión geográfica entre el Monte Saint Michel y las playas de Normandía, con toda su historia, no me pareció suficiente como para apretujar todo en una gran crónica. Quizás no fue una reflexión tan sensata y solo fue por la ansiedad de publicar, pero la cuestión es que la visita a Omaha Beach se ganó una crónica aparte. Una corta, espero, porque solo estuvimos unas cuantas horas.
Empezar por el principio esta vez sería muy complicado. Habría que involucrar gobernantes con diferentes niveles de locura, ambiciosos planes de conquista, prejuicios raciales históricos, un señor al que rechazaron en la escuela de Bellas Artes, alianzas maquiavélicas y desastres nucleares. Los que conocen la historia se situarán rápidamente en tiempo y espacio, y los que no la conozcan pueden hacer como si fuera una película que empieza acá. Lo cierto es que hay 5 playas en la costa de Normandía que pasaron a la historia por ser el escenario de una batalla que nos cambió el destino a todos para siempre. Allí comenzó el fin de la Segunda Guerra Mundial y la liberación de Europa de manos nuestro malvado más famoso: Hitler.
Hay millones de cosas para contar de un acontecimiento como éste, sobre todo para aquellas personas aburridas de corazón (como yo) que disfrutan leyendo artículos sobre la Segunda Guerra Mundial en vez de… no sé, no tengo idea qué hace la gente divertida. Pero como estoy enfocada en que esta crónica no se haga eterna y los divertidos de corazón también la lean, encontré 10 mini historias que me parecieron dignas de compartir. Allá van, en el formato de Top 10 que tanto nos gusta.
Diez cosas que probablemente no sabías, o sí sabías pero igual te gustaría leer sobre el Desembarco en Normandía:
1- Las prácticas para el desembarco tomaron casi 1 año y se llevaron a cabo en Inglaterra, Escocia e Irlanda del Norte. Un mes antes del Día D el ejercito fue aislado y se prohibió el contacto con el exterior para evitar que se filtraran datos. A la mayoría de los soldados no se les comunicó el destino real sino hasta que estuvieron cruzando el Canal de la Mancha. El secreto en que se mantuvo esta operación fue una de las razones de su éxito.
2- Durante los meses anteriores al desembarco se llevó a cabo una gigantesca maniobra de distracción militar. En ella se destacó el español Joan Pujol, un espía doble (originariamente nazi y luego captado por el MI5, el servicio de inteligencia británico) que se ocupó de convencer a Hitler de que el ataque aliado iba a suceder en otro lugar. También hubo batallones enteros apostados en otros lugares para contribuir a la credibilidad de esta maniobra.
3- Los Aliados habían planeado el desembarco el día 5 de junio, pero se esperaba una tormenta terrible y se pasó al 6. Las condiciones meteorológicas favorables, las mareas y el hecho de que hubiera luna llena eran factores determinantes para el éxito de la operación Overlord. Si hubieran decidido esperar, habrían pasado unas cuantas semanas más hasta que se reunieran las mismas condiciones favorables.
4- Se eligieron 5 playas de Normandía para esta operación que recibieron los nombres en código de Utah, Omaha, Sword, Gold y Juno, y fueron asignadas a los ejércitos americano, británico y canadiense. Cada uno era responsable de ganar sus playas. Aunque la operación fue exitosa, los aliados fallaron en llegar a los objetivos que se habían propuesto para el primer día y las 5 tropas recién se volvieron a conectar el día 12.
5- Hitler estaba durmiendo durante las primeras horas del desembarco y el combate. De hecho, la operación de ofensiva nazi se retrasó porque nadie se animaba a despertarlo para pedir instrucciones. A los oficiales que llegaron con la noticia del ataque se les respondió “Hitler está durmiendo, no jodáis”. Quizás no, me tomo una licencia creativa.
6- Los números: El 6 de junio de 1944 cruzaron el Canal de la Mancha desde Inglaterra a Francia 1.200 aviones, 5.000 barcos, 132.000 soldados aliados llegaron por tierra y 24.000 por aire. Hubo más de 5.000 muertos de ambos bandos ese día. Desde el Día D hasta el 21 de agosto los aliados desembarcaron más de 2 millones de soldados en territorio francés.
7- El escritor estadounidense J.D. Salinger aterrizó en Omaha llevando en su mochila 6 capítulos de su inacabada novela “El guardián entre el centeno”.
8- La Batalla de Normandía se llamó en clave Operación Overlord y culminó el 30 de Agosto de 1944 cuando los alemanes se retiraron de París cruzando el Sena. El “Día D” es como se llamó al día del desembarco y ataque.
9- El 8 de junio de 1944 (tan solo dos días después del desembarco) comenzó a ocuparse el que sería el primer cementerio americano en Europa. Tiene 70 hectáreas dadas en concesión perpetua por el gobierno francés a los Estados Unidos y sobre él ondea la bandera americana. Están enterrados 9,387 militares y es común encontrar ancianos que van a visitar ciertas tumbas de amigos y familiares. El monumento memorial está orientado hacia Estados Unidos y existe una cápsula del tiempo con reportes que se abrirá el 6 de junio de 2044, cuando se cumplan 100 años del desembarco.
10- En 1988 se encontraron partículas de metralla, vidrio y cuentas de hierro en la arena de Omaha Beach. Se estima que permanecerán allí por uno o dos siglos más.

Omaha Beach nos recibió con un clima poco propicio para el desembarco, llovía torrencialmente cuando llegamos. Así que solo pudimos ver la gigantesca playa, el curioso monumento que parece de velas al viento; y visitar brevemente el cementerio americano y su pequeño museo con testimonios y objetos de la batalla de Normandía que son realmente interesantes. Me impresionó averiguar que hay tres Morrows enterrados en este cementerio, pero ni intenté buscarlos en ese mar de cruces blancas idénticas. Después de todo, da lo mismo a quién busque, la idea de estos lugares es rendir homenaje por igual a cada uno, sin importar su rango ni su origen. Me gusta pensar que un acto de cooperación internacional tan enorme y semejante valentía nos cambió la vida a todos para siempre. Sobre todo a los malos, que alguna vez pierden.
*(Las fotos en blanco y negro pertenecen a la biblioteca de Wikipedia. Las mías no salieron tan nítidas, consideren que era muy pequeña en 1944)

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Published on March 27, 2017 15:52

March 21, 2017

Mont Saint Michel: el lugar de las fotos.

El Mont Saint Michel era una de esas historias de viajes que se contaban una y otra vez en la sobremesa de mi familia política. Parecía un lugar inalcanzable para la viajera inexperta e inculta que representaba en ese momento. Y yo siempre odié las recomendaciones que empiezan con “Tenés que ir a…” y también las preguntas del estilo de “No fuiste a…?!” con cara de te-perdiste-lo-mejor-y-sos-un-idiota. Es más, a lo largo de estos años descubrí que la mejor respuesta a esa pregunta (inequívocamente mala onda) es “No, no fui porque no tenía ganas”. A eso no hay con qué darle… y además podés rellenar los espacios con el lugar que quieras, así como también con puteadas varias. Ejemplo: “No, no fui al #[&¿! Coliseo porque no se me cantó el ¡$!#”.
Esa combinación hizo que hasta ahora el Monte Saint Michel me importara bastante poco. Aparte, por alguna razón desconocida, pensaba que era un castillo construido en medio de una gran salina. Va a ser que no. No es ni castillo, ni salina. ¿Cómo puede uno ir por la vida así de ignorante? Cualquier día me estampo contra la Gran Barrera de Coral y pregunto dónde queda el salar de Uyuni.
Así que empecemos de nuevo porque ahora tengo que parecer una viajera experta y culta: Érase una vez el Monte Saint Michel, que quedaba en Francia, más específicamente en Normandía, y era un parte de un pueblo construido en un peñón rocoso que se alzaba sobre el estuario del río Cuesnon. Dos veces al día la marea subía varios metros (hasta 14, 5 mts) convirtiéndolo en una pequeña isla solitaria.
Cuenta la leyenda que el monte solía estar rodeado del bosque de Scissy, habitado por grupos celtas que llamaron al promontorio "Tumba de Belenus"; pero la marea del año 709 fue especialmente violenta y engulló el bosque. Desde ese momento, el peñón solo fue accesible por mar durante la marea alta y por tierra durante la marea baja por cientos de años. Hoy en día hay un puente elevado eco-friendlyque respeta las idas y venidas del agua, la flora, la fauna y a los turistas también. 
Llegamos a Saint Michel como llegamos a todos lados últimamente: auto + sillita para niños. A causa a la revolución ecológica que hubo en esta zona hace unos años, solo se puede llegar por tu cuenta (por decirlo de alguna manera) hasta los enormes parkings que hay fuera del pueblo propiamente dicho de Saint Michel, a unos kilómetros del islote. Desde allí, se va al sitio turístico en los colectivos gratuitos, o caminando sobre el puente elevado (40 minutos de felicidad si el tiempo lo permite). Colectivo para nosotros porque nuestro niño no es eco-friendlyy ama las ruedas.

Ya una vez al pie del monte, el conjunto de edificios con sus 92 metros de altura se alza imponente como una isla rocosa que hubiera emergido del mar en la Edad Media. Aunque en realidad, las antiguas construcciones datan del siglo IV. Los primeros en construir algo fueron los cristianos, que edificaron un oratorio y los ermitaños llegaron a velar por el lugar. Del siglo VIII al IX se construyó la abadía actual y se instalaron allí los monjes benedictinos. Los guerreros bretones lo incendiaron todo en el año 1204 y hubo que edificar un nuevo monasterio llamado de la Maravilla, de estilo normando.
En 2003 sirvió de inspiración para Minas Tirith de El Señor de los Anillos (esto lo leí en la Wikipedia, ya que, como sabrán mis viejos lectores, nunca logré ver más de 15 minutos de una película). Pero les dejo el dato para los fans y para los demás también porque me parece que transmite la idea de lo singular que es este paisaje.
Se imaginen lo que se imaginen, el Monte Saint Michel impresiona, sobre todo durante la marea baja cuando parece una isla extraterrestre en medio de la nada. Lo rodea una muralla con torreones circulares y, justo por encima, empiezan los edificios de viviendas con techos azules y miles de ventanas, de estilo francés. Levantando un poco más la vista se alcanzan a ver las gigantescas paredes de la abadía y en lo más alto, el pináculo del monasterio coronado con una estatua del Arcángel Miguel (que le da el nombre a éste lugar).
A contrario de mi desinformada idea previa, el monte por dentro es como un pueblito en miniatura, con la estructura de la sociedad feudal que lo construyó: Dios en la punta (donde están la abadía y el monasterio), debajo los enormes salones, más abajo las viviendas, y fuera de los muros las casas de los pescadores y granjeros.
Cuando ciertos grupos esotéricos dedicados a la alquimia ocuparon el lugar, la casa real francesa abandonó el monte. En 1791 los últimos monjes benedictinos dejaron la abadía a causa de la Revolución Francesa y todo se convirtió en una prisión hasta 1863. Durante el siglo XIX escritores y pintores románticos comenzaron a llegar al lugar (por ejemplo, Guy de Maupassant) atraídos por su exotismo; y a partir de ahí, se convirtió en un destino turístico a nivel internacional que recibe 3.2 millones de visitantes al año. 
En la actualidad hay hoteles, restaurantes y tiendas de suvenires. Tiene 97 hectáreas repartidas de la manera más intrincada posible y las callecitas se cortan y vuelven sobre sí mismas a veces. La entrada al pueblo es libre aunque, además de pasear un poco por sus callecitas y subir mil millones de escaleras de piedra, se puede entrar a la abadía y recorrer los salones que conforman el monasterio, que no es gratuito.
Desde 2009 vive allí una comunidad de monjes y monjas (es la primera vez que reparo en estas dos palabras juntas) de una fraternidad de Jerusalén que reemplazó a los benedictinos. Aunque el islote llegó a tener una población de más de mil habitantes en 1851, y hoy cuenta con unos tristes 36 incluidos monjes y monjas (ahora no puedo parar de decirlo).
Después de subir el primer millón de escaleras con el cochecito y Matías arriba como Luis XIV, decidimos abandonar su transporte real en un negocio (arriesgándonos a que nos lo roben! Es chiste, acá nadie se roba cochecitos y menos si le dejábamos a Matías adentro, aunque no lo hicimos).
El otro millón de escaleras que faltaban lo hicimos en varios tramos con Matías de la mano, Matías upa, Matías en los hombros, Matías llorando descontroladamente, descansamos sentados en un escalón durante un rato, y otra vez de la mano, upa, llorando descontroladamente. Y llegamos finalmente a lo alto de la abadía, desde donde se ve la vista más increíble del Monte Saint Michel. Por debajo nuestro, se extendía el territorio vacío, fangoso, que espera la vuelta del agua. Todo esto, que durante gran parte del día es el fondo del mar, está surcado por líneas que dejan las corrientes y el oleaje. 
Nada crece aquí porque es engullido por el mar dos veces al día, que alguna vez hasta engulle también el puente elevado por donde se accede al peñón. Es una geografía inusual y única en el mundo. Es una de esas maravillas naturales que el hombre tuvo la fortuna de mejorar con sus construcciones, tanto antiguas como modernas. Ya estuve ahí, ahora al fin puedo continuar con mi vida.

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Published on March 21, 2017 15:27

February 23, 2017

El norte argentino bien vale una boda

Alguna gente me pide consejos turísticos de la Argentina y me da vergüenza e ira admitir que no conozco tantos lugares como quisiera. Las recomendaciones desde Ushuaia hasta La Quiaca se las debo. También les debo la temporada de esquí, los glaciares y la diferencia entre Santa Teresita y Mar Azul. Humildemente puedo recomendar algún triste restaurante en Buenos Aires que, probablemente, ya haya pasado de moda o quizás cerró. Perdón. Hay muchos lugares de mi propio país que me faltan conocer. También convengamos que la Argentina es muy grande, enorme, gigante. Y generalmente las preguntas turísticas vienen de gente que si maneja 5 horas en cualquier dirección, se sale del país, o se cae al agua.
Este año me falta menos que el año pasado porque fuimos al Norte. El Norte Argentino suena un poco como el Wild West americano, ¿no?
(No empiecen con “Americanos somos todos, en todo caso se dice Norte Americano.” Porque tampoco, en Norte América también están los mexicanos. Y “Estadounidenses” tampoco vale porque: ¿a que no saben cómo se llama México en realidad? Estados Unidos Mexicanos. Así que no hinchen, todos me entienden cuando digo “americanos”. Y los que se quejan, a veces son los mismos que dicen “árabes” a los turcos o “turcos” a los egipcios, y “chinos” a los japoneses. Si nos vamos a poner así, no nos comunicamos más.)
Volamos a Salta porque teníamos un casamiento. En el pasillo del avión, Ale me estaba diciendo “En este vuelo seguro hay gente que también va a la boda…”, cuando una señora le dijo “Hola Alejo” y era la madre del novio, que lo había reconocido por una foto que Ale acababa de mandar al grupo de Whatsapp creado para el casamiento. Vaya mundo tecnológico en el que vivimos. Les doy un minuto para procesar y releer el párrafo si lo precisan.
El vuelo Buenos Aires-Salta fue muy movido, Ale palideció mientras intentaba recordar los fundamentos físicos que hacen que un avión vuele y no se caiga, mientras yo leía y Mati dormía a pata revoleada. Aterrizamos en el adorable aeropuerto de Salta y buscamos nuestras valijas mientras nos empezábamos a encontrar más gente conocida. El casamiento puede decirse que empezó en el avión. A la americana (ver referencia anterior).
Auto alquilado con sillita para bebés. Matías ya ni protesta, todo en su mundo es intercambiable (ojalá que le estemos enseñando desapego a las cosas materiales y no desapego a la realidad, el tiempo dirá).

Mientras recorríamos las calles desproporcionadamente grandes de la ciudad de Salta (donde caben hasta 4 autos en paralelo), yo miraba por la ventana en busca de aquella belleza que hizo crear el slogan: Salta, la linda. La frase la inventó un profesor del Colegio Nacional llamado José Vicente Solá y, aunque cada tantos años la provincia intenta crear un slogan nuevo, la gente sigue repitiendo “Salta, la linda” y no hay forma de hacerle entrar en la cabeza otro adjetivo para Salta. La sencillez hace a la frase y es probablemente la mejor campaña turística que se haya visto desde Nueva Zelanda (…link a crónica…..). El slogan, luego habría de saber, que se refiere a la provincia. Porque lo que es la ciudad, no la describiría como linda. Quizás confortable, práctica, amplia, con mucho movimiento. ¿Pero linda? No. Admito que “Salta, la aceptable”, era un slogan horrendo.
La ciudad de Salta fue fundada en 1582 por el español Hernando de Lerma, para comunicar el Valle Calchaquí con Lima, Perú. Y se llamó así por la tribu que habitaba esa zona en aquella época: los salta. Las peatonales llenas de gente, con faroles coloniales y miles de negocios, me trajeron recuerdos de México y del norte de Perú. Ese aire colonial, mestizo y tropical que tienen éstas ciudades es muy similar.
Paseamos por el centro, las peatonales, la catedral, la plaza. A veces es más significativo sentarse a tomar un helado que entrar a museos e iglesias. Ésta no era una de esas veces, puesto que Salta tiene un enorme valor histórico y hay ciertas cosas que valen la pena ver. El Cabildo es una. En 1813, Manuel Belgrano derrotó a los realistas españoles en la Batalla de Salta, liberando así el territorio argentino, y en el Cabildo de la ciudad se enarboló la primera bandera argentina libres del poder colonial.
Además del Cabildo, aunque estábamos limitados por un niño de un año (me gustaría revisar la palabra “limitados” y cambiarla por “redirigidos a otras actividades”), pienso que valdrá mucho la pena visitar el Museo de Arqueología de Alta Montaña (o MAAM, genial el nombre) para ver las Momias de Llulliallaco, tres niños congelados hace 500 años como ofrenda incaica al volcán.
Nosotros cambiamos museos e iglesias por un helado en la peatonal y corretear por la plaza juntando limas del suelo; pero estuvimos ahí, mirando el balcón en el que habrá flameado orgullosa la bandera argentina.
Cenamos en la calle Balcarce, el lugar donde están los restaurantes con espectáculos folklóricos y los bares de moda. También tuvimos nuestra cuota de cena-show en la Peña Boliche Balderrama, un lugar tan tradicional como turístico. Aunque aburren bastante a todo el mundo con un documental de cómo se creo la peña; la verdad es que tienen un espectáculo asombroso y unos artistas con gran talento. Matías luchó por mantenerse despierto ante el alucinante despliegue de ponchos pero se durmió entre zapateos y chacareras. Puede ser que se me haya caído una lágrima cuando salieron al escenario con la bandera argentina y me sentí turista en mi propio país.
Al día siguiente nos esperaba el camino hacia el norte y teníamos dos opciones: la autopista o la ruta por la selva. Ruta por la selva fue la decisión unánime de mi marido, porque él valora estas cosas, y yo algunas veces me arrepiento de las horas de más en el auto (sobre todo si Matías se aburre y enloquece), pero otras muchas veces está todo bien, y miramos el paisaje y llegamos a destino más o menos sin contratiempos. Por suerte, ésta fue una de esas veces.
La selva es increíble, se cerraba sobre la ruta haciendo un techo verde por el que no pasaban los rayos de sol. Lejos y muy por debajo nuestro, se veía el río. A los costados de la ruta colgaban lianas y al bajar la ventanilla entraban curiosos sonidos tropicales al auto.
La selva dio paso a otra ciudad, y en el camino cambiamos de provincia. Llegamos a Jujuy, a la capital San Salvador de Jujuy más precisamente (para mis lectores extranjeros o aquellos que no se aprendieron las capitales de las provincias en el colegio). Se la llama “La tacita de plata” pero intentaré no averiguar los orígenes del slogan así no arruino la reputación turística de otra ciudad más… Además Jujuy me gustó mucho, es pequeña, también colonial, más limpia y con la mitad de gente. Quizás se debiera a que era feriado, pero de cualquier modo, me causó una mejor impresión (tanto es así que ni me fastidió el hippie que vino a vendernos sus artesanías porque estaba juntando plata para volver a Uruguay para las fiestas, supuestamente).
La provincia de Jujuy también tiene historias para contar: en 1812 Manuel Belgrano se hace cargo del ejército que luchaba por la independencia argentina. Ante un inminente ataque español, Belgrano ordenó la evacuación de toda la zona diciendo “Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reunirnos al Ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres…”.Y, como al heroísmo hay que ayudarlo un poco, amenazó con pasar por las armas a quien no cumpliera. El 23 de Agosto, 1500 personas con todas sus posesiones, abandonaron la ciudad de San Salvador y recorrieron los 360 kilómetros que los separaban de Tucumán, arrasando todo a su paso para no ayudar a las tropas realistas. Dieron así origen al llamado “Éxodo Jujeño”.
La provincia de Jujuy se divide en tres regiones: la Puna, la Quebrada de Humahuaca y los Valles Orientales. A diferencia de lo que yo pensaba antes de llegar, la Quebrada de Humahuaca no es un punto específico, sino todo un valle de 155 kilómetros entre montañas de colores. Es un surco de origen tectónico-fluvial, recorrido por el Río Grande. Allí se encuentran los principales pueblos turísticos: Purmamarca, Tilcara y la Humahuaca.

Es difícil describir algo que uno ha visto millones de veces en fotos, para gente que probablemente lo vio antes que yo. Yo lo vi en los manuales del colegio, en las propagandas de la tele, en las agencias de turismo y hasta en un están del Fitur (Feria Internacional de Turismo) en Madrid antes de llegar en persona. No me decepcionó. La Quebrada de Humahuaca es majestuosa, enorme, tornasolada e inhóspita. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad (acá en París) en 2003, lo cual produjo una bifurcación cerebral en sus habitantes que se enfurecieron porque los precios se dispararon y a la vez se beneficiaron económicamente del flujo de turismo e inversiones. Una encrucijada que no hay persona que no nombre al menos una vez.


Nuestra primer parada fue el colorido pueblito de Purmamarca en el que, fundamentalmente, hay dos cosas: tierra y artesanías. Éstas últimas son preciosas y ¿a quién no le gusta pasear por un mercado de artesanías estando de vacaciones? Y la tierra, color rojo pálido, deja de molestar en cuanto uno alza un poco la vista y se encuentra con el increíble Cerro de los Siete Colores (en el que yo pude contar con toda la furia, cinco, y eso usando colores inventados como el cremita). Purmamarca (que en aimara significa “ciudad del desierto”) es un pueblito como tantos otros de la zona, quizás con superpoblación de puestos de artesanías y un número de hoteles boutique más elevado de lo que uno se esperaría. Pero todo se funde perfectamente con el paisaje y están pero no están, son carísimos pero son rústicos (y, sobre todo, no aceptan tarjetas de crédito). Todo está en ese equilibrio turístico raro que se crea para los jubilados europeos.
El recorrido más impresionante de Purmamarca se puede hacer en auto o a pie y es el Paseo de los Colorados, un camino que se mete entre los cerros y da la vuelta por detrás del pueblo. Los colores de las montañas y el contraste con el cielo azul son algo de otro mundo, nunca había visto una cosa así. Pareciera que los ojos te engañan, pero no, los cerros son rojos, rosas, blancos, grises y marrones, y cuando el sol cambia de posición y los cerros cambian de colores.
Tilcara fue el siguiente pueblo y además, nuestro lugar de hospedaje. Nos esperaban la prima de Alejo, cuya respuesta al mensaje que le habíamos mandado preguntándole su dirección fue “No tengo dirección jajaja”. Nos reímos (en silencio, para no despertar a Mati) y seguimos sus coordenadas unidas a puntos de referencia tales como un “Bienvenidos a Tilcara” escrito en la montaña. Un rato después, llegamos a la casita de adobe más adorable del mundo y con la mejor vista del cerro. Me encantaron sus paredes y suelos coloridos, pintados con pigmentos naturales, sus ventanas a un Tilcara que encendía poquitas luces de noche, su galería llena de plantas y flores amarillas, y el gato de la casa, al que Matías atormentó durante dos días. No podríamos haber elegido un mejor lugar para quedarnos. Y con el agregado de que tuvimos guía turística al día siguiente, que nos fue diciendo los nombres de los cerros, mostrando miradores, enseñándonos el cruce del Trópico de Capricornio y contándonos sobre mil asuntos locales que hacen tanto para entender esta tierra.

Hay indicios de presencia humana en esta región desde hace 10.000 años. Omaguacas, uquías, quechuas y tilcaras fueron algunas de las tribus indígenas que habitaron desde el 1000 al 1480. Hoy en día se los llama “pueblos originarios” para evitar la palabra “indio” que es usada de manera peyorativa, y están esparcidos por los lugares más remotos de la cordillera. Además de nuestro adorable hospedaje, una prima, restaurantes elegantes que no aceptan tarjetas de crédito y peñas folklóricas, hay una leyenda popular en Tilcara.
La llamada Maldición de Tilcara cuenta que la Selección Argentina de Fútbol visitó la ciudad antes del Mundial México 86 con la intención de aclimatarse a la altura. Los jugadores hicieron promesas a la Virgen de Punta Corral (la patrona de la ciudad) de volver si ganaban el Mundial. Aunque ganamos… no cumplieron sus promesas y hasta que no vuelvan a Tilcara, dice la leyenda, que no volveremos a ganar.
Llegamos a Humahuaca que nos recibió con su enorme Monumento a los Héroes de la Independencia. Por las escalinatas, bajamos a la plaza principal de la ciudad, con sus infaltables puestos de artesanías y su simpática iglesia blanca de adobe. Paseamos, comimos tamales y humitas (de las cosas más deliciosas que he probado), compramos artesanías… Y se hizo la hora de las despedidas y de la vuelta. Vuelta a Salta, vuelta a Buenos Aires, vuelta a París. Miren que damos vueltas para llegar a casa. Pero valen la pena los miles de kilómetros, los aviones y las despedidas, si es para recibir enormes dosis de cariño y esta vez, además, una dosis gigante de orgullo por los maravillosos rincones de nuestro país que tuvimos la suerte de descubrir en este viaje. 
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Published on February 23, 2017 01:07

February 7, 2017

D��as A y B (en Normand��a)

Hay lugares que me encantaron, en los que la pas�� genial y que realmente me gustar��a recomendar a mis lectores��� No por eso se me hace m��s f��cil escribir sobre ellos. A veces me pierdo leyendo y releyendo historias para contarles algo interesante y luego tengo tanto que contar que me agobio antes de empezar. Otras el tiempo pasa y me voy olvidando de los detalles m��s simp��ticos. Algunas veces, simplemente, me parece que no tengo nada que decir. ���Es hermoso. (foto)��� es una cr��nica bastante pobre y poco confiable. Lo malo de haber empezado a escribir hace 10 a��os, desde mi Casita Inn Puebla, es que ahora me siento presa de mis propias cr��nicas. No puedo parar. Me imagino a mi misma sentada en un silloncito en una residencia geri��trica, releyendo mis aventuras pasadas y pensando ���Pero si yo fui a San Francisco una vez������ pero como no hay cr��nica, lo olvidar�� y formar�� parte de mi demencia senil y nadie me creer��. Es lo mismo que nos est�� pasando con las fotos: si no hay foto, no fuiste, no estuviste, no la pasaste bien. As�� me pasa con las cr��nicas. Mi mente me dice ���Vas -2, te faltan Normand��a y Norte Argentino��� y yo me siento abatida frente a mi hojita virtual, as�� que empiezo por esto: la introducci��n a la introducci��n. Como dec��a una profesora que tuve en Madrid ���Hay que escribir, escribir, escribir. Algo saldr��.���
***


En auto abandonamos Par��s hacia el noroeste, m��s precisamente hacia Normand��a, una zona de costa y acantilados frente a Reino Unido, que es famosa en el mundo gracias al desembarco aliado durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, nuestra primera parada oficial fue en Ru��n o Rouen, una ciudad que pas�� a la historia por ser donde quemaron en la hoguera a Juana de Arco. En aquel lugar, llamado Vieux-March�� (viejo mercado), hoy se alza una iglesia con un techo extra����simo de tejas negras, que hace olas y termina en picos puntiagudos sobre la peatonal.


��Les resumo en pocas palabras qui��n fue Juana de Arco? Escuch�� un s�� en el fondo, as�� que ah�� va. Fue una joven muy religiosa que con solo 17 a��os lider�� el ej��rcito franc��s mientras ��ste luchaba por expulsar a los ingleses. Fue capturada y entregada a sus enemigos que, con argumentos tan irrefutables como que vest��a como hombre, que abandon�� a sus padres y que o��a voces demon��acas, la condenaron a la hoguera. As�� muri�� Juana de Arco en Ru��n en 1431. Much��simos a��os despu��s se revisar��a su juicio y se la absolver��a de los cargos. Es m��s, un Papa la har��a santa en 1920 y hoy es la Patrona de Francia. Que alivio, porque alguien podr��a pensar que yo tambi��n abandon�� a mis padres��� adem��s hoy me puse un jean, y les podr��a jurar que hay una canci��n en la que Steven Tyler me susurra ���Cinti���.


Dejando a un lado su triste pasado, Ru��n es una ciudad preciosa con un estilo arquitect��nico muy singular y unas cuantas cosas para ver. Lo primero que nos encontramos fue el mercado en funcionamiento en el Vieux-March��. Haciendo honor a esta tradici��n tan francesa, caminamos entre puestos de flores, de pescados, de verduras y de pan. Mat��as hizo honor a otra tradici��n muy francesa y se subi�� al carrusel (en criollo, calecita) que parece no marearlo nunca.


Paseamos por la peatonal hasta dar con el Gran Reloj, un reloj gigante (el nombre ya lo delataba) y dorado, del siglo XIV. M��s adelante, se alza la gigantesca Catedral de Ru��n, con su curiosa Torre de la Mantequilla (llamada as�� porque se construy�� con el dinero que se recolectaba de los permisos para comer manteca durante la Cuaresma). La Torre Linterna, coronada por una flecha de hierro, mide 151 metros y es la m��s alta de Francia. Y la Catedral, construida durante la alta Edad Media, es de estilo g��tico flam��gero, con interminables b��vedas de crucero y ventanas de vitreaux que hacen juegos de luces en las viejas paredes.


El caracter��stico estilo normando de los edificios de Ru��n le da a la ciudad un atractivo especial. Quiz��s lo comparta con toda la regi��n (y hasta con los pa��ses vecinos, porque tambi��n se puede ver un estilo parecido en ��msterdam o en Brujas), pero no dejan de ser especiales esas casas de colores, con techos de madera oscura y vigas de madera tambi��n, haciendo cruces en las fachadas y sobre los dinteles de las ventanas. Muy lindo. Y especialmente lindo lo vimos por la ma��ana, con un caf�� au lait y los infaltables croissants, de por medio.



Muy cerca de Ru��n, hay otro monumento hist��rico para visitar: la Abad��a de Jumi��ges. En realidad, lo que queda de ella��� que son unas impresionantes ruinas a cielo abierto, emplazadas en un parque de colinas verdes. Todo es como un cuadro. La abad��a fue un monasterio benedictino que se fundo en el a��o 654 y dej�� de funcionar tras la Revoluci��n Francesa. Las ruinas, especialmente las de la Iglesia, son algo digno de ver: los antiqu��simos muros sostenidos por contrafuertes, las aberturas, los peque��os pasillos que quedaron en pie, las baldosas originales. Todo el conjunto es extraordinario y el parque que lo rodea es ideal para pasar la tarde pateando hojas y contemplando los enormes racimos de hongos.
Mientras se pon��a el sol entre los muros de la abad��a, nos despedimos de Jumi��ges y volvimos a Ru��n, solo para encontrarnos con una gigantesca Feria de Atracciones junto al r��o. Mi reacci��n ante la feria la puedo resumir en una palabra: alucinante. Los juegos de un parque de diversiones, las luces, los puestos de golosinas cuyos empleados vest��an delantales rosas y blancos a rayas. No hay nada que hacer, los franceses cuidan todos los detalles, a��n en las ferias ambulantes.


Ahora s��: agotados, nos arrastramos por la costanera del r��o, entreteni��ndonos con las enormes telas de ara��as de los faroles (no todos los detalles, eh?) de vuelta al hotel para, al fin, descansar un poco.
Al d��a siguiente nos esperaba el pueblo costero de ��tretat, junto al Canal de la Mancha (y, a grandes rasgos, el Oc��ano Atl��ntico). A un lado del pueblo, hay una colina verde que mira al mar, con una iglesia en la punta, y la gente sube por caminitos hasta lo alto. Los peque��os barcos de pescadores est��n acostados a la orilla del mar; y los acancantilados alt��simos recortan la costa haciendo formas y arcos incre��bles, el m��s famoso de ellos se llama ���El ojo del ��guila���. A��n as��, la belleza del pueblito casi no llega a compensar el desencanto que nos produjeron algunas otras cosas.


Primero, el tema de estacionar. Quiz��s no sea el pueblo m��s famoso de Francia pero es bastante tur��stico, bastante. Y la mayor parte de la gente llega en auto, pero no hay lugar donde dejarlo (literalmente, no hay). La ��nica opci��n es dar vueltas y vueltas y vueltas hasta que alguien de los reducid��simos espacios disponibles, se va y te deja su lugar. Un Cubo de Rubic infernal que desluce mucho la experiencia.


La otra queja es gastron��mica. No es que el servicio en Francia se caracterice por ser especialmente amable o r��pido, pero uno se acostumbra. En ��tretat todo estaba lleno, todo ten��a colas interminables, todo se estaba acabando en cuanto te sentabas a comer, todo tardaba mil a��os. S��menle a esto un ni��o de un a��o y medio que enseguida se pudri�� de comer pan y ver dibujitos en el celular, y otro de 35 a��itos que, por mucho hambre que tuviera, se sinti�� ofendido cuando el mozo trajo la comida para la mesa de al lado antes que para la nuestra. Conclusi��n: mal, ��tretat. A��n as��, las fotos son incre��bles��� La experiencia real fue un tanto menos placentera. Y turismo es tambi��n lo que no sale en las fotos.




Dato curioso sobre ��tretat: desde all�� se vio por ��ltima vez L���Oiseau Blanc (el p��jaro blanco), un avi��n que intentaba hacer el primer vuelo sin escalas Par��s-Nueva York y se convirti�� en uno de los misterios m��s grandes de la aviaci��n cuando desapareci�� sobre el Atl��ntico. Unos d��as despu��s, Charles Lindbergh lograr��a esta proeza en sentido contrario a bordo del Spirit of Saint Louis.


Desencantados y hambrientos, nos fuimos de ah��, y en el camino vimos carteles que se��alaban la direcci��n a Le Havre. Ninguno de los dos (podr��a decir los tres, pero Mat��as dorm��a profundamente sin inter��s alguno en el rumbo que tom��ramos nosotros) sab��a qu�� hab��a en Le Havre, pero sonaba prometedor. No lo era. No hace falta que vayan, no hay nada especial.


As�� que seguimos camino hasta Honfleur y, con los ��ltimos rayos de sol que quedaban, entramos en este pueblito encantador y adem��s estacionamos el auto en un parking enorme y lleno de felicidad automotriz. Tal vez sea que las comparaciones son odiosas, pero en Honfleur todo sali�� bien. El lugar en s�� ya es precioso, tiene un puerto antiguo lleno de barquitos con vela que fue la inspiraci��n de muchos pintores impresionistas, como Claude Monet. Alrededor se apretujan decenas de peque��os restaurantes muy pintorescos y que ofrecen especialidades locales (casi todas con pescado). El primer record escrito de la ciudad data de 1027 y su bien llamado centro hist��rico tiene edificios medievales todav��a en pie. Se destaca la Iglesia de Santa Catalina que, con su dise��o de barco invertido (construida con piezas de barcos), es la iglesia de madera m��s grande de Francia. Todo Honfleur parece sacado de las ilustraciones de los libros de cuentos.

 

Y hasta ah�� llegamos. Esta vez las memorias de la Segunda Guerra Mundial nos quedaron lejos, ser�� la pr��xima (quiz��s hasta les est�� escribiendo estas cr��nicas mientras volvemos del Cementerio de Omaha Beach). En cambio, paseamos sobre encantadoras bah��as con acantilados temibles (casi tanto como estacionar en sus alrededores), fotografiamos viejos puertos que fueron pintados mil veces por los impresionistas, y recorrimos calles de adoquines por las que habr��n caminado ilustres personajes como Ricardo Coraz��n de Le��n y Juana de Arco (en diferentes estados de ��nimo).


Normand��a es verde pasto y marr��n como la madera de sus construcciones; carga con historias tremendas de muerte y misterios de aviaci��n; lleva el ritmo tranquilo de la vida de campo y el ��mpetu del mar. Quedan muchas m��s cosas por descubrir��� de alg��n modo, queda a��n lo m��s importante. Pero, como dice mi Pap��: ���Paciencia, todo llega���.


***


Qu�� bueno estar��a para ustedes, y sobre todo para m��, poder decirles que ahora voy -1 y, por ende, que qued�� solo a una m��sera cr��nica de estar al d��a geogr��fica-tur��stica y literariamente��� pero va a ser que no. Porque escribo estas palabras unos meses m��s tarde, mientras Alejo maneja de vuelta a casita parisina. Mont Saint Michel y las playas del D��a D quedan a��n por relatar y se me agolpan en el cerebro empujando a��n m��s al fondo a mis imprecisos recuerdos del Norte Argentino. Escribir, escribir, escribir. 


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Published on February 07, 2017 01:41