Miguel Ángel Hernández's Blog

December 21, 2024

Las mejores lecturas de 2024

Esto no es una lista de lo mejor del año. Porque para hacerla tendría que haberlo leído todo. Y soy consciente de mis límites y gustos como lector. A pesar de leer muchísimo (soy un vicioso del asunto), no me llega para dar cuenta de muchísimas cosas. No me he puesto a contar, pero creo que la cosa sobrepasa los cien libros. A un ritmo de dos o tres por semana salen entre 120 y 140. No llevo un registro. De todos modos, aunque lo llevara, este texto lo escribiría de memoria. Sobre todo porque me gusta pensar, al acabar el año, en los libros que más poso me han dejado, los que he seguido habitando un tiempo después de su lectura.

Si me pidieran uno solo, por encima de todos los demás, creo que tendría que quedarme con Madre de corazón atómico, de Agustín Fernández Mallo (Seix Barral). Es el libro perfecto. El que más me ha marcado de todos los que ha escrito. Hasta el momento, mi preferido de su bibliografía era Limbo (Alfaguara) —tengo clavada en la memoria la historia del “ruido del mundo” y la búsqueda de la cinta TDK que lo guarda—. Pero la lectura de Madre de corazón atómico me deslumbró en todos los sentidos. El manejo equilibrado de la emoción, la manera de entrelazar las ideas sobre el mundo con la historia familiar, lo abstracto y lo concreto, la inteligencia de cada página, la belleza de cada frase. De todos los publicados este año, es el libro que realmente me habría gustado escribir.

Junto a este magnífico libro, otros muchos se han quedado conmigo. Pondría en segundo lugar El informe: trabajo intelectual y tristeza burocrática, de Remedios Zafra (Anagrama), uno de los ensayos más relevantes que se ha publicado en España este año. He subrayado y doblado prácticamente la mayoría de las páginas, y he asentido en cada argumento e idea. Es una radiografía precisa de la precariedad de los trabajadores culturales y de la burocracia a la que estamos sometidos. Una reflexión también sobre los usos del tiempo y la necesidad de encontrar otra forma de vida que no nos convierta en máquinas sin afectos. Si Remedios Zafra escribiera en inglés, la citaríamos constantemente como citamos a Bauman, a Byung-Chul Han o a Naomi Klein.

Un libro delicado que he leído despacio y también permanece junto a mí es La última frase, de Camila Cañeque (La Uña Rota). Una pequeña joya que tendría que estar en todas las casas de los amantes de los libros. Una reflexión sobre el final de las obras literarias que es también una meditación sobre las formas de acabar, sobre el fin de la vida, sobre las despedidas. Lo he leído tres veces y creo que lo volveré a leer. Curiosamente, enlacé su lectura con la de Imaginemos una frase, de Brian Dillon (Anagrama), que también se construye sobre frases relevantes de la historia de la literatura que se quedan vibrando en nuestra memoria. Es la potencia del fragmento, de la frase que por sí sola genera significado.

Por supuesto, he vivido mucho tiempo dentro de Este es el núcleo, la novela de Leonardo Cano que ganó el Premio de Novela Ciudad de Barbastro (Galaxia Gutenberg). No soy objetivo ahí. Por la amistad y porque he leído varias versiones hasta el manuscrito final. Pero precisamente por eso sé valorar el trabajo de precisión que hay detrás de una estructura milimétrica, una prosa pulida y una historia que nos atañe a todos (los desafíos de la inteligencia artificial, la memoria del amor y la búsqueda de la felicidad).

También me ha emocionado Nela 1979, de Juan Trejo (Tusquets), donde lo personal y lo histórico se dan la mano de una forma excepcional. La necesidad de encontrar palabras para escapar del olvido. La historia de la hermana fallecida y los estragos de la heroína, entreverada con el relato de un tiempo y un país que quería ser moderno. La leí poco tiempo después de leer Los niños dormidos, de Antoine Passeron (Libros del Asteroide), un libro sobre el VIH en Francia, donde la heroína también tiene una presencia importante. Uno de los libros de no ficción más importantes que se publicaron el año pasado y al que llegué algo tarde.

Ha sido el año de descubrir a dos escritoras que me han fascinado y seguiré a partir de ahora: Jakuta Alikavatzovic y Chloé Aridjis. Dos descubrimientos que se han producido en el ámbito del arte. De Alikavatzovic leí Como un cielo en nosotros (Muñeca Rusa), el libro que relata su experiencia de una noche en el museo del Louvre. Y de Aridjis, Desgarrado (Fondo de Cultura Económica) y El nivel de aire (Museo del Prado); la primera protagonizada por una vigilante de sala de la National Gallery y la segunda, por una comisaria que va a organizar una exposición en el Museo del Prado. Es así como se escribe sobre arte desde la literatura. Quiero leerlo todo de estas escritoras.

Me he reído muchísimo con El mejor libro del mundo, de Manuel Vilas (Destino). He vuelto a algunas de sus páginas varias veces para rememorar escenas. Lo he leído en voz alta a mi mujer y nos hemos rulado de la risa. Es un Quevedo de la exageración. Lo disfruté mucho, muchísimo. Creo que es su mejor libro desde Ordesa, y me ha extrañado que no esté en más listas de lo mejor del año.

Me quedan algunos más, que también estarían en la lista de lecturas que he gozado este año: Ropa de casa, de Ignacio Martínez de Pisón (Seix Barral); Baumgartner, de Paul Auster (Seix Barral); Los alemanes, de Sergio del MolinoDuración de un fantasma, de Ismael Martínez Biurrium (Aristas Martínez); La voz sombra, de Ryoko Sekiguchi (Periférica), Bad hombre, de Pola Oloixarac (Random House) y Almenara, de Miguel Ángel Ruiz (Xordica).

Hay también toda una serie de libros que aparecen en las listas y que aún tengo pendientes. Sé que algunos son obras maestras. Caerán más adelante. De entre todos ellos, entono el mea culpa por no haber sacado tiempo para leer La llamada, de Leila Guerriero (Anagrama) y Minimosca, de Gustavo Faverón (Candaya). Estoy convencido, por lo que he leído de estos autores, que voy a disfrutarlos muchísimo.

Por último, he de decir que este año me he dejado muchos libros a medio. Más de la cuenta. No voy a hacer sangre —sobre todo porque no me pagan aquí para buscar enemigos—, pero algunos de los que copan las listas de este año en muchos medios se me han hecho una bola terrible y los he tenido que abandonar. Desde hace un tiempo, no continúo leyendo aquello que no me apasiona. No está la vida para perder tiempo en leer algo que no te interesa. Y, como también trato de no gastar energía en lo negativo —no soy crítico, no cobro por eso—, no daré títulos ni autores. Prefiero quedarme con lo bueno, que ha sido mucho, muchísimo

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Published on December 21, 2024 10:55

December 17, 2024

Atragantado 2

 Pues sí, sigo atragantado. Lo he vuelto a intentar, pero no hay manera. Tal vez sea ya que he decidido dejarlo —el texto, digo, el que se me atragantaba— y que, una vez que uno toma la decisión, ya es imposible entonces remontar. Acabo de volver a mirarlo y se me hace más fácil ahora montar una novela entera que acabar ese artículo. Así que ya está la decisión tomada: un mes de trabajo a la mierda. Y también lecturas y desvelos. Pero, bueno, debe saber uno también cuándo parar. Y que a veces hay caminos que no llegan a ningún lugar. 

Quién sabe, quizá en el futuro se pueda retomar. Ahora mismo, sin embargo, el mero hecho de haberla borrado de mis tareas por venir, me ha liberado. No me veo capaz. Es como si hubiera perdido toda la destreza para hacerlo. Tendría que frenar el mundo para poder meterme ahí con fuerzas. Y quizá ni así. Todo texto tiene su tiempo, su impulso. Este sé que no lo voy a poder saltar. Así que lo mejor es dejar de intentarlo y chocarme contra la pared. 

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Published on December 17, 2024 04:09

December 2, 2024

Textos que se atragantan

Hay textos que se atragantan. Estos días estoy con uno que llevo en la garganta ya varios años. De hecho, es la segunda vez que me planteo desistir. Me ha servido como conferencia ya en dos ocasiones, pero no logro darle un formato académico. Es un texto sobre cómo en ciertas novelas de la crisis algunos personajes emplean el arte (o la creatividad) como resistencia a la creatividad. Lo esbocé en 2017 para un encuentro sobre literatura y precariedad. Di la conferencia. Gustó. Pero luego me retiré en última instancia del libro en el que tenía que aparecer (Narrativas precarias, coordinado por Christian Claesson). Fue una pena, porque ya estaba casi, pero no tenía el tiempo para hacerlo. 

El año pasado, en el encuentro Ficciones sobre arte, volví a rescatar el texto para la conferencia. Lo tenía ya esbozado. Incluí alguna referencia más y me prometí convertirlo, ahora sí, en un artículo académico. Pero el tiempo ha pasado y, de nuevo, se ha atragantado. Llega el deadline y yo solo quiero desistir. No sé cuál es la razón, pero el texto se me resiste. No encuentro la manera de sacarlo adelante. 

Voy a darle una última oportunidad, pero solo quiero quitármelo de encima. Quitármelo para poder volver a sentarme a escribir la novela, que es en realidad el texto que realmente quiero escribir. Tal vez sea eso. No que se atragante, sino que no lo quiero escribir, que ya no va más, que se ha acabado del todo la máquina de artículos académicos. No sé. Pero el caso es que todo lo veo cuesta arriba. Y no me apetece subir. Al menos no en este momento. Así que estoy tentado a dejarlo, una vez más. Desistir dos veces. He fracasado mejor, pero he vuelto a fracasar. 

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Published on December 02, 2024 04:57

November 30, 2024

Arena en los ojos

Ayer viajé a Valencia para participar en una conversación con el historiador del arte Luis Vives-Ferrándiz. "En los aledaños de la imagen", se titulaba el evento. Y formaba parte de los Coloquios de Cultura Visual Contemporánea que organiza cada año la Fundación Mainel. Hablamos de imágenes que importan, de inteligencia artificial, de saturación visual, de arte político, de fotografía de guerra... de todo un poco. Aquí dejo el link al vídeo, por si alguien lo quiere ver:  En los aledaños de la imagen

Creo que salió bien la cosa y que el público la disfrutó. Pero no es exactamente esto lo que quería contar aquí, sino algo que, aunque tenga que ver con la imagen, tiene mucho más que ver con la realidad. 

Era la primera que viajaba a Valencia desde la tragedia de la DANA. Y ayer, precisamente, se cumplía un mes de la catástrofe. Durante todo el viaje en coche, tenía el corazón encogido. Sabía lo que me iba a encontrar por el camino, en la autovía de entrada a la ciudad. Conforme llegaba a Valencia, continuaban allí los restos del desastre. Sobre todo los coches destrozados y amontonados. Los había visto cien veces en las imágenes de la televisión y los medios, pero al verlos con mis propios ojos la nuca se erizó y comencé a llorar. Hay algo que no pueden transmitir las imágenes. Algo que tiene que ver con la cercanía, con la presencia real, con estar ante la realidad sin la barrera de la pantalla, la realidad que te toca, te atraviesa y te tambalea. 

A las seis de la tarde, la hora que a la pasaba por allí, había un gran retención que hacía que tuviese que conducir con una lentitud extrema, casi a cámara lenta. Parecía, en efecto, una película de catástrofes, un territorio devastado. Lo que veía se me clavaba. Como digo, sobre todo los coches, que, por alguna razón, se ha convertido en uno de los vestigios icónicos del desastre. Pero confieso que lo que me tocó verdaderamente fue algo que era del orden de lo invisible o que, al menos, estaba en el límite de lo invisible: el polvo en suspensión. Una ligera bruma arcillosa, como la de los días de calima. El polvo que se introdujo en mis ojos y ya se quedó todo el día conmigo, mezclado con la humedad de la emoción. La arenilla en los ojos que me hizo pensar también inmediatamente en el cuento de Hoffman, "El hombre de la arena", que Freud utiliza para hablar de lo siniestro y el trauma visual, el miedo a perder los ojos.

Me pregunté por un momento si eso pueden hacerlo las imágenes: echar arena a los ojos, hacerlos temblar como ese polvo que se había introducido en los míos y que era, más que ninguna cosa, un índice de la catástrofe, una huella, una presencia real. No supe contestarme. Simplemente seguí conduciendo. A causa de la retención, llegaba justo a la conferencia y no pude darle más vueltas al asunto. Sin embargo, toda la tarde tuve conmigo esa sensación incómoda en los ojos. El resto de algo que no quería irse del todo. Más que nunca, sentí de modo físico aquello que había visto y me había causado dolor, como si la expresión "esa imagen 'se me ha clavado' en la retina" adquiriese por primera vez sentido literal. 

Esta mañana, de regreso a Murcia, el polvo parecía haberse disipado algo, aunque de nuevo los ojos han vuelto a humedecerse. Ya no sé si en ellos había arena o solo lágrimas. Ahora, en casa, mientras escribo esto frente al ordenador, tengo la sensación de que algo de ese polvo ha caído sobre el escritorio. No me quito de encima esa bruma arenosa. Sé que regresará cada vez que, en una pantalla, aparezca una imagen de esa tragedia. La arena de lo real. 


Una mujer camina por una de las calles afectadas por la DANA.  TXEMA RODRÍGUEZ Fuente: https://www.lasprovincias.es/comunitat/tras-fango-llega-polvo-20241112003540-nt.html

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Published on November 30, 2024 10:27

November 21, 2024

El piano del vecino

Mi vecino se ha comprado un piano. Lo toca a todas horas. También a la hora de la siesta. Lo toca bien, pero de modo insistente. Su piso es el segundo; el mío, el cuarto. Pero por alguna extraña razón parece que está tocando en mi dormitorio. Lo que me más me inquieta de todo es el repertorio. Se lo digo a mi mujer: ¡no comprendo el repertorio! ¡Eso no es repertorio clásico! A veces, de rebote, se puede escuchar algo de Bach, pero por lo general hay mucho Queen. Más de la cuenta. Lleva ya dos semanas con Bohemian Rhapsody en bucle. A veces me arranco a cantar a voz en grito, a ver si algo le llega y se da por aludido. El otro día casi saco el micrófono. 

Mama, ooh, didm't mean to make you cry...

No me entendáis mal, no soy el grinch, también tengo en casa un Clavinova. Y me pongo los putos auriculares cuando toco, sobre todo si es a deshoras. No sé si lo suyo es un piano digital o de los de toda la vida, aunque intuyo que es digital, porque a veces se oye más flojo que otras. Entonces, me digo, si puedes modular la intensidad del sonido, ¿por qué lo pones a todo lo que da? ¿Es para que te escuche? ¿Es para molestar? 

No sé, puedo lidiar a todas horas con la musiquita, pero me mata a la hora de la siesta. Y lo peor es que ya lo escucho hasta cuando no lo toca. Se me ha metido en el oído el pianito. Ayer, en Barcelona, antes de la presentación de mi último libro —ya hablaré de eso—, mientras me preparaba para una siesta en uno de los colchones más cómodos en los que he dormido, el sonido imaginario del piano llegó a mi habitación de hotel. Creo que ya me acompaña a todas partes. 

Lo peor es que a veces me gusta lo que toca, sobre todo cuando introduce algo nuevo. Pero el bucle... Ay, el bucle. Me tiene bien loco. 

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Published on November 21, 2024 12:24

November 18, 2024

Morir en un sueño

Esta noche he soñado que moría. No es la primera que me sucede, pero siempre que sueño algo así me despierto justo en el momento de la muerte. Morir en un sueño es una forma de despertar. Es como si lo que muriese fuese en realidad el mismo sueño, la historia extraña en la que uno ha vivido.

Esta noche, sin embargo, me he muerto y he permanecido en el sueño. Todo se quedaba en negro. Una oscuridad y un silencio infinitos, como una especie de limbo del que no sabía cómo salir. No recuerdo qué ha sucedido después, pero me he despertado con una angustia terrible. Y aún llevo dentro algo de esa oscuridad. Ahora, cuando escribo esto, justo después de desayunar —Benjamin decía que los sueños continúan hasta el desayuno—, puedo sentirla todavía. Se ha quedado conmigo. Espero que se vaya disipando conforme avanza el día. 

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Published on November 18, 2024 23:27

Ánimo de blog

 Ha pasado tanto tiempo que ya ni recordaba cómo había que entrar aquí. Casi un año de ausencia. Y eso que me había prometido regresar. Pero pasa lo de siempre: el tiempo. El tiempo que falta. El que hace que las promesas nunca logren cumplirse. Pero ahora, mientras comienzo a escribir este post y los dedos se mueven sobre el teclado sin dudar un solo segundo, me reafirmo: tengo que volver aquí. We have to go back, Kate!, que decía mi querido Jack de Perdidos. We have to go back, sin duda alguna. A este espacio donde no hay que medir caracteres, donde no hay presión porque no te lee ni el tato, donde la escritura puede fluir de un modo que casi emula al pensamiento. Escribir como se piensa. Pensar mientras se escribe. Ya lo echaba de menos. Y, sin embargo, he tardado casi un año. Un año en el que han pasado tantas cosas que hacer recuento se me hace muy largo. Cosas de todos los colores. Dos libros nuevos, una acreditación, varias caídas, kilos de más, noches de más... todo de más y algo de menos. Menos tiempo que de costumbre. Quizá por eso lo he ido dejando siempre para más adelante. Escribir aquí, digo. Sin presión. Siempre hacia delante. Sin pararme a corregir, sin pensar apenas las palabras que elijo; como mucho la ortografía, aunque alguna errata se cuela siempre. Pero, vamos, que hoy solo quería decir que estoy por la labor. Una vez más. La labor de estar por la labor. La labor de decidir que esta vez sí que sí, que esta vez regreso a mi no(ha)lugar. Voy a quitar algunas telarañas y me propongo recomenzar. Dejando notas de lectura de libros, percepciones, ideas... qué sé yo, lo que se me pase por la cabeza. Para eso es un blog, un cuaderno de bitácora, un espacio de escritura y lo que surja. Y ya por hoy me callo, que tampoco es necesario dejarlo salir todo de una vez. Pero que vuelvo, de verdad. Me lo digo a mí para convencerme. Lo escribo aquí también para obligarme. Para irme de todo y quedarme aquí. En mitad del éxodo masivo a Bluesky, yo me vengo aquí a mi casita. Aunque me asome por las redes (esas del like y el reposteo), pero quisiera que este fuera el verdadero lugar de encuentro. Eso me digo ahora, tal vez porque me he levantado con ánimo. Con ánimo de escritura, con ánimo de blog, con ánimo de no(ha)lugar.

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Published on November 18, 2024 10:33

December 23, 2023

Mis libros favoritos de 2023

Llegan estas fechas y es momento de hacer balance. Todos los medios sacan listas de lo mejor del año: las mejores películas, series y, por supuesto, los mejores libros. Unas listas que se hacen siempre en función de los gustos personales y sobre todo a partir de lo que uno ha leído. Así que siempre hay muchas más ausencias que presencias. 

 

Los años en los que tengo libro, me cuesta hacer balance. Sobre todo porque tendría que empezar siempre por el mío. ¿Lo mejor de 2023? Anoxia, sin duda.  Si no lo creyera así, no lo habría publicado. 


Pero fuera de bromas, este año he disfrutado muchísimo leyendo. Ha sido un gran año en lo literario. Y, claro, no he podido evitar confeccionar esta lista (absolutamente subjetiva y contingente) con los mejores libros de 2023. La hice para mi sección de libros del Quédate Conmigo de La 7, el programa presentado por María Pina. Y aquí os la dejo por si a alguien le sirve.



Y para quien se quiera saltar el vídeo, también la dejo por aquí: 



1. Gueorgui Gospodínov, Las tempestálidas. Fulgencio Pimentel.


2. Rafael Chirbes, Diarios. A ratos perdidos 5 y 6. Anagrama.
3. Mar García Puig, La historia de los vertebrados. Random House.
4. Brigitte Giraud, Vivir deprisa. Contraseña. 
5. Ignacio Martínez de Pisón, Castillos de fuego. Seix Barral.
6. Marta Carnicero, Matrioskas. Acantilado.
7. Hervé Guibert, Imagen Fantasma. Los tres editores.

8. Annie Ernaux, La escritura como un cuchillo. Cabaret Voltaire.



9. Javier Moreno, Magnífica desolación. Candaya.
10. Diego Sánchez Aguilar, Los que escuchan. Candaya.


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Published on December 23, 2023 02:09

La promesa

Madre mía, casi un año aquí de vacío. Otra vez igual. Dejé el blog con la entrevista de Página 2 y ya no he vuelto por aquí. No tengo remedio. Pero, una vez más, regresa la promesa de seguir. Quizá escribo esto porque acabo de leer El tiempo de la promesa, de Marina Garcés. Un librito lúcido sobre la importancia de la palabra que transforma el tiempo, la necesidad de las promesas y también de conferir sentido a la palabra dada. Aquí estoy faltando constantemente a esa palabra. Faltando porque no la cumplo (prometo seguir y luego nunca lo hago). Y faltando porque no consigo traer la palabra a este espacio. Hoy, una vez más, me voy a comprometer a regresar a este no(ha)lugar con más asiduidad. Y lo voy a hacer antes de que acabe el año. No quiero que este sitio sea un espacio zombi más de los que quedan por la red. Ruinas 2.0. Así que trataré de mantenerlo. De la manera que sea. Esta es la promesa. Justo el día antes de Nochebuena. La palabra del tiempo por venir.

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Published on December 23, 2023 01:47

February 12, 2023

Página 2

Una de las cosas que más ilusión me han hecho de la recepción de Anoxia es salir en Página 2. Es un programa del que he sido fiel televidente durante años y, con cada novela que publicaba, siempre decía: ay, cómo me gustaría que la sacaran en Página 2. He tenido que esperar a la cuarta, pero ha merecido la pena. Un programa precioso sobre la novela y sobre Murcia, rodeado de escritores cercanos y amigos. No se puede pedir más. 

https://www.rtve.es/play/videos/pagina-dos/miguel-angel-hernandez/6793120/

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Published on February 12, 2023 09:40

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Miguel Ángel Hernández
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