Sara Fratini's Blog

July 17, 2025

Sobre perseguir los sueños

Hace tres años, durante mi Erasmus en Francia, decidí empezar una página de Facebook en donde publicaba un dibujo al día, o por lo menos eso intentaba. Mientras todos mis amigos estaban de fiesta, yo me quedaba en casa dibujando. Al principio los dibujos eran terribles, nada más que un simple ejercicio para obligarme a ser constante en algo. La constancia siempre me ha costado. Siempre ha sido más fácil perder tiempo y decir: “lo hago mañana”. Así que la página me sirvió para dejar de lado la mala costumbre de no terminar nada y para desaprender todo lo que había aprendido en Bellas Artes e intentar buscar mi propio camino.

Al principio no pensaba que pudiera llegar a nada. Muchas veces pensé que no tenía sentido seguir quedándome en casa mientras mis amigos estaban de fiesta para que al final nadie viera mis dibujos. Me sentía perdida y no sabía qué hacer. Sabía que quería dibujar pero en mi mente rondaba una y otra vez la frase que tantas veces escuché en la facultad: “Del arte no se vive si no tienes contactos…”. A pesar de que ese pensamiento ganaba el partido muchas veces, había algo que me decía que, de alguna u otra forma, vivir de dibujar podía ser posible ¿para qué había estudiado la carrera de mis sueños si luego no iba a poder vivir haciendo lo que más me gustaba?

Mi sueño era ser uno de los autores de la feria del libro de Madrid, pero a falta de libro decidí ir igual a la feria, elegir un árbol y colgar dibujos gratis para todo el que pasara. Al principio los que entendieron mejor el mensaje fueron los niños, que poco a poco fueron arrastrando a los padres a tomar dibujos del árbol. Ver la reacción y las sonrisas de las personas me gustó tanto que me dio ánimos para seguir dibujando cada vez más.

Al terminar el año de Erasmus y terminar la carrera, seguía sin saber qué hacer, sabía que quería dibujar y que quería vivir de ello pero no sabía cómo. Mi novio me propuso irnos al pueblito de sus abuelos, en el sur de Italia, a vivir por menos para poder dedicarnos a nuestros proyectos de lleno y así fue. Cambié mi amada Madrid por Amantea, un pueblito del sur de Italia. Al principio no fue fácil acostumbrarme, pero lo que importaba era que tenía tiempo para dedicarme de lleno a dibujar sin preocuparme por el alquiler, el transporte y todas las cosas que en una ciudad nos hacen gastar muchísimo dinero.

Al dibujar todos los días, todo el día, fui encontrándome a mi misma. Fue como un viaje a mis inquietudes e inseguridades que poco a poco se fueron manifestando en dibujo. A medida que empecé a hacer dibujos más sinceros, mejor respuesta empecé a tener en las redes sociales. Chicas que me escribían para agradecer los mensajes y hasta ofertas de trabajo, que me hicieron abrir los ojos, cargar baterías y seguir trabajando.

Crecí con la eterna presión de adelgazar y de la mujer perfecta, pero a medida que aceptaba que eso nunca había sido parte de mi, los dibujos empezaron a engordar y tratar temas muy cotidianos y que hablaban más de la mujer libre y feliz consigo misma que el estrés por cumplir con las normas absurdas de la sociedad.

Mientras crecía la comunidad en las redes sociales, empezaron a llegar propuestas de trabajo, personas que estaban interesadas en comprar mis dibujos o en encargar alguno. Así empecé a ver los primeros frutos de dibujar constantemente. Pude pagar las primeras cuentas con las primeras ventas y los primeros encargos. Fui a mi primer mercadillo de ilustración, que más por vender valió la pena por la experiencia y por el contacto con el público. P

Gracias al empujón de las redes sociales me han invitado a varios festivales ya sea para dibujar en vivo como para hacer murales. En diciembre 2013 hice mi primer mural en un evento en el sur de Italia, fue el que me sirvió para romper el miedo a dibujar en gran formato y saltar a ese mundo que tanto me gusta y me relaja. En mayo de 2014 hice mi primer mural de 20 metros, al que me enfrenté con un poco de miedo pero con muchas ganas. A raíz de ese mural me han invitado a realizar muchos más en el norte y en el sur de Italia y en España e hice una gira por Estados Unidos con el festival que organizo La Guarimba. El año pasado organicé la primera edición de una escuela de ilustración independiente en el sur de Italia como parte del festival.

Así hasta que el verano pasado recibí un email de la editorial Lumen proponiéndome el proyecto de un libro. Cuando leí el mensaje no podía creerlo, lo que siempre había estado esperando con tantas horas de trabajo era eso, una propuesta de una editorial y mejor aún, de esa editorial.

Desde ese día empecé a trabajar el doble, para terminar el libro y para seguir creciendo, ya sea con las ilustraciones o con los murales.

Todo esto sólo me hace pensar que la eterna lucha por los sueños no es más que constancia y trabajo duro. Nada cae del cielo, pero si tienes las metas claras y las persigues sin descanso, los sueños se cumplen. No va a ser fácil y muchas veces te preguntarás por qué hacer algo que no trae resultados rápidos pero son aquellos que persisten los que serán recompensados.

Sara Fratini
@sarafratini

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Published on July 17, 2025 03:02

Sobre el miedo y los murales

Siempre he sido la reina de las excusas. A todo le consigo una explicación y mucho más si es para justificar por qué no he hecho algo. Desde que empecé a dibujar no sé cuántas excusas he puesto: no tengo tal pincel, me hace falta una punta para la pluma, se acabó la tinta, si no tengo tal rotulador no puedo seguir, me hace falta papel… Ninguna válida, yo misma sé que todas han sido mi Sara interior, que le tiene miedo a todo y es más fácil no probar o esforzarme.

Una de las cosas que he aprendido (no siempre) ha sido dejar esas excusas y empezar, por donde sea, en lo que sea y con lo que sea. Las excusas del tipo “me hace falta tal cosa”, sencillamente, NO VALEN.

Todo esto lo digo para contar un poco la historia de cómo empecé con los murales. No tenía ni idea de cómo se hacía uno, solo tenía muchísimas granas de hacerlo.

El festival de cine que organizo (La Guarimba) me ha llevado a muchos sitios: eventos con emprendedores culturales, festivales de cine, mercados de arte, conciertos y mucho más. Fue gracias al festival que salió mi primer mural. Desde hace tiempo tenía metido en la cabeza que quería hacer uno, me quemaban las ganas de enfrentarme a una pared o a una tabla en súper gran formato. En diciembre 2013, nos invitaron a presentar el festival en Lecce, una ciudad preciosa del sur de Italia. Íbamos a estar en una especie de centro cultural gigante y tendríamos un espacio para usar como quisiéramos. La primera cosa que me saltó a la mente, ademas de llevar cortos y la exposición de carteles hechos por artistas de todo el mundo fue, ¿y si proponemos hacer un mural en vivo mientras todo pasa? El director del festival lo propuso en seguida y para mi sorpresa, la respuesta de parte de la organización fue positiva. Así que al preparar la maleta metí todo lo que me podía servir para dibujar.

¿Qué necesitaba? Nunca había hecho un mural y no tenía ni idea de por dónde empezar, así que me senté a pensar un segundo. Seguramente no era muy diferente de pintar en papel, solo que tenía que ser más grande, eso seguro. Así que guardé en el bolso un par de rotuladores gruesos, acrílico negro y pinceles y un montón de cosas que solo llevé a pasear.

Cuando llegué al lugar me dijeron que tenía el día para dibujar, me pareció perfecto así que con toda la calma del mundo preparé la tabla, le di dos buenas capas de blanco y luego cuando ya estaba seco llegó el momento de la verdad ¿qué dibujo? ¿por dónde empiezo? Por unos segundos tuve miedo. Me llené de inseguridad y me pregunté mil veces ¿por qué me ofrecí para esto?

Dije que lo quería hacer y que “sabía” hacerlo porque lo quería con todas mis fuerzas. Esas mismas fuerzas, por suerte, vencieron al miedo que me hace pensar que no tengo suficientes materiales para empezar, o que a lo mejor necesitaba otra capa de blanco y todas las excusas posibles de siempre.

Así que cogí los rotuladores y empecé… Estuve 12 horas dibujando, lentamente, con miedo pero feliz. La mano llegó a dolerme pero cuando finalmente terminé el dibujo me sentí muy feliz porque finalmente había podido romper el hielo con el miedo y sobre todo, conmigo misma. Muchas veces tengo que obligarme a hacer las cosas para poder demostrarme que sí puedo.

Después de ese mural, me invitaron a una galería de arte en Sicilia en donde hice mi primera sirena gigante y en mayo 2014 hice mi primer mural de 20 metros, en un festival de street art del sur de Italia. El mismo miedo lo he sentido en todos, pero cada vez lo supero más rápido.

Lo más gracioso de todo es ver cómo obligándome y haciendo he aprendido a superarme a mí misma como artista: con el primer mural de unos  3 x 1,50 metros, como mucho, tardé más de 12 horas en hacerlo. El segundo que lo doblaba en tamaño lo hice  en unas 12 horas. El mural de 20 metros lo hice en tres días entre lluvia y frío.

Al final el obstáculo más grande siempre he sido yo misma. Dedicarme a lo que me gusta me ha ayudado a abrirme puertas antes que cerrarlas por miedo. Si mañana me llaman para ofrecerme pintar la fachada de un edificio, digo que sí aunque me de vértigo, porque sé que intentaré dar lo mejor de mí para poder hacer el mejor trabajo posible.

Lo que quiero decir con todo esto es que las excusas están siempre disponibles y el miedo nunca se va a ir, pero es mejor escuchar las ganas que tenemos de hacer algo y lanzarnos de lleno. Si dejamos de lado el ruido que nos deja sordos todos los días podemos escuchar lo que verdaderamente estamos intentando decirnos. Las respuestas y las claves las tenemos siempre, lo que pasa es que el miedo es muy escandaloso y a veces, lo dejamos ganar la batalla.

Sara Fratini
@sarafratini

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Published on July 17, 2025 03:01

Aprender enseñando: La Scuola Delle Scimmie

La Scuola delle Scimmie nació como parte de un proyecto de La Guarimba Film Festival. En octubre pasado ganamos un concurso para llevar el festival a Lecce, una de las ciudades más bonitas del sur de Italia. Nunca habíamos ganado un concurso público. Cuando nos llamaron para darnos la noticia de que nuestro proyecto había sido seleccionado, nos alegramos muchísimo y tuvimos miedo también. Eso quería decir que teníamos que hacer las cosas mil veces mejor, así que se nos ocurrió hacer algo que siempre habíamos soñado. Una escuela de cine e ilustración, divertida y diferente. Así que decidimos juntar a personas que habían colaborado con el festival o que querían hacerlo para dar a un grupo de 30 personas clases de documental y a otras 15 técnicas de ilustración.

 Una de las cosas que siempre me ha molestado del mundo del arte es la competencia, aunque cada persona tiene una forma diferente de plasmar sus ideas, siempre te topas con personas que no quieren compartir lo que saben, tal vez por temor a que haya alguien mejor o simple inseguridad. Cuando estudié Bellas Artes me conseguí con muchas personas así y también con otras que estaban dispuestas a enseñarme todo lo que sabían y más.

 Así que la escuela nació con el espíritu de compartir todos los conocimientos sin crear ambientes de tensión o de competencia y sobre todo sin la barrera profesor/alumno.

 El primer día estaba muy asustada. La reina de la timidez tenía que hacer de traductora oficial del inglés al italiano, ninguno de los profesores eran italianos y todos los alumnos sí, pocos entendían inglés así que la única esperanza para que fluyera la clase era que yo tradujera todo. Así fue cómo viví mi primera experiencia de traductora. Para alguien que le cuesta mucho expresarse, como a mí, esto fue un ejercicio a la fuerza de hablar en público y relacionarme con los demás.

 Una vez que pasó la tensión del primer momento, nos presentamos todos y hablamos de lo que queríamos de la escuela. A lo mejor esto podía salir bien o a lo mejor no, pero ya estábamos en el barco y ya había empezado el viaje.

 Con el primer taller tuvimos varios problemas de logística, algunos por mi culpa, por mi despiste y otros por agentes externos a la organización. Pero con todos los problemas del principio, el taller salió adelante y logramos romper el hielo de la primera semana y conocernos todos.

 A medida que pasaban los días, la escuela dejaba de ser escuela para convertirse en una casa. Muchas de las personas que habían decidido participar no eran de Lecce. Algunos tomaban un tren todas las mañanas, otros se mudaron a la ciudad por un mes para poder ir a clases. Así que terminábamos pasando todo el día juntos. En la mañana teníamos la clase oficial del taller y en la tarde nos reuníamos a dibujar, a hablar, a comer y a jugar… Sí, jugar.

Juegos de canciones, cadáver exquisito, dibujos-broma y lo mejor, aprender los unos de los otros, aprovechábamos para aclarar dudas y poner en práctica lo que se había explicado en la mañana.

 Nadie estaba obligado a quedarse y sin embargo, casi todos se quedaban.

 Uno de mis temores de la escuela era que se creara un ambiente de competencia, de “yo lo hago mejor”, o “yo he hecho esto y no tengo por qué empezar de cero ahora”… Mi miedo resultó quedarse en eso, un miedo. Nadie se sintió superior a nadie en ningún momento. Al contrario, pasaron cosas que me dejaron una gran satisfacción.

Uno de los talleres fue de autoedición y lo dio Mikel Murillo. Dentro el plan de la semana estaba explicar ciertas cosas de Photoshop, Indesign e Illustrator. Muchos de los alumnos estaban muy emocionados con esa clase porque querían aprender a colorear digitalmente y, como eran quince personas, Mikel explicó rápidamente los pasos y luego aclaraba dudas individualmente, para ayudar a todos lo más rápido posible. Lo ayudé con las dudas que podía aclarar yo, y para mi sorpresa, los alumnos que ya habían entendido el proceso se adelantaron y empezaron a explicar a sus compañeros lo que tenían que hacer. Nadie era maestro, todos éramos alumnos y estábamos allí para ayudarnos entre todos.

 Mi sueño de tener un grupo de amigos con los que reunirme a dibujar se había cumplido. Cualquier duda que surgiera, idea, la podía compartir con otras personas que estaban dispuestas a escuchar.

 Todo es más fácil y más relajado si se aprende a compartir los conocimientos, darle la mano a quien lo necesita y romper las barreras.

 La primera edición dejó tantas satisfacciones que hemos estado buscando la forma de repetir la experiencia. El miedo a que no saliera bien ya no existe, ahora sólo hay ganas de mejorar muchísimo más y ofrecer más actividades. Este septiembre la FARM CULTURAL PARK, un centro cultural en el sur de Sicilia, alojará a la segunda edición de La Scuola Delle Scimmie. Es un lugar que inspira nada más poner un pie, así que será el lugar indicado para crear y aprender de todos con cuatro talleres, exposiciones, charlas, conferencias, lo mejor de la comida italiana y los paisajes sicilianos. Nada más escribirlo me entran unas ganas locas de estar allí.

 Para todos los que quieran pasar 20 días diferentes, compartiendo y aprendiendo, los espero en Sicilia con colores, pinceles y pantallas de serigrafía. ¡Ah! y una cesta llena de arancini.

 Las inscripciones están abiertas en: http://www.laguarimba.com/es/laescuela/

 Y pueden seguir la escuela aquí: https://www.facebook.com/scuolaguarimba?fref=ts

Sara Fratini
@sarafratini

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Published on July 17, 2025 02:59

Un pequeño ¡Gracias!

Siempre he sido una persona muy insegura. La primera en criticarme y la reina del autosabotaje. He pasado por todas las etapas, por las que pienso que puedo con todo, por las que sólo quiero echarme a dormir para no intentar nada más y por las que sigo adelante por simple inercia.

Antes de empezar a dedicarme a dibujar de lleno pasé por círculos viciosos. Casi siempre ganaba el círculo que me llevaba a tirar todo a la basura. Así dejé muchísimos proyectos sin terminar, porque pensé que no servían para nada o, tal vez, por simple pereza a esforzarme. Por suerte, conocí a alguien que me ayudó a ver las cosas con otros ojos y que me sigue ayudando todos los días con las cosas más complicadas y las más simples.

Me cuesta expresar lo que siento, a lo mejor por eso dibujo, porque es la forma que tengo de exteriorizar mis sentimientos y mis sueños, pero aunque me cueste creo que tengo que escribir este post porque las cosas buenas hay que agradecerlas por muy obvias que parezcan a veces. Dibujo todos los días, pero si algún día me pasara algo en la mano (que ya ha pasado) eso que para mi es tan obvio pasaría a ser algo muy difícil y frustrante.

Escribo esto porque creo que no estaría en donde estoy si no fuera, en gran parte, a mi compañero de vida, aventuras y, sobre todas las cosas, amigo. Ni yo misma me creo capaz de lograr cosas tan grandes como Giulio piensa que puedo. Giulio me lleva de la mano a todas partes y me anima a seguir cuando dejo que mis monstruos me coman. Me siento afortunada de estar con alguien que me haga llorar de felicidad con sorpresas que no me espero y que me acompañe, porque al final, lo importante es acompañarse, no es salvar a nadie, ni ser un superhéroe, es hacerse compañía y apoyarse.

Giulio me ayuda con la web, con todo lo que no sé hacer, me da ideas y me da energías para seguir. Cuando empecé a poner un dibujo al día en la página Giulio era el que me pasaba artistas nuevos para que me inspirara, el que averiguaba las mejores técnicas para darme a conocer. Cuando colgué dibujos gratis en la feria del libro de Madrid en 2012, Giulio fue el que hizo el video que luego puse en las redes para que todos vieran lo que había hecho. Cuando tuve que hacer mi guía de estilo para presentar a la editorial Giulio fue el que la maquetó y leyó artículos sobre cómo hacerla mejor. Giulio es el que me ayuda en todo lo que hago, me acompaña a donde vaya y mucho más.

Giulio es el jardinero de la locura que me llevó de la mano a la aventura de vivir de los sueños y si no fuera por él, muchos de mis dibujos no existirían. Dar las gracias por tanto apoyo y tanta dedicación es poco. Así que, aunque me cueste expresar lo que siento y contar cosas que me dejen tan desnuda delante de los demás, tengo que dejar por escrito este agradecimiento que va más allá de dar las gracias, va más allá de acompañar y más allá de muchas cosas, porque no sé ponerle nombre a tanto amor y tanta dedicación.

No me gusta ser cursi, pero tampoco es malo de vez en cuando.

Gracias, Vita por darme la mano y apoyarme más de lo que yo misma hago.

Dos pequeños pueden más con un mundo tan grande.

Sara Fratini
@sarafratini

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Published on July 17, 2025 02:52

El árbol de los dibujos

Hace tres años, cuando todavía no sabía muy bien qué hacer con mi vida, tuve la idea de llenar los árboles de dibujos para que la gente los viera y se los llevara a casa si querían. La primera vez que lo hice fue en París. Me fui con una amiga a regalar dibujos y colgarlos de los árboles. Fue lo más parecido a un fracaso según mis expectativas, porque casi todas las personas pensaban que era todo un truco para luego pedirles dinero.

Unos meses después volví a Madrid y quise llenar un árbol de dibujos en La Feria del Libro. ¿Qué mejor lugar para hacerlo que allí? Así que preparé mis lápices, cuerdas, tijeras, cinta y todo lo necesario para colgar dibujos. Al llegar al parque El Retiro, elegí un árbol y me puse a trabajar. Luego llegaron mi novio, una amiga y mi hermana y me ayudaron con todo.

Fue muy gracioso ver cómo al principio los niños eran los únicos que comprendían que el cartel que decía ¨DIBUJOS GRATIS¨ quería decir que eran gratis. Los padres, acostumbrados a la desconfianza, se molestaban y les decían que no fueran, pero por suerte los niños sabían más y se acercaban de igual forma, tomaban un dibujo y detrás de ellos se acercaban los padres al ver que de verdad no pedía nada a cambio.

Mientras colgaba los dibujos, esa mañana de mayo de 2012, pensaba en lo mucho que me gustaría volver algún día a la feria como autora, a lo mejor con un libro de dibujos, quién sabe qué tipo de dibujos… en ese momento sólo sabía que quería dibujar y vivir de eso, pero no sabía muy bien cómo y el árbol era solo una prueba.

La semana pasada tuve la oportunidad de firmar mi primer libro ¨La Buena Vida¨ en la Feria del Libro, bajo los árboles de El Retiro y con ese ambiente que tanto me gusta. Llegué un poco triste (¿o debería decir nostálgica?) porque a pesar de estar cumpliendo un sueño, ninguna de las personas con las que me hubiera gustado celebrar, habían podido acompañarme. Por suerte, la vida siempre se encarga de abrirme los ojos para que no me centre en lo que falta sino en lo que tengo y se acercaron muchísimas personas a regalarme lindas palabras que llevaré conmigo siempre.

Desde que supe que firmaría en la Feria pensé en lo bonito que sería repetir el árbol de los dibujos, así que viajé con una maleta llena de 200 postales, hilo y cinta para poder hacerlo. En cuanto terminé de firmar me fui a buscar el mejor árbol, me tragué la timidez y empecé colgando el cartel más grande que decía: ¨DIBUJOS GRATIS¨.

Al principio dudé. El viento estaba en mi contra y me hizo difícil la tarea. Pero en cuanto empezaron a llegar las primeras personas a llevarse dibujos, me llené de energía, alegría y seguí colgando dibujos hasta que me quedé sin postales. Fue muy gratificante ver las sonrisas de las personas que se llevaban los dibujos, de los niños que me pedían que se las firmara, de los que se acercaron sólo para ver qué sucedía.

Noté que a diferencia de hace tres años había más confianza en las personas, algunos me preguntaron si eran gratis de verdad pero no tantos como la primera vez que lo hice. Algo ha cambiado y quiero pensar que es algo bueno. Todo el cansancio que arrastraba de un viaje lleno de retrasos de vuelos, de dormir poco y de ansiedad escondida, desapareció al ver tantas sonrisas. Al darme cuenta de que compartir es más fácil de lo que parece y para comunicar algo sólo hace falta querer hacerlo.

Una de mis preocupaciones en ese momento era que no podía hacer fotos, colgar los dibujos y hablar con la gente. ¡No puedo hacer todo al mismo tiempo! Cuando intentaba hacer una foto, se acababan los dibujos y no era el caso hacerle una foto al árbol vacío. De la nada, apareció un señor con su cámara y empezó a hacer un montón de fotos. Me dijo su nombre: Javier Vázquez – Prada y entre comentarios graciosos y sonrisas, allí quedó todo.

Por varias razones no había podido terminar de escribir este post, tanto que ha pasado más de una semana desde que estuve en la Feria. Esta tarde, el señor que había aparecido de la nada a hacer fotos me mandó un enlace del álbum de las fotografías. Lo que pensé que no había podido documentar estaba ya documentado, gracias a una de las personas que me regaló una sonrisa a cambio de un dibujo.

La sensación de felicidad que me llevé ese día al ver tanta gente contenta gracias a un dibujo se multiplica ahora. La vida está llena de círculos, de coincidencias que no son coincidencias sino los resultados de nuestros actos y de todo lo que hacemos. Estoy feliz de haber regalado algo de mí esa tarde, así como hace tres años. Compartir deja siempre una sensación muy grata y más aún cuando lo que compartes es bien recibido. Espero repetir el árbol pronto, no sé cuándo ni dónde, pero espero repetirlo.

Gracias a Giulio Vita por el vídeo, a Javier Vázquez-Prada por las fotos y gracias a todos los que me acompañaron al lado del árbol.

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Published on July 17, 2025 02:47

Compañero de viaje

Hace poco perdí mi cuaderno de viajes, mi diario, cuaderno de apuntes, agenda… Ese cuadernito de 16 x 16 cm me acompañaba a todas partes y donde quiera que esté lleva en sus páginas un pedazo de mi vida, mis viajes, sueños y dudas.

Me consuela la idea de pensar que tenía que perderlo, tenía que desaparecer repentinamente de mi vida para comprender muchas cosas y dejar atrás otras.

Me había encariñado demasiado a ese cuaderno. Había empezado a anotar todo lo que me inquietaba, lo que me hacía feliz y lo que no. Había todo tipo de bocetos, ideas… Era un lugar sincero y tranquilo en donde expresarme.

Desde hace más de un mes mi cuerpo estaba intentando decirme algo. Ese dolor de estómago repentino, la debilidad en las manos sin ningún motivo. Estaba estresada, ansiosa por el futuro, por las cosas por hacer, por el miedo. En mi cuaderno anotaba todo a cualquier hora, en cualquier momento, en una fiesta con los amigos, en una cena o sola en el tren. Era un refugio aislante. Me estaba dejando ensimismar por sus páginas ¿Para qué hablar de algo si lo podía escribir o dibujar? Era mi modo de ignorar la realidad, de irme por el camino fácil y no enfrentar nada.

El día que perdí el cuaderno había anotado varias cosas. Estaba en un festival con un grupo de amigos y recuerdo haber escrito: “creo que estoy pasando por un momento difícil conmigo misma.” No sé ni siquiera explicar por qué, venía de un viaje largo, de no haber dormido y no dormir siempre me afecta. Me han pasado cosas increíbles y me siento muy feliz con mi vida, pero estaba teniendo sube y bajas de humor, de autoestima. Lo más parecido a mi estado de ánimo era una montaña rusa, entre el miedo, la euforia, la alegría. Todos los estímulos de la vida los estaba sintiendo demasiado fuertes desde lo bueno hasta lo malo, no había punto medio y mi cuaderno era testigo de todo, a tal punto de aislarme por completo.

Ya de regreso del festival, mientras iba sentada en la parte de atrás del carro decidí dejar de intentar entrar en la conversación, estaban todos hablando en italiano y cuando estoy muy cansada me cuesta explicarme más de lo normal. Estaban hablando de política y yo soy bastante mala en ese tema, casi nunca estoy al día. Recuerdo haber querido decir algo y repentinamente sentir un cansancio extremo sólo por el hecho de intentar expresarme coherentemente. Sentí una debilidad muy extraña en los brazos, algo muy parecido a un sinsabor emocional, a la pereza y al miedo juntos. Decidí quedarme callada mientras pasaba lo que sentía, me quedé mirando el cielo por la ventanilla. Estiré la mano para sacar de mi bolso el cuaderno y anotar algo de lo que estaba sintiendo, pero no llegué a sacar el cuaderno porque me quedé viendo el cielo estrellado. Había tantas estrellas que me distraje pensando en lo que sentía mientras las veía. Recuerdo haber deseado fuertemente que se fuera esta sensación tan agobiante. Vi tres estrellas fugaces. Nunca había visto tantas en tan poco tiempo. Sonreí pensando en que a lo mejor se cumpliría mi petición.

Al día siguiente, no me di cuenta hasta bastante tarde que mi cuaderno había desaparecido. Después de una campaña para intentar conseguirlo sin éxito pienso, estaba llevando por el camino equivocado todo lo que estaba anotando en esas hojas, me estaba concentrando demasiado en lo que me molestaba más que en lo que me hacía feliz. Ese montón de papel se había convertido en mi aislante, en mi falso refugio y me estaba haciendo daño.

Lo perdí y siento que no es más que una señal de las cosas que puedo atraer. Es una metáfora que me regala la vida para que viva más y me queje menos. Para que viva el momento y no busque excusas para escapar a la primera que veo que las cosas no son tan fáciles como pensaba.

Sara Fratini
@sarafratini

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Published on July 17, 2025 02:36

Vomité angustias y lloré miedos

Pienso que todo está bien, insisto en ignorar lo que mi cuerpo intenta decir. Comienza el concierto e intento concentrarme en alguno de los músicos. El chico de la percusión se mueve extrañamente, a lo mejor su cuerpo también intenta decirle algo.

Empiezan a tocar una canción que me emociona muchísimo y vuelve la misma sensación. Esta vez, siento que la sangre se va de mis brazos y no puedo cerrar los puños, no tengo fuerza. Sin darme cuenta ya no estaba en el concierto, estaba en mis pensamientos repasando eso que me angustia desde hace ya mucho tiempo, sin querer, allí está de nuevo ese acompañante invisible: el miedo.

Lo sentía siempre antes de empezar actividades nuevas, ir al colegio, incluso antes de las fiestas de mis amigos. Ese miedo que bailaba en mi panza y no precisamente por maripositas de amor. El miedo me ha acompañado siempre, imagino que a todos.

No había descubierto la fuerza de mi cuerpo, de mi mente y de cuánto me afectan las cosas. Lo que no digo, me afecta. Cuando sucede algo en mi vida que intento ignorar mi estómago hace de las suyas y me juega sucio, o limpio, porque al menos mi estómago no se queda callado.

He vomitado angustias, preocupaciones, pensamientos. Vomito todo lo que no digo.

¿De qué sirve someter el cuerpo a tanto estrés? ¿Por qué tanto miedo a las palabras?

Todo lo que no dice la boca lo dice el cuerpo y lo he comprobado muchas veces. Desde la felicidad hasta la tristeza más profunda. Muchas veces me he sentido incómoda dentro de mi misma y es justo en esos momentos que mi cuerpo habla y me da una lección.

Cuando mis manos deciden enfriarse y quedarse sin fuerzas y mi estómago decide hablar por sí solo, me doy cuenta de cuánto me cuesta escucharme, porque siempre es más fácil ignorar lo que incomoda, hasta que el cuerpo dice: ¡Basta! Y empiezo a sentir que mis manos gotean el miedo, mi estómago se contrae y siento el vómito venir, los sapos y culebras, las palabras no dichas, la tristeza no identificable.

El cuerpo nos habla y nos dice lo que no queremos escuchar. Siento que debo obligarme a hablar conmigo misma, a darle un respiro al estrés y dejar ir al miedo, regalarle un viaje sin retorno, porque la vida con miedo es lo más cercano a una prisión.

Sara Fratini
@sarafratini

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Published on July 17, 2025 02:21

Bailarina

Siempre quise ser bailarina, sólo que nunca me atreví. Traicioné mi amor por la danza y mis ganas de aprender muy temprano. Corrijo, me traicioné a mi misma.

Tenía unos 7 años, a lo mejor un poco menos, mi madre me había conseguido una plaza en una escuela de ballet y estábamos afuera de la puerta. Desde allí se podían ver las niñas con su uniforme rosa, una especie de bañador y una falda muy ligera. Creo que el uniforme fue una de las cosas que me hizo retroceder… ¿Tenía que estar en bañador para ir a bailar?

Una de esas niñas era mi amiguita número uno: Rosalinda. A pesar de las ganas que tenía de entrar y empezar con los ejercicios y de que llegara el momento en el que pudiera hacer piruetas y saltar de puntillas, no quise entrar. De nada sirvió que mi mamá me dijera varias veces que ella se quedaría hasta el final de la clase o que Rosalinda me llamara con una gran sonrisa y señas. Mi miedo fue más fuerte, o mis complejos, porque en realidad lo que más me asustaba de todo era que las niñas se rieran de mí, que vieran mi panza apretada por la malla y mi torpeza al intentar hacer los ejercicios.

Mirando atrás, ¿cómo una niña tan pequeña podía tener tantas inseguridades? Todavía no tengo respuesta. Imagino que cada persona las maneja de una manera diferente y al parecer la situación escapaba por completo de mis manos o por lo menos eso sentía.

Así fue cómo renuncié a mi primer sueño, así fue cómo nunca aprendí a saltar con gracia y a bailar en puntillas. Mi primera decisión importante y dije que no por miedo al qué dirán. Por rechazo a mi propio cuerpo. A pesar de las palabras de mi madre no entré, y al sol de hoy pienso en ese momento.

Recuerdo esa tarde cada vez que abandono algo por miedo o cada vez que renuncio a hacer cosas que sé que no serán del todo fáciles o  que necesiten mucho de mí. Pienso en esa tarde y en las ganas que tenía de dejarme llevar, de decir “al carrizo todo” y empezar a bailar. Nadie sabe que de pie, en frente a la puerta y a la profesora, me imaginé como la mejor bailarina de todas, salté por todo el salón, di vueltas en el aire y sonreí hasta el cansancio al terminar de bailar. Todo eso pasó en cuestión de segundos, mientras mi otro yo me decía que mejor volviera a casa, que no iba a lograr nada allí.

La danza me parece una de las expresiones más bonitas del cuerpo y yo la reprimí por temor, por complejo. Me encantaría tener un aparato para volar en el tiempo y llegar al pasado para decirme que todo está bien, que nadie me está mirando, que si quiero hacerlo lo haga y que si quiero llegar a bailar en puntillas necesito quedarme allí, dejar la pataleta y empezar con los ejercicios, que todo está en mi cabeza y que sea libre, que la vida es muy corta para aferrarse a los sentimientos equivocados y a lo que nos frena.

Pero como nada de eso es posible, me lo digo ahora: la vida es muy corta para aferrarse a lo que nos hace daño. Con esto, le subo el volumen a la música y bailo lo primero que suena. Todavía siento vergüenza cuando me siento muy observada, pero no lo dejo de hacer porque sé que esa vocecita insegura, no es más que una prueba para superarme a mi misma.

Sara Fratini
@sarafratini

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Published on July 17, 2025 02:20

El tiempo que perdemos tratando de no perder el tiempo

Estoy sentada en suelo con el ordenador en las piernas intentando escribir algo. Pienso en todo pero, en realidad, no pienso en nada. Estoy haciendo tantas cosas a la vez que no logro concentrarme en ninguna y muchas las hago sin darme cuenta que ya las he terminado.

Vivo apurando las horas, corriendo de un día a otro, repitiendo tareas e intentando sacar jugo de todo lo que hago. A veces, siento que no he dejado de correr desde hace mucho.

Me pregunto cuál es el fin de tanto estrés y esfuerzo. Sé que en la vida tenemos metas, sueños por cumplir que no pueden esperar y que no alcanzaremos por arte de magia, pero a veces hay que invertir tanto tiempo y esfuerzo que la vida se escapa en ese correr de un lugar a otro para lograr lo que queremos.

El mundo parece estar controlado por un reloj gigante que va más rápido de lo que podemos asimilar. Va tan rápido que no nos damos cuenta que no estamos viviendo, que nos falta el aire para disfrutar de la tranquilidad.

No recuerdo cuándo fue la última vez que me relajé y me senté a no hacer nada sin sentirme culpable, sin sentir que en realidad podría estar usando ese tiempo para hacer algo útil, para hacer más dibujos, para planificar nuevos proyectos.

El punto es sentirme culpable, porque no hacer nada lo hago muchas veces, pero con la angustia de estar perdiendo el tiempo y al final, lo que tenía que ser una hora de descanso termina siendo un nudo de pensamientos pesados y así van los días, con la sensación de no parar, de estar en constante movimiento a veces muy bien otras veces sin ganas.

Muchas veces dejo de hacer cosas que quisiera porque “estoy ocupada” o porque tengo que terminar algo que no puede esperar. El problema, es que cuando no voy a la playa cuando mi cuerpo me lo pide, o no desconecto cuando en realidad debería hacerlo se va creando en mi pecho una nube negra que me oprime, un sinsabor que no sé describir. No sé si llamarlo cansancio o agobio.

Creo que no soy la única con esta sensación. Vivimos en una sociedad donde cada vez es más difícil mantenerse. Tenemos un alquiler, la luz, el gas, el agua, la compra y tantas cosas más por pagar, o por lo menos esa es la excusa, si no trabajo, si pierdo tiempo ¿Cómo hago a final de mes?

Así pasan los días, en una constante carrera de obstáculos en el que caerse cuesta caro. Pero, ¿en realidad merece la pena? Estoy segura que debe haber una fórmula secreta para vivir sin correr tanto. Organizarme mejor es una, pero a lo mejor debería empezar por desconectar e intentar no hacer nada por cinco minutos y disfrutar ese momento.

Sara Fratini
@sarafratini

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Published on July 17, 2025 02:16

Nubes de polvo

Predicción del día: Nubes de polvo.

En algunos lugares te pierdes, en otros te encuentras. Como el mar y el río se encuentran en La Langue de Barbarie, me encontré entre nubes de polvo en Dakar. Colores, ruido, bailes, sabores, calor, frío, choques. Cuando un sitio tiene tanta energía, se encuentra toda de golpe y se acumula en el pecho, como la calima. Para poder controlar la ola de emociones solo queda dejarse llevar y disfrutar de la locura o de la tranquilidad según vengan.

Desde hace mucho tiempo quería visitar Senegal. Años escuchando su música y casi dos años preguntando el significado de diferentes palabras en wolof. La vida siempre encuentra el momento justo para regalarte algo que esperabas desde hace mucho y este diciembre me regaló la oportunidad de perderme entre aromas, sabores y ritmos que me habían estado llamando desde la primera vez que me enamoré de la amabilidad de la gente del país de la hospitalidad o mejor dicho: Teranga.

Estoy sentada en la sala del hotel Gogo Sara, afuera un chico prepara ataya. Escucho en la radio una canción de Cheikh Lô y pienso en lo afortunada que soy de estar en donde estoy. Huele a incienso y a especias, y me gusta mucho.

Mientras espero a que bajen todos para ir a comer thiakry al otro lado de la calle, entra Thierno con un vaso de ataya para mí, no me lo esperaba pero le agradezco, lo bebo y le devuelvo el vaso. Con una sonrisa se marcha y me quedo con el sabor a hierbabuena en la boca. Salgo al porche y me siento a ver la gente pasar. Es de noche, las luces son amarillas y la ciudad empieza a tener otro ritmo, más pausado, más tranquilo. Estoy en Dakar. Después de un año absurdo de cambios y de giros inesperados, estoy en Dakar.

Aparece Keba y nos vamos a dar un paseo por su barrio, no sin antes pasar por el Fast Food DianKarlo a comprar thiakry. Empezamos a caminar, calles de arena y pavimento, barberías abiertas a las 22h alumbradas por luces de neón y gente que se corta el pelo al ritmo de la música, tienditas de comida.
Todo está oscuro, pero cada tres pasos encuentras alguna tienda con luces encendidas. Se respira una tranquilidad que solo el que está dentro, bajo la luz cálida, puede entender. Seguimos caminando y llegamos al límite entre la zona “rica” del barrio y la “pobre”. Una calle estrecha con cabras y caballos nos llevan a un grupo de niños que se lanzan fosforitos unos a otros. Las niñas de un lado, los niños de otro. Las calles empiezan a tener más movimiento, gente sentada fuera, música, niños que corren. La calle está viva.

A lo lejos escuchamos el ritmo de los tambores mientras Keba nos cuenta anécdotas de su adolescencia en esas calles. El sonido se hace cada vez más fuerte y nos encontramos frente a una casa con dos chicos que nos invitan a pasar. Entramos, un círculo de sillas rodean a dos músicos que tocan el djembé, niños, niñas y jóvenes bailan frenéticamente. Somos un grupo de extraños pero nos ofrecen sillas y nos invitan a bailar. Nadie nos conoce pero nadie nos rechaza, nos dan la bienvenida. Estás siempre presente, querida Teranga. Siento que estoy en un sueño y en silencio agradezco la oportunidad de vivir algo tan bonito a solo unas pocas horas de haber pisado esta tierra.

En Senegal, se respira una magia terrenal difícil de explicar, es como si algo hubiese quedado intacto, una fuerza pura que a pesar del caos y la rapidez de la modernidad se mantiene latente. No había sentido nada parecido hasta llegar allí, imagino que es el motivo de esta extraña pena de estar lejos de un lugar que apenas conozco.

Me sumerjo en las nubes de polvo y me dejo llevar. Allí cada día es una sorpresa, los planes no existen pero todo tiene sentido y todo toma el rumbo que tiene que tomar. Hay choques fuertes, pero si sabes escurrirte y seguir el camino de lo que te llama, sales ileso y muy probablemente cargado de algo más.

Namm naa Senegal.

Gracias Karmala Cultura por un viaje tan maravilloso.

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Published on July 17, 2025 02:14