El Deseo: Finale

Lo hizo con cautela. Lo primero era verificar que su vivienda no había sido vulnerada por el cornudo iracundo.  Cuando se asomó a su hogar, notó que todo estaba intacto. Lleno de polvo pero intacto.
Sin embargo, después de unos minutos de estar en la sala, ordenando cosas, se asomó por la ventana ante una sombra afuera que le llamó la atención.
Lo que vio, le heló la sangre: era su vecina con una barriga de embarazada. Ella, que ahora andaba con vestido de maternidad, trasportaba a un paralítico anciano en una silla de ruedas.
“¿Qué carajo es esto?”, se preguntó. Y la curiosidad lo llevó a esperarla al día siguiente en una esquina, para sorprenderla y salir de sus dudas. La vecina lo vio y le sonrió como si nada, mientras salía de la droguería:
-       - Hola, mi veci, ¿por qué andabas tan perdido? Pensé que te habías muerto.-       - Bueno… es que.. estaba un poco ocupado y – decidió reconocerlo- algo asustado.-       - ¿Y eso por qué?- preguntó la futura madre, como si nada.-       - Es que tuve miedo, después de lo que pasó entre nosotros y tu marido. -       - Mi marido – sonrió algo inocente.-       - Él nos pilló, ¿no? Y me asusté de pensar que, a lo mejor, iba a hacerme algo. Así que me perdí.
La vecina no pudo aguantar la risa:
-       - Mi marido jamás va a hacerte nada. -       - ¿Y eso por qué? – le preguntó- ¿Acaso se separaron? Porque yo te vi con un anciano en una silla de ruedas ayer ¿Estás viviendo ahora con tu abuelo?
Antes de que la hermosa mujer respondiera, nuestro burócrata del retraso mental, escuchó la misma voz de aquella vez que lo pillaron fornicando con la mujer que tenía enfrente:
-       - Yo no soy el abuelo de ella, caballero. Yo soy el marido de Carmelina.
El idiota vio al anciano que era traído en la silla de ruedas por el droguero, el chismoso monumental del barrio:
-       - ¿Usted es el marido? – preguntó sabiendo la respuesta que venía.-       - El mismo. Y quiero que sepa que estoy muy agradecido con usted. -       - ¿Pero por qué me va a agradecer si…?-       - Por lo que pasó hace seis meses en la sala de mi casa- interrumpió el anciano. Desde que usted embarazó a mi esposa, no podemos ser más felices. Verá: nosotros nos casamos hace diez años, cuando yo tenía 70. A pesar de que casi le triplico la edad a ella, nos amamos como si fuera el primer día y este amor es tan puro que lo único que nos faltaba para poder realizarnos como pareja, era un hijo. Pero bueno, mi cáncer de próstata y las quimioterapias me impedían preñarle su vientre. Así que, llenos de amor y de ese deseo de conformar una familia, construimos detalladamente este plan que ha dado frutos.-       - Usted no puede estar hablando en serio – trastabilló el mequetrefe- O sea que…-       - O sea que buscamos por todos lados, un barrio donde hubiera un pelafustán como usted, que se creyera el galán de su vereda, para que nos ayudara a cumplir este sueño de ser padres.  Todo el coqueteo de Carmelina, la sacada de la basura, la teta al aire y la cita en la sala de mi casa fue creado a propósito, lo mismo que el escándalo que armé cuando fingí sorprenderlos. Todo lo hicimos por nuestro bebé.-       - ¡Qué tiernos!- remató el droguero.-       - Y que colaborador usted – le complementó el anciano mientras lo miraba con cariño- Gracias por animar a este tontazo a que estuviera con mi esposa.
El tarugo de esta historia pensaba que debía ser una broma. Se sentía pésimo:
-       - Además, es un niño y está de lo más sanito – remató la vecina mientras mataba un mosquito.-       - Y de verdad, no tenemos cómo pagarle – escupió el anciano.
El bobalicón los vio partir mientras articulaba frases sin sentido:
-      -  ¡Ustedes no pueden tener un hijo que es mío!
El anciano se volteó con la calma de los siglos:
-       - Ya supimos que mandó a la porra a su novia porque quería tener un bebé.  No se siga haciendo el idiota que ya tiene demasiados méritos.
Antes de irse, la vecina se le acercó y le entregó una bolsita:
-       - Y nunca olvides los preservativos, muñeco.
A los pocos meses, nacieron los niños: el de la vecina y el de su ex novia. Dos varones.
El llanto de su hijo vecinal lo levantaba en las madrugadas, mientras el del bebé de su ex novia, le corroía sus pesadillas.

En silencio y en la mitad de la sala de su casa, el irremediable estúpido empezó a entender que efectivamente nunca tuvo un cerebro, ni un corazón que valiera la pena.  Ya era algo.
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Published on October 02, 2014 06:07
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