Despreciable

¿Bendecida de qué? ¿De haber sido escupida por el culo de Tutivillus en alguna de sus orgías? 
¡Farsante! ¡Mentirosa! Ávida de ganas de excitar tu gula bajo el bombillo morado de un burdel de muertos. Ni eres blanca, ni eres negra. No existes. Ocultas un hermafrodita mental en tus entrañas. Y aún así ríes, cuando realmente estás parada en medio de la tierra que quedó de lo que Moisés separó en su momento. A los lados tuyos solo hay lixo, deshechos tóxicos que invaden tu desliz. 
Grita sola tu nombre, trata de encontrar el aleteo de tu propio fantasma. Hazte tuya. Masturba a los cretinos si es que algo de eso queda en tus recuerdos. Pareciera que los cerdos a los que alimentan unos gnomos, no se sacian de ti. Enciendes la cámara y bailas confiada, creyendo que aportas al mundo tu felicidad prestada, mientras el depresivo editor me dice que se siente perdido, buscando algo de consuelo en mí. Un consuelo que jamás encontrará en medio de mis apetencias. El pobre editor nada entre sus propias desventuras. 
Perdiste todo frente a mis ojos. Estás caída y crees que aún tienes brillo. La sociedad entera te escoge en silencio como la más aplicada payasa que jamás se ha visto, mientras, al tiempo, te palmea la espalda y te da besitos para darte confianza, para que sigas creyendo en tu propia mentira y los sigas haciendo reír. Los oficinistas comentan , detrás de ti, lo miserable que eres. 
No te pongas triste porque no te invitaron a la fiesta. Entiende que eres prescindible. Explotaron tu cabeza, usaron tu inocencia y luego te arrojaron a la calle, mientras ellos se quedaron en la mansión, manoseando a tus hijos y hurgando sus orificios.
Mientras tanto, tú sigues vomitando imágenes virtuales en donde te ufanas de ser como eres y en donde dejas claro que nada te importa. Repitiendo la misma monotonía de palabras perdidas en otro tiempo, la misma cacofonía de tu mente; una era recorrida ya; un desencanto ya visto; un velo que se rompió en la mitad de la euforia y que incendió aquel rincón donde jugabas a tocar una guitarra imaginaria cuando eras niña y pensabas que existían los sueños. 
No siempre los monumentos que se construyen, homenajean a los héroes. No siempre, amor mío. 
Por ahora sigue saltando con tu bikini y tu disfraz de heroína empoderada, mientras te veo reír y me río cuando te comparo con esa otra mujer que de tanto odiarse a sí misma, quisiera reventar en llanto. 
Todo lo que siento hacia ti es compasión. No hay nada más barato en el mercado.
¿Dónde quedaron los atardeceres en la playa? ¿Te acuerdas cuando juntos íbamos a tomarnos un trago mientras me extirpaba los sesos tratando de escoger entre el sol anaranjado o tus ojos verdes?
Somos el trío perfecto de la decadencia. La cama no quiere vernos a los tres convertidos en espectros. 
¿Qué hacemos con el editor que me pide libros nuevos? ¿Qué hacemos con los deseos rotos?  
¿Dónde estarás tú? ¿Por qué no vuelves a abrir la ducha del baño del penthouse de aquella alcantarilla y bailas para mí? ¿Qué mal le he hecho a los chicos con síndrome de Down que viven a la vuelta de mi casa, como para que no me lances sonrisas desatadas de tus labios gruesos? 
Si las estrellas y las constelaciones te vieran, reprimirían su luz… aunque fuese un resplandor extinto. Como tú, mi vida. 


No hay fortuna, ¿sabías eso?


 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on September 05, 2018 08:25
No comments have been added yet.