Cambios

Sea lo que vino a ser. Aténgase al destino. No altere su color de pelo, no se haga dibujar indios en los omóplatos, tigres en el pecho. Usted vino limpio, vino sin eso. Sea el que vino a ser. No se cambie. No se mejore la nariz, no se haga cicatrices, no se cuelgue aros en las fosas nasales. No se agrande los pechos, no se afeite el pubis, no bronceé sus mejillas. Deje que fluyan las uñas y las canas si es su momento, no estudie economía. No sepa que son distintas cosas el sol y la luna. No crezca. No entienda. Avance siempre del mismo modo a la sorpresa, al peligro. No aprenda. Sea reconocible en su olor y en sus mañas, desconozca la empatía, no asimile, pasivamente florezca. Deje hacer y continúese; no quiera lo de los otros, no lo tome, no haga abdominales para modelar su abdomen. No ceda su lugar, tema el movimiento, ruja y pida, exija. No haga un curso de oratoria, no arruine con golosinas sus dientes. No se extraiga el apéndice, no done sangre, no deje que el mal dormir le enchastre la cara de ojeras. Si quiere saltar, salte, si quiere patalear, patalee. Chupe un palo si es su deseo, llévese el dedo a la boca. Ábrase camino solo, vaya hacia donde lo lleva el cuerpo, el olfato. No vea en el cielo mensajes que alguien dejó encriptados, no dibuje mapas, no lea. No use lentes, ni sombreros, ni cremas reconstituyentes. No haga nada que lo oculte, que lo aparte. Siga siendo. No hay otro modo. Porque la providencia opera como el mar sobre la roca, y necesita de usted, al menos esa calma, esa paciencia. No hay otro modo. Sea lo que vino a ser y encontrará esa otra parte. La del mito antiguo, la de los cuentos. La mitad que junto a usted forma un ser único y perfecto. Para ayudarla a encontrarlo, no reflexione sobre el origen de los pájaros y los volcanes, no busque la forma de mejorarse. Así podrán llegar a ser esa unidad que se nutre y se satisface a sí misma, que cerrada y perfecta como un huevo los devuelva a su gracia natural, a sus seres verdaderos. Eso que usted es, que ha venido a ser y que nunca será sin esa mitad perdida. En el desvío, solo habrá algo que deambula, que se descompone y cambia hasta morir; algo que, sin destino, a los tumbos, permanece.