Mi abuelo me acompaña por un camino sinuoso, pero soy yo quien dirige la travesía. Voy delante, hay unas escaleras que llevan a cuartos oscuros y que, de paso, se terminan a la mitad. Es necesario saltar o quedarse varado en las sombras. Por suerte pasa un tren. No sé si es tanta suerte, pero pasa un tren, a fin de cuentas, ¿O es un avión? Nos subimos, mi abuelo detrás de mí.

En el camino, ya montados en el vehículo, vuelvo con frecuencia la cabeza pa...