Setenta croquetas y una suegra

Setenta croquetas y una suegra

Séptima Pelonchona se casó contra su voluntad con el recetario de su madre bajo el brazo porque quería tenerla cerca en la ceremonia, o al menos eso dijo para justificarse.
Su padre, viudo y padre de nueve hijas se las fue quitando de encima de una en una, vía convento o altar, a demanda, hasta quedarse con Séptima: la incasable, atea, bigotuda y fea que era de fácil querer pero no quería arrimarse a ningún candadato porque tenía un secreto.
Cuando le llegó la hora y su padre le agenció un marido, ella disfrazó el libro de recetas de su madre de devocionario y lo camufló en el libro de firmas de los testigos. Su madre tenía que estar presente de alguna forma..

Eulogio no tenía ni idea de que realmente el casorio había sido entre Séptima y las recetas de croquetas de su madre. Aunque algo intuyó cuando el recetario apareció en el centro del lecho conyugal.

Su madre le había dejado unas instrucciones claras: «solamente después de hacer setenta croquetas durante setenta días alcanzarás la felicidad junto al hombre que te haya llevado al altar. Hasta entonces, el espíritu de las setenta croquetas edificará un muro entre ambos»

El problema era que Séptima se había casado sin pan y sin cebolla y no tenía con qué hacer las croquetas. Nunca conseguiría romper el hechizo a no ser que la suerte, que siempre anduvo esquiva para la familia Pelonchona, rompiera la inercia. Y ocurrió que la fortuna se presentó en forma de pollo asado. Uno de esos que no se consigue vender en el supermercado y que al final del día se liquida a precio de risa. Pues bien, resultó que Séptima era vecina de Magdalena que era vegetariana y le regaló el pollo olvidado. Séptima, que no había visto un pollo entero en su vida porque su madre los desmenuzaba para que cundieran más y lo cocinaba por partes, lo trituró y fue capaz de hacer setenta croquetas para setenta temporadas

Después de que el regalo de Magdalena diera al traste con la maldición, Séptima se convirtió en acechadora de restos en los supermercados para después hacer croquetas en casa con lo que fuera. Pronto su buen hacer trascendió al vecindario y sus croquetas de cualquier cosa triunfaron por toda la ciudad con su cadena de comida a domicilio que llamó: «Setenta croquetas».

Séptima retomó su vida afín al «fácil querer» y su marido, loco de contento, quiso agradecer a su suegra tanto la maldición como el recetario y compró una ouija que les permitió renovar alguna de las recetas.

La suegras no siempre son suegras….

(En las fotos la ouija que compró Eulogio en Amazon y las croquetas de cascaras de nísperos de losplatosdemicasa.blogspot.com)

Para Beatriz por esas recetas infalibles que guarda en el corazón.
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Published on May 16, 2021 03:36 Tags: humor
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