Mamá
Nadie está preparado. Nunca. Mi primer hogar murió, allí, donde pasé mis primeros nueve meses de vida, donde me formé, alimenté, donde crecí, donde me convertí en humano, lo destruyeron todo.
Hace 30 años estuve durante largos nueve meses en el vientre de mi madre, durante ese tiempo ella procuro darme todo lo necesario para que algún día yo pudiese valerme por mi mismo. Naturalmente no poseo recuerdos de mi estancia dentro del vientre de otro ser humano, pero no tengo dudas que fue un lugar sagrado y acogedor, pues no solo yo tuve el privilegio de reproducirme allí, también lo hicieron mis otros dos hermanos: Morella Patricia y José Luis.
Resulta difícil de tragar que allí donde crecimos sus tres hijos, empezaría a formarse décadas después un monstruo que terminaría por matarla, ese vientre que me acogió a mí, acogería después a un invasor, un intruso, un cáncer maldito que lo que quería era acabarla, y uno se pregunta por qué, pero hay ciertas cosas para las que nunca habrá una respuesta.
Mi padre, mis hermanos, mis amigos de la infancia saben perfectamente que mi relación con mi mamá no siempre fue la mejor, las personas tienden a elogiar y dejar de lado las cosas negativas de las personas una vez fallecidas, yo eso siempre lo he considerado un despropósito, los seres humanos tenemos defectos y virtudes, y el retrato más fidedigno de las personas solo puede ser representado con sus grises y blancos.
Mi madre durante su vida tuvo muchas carencias emocionales por lo cuál siempre fue muy impulsiva y en ocasiones irracional, durante mi adolescencia para mí era muy difícil comprender las razones de algunos comportamientos de mi mamá, de hecho, durante esa étapa de mi vida fueron muchas las veces en que duramos meses sin hablarnos.
Cuando yo tenía doce años secuestraron a mi abuelo "Pipo", como le decimos todos sus nietos, en ese entonces era ciertamente común que las guerrillas marxistas colombianas secuestraran, torturaran, robaran y asesinaran a venezolanos pudientes para así financiar sus actividades políticas y terroristas; por ese motivo desde muy pequeño comencé a involucrarme fuertemente en el estudio y la comprensión de los movimientos políticos en América Latina, pues a fin de cuentas, nos guste o no, terminan marcando -y en el caso de nuestra región- muchas veces destruyendo nuestras vidas.
Mi abuelo estuvo secuestrado un año y 13 días, creo que ese es el número exacto de días que padeció ese infierno, jamás lo pregunté ni corroboré con nadie, pero creo que a pesar de mi edad, por aquel entonces llevé la cuenta. Sin miedo a equivocarme, puedo asegurar que a quién más le dolió y sufrió ese secuestro fue a mi madre, por aquel entonces habían muchas tensiones en mi familia por parte de mamá, la mayoría de mis tíos se pusieron del lado de mi abuela, y mi mamá eligió el bando su padre, realmente fueron años bastante desagradables, pero es algo que hoy no podemos borrar ni omitir en nuestras vidas.
El secuestro de Pipo le cambió la vida a mi mamá, no tengo dudas que aquello marcó un antes y un después en su existencia, sus interminables fiestas y tomadas de whiskey, fueron sustituidas por mucho silencio y largas oraciones, sus gritos y rebeldía de pronto se apaciguaron, y puedo afirmar que esa tragedia hizo renacer a mi madre en una persona mejor.
Con el paso de los años y tras el regreso satisfactorio de mi abuelo a nuestras vidas, la vieja Morella regresó por un tiempo, y nuestras desvanecencias y grietas comenzaron a abrirse de nuevo, quizás la razón principal por la que mi mamá y yo chocábamos tanto era que nuestros carácteres eran muy similares, ambos rebeldes sin causa, no escuchábamos, no entendíamos, no podíamos hablarnos; además que desde muy pequeño, y esto bien lo sabe toda mi familia, tuve un vínculo demasiado especial con mi padre -y sí, lo sé, todo el mundo tiene un vínculo especial con su padre-, pero creánme cuándo les digo que mi relación con mi papá siempre fue algo superior al común denominador, y eso inconscientemente también me hizo tomar desde muy pequeño un bando -mis padres se separaron cuando yo tenía 7 años-, todo eso produjo que durante mucho tiempo mi mamá y yo parecieramos desconocidos viviendo bajo un mismo techo.
Durante mucho tiempo mi hogar estuvo dividido, realmente las piezas en discordia siempre fuimos mi mamá y yo, mi padre siempre tuvo una gran relación con mis dos hermanos también, y para mi madre Morella Patricia era su mejor amiga, y Jose su bebé, nosotros dos eramos los únicos que no podíamos conectar.
Con el pasar del tiempo, y a medida que fui creciendo y comprendiendo nuevos aspectos de la vida, cuando yo también comencé a cometer errores, a tener relaciones, noviazgos, amores fallidos, empecé a beber con mis amigos, y en definitiva, a crecer, a descubrir mis fortalezas y vulnerabilidades, también comencé a ver mi mamá con otros ojos, a comprender sus demonios internos, sus problemas emocionales, y cuando ya tuve una mayoría de edad y a su vez inicié con mi propio proceso de transformación psicológica y personal, mi primer paso fue resolver, perdonar, entender, aceptar, y en definitiva, reconstruir mi relación con mi madre.
Luego de tantos altibajos finalmente mi madre y yo pudimos conectar cuando yo estaba por cumplir los 20 años, el tiempo no pasa en vano, mi madre se volvió mas sabia y yo también lo hice, finalmente luego de tantas batallas comenzamos a tender puentes, y todas esas peleas, insultos que tantas veces nos proferimos, quedaron completamente sanados. En el momento en el que dejé de juzgar a mi madre y me decidí a entenderla, ella hizo lo mismo conmigo, y estoy seguro que eso la transformó a ella en un mejor ser humano, y por supuesto, a mi también.
El segundo evento que cambiaría definitivamente la vida de mi madre sería la llegada de Clarissa, creo que jamás vi a mi mamá tan feliz como con la llegada de su primera nieta al mundo; si el secuestro de mi abuelo le apaciguó, el nacimiento de Clarissa hizo que creciera en ella un aura maternal que creo no había tenido nunca en toda su vida; de hecho, siempre pensé que mi mamá llegó a querer más a Clarissa que a sus propios hijos, y eso a todos nos hacía feliz porque ella estaba feliz, pero viéndolo a la distancia, creo que ese amor tan difícil y lejano, por la distancia a la que nos obligó la situación política de nuestro país fue la que terminó destruyendo a mi mamá por dentro.
A mi madre el amor por Clarissa le sobrecogía, creo que su corazón nunca había estado tan bien alimentado, lamentablemente la situación en Venezuela no mejoraba, las condiciones de vida de nuestra familia, vecinos, amigos, cada vez era peor -hoy continuamos siendo víctimas de dicha tragedia-, y naturalmente llegó el momento en el que mis hermanos y yo nos vimos en la obligación de partir, algo que también mi papá y mi mamá apoyaban, aunque quizás los dos lo sentían de una forma diferente.
Yo fui el primero en irme del país, mi decisión fue sumamente repentina e improvisada, pero a fin de cuentas tomada por motivos políticos, y también para proteger mi vida; el día en que me fui mi mamá no podía parar de llorar, salió a la puerta de la casa a abrazarme desconsolada y me dijo que me extrañaría; después de mi vino el turno de mi hermana, y con ella, también se iba su adorada nieta, y por último, mi hermano también se fue a vivir conmigo en Bogotá por unos meses.
Durante ese tiempo hablaba constantemente con mi mamá y estaba notablemente deprimida, a mí no me lo decía, pero todos sabíamos que estaba particularmente afectada y que se sentía sola. La vida que alguna vez tuvo estaba completamente destruida, las grandes reuniones familiares, las salidas a cenar, e incluso los viajes, fueron sustituidos por largas colas para hacer gasolina, días sin electricidad, falta de agua, y por supuesto, todos los lujos que la mayor parte de su vida se pudo dar, ya no existían: sus interminables citas en la peluquería, la ropa o carteras que amaba comprar, e incluso, el whiskey que le gustaba tomar, ya no era algo cotidiano, todo eso se había extinguido, en Venezuela solo quedaban penurias, los fantasmas de sus hijos, y una realidad más fuerte de la que ella podía soportar.
Yo personalmente siempre me he tomado la política muy a pecho, recuerdo cuando tenía 8 años y ganó Chávez la presidencia, mi papá me sentó en la sala de atrás de la casa de mis abuelos y me dijo "vendrán tiempos difíciles", y así fue, seguramente nadie se esperó que esos tiempos difíciles durarían tanto, mucho menos que serían capaces de destrozar nuestras vidas de tal manera, pero vaya que todos los venezolanos pagamos bastante caro la decisión tomada en diciembre del 98.
Actualmente no tengo la menor duda que a mi madre la mató el chavismo, ese cáncer que se desarrolló en su colon fue su cuerpo somatizando tanta angustia, dolor, soledad, tanta distancia con sus hijos y su nieta, y eso es algo que jamás podré olvidar.
Una de las cosas que más me duele y mortifica fue no poder haber hecho algo para cambiar esa realidad, para llevar de vuelta a sus hijos a casa, para que dejaran de existir esas mortificables colas de gasolina y cortes de luz, para que en San Cristóbal, la ciudad en que ella vivió toda su vida, pudiese volver a tener una calidad de vida decente, eso es algo que se me hace muy difícil de tragar.
Por otro lado, toda esta terrible situación política además de quitarme a mi madre, me quitó la posibilidad de despedirme de ella, hace tres semanas ella estuvo aquí en Miami conmigo y le dije que tenía ganas de ir a San Cristóbal para así estar un poco más con ella, e inmediatamente me respondió que ni se me ocurriera, que yo bien sabía que no podía ir.
Ese día que estuvimos juntos quería llevar a mi mamá a la playa y luego a cenar a un restaurante italiano por el downtown de Miami, quizás sonará estúpido, pero quería intentar hacer que estuviera feliz y se olvidara de su padecimiento, aunque sea por un par de horas, y no pude; lamentablemente fue imposible, su cuerpo ya no daba para tanto, mi mamá solo quería estar acostada.
Al momento de dejarla en el aeropuerto de Miami la mañana siguiente y despedirnos mi mamá me abrazó y se puso a llorar, yo inevitablemente también solté un par de lágrimas porque ambos sabíamos que por más que repitieramos todas esas mentiras que solemos decir en momentos tan críticos, de que todo "va a estar bien", ella estaba por irse, y esa era la última vez que nos veríamos.
Ayer en la noche mi hermana me llamó y me dijo que le grabara una nota de voz a mi mamá para que José se la pusiera al día siguiente y nos escuchara, le dije a mi hermana que no sabía que decirle, que no quería mentirle y decirle que todo iba a estar bien, cuando yo sabía que eso no era verdad; mi hermana me dijo que escribiera lo que le quería decir y después lo grabara.
Finalmente nunca escribí nada, me encerré en el baño y comencé a grabar una nota de voz para enviarsela a mi hermano e inmediatamente empecé a repetir todas las mentiras que había evitado decirle: "todo va a estar bien mamá, te vas a recuperar, todavía nos queda mucho por vivir, vas a poder conocer a Melissa -su segunda nieta-, tienes que ser fuerte...", pero fue tarde, un par de horas después me llamó mi papá: "Tú mamá se murió".
Mi madre se murió sola en cuidados intensivos a las diez de la noche del 3 de agosto del 2021, por la hora ya no podían haber visitas, cuando se fue no había nadie acompañándola y yo no puedo parar de pensar, de preguntarme, qué habrá pensado antes de irse, qué habrá sentido, allí sola, sin sus hijos, sin su esposo, sin su nieta; se fue sola, nadie la pudo despedir, nadie la pudo abrazar; no me puedo imaginar el miedo que debió sentir, el dolor, pasar esos últimos minutos sin tener a tus familiares tomándote de la mano. Es mucho dolor, no lo puedo procesar.
Mi mamá no fue una madre perfecta, y yo tampoco fui un hijo perfecto, pero nos amamos realmente hasta el último de sus días.
Gracias por la vida mamá, nunca tendré como pagarte.


