El lunes de la semana pasada se cumplieron cuatro años y dos meses desde que mi primer libro salió, atrevido, a mostrarse desnudo al mundo.
Desde entonces, ha recibido todo tipo de tratos.
Primero, ha encontrado almas nobles que lo acogen en su seno con amor, paciencia, curiosidad y ternura, lo que él ha reciprocado con una historia compleja y entrañable.
Segundo, ha caído en manos de quienes lo vejan, lo pisotean y lo agreden, a lo que él ha respondido con una historia que parece no estar bien construida, con un texto que da la impresión de necesitar, en el mejor de los casos, más trabajo.
Tercero, se ha encontrado con una gran mayoría que lo miran de reojo, cual mendigo de la calle, para dejarlo abandonado a su suerte en algún rincón de sus estantes, durmiendo el Eterno Sueño de los Justos, a lo que él responde con un suspiro resignado, como el que saldría de un cofre sin mucho color ni adorno que esconde dentro un verdadero tesoro.
Y ese patrón lo han seguido el resto de mis 'bebés', que he ido pariendo con dolor de cuando en cuando, según la musa quiera preñar mi espíritu con su semilla inspiradora, en procesos de gestación que a veces toman meses y otras, años.
Pero lo más interesante que noté con mi más reciente libro es que la dinámica con mi círculo más cercano ha variado radicalmente con respecto al primer libro. ¿Será que dejó de ser novedad que escribo? ¿Será que tan mala fue su experiencia previa con alguno de mis 'bebés' que no desean repetir? ¿Será que la crisis económica les azota la billetera con tal inclemencia que hacerse de un nuevo libro parece tan imposible como comprar una casa? ¿Será que su interacción conmigo les ofendió o molestó de alguna forma y ahora me castigan con el látigo de su desprecio? ¡Ja! Un poco dramático, ese último comentario, pero me gusta el drama, ¿qué puedo decir? :P
Sea lo que sea, está fuera de mi control, como tampoco puedo controlar en manos de quiénes caen mis libros, ni cómo la comunidad lectora transmite de boca en boca sus opiniones acerca de mis 'bebés', que siguen siendo eso: criaturas inocentes que aún dan sus primeros pasos, que apenas vislumbran un atisbo de la crueldad que hay en este mundo, pues con sus tiernos ojos infantiles sólo perciben lo bello --que es mucho--, pero que no amortigua el golpe cuando la dura realidad se les estrella de frente en la cara.
Como dijera mi amada abuelita Adilia, que en paz descanse: hay "flores y escoria en el camino". Decido admirar las flores y pasar de largo la escoria. A veces la hediondez de esta última no me deja respirar y, muy de vez en cuando, tampoco me deja dormir. Pero no tiene tanto poder como para no dejarme vivir. Y las flores que me encuentro son tan bellas, tan llenas de bondad, de genuina admiración, que me llenan el alma de agradecimiento y que opacan lo que la escoria tenga que decir... o que callar.
Adelante, siempre adelante.
Published on June 21, 2023 05:18